“Tras la manifestación del pasado 12 de mayo del 15-M en Gran Canaria, ahora es prioritario elaborar una estrategia para aumentar su influencia en la sociedad. Y en coherencia con sus propios principios, se debe seguir priorizando la inclusión de la mujer y de las ideologías no excluyentes.”
>(Artículo de Pedro Larré. Las Palmas, 19 de mayo de 2012 [http://15mgrancanaria.org/el-15-m-es-feminista-pacifista-y-libertario/])
Que el pasado 12 de marzo, el movimiento 15-M de Gran Canaria convocase a unas 2.000 personas, demuestra la fuerza actual del movimiento. Por dos motivos: porque se ha fidelizado la participación y porque toda la organización ha surgido, exclusivamente, del proceso asambleario insular, sin influencia de ninguna plataforma ni asociación operando al margen de dicho proceso. La manifestación se organizó en mareas, cada una con su foro asociado, según las más importantes problemáticas de la sociedad actual, y en ellas participaron un amplio número de colectivos sociales a los que hay que agradecer, enormemente, su colaboración y presencia. Por primera vez se dieron cita gente de todo tipo de ideologías alternativas al capitalismo (anarquistas, independentistas, marxistas, ecologistas, pacifistas, feministas, sindicalistas y un largo etcétera), convocadas por una organización asamblearia popular y horizontal.
La estructura asamblearia insular de pueblos y barrios del Movimiento 15-M, con sus comisiones y grupos de trabajo, constituye un proceso laborioso de toma de decisiones, pero garantiza la absoluta igualdad en la participación de todas las personas. Su génesis se debe sin duda a la colaboración de mucha gente, pero especialmente a un grupo de personas de ideología anarquista, empeñados en la escrupulosa horizontalidad de dicho proceso. Las aportaciones de este colectivo al 15-M van mucho más allá de esta estructura, pues ya desde los primeros días de la acampada en San Telmo, y a lo largo de todo este año, ha sido fundamental su colaboración y reflexiones en la solución de múltiples problemas, en la creación y consolidación de las Comisiones de Respeto y Salud Asamblearia y en la puesta en marcha de diferentes asambleas insulares.
Es decisiva la influencia del anarquismo en la gestación de corrientes revolucionarias como el marxismo y en las luchas de los movimientos obreros. En su seno nacieron la ecología, el naturismo, el decrecimiento, el antimilitarismo o el mismo método asambleario. A pesar de sus aportaciones, o precisamente por su enorme potencialidad transformadora, el anarquismo es una corriente especialmente criminalizada a lo largo de la Historia. Los Estados capitalistas, sus instituciones y medios de comunicación transmiten a amplios sectores sociales la asociación de este movimiento con la violencia: magnifican sus errores, distorsionan las circunstancias y ocultan la brutal y sistemática represión que contra los anarquistas se vierten continuamente. Lamentablemente, también en el ámbito local se reproducen, aunque a otra escala, estas dinámicas. El pasado 1 de mayo, durante los actos finales de la manifestación plural, un grupo de sindicalistas de CC.OO. protagonizaron una agresión contra personas del colectivo anarquista y del 15-M, por estar coreando consignas contra las malas prácticas de los grandes sindicatos. Con especial saña fue golpeada una mujer, por grabar dichas agresiones. Posteriormente, estos personajes llamaron a la policía, y le pidieron actuase contra el grupo anarquista. Tras las cargas policiales, el balance final fue de tres anarquistas heridos, y dicha mujer identificada por la policía, por lo que presumiblemente recibirá alguna citación judicial. En las pasadas manifestaciones del 6 de septiembre y 15 de octubre de 2011, ya se dieron altercados similares.
Los conatos y agresiones e insultos contra estas personas y colectivo, las declaraciones a favor de llamar a la policía como primera medida ante cualquier indicio de violencia que pueda tener lugar en las manifestaciones, o presuponer que, necesariamente, si hay violencia, ésta va a surgir de las filas de este colectivo -la última vez en la Comisión de Seguridad de la pasada manifestación del 12 de mayo-, surgen a pesar de que los hechos demuestran, reiteradamente, que nunca es así.
Y ya durante la acampada de San Telmo se decidió que, ante problemas de este tipo, no se acudiría a las instituciones más que en casos de obvia necesidad, siempre después de haber agotado todos los recursos y tácticas posibles, y preferentemente para obtener asesoramiento. En los casos concretos de violencia, se acordó utilizar tácticas como las barreras humanas, el aislamiento de los agresores y encapuchados, corear consignas, establecer interlocuciones, persuadir a los potenciales violentos, y un largo etcétera de medidas alternativas, que aseguran perfectamente el control de estas actitudes, como ya se ha podido comprobar en multitud de actos y manifestaciones, dentro y fuera de Gran Canaria. Asimismo, en diferentes asambleas se acordó, una y otra vez, que un movimiento inclusivo y plural nunca podría prohibir a nadie portar los signos o emblemas políticos e ideológicos no excluyentes que quisiese. Dichas formas de actuar son seña de identidad del movimiento 15-M en toda España.
Por otra parte, las agresiones contra las anarquistas ya se han dado dos veces contra mujeres, y a pesar de ello se ha visibilizado mucho más el conflicto ideológico que el de la violencia contra la mujer. En la pasada manifestación del 12 de mayo, se organizó una marea violeta, “por la igualdad real de todas las personas”, tras cuya finalización se celebró el correspondiente foro. Pero éste fue, con diferencia, el menos numeroso en participación, y curiosamente el único constituido mayoritariamente por mujeres. La intervención inicial de un hombre, representando a un colectivo que lucha contra una supuesta desigualdad, supuso una fuerte agresión verbal a las personas presentes. Tuvimos que soportar todo un alegato por la “igualdad” basado en el desprecio al feminismo y a las mujeres, por ser éstas beneficiarias de una discriminación positiva de carácter legal en la custodia de los hijos. Parece ser, según esta intervención, que las mujeres abusan sistemática y fraudulentamente de dicha ley, que las estadísticas oficiales de la violencia contra la mujer demuestran que en España aún son pocas las mujeres que se asesinan cada año, o que las mujeres influyen perversamente en sus hijas e hijos para posicionarles contra sus padres. En fin, una retahíla de argumentos tan destructivos contra la mujer, que una interviniente calificó de ‘pornografía verbal’.
En contrapartida, la coherencia demostrada por las respuestas de las mujeres, además de su paciencia y tesón, evidenciaron la potencialidad de sus herramientas en las luchas de emancipación. La predisposición a aunar las reflexiones sobre todas las injusticias, en vez de criticar los avances de una de las partes más desfavorecidas; el enfoque constructivo en la búsqueda conjunta de una solución consensuada y por tanto satisfactoria para ambas partes; la necesidad de trabajar, a la par, tanto los aspectos personales o individuales (rebeldía, autoafirmación) como la crítica política o la exigencia a las instituciones; así como la necesidad de erradicar el problema desde la raíz haciendo énfasis en la educación, fueron algunas de las respuestas dadas.
El movimiento libertario hace énfasis en el lucha contra cualquier estructura del poder, y en especial la del Estado, pero el movimiento feminista identifica, como causa última de todo sistema de dominación, al patriarcado, demostrando claramente su absoluto fracaso. Sólo el hombre que aún se cree beneficiado por un sistema machista puede llegar a sentirse perjudicado por las reivindicaciones del feminismo, pues sólo la misma frustración que emana del carácter machista impide comprender el potencial liberador, para todas las personas, del movimiento feminista. La atenta consideración por parte de este movimiento de los afectos o los cuidados, o su atención a valores como la construcción colectiva a partir de las generosas aportaciones individuales, son señas de identidad de la firme apuesta de este movimiento por una política que quiere superar la opresión sexista. La discriminación positiva, por tanto, promueve la igualdad de las condiciones como pilar básico sobre el que construir una sociedad más justa.
Exigir que, en nombre de la unidad, no se puedan manifestar todas y cada una de las ideologías no excluyentes, o infravalorar la ‘igualdad real’ como una reivindicación tan importante como pueden ser la sanidad o la vivienda, obligan a replantearse una vez más estos problemas y actitudes. Si bien el movimiento 15-M en Gran Canaria ha avanzado significativamente este año en muchos de estos aspectos, siguen habiendo contradicciones que es preciso superar. Por poner un ejemplo: en las Asambleas de Pueblos y Barrios ya hay, ‘grosso modo’, paridad en intervenciones y organización, pero cuando el acto a celebrar es unitario (mayor visibilidad pública), de nuevo la desigualdad en la participación vuelve a aumentar (en la pasada asamblea en San Telmo con motivo del aniversario, hubo 20 intervenciones de hombres frente a 10 de mujeres). Transversalizar estas problemáticas en diferentes foros; promover medidas de discriminación positiva a favor de la mujer en el conjunto del movimiento -por ejemplo, celebración de asambleas constituidas íntegramente por mujeres-, o sustituir en las manifestaciones la Comisión de Seguridad por una nueva Comisión de Respeto, son propuestas que ya se podrían empezar a desarrollar.
La manifestación del 12 de mayo en Gran Canaria marca el inicio de una nueva etapa, pues demuestra que el 15-M es ya un movimiento sólidamente organizado. Aunque lo prioritario en este momento es elaborar unos objetivos y estrategia para aumentar su influencia política y social (en la línea del primer Encuentro de Activistas realizado recientemente), no se debe olvidar que todos esos objetivos sólo se pueden conseguir abordando los problemas desde la práctica y la coherencia, consolidando así un movimiento donde no quepa ningún tipo de violencia ni discriminación contra la mujer, contra ningún grupo ideológico, ni contra cualesquiera sectores sociales oprimidos o minorías excluidas.
Sólo al poder le interesa deslegitimar la revolución identificándola con la violencia, ocultando a su vez que la violencia real, la violencia estructural de los sistemas patriarcal y capitalista, son la causa directa de la desigualdad que sistemáticamente generan. A menudo la violencia es una opción cobarde e infructuosa, y por ello debemos aprender a canalizar la rabia hacia la búsqueda de nuevas formas de lucha por la dignidad y la libertad sin enfrentamiento violento. El 15-M, como el feminismo o el movimiento libertario, pone a las personas en el centro de su discurso, apostando por su plena emancipación. Y una de las mayores esperanzas del 15-M seguramente radique en su énfasis en la autenticidad de los procesos, en los valores que consideramos prioritario defender. El 15-M no apuesta por utopías, sino por en una concepción firmemente ética de la política. En consecuencia, la inteligencia colectiva para consensuar qué clase de mundo queremos construir sólo es auténtica si aplica con profundidad y coherencia los principios de inclusión y horizontalidad.