Los movimientos sociales que se abstengan de romper con la totalidad de lo establecido están muertos, o fabrican muertos. No puede enfrentarse a la realidad de forma crítica sin cuestionar las mismas estructuras del sistema, sin estar dispuesto a socavar los principios más sagrados sobre los que se fundamentan el Capital y el Estado. La única alternativa es dejar de especular y de contemporizar y pasar a la acción.
En una coyuntura como la presente, donde nos encontramos con una crisis de subsistencia, donde los alimentos de primera necesidad son inaccesibles para gran parte de la población, donde la carestía va en aumento, donde la vivienda es un artículo de lujo y un número cada vez mayor de la población es condenado a la indigencia, donde la sanidad deja de ser universal, donde la calidad del trabajo disminuye cada vez más, hablar de la Revolución en términos puramente políticos, y no económicos y sociales, es un error, un despropósito, una frivolidad y un acto puramente quintacolumnista.
Empezamos a ser conscientes de quién se está beneficiando de esta Crisis: los banqueros y el poder financiero no dejan de ganar grandes dividendos mientras la “clase obrera” se empobrece cada vez más, los Mercados hacen “la cuenta de la vieja” y en una situación de miseria generalizada los precios no se adaptan al nivel de vida y siguen subiendo más y más cada día; no obstante, no es sólo la bancocracia quien se está enriqueciendo. El Capital empresarial ha aprovechado la situación para rizar el rizo capitalista haciendo que el trabajo pase de dudoso “derecho” a efectivo “privilegio”. La actual crisis hace que aceptemos el trabajo como una “bendición”, se dé en las condiciones que se dé. El trabajo es cada vez más precario, y empieza a romper los pequeños matices que lo separaban de la esclavitud convencional. Los horarios son más abusivos, los sueldos menores y, aún así, nadie protesta, nadie se queja, porque en nuestros tiempos el siguiente dicho se ha hecho ley: “da gracias de que al menos tienes trabajo”. El empresariato ha olvidado el consejo de Tiberio que advertía de que “a las ovejas se las puede esquilar, pero no desollar”, y ha empezado a desollarnos sabiendo que en tiempos de Crisis lo que sobran son “repuestos” (mano de obra forzosamente desocupada).
En tales circunstancias los Movimientos sociales que se tengan por combativos no pueden enredarse en galimatías políticos, en vericuetos legalistas. Hablar de partidos, de votos, de leyes electorales, de parlamentos, de decretos, de regulaciones gubernamentales, es como ofrecerle una piedra a alguien que se está ahogado, como endosarle sal a un pueblo que está sediento.
Estamos en una situación de urgencia, de emergencia, y todo intento de modificar formas políticas superficiales es una torpeza o una traición. ¿Por qué hablar de “dación en pago” (que soluciona el problema del endeudamiento y no el problema de fondo de la indigencia del afectado) y no de la solución integral que plantea la máxima de “techo para todos”? ¿Por qué atascarnos en la creación de partidos o en su mejoramiento, si más de doscientos años de su existencia han demostrado que son parte del problema (una de las piezas más importante del mismo) y no de la solución? ¿Por qué obstaculizar toda posibilidad de manumisión exigiendo “leyes más justas” (las misma que garantizan y hacen legales las injusticias), dirigentes más honestos (si fueran honestos no serían dirigentes), etc., en vez de trabajar por la liberación de espacios públicos y productivos, en vez de ocupar tierras baldías y edificios abandonados, en vez de tomar de donde sobra para restituir en donde falta?
La terea a realizar está clara: hay que quitarse todos los prejuicios legales, rascarse todos los pruritos gubernamentales y atacar al Capital donde más le duele. Hay que destruir los principios sobre los que se fundamenta la desigualdad y la opresión, se llamen “propiedad privada” o “trabajo asalariado”. Hay que poner en funcionamiento proyectos de liberación alimentaria, de liberación agrícola, que hagan que el pueblo se haga el beneficiario de todas esas tierras abandonadas, en las que crecen las malas hierbas, y que bastarían para alimentar a la mayoría de la población depauperada. Hay que habilitar casas abandonadas que den resguardo a las familias que los bancos están arrojando a la calle, a los individuos orillados por el sistema y que sirvan para iniciar actividades que reporten en el bienestar del barrio que las rodea. Hay que organizar redes alternativas de suministro donde la caridad deje paso a la justicia, donde no exista el dinero ni el ánimo de lucro, donde se consuma lo que se trabaja, lo que se necesita.
Los agoreros dicen que esto es muy difícil, que hay que hacer actos previos; pues bien, lo que planteo es en sí el paso previo, el primer tanteo para experimentar, para probar, para ejercitarnos y saber de qué somos capaces. Lo que propongo es el primer paso antes de iniciar una expropiación total de los medios de producción, una socialización integral de los mismos, una repartición total de la riqueza, una liberación absoluta de las pasiones e inquietudes individuales. Lo que sugiero es lo mismo que Bakunin (“vivir hoy los hechos del futuro”), empezar a poner en práctica lo que deseamos, empezar a disfrutar lo que ambicionamos, empezar a hacer real lo que nuestra mente sueña y nuestro estómago implora.
¡Basta de legalismo y de partidismo, basta de inmovilismo, basta de derrotismo, basta de cháchara, basta de interminables discusiones sobre lo que se puede y no se puede! ¡Es la hora de hacer de las Utopías de Mañana las Realidades de Hoy! ¡Es la hora de pasar a la ACCIÓN!
“Un mapa del mundo que no incluya Utopía no merece siquiera la pena mirarse, porque excluye el único país en el que la humanidad desembarca siempre. Y cuando la humanidad desembarca allí, observa y, viendo que es un país mejor, larga velas. El progreso es la realización de la utopía”.
(Oscar Wilde)
Fdo.: Ruymán