Ante la Reforma Constitucional

¿Anticapitalistas o Pro-constitucionales?
Es evidente lo que significa la nueva Reforma Constitucional que pretenden meternos con vaselina: ponerle un techo al déficit público significa que el Estado se verá obligado a recortar antes de llegar a ese tope, y que cuando tenga que recortar lo hará, como siempre, por abajo (partidas y prestaciones sociales); significa que la prioridad gubernamental será pagarle a los “acreedores” (los bancos) a despecho de las necesidades populares; significa que una vez más el Estado se demuestra como un terrible instrumento que está en manos de los Mercados (que son los que dictan la reforma); significa, en definitiva, que se nos está queriendo imponer el capitalismo por vía constitucional (ya se nos ha impuesto por vía legal [la Reforma no añade nada nuevo a lo que ya sancionan las leyes]; introducirlo en la Constitución es simplemente un intento de que ascienda de “categoría moral”).
Ante esta situación, cuando la reforma es promovida por PP y PSOE en un vergonzante acto de pública endogamia política; cuando los grandes partidos, los mecanismos del Estado y la mercadocracia se unen contra la población, ésta tiene más que el derecho de salir a la calle para intentar sacudirse esta nueva muestra de tutelaje.
Ahora bien, ¿cómo dirigirá su propuesta y contra quién?
El Poder tiene una larga experiencia en el ejercicio del dominio. Cada vez que una nueva oleada de descontento popular empieza a poner en duda los cimientos del sistema, el Poder se las arregla para desarticular el descontento y convertirlo en valedor de lo existente. Si los trabajadores empiezan a cuestionarse la jornada mínima, el Gobierno plantea subirla a 10 para que los trabajadores defiendan sus 8 horas y se abstengan de reclamar las 6. Hace lo mismo con la edad de jubilación (amenaza con subirla a 67 para que gastemos nuestro esfuerzo en que se quede en 65, y no exijamos que descienda hasta 60), y con la educación (se ha obligado a miles de estudiantes universitarios a defender una educación imperfecta con tal de que no les metieran con calzador el Plan Bolonia). Hoy, cuando la gente empezaba a cuestionarse parte o incluso la totalidad de la Constitución, se nos pone en la tesitura de que salgamos a reivindicarla, a protegerla, para que no “nos la cambien”; se nos pone en el brete de exigir un referéndum para que secundemos nuevamente un documento que, hasta hace poco, muchos se planteaban derogar (aunque fuera parcialmente); se nos convierte en adalides de la misma “Carta Magna” que hasta ayer nos suscitaba aversión o desconfianza. Es la táctica del Poder.
Es así como se consigue que el pueblo se convierta en el guardián de los existente, en el vigilante que custodia un edificio en ruinas para que no le roben ningún cascote, cuando debería estar siendo el arquitecto de una nueva y mejorada construcción. Es así como se consigue que los movimientos sociales pasen de la ofensiva a la defensiva, de la Revolución a la Reacción.
Según lo veo, si queremos que no se nos instrumentalice y que no se nos convierta en valedores de un sistema que queremos cambiar hemos de saber responder a esta encrucijada: ¿vamos a ser custodios del pasado o postuladores del futuro? Es decir, ¿dirigiremos nuestras acciones contra el Capitalismo o a favor de la Constitución? ¿Nos organizaremos como adversarios del Capitalismo institucional o como partidarios del texto constitucional? Si salimos a la calle que sea sabiendo primero si lo hacemos como Anticapitalistas o como Pro-constitucionales; esa será la diferencia entre romper con lo de siempre o seguir con lo mismo.
FAGC