Lo acontecido con los estudiantes –y algunos de sus familiares– el 14 de septiembre en Las Palmas de G.C. delante del Rectorado, es ya parte del triste corolario que llevábamos sufriendo en la isla desde hace demasiado tiempo. La policía carga, rompe narices, revienta cuellos o cajas torácicas, contusiona espaldas, brazos y piernas, y “aquí paz y después gloria”. Se sacan fotos –con suerte y si hay sangre–, la prensa –si le cuadra– se hace eco (sin cargar mucho las tintas, por supuesto), las distintas organizaciones sociales sacan comunicados de apoyo y… hasta la próxima.
Parece que a nadie le duelen lo suficientemente las imágenes –salvo a los que salen en ellas– como para prepararse y organizar una respuesta concertada. Esto ya lo hemos vivido el 1º de Mayo y el 18 de junio. Que un presidente autonómico empuje a una estudiante; que la policía se ensañe con gente, en su mayoría, menor de los 25 años; que la policía escolte a un grupusculillo fascista que abandona el acto con el brazo en alto; que la brutal actuación policial fuera solicitada por el propio Rector (que ha reconocido públicamente que tenía previsto que hubieran altercados); que este día 15 de septiembre muchas “fuerzas de izquierda” (ambos términos discutibles) se inhiban de lo sucedido y marchen junto a los represores de estos estudiantes (amén de otros sectores no menos coercitivos, como Guardia Civil y asociaciones de Militares); sería motivo más que suficiente para que todas las organizaciones sociales se coaligaran y empezaran a diseñar una acción concertada contra los altos cargos de la ULPGC, contra el puerco (nuestras excusas a los porcinos) de Paulino Rivero y contra los cuerpos represivos del Gobierno (autonómico y estatal).
Basta ya de comunicados que no nos servirán ni como sudario la próxima vez que a los terroristas policiales se les vaya la mano. Es hora de organizarse y de prepararse, de hacer una acción concertada contra esta oleada represiva. Es hora de responder.
El derecho a denunciar las injusticias que se sufren en carne propia es un derecho que se toma, no que se otorga. El derecho a la autodefensa es un derecho del que ninguno estamos exentos, un derecho del que nadie queda excluido, ni a la hora de ejercelo, ni a la hora de recibirlo. Defenderse de una agresión policial no entra en una categoría distinta que defenderse de cualquier otro tipo de agresión. El uniforme no otorga carta blanca ni patente de corso, no hace que el victimario transcienda de su condición de verdugo, no lo indulta de la rabia popular.
El 17 de septiembre nos concentraremos contra los sindicatos amarillos (CCOO y UGT) para evidenciar lo que en verdad son ante su negativa de convocar una Huelga General, pero lo haremos también bajo otro lema: “Vergüenza me daría manifestarme con la policía”.
Es hora de demostrarles a los represores y sus cómplices el alcance de nuestro sentido de la dignidad, es hora de demostrarles que, como decía Bakunin, “un día el yunque, cansado de ser yunque, pasará a ser martillo”.
¡Toda nuestra Solidaridad con los Represaliados!
¡Todo nuestro Odio contra los Represores!
Un miembro de la FAGC