A los que luchan

A los que luchan
Carta abierta
Compañeras y compañeros, sé perfectamente que la situación actual no es la más idónea para vosotros. Sé que jóvenes o veteranos, recién llegados al mundo del conflicto social o con años de guerra a vuestras espaldas, sois personas, hombres y mujeres, que lo están dando todo y que estáis recibiendo muy poco. Sé que lleváis años esperando esto, un poco de movimiento, un poco de rabia; o que habéis nacido al mundo en un tiempo que vuestros mayores no recordaban.
Ahí afuera hay una guerra abierta, y silenciosa. La gente muere o se mata. Milicias del hambre “saquean” los contenedores amparados en la noche. La clase media ha perdido su seguridad y naufraga de lo que creía ser a lo que siempre fue. Las cosas están muy mal ahí a fuera. Vivís tiempos prebélicos, postrimerías de revueltas (con suerte) o de la mayor oleada de Reacción que haya recorrido Europa desde la Santa Alianza.

Es vuestro momento, sois hijos de la tormenta. Pero el Sistema, presintiendo la amenaza, se ha reforzado hasta los dientes, con un armazón de leyes, armas y agentes que os amenazan constantemente. Sin embargo, y por si esto fuera poco, no es lo único que os preocupa.
Cuando salís a la calle y le plantáis cara de forma activa a las fuerzas represivas; cuando tiráis por el suelo los símbolos del consumo y destruís la mercancía; cuando elegís una forma de lucha activa y sin contemplaciones; lo hacéis con la certeza de que aquellos que se suponen cercanos a vosotros tienen presta en la boca la maldición de vuestro propio nombre.
Oís el murmullo a vuestra espalda, el susurro aguzado como un puñal en vuestro oído, el insulto fácil apuntando contra vosotros, las acusaciones indignas de ser realizadas por un compañero. Sé que a algunos esto os afecta, os desmoraliza, os cansa o simplemente os asquea. Es duro, pero debéis resistir esas sensaciones porque es lo que buscan.
El que disiente con un tipo de lucha la combate con el ejemplo o con la discusión interna y, a ser posible, amigable. Los ataques ad hominen, lanzados desde altavoces públicos, intentando dar nombres y apellidos, no tienen más que dos funciones: la desmovilización o la delación. Quieren que os quedéis en casa o quieren señalaros.
Cuando a uno no lo quieren ni los “suyos”, es que ese alguien es “peligroso”. Cuando los supuestos afines escupen el suelo por donde uno pisa es que ese uno es vulnerable, y si cae nadie irá en su ayuda. Cuando tus “hermanos” reniegan de ti le están dando carta blanca al Sistema para que te purgue. Y si no pueden o quieren colocaros una diana, quieren que os deis voluntariamente de baja.
   
Hay gente que dice estar en desacuerdo con este mundo, pero que se llevaría un gran disgusto si desapareciera. Su “negocio” está en él. Viven de la contradicción; venden material subversivo gracias a que su némesis sigue viva e intacta; mantienen sus circuitos de confianza, de aliados y amigos, gracias a que el gigante enemigo es omnipresente pero se mantiene, para ellos, a una prudencial distancia; subsisten gracias a toda una red de elementos alternativos (de casas liberadas para una minoría, de cultura de consumo para iniciados, de ideologías de resistencia para entregados) que se alimenta del mismo Sistema al que dice repudiar. Sin trabajadores oprimidos no tendrían comités ni sindicatos; sin ciudadanos orgullosos de serlo no tendrían partidos de cabecera ni movimientos inmóviles. Si el mundo cambiara lo perderían todo. Por eso temen la Revolución más de lo que temen a cualquier otro elemento. Hablan de ella tan positivamente como cuando se habla de un muerto, mientras permanece muerto.
Las críticas que os arrojan son acordes a este sentir: “aventureros, pueriles, vanguardistas, incontrolados, nihilistas, terroristas, peligrosos espantadores de masas”. Según ellos estáis condenados a vivir en un círculo vicioso. No podéis iniciar vuestra revolución hasta que las condiciones estén maduras, y así se aseguran de que la revolución no se produzca nunca porque las condiciones no maduraran hasta que alguien haga algo, y quieren omitir que ese alguien os incluye también a vosotros. Son los intermediarios del pueblo en la tierra y repiten ad nauseam que el pueblo no está preparado para la revolución, y cuando algunos de ese mismo pueblo empiezan a desperezarse y a dar los primeros pasos (tal y como hacéis vosotros, porque ¿no sois acaso también una parte alícuota del pueblo?) se dirigen al propio pueblo para decirles que deben contener a sus elementos más “incontrolados” porque el pueblo que quiere hacer la revolución debe esperar a estar preparado para hacerla. ¿Y no es suficiente muestra de estar preparado para hacer la revolución empezar a desearla? Para ellos el pueblo nunca estará preparado, porque llenándose la bloca de soflamas demagogas y populistas siguen viendo a los que sufren no con la frustración del que se piensa sólo, sino con la altanería del que se cree superior y puede permitirse la condescendencia y el paternalismo de indicarles: “luego, más tarde, para ser libres aún tenéis tiempo”.
Gandhi decía: “Sé el cambio que quieras ver en el mundo”, pero para ellos hacer algo por ti mismo, por no tener la paciencia o la suficiente capacidad de resignación de esperar a que lo hagan otros para sumarte, supone vanguardismo o un radicalismo destructivo. Y piensan esto mientras adornan sus locales con retratos de Durruti y llevan camisetas con el lema de algún expropiador de bancos.
Pero los inmovilistas de un lado no son muy distintos a los del otro. Surgirán quienes os acusen de cómplices, de traidores, de vendidos por sumaros a todas aquellas luchas que os veáis con la fuerza o la capacidad de voltear, cambiar y radicalizar. Les une con los anteriores el deseo de estar quietos, de que nada cambie, porque su resentimiento y rencor contra un mundo excesivamente impuro para su ideal, contra una gente que no son ellos mismos, es demasiado fuerte como para hacerles moverse por algo más que por teorías y consignas que, como para los otros, serán buenas mientras sigan muertas e impracticadas.
Para todos ellos el Anarquismo sólo es bueno si es contemplativo; el Anarquismo en acción les da miedo.
Pero no penséis que todos son perversos y criptointeresados. Muchos de ellos son víctimas de sus circunstancias. A lo largo de sus vidas, en situaciones como las desencadenadas por los últimos movimientos sociales, han tenido que ceder tanto, que tragar tanto, creyendo que lo mejor era adaptarse, que ahora no pueden soportar la visión de algo íntegro. 
Sin embargo, nada de lo dicho puede desanimaros, y hacer que os rindáis, que caigáis en la misantropía y vegetéis en la cueva de la renuncia y el desencanto. Nadie combate aquello a lo que no le concede importancia. Os atacan porque socaváis el monopolio anquilosante e inmovilista que tienen sobre unas ideas. Porque os parecéis demasiado a lo que deberían ser si tuvieran el compromiso o el valor (no físico, sino espiritual) de serlo. Os temen porque saben que deberían hacer lo que vosotros hacéis y no se atreven. En vez de reconocerlo y abrazar otras vías, igual de válidas, igual de necesarias, cargan contra vosotros porque apartáis el ideal de lo que quieren que sea, y lo lleváis al incierto terreno de la práctica desrregularizada, sin sanción ni coacción; a un terreno que se parece demasiado al terreno que exploró cuando llegó más lejos: el terreno de la Revolución Social, sin cuartel, sin autorización y sin esperar más conformidad que la de los más desesperados.
No olvidéis que el discurso de esta gente se dirige a una clase media a la que creen que aún pueden recuperar y reconstituir; vuestras acciones a los que no tienen nada (nada tampoco que perder), a los que están siendo esquilmados de hambre, a los que están siendo desahuciados, a los que se están suicidando. Vuestra actividad es un toque de rebato para aquellos que son los que más motivos tienen para salir a la calle, los que más motivos tienen para hacerlo con más rabia y más fuerza.
Que eso intranquilice a algunos es normal. Llevan tanto tiempo en el Sistema que el Sistema está en ellos.
Vosotros habéis roto ese cerco, ese límite entre lo tradicionalmente correcto y lo incorrecto, entre lo popular y lo impopular, y estáis abordando el campo de lo que es justo. No podéis hacerlo sin encontrar resistencia a vuestro paso. Sin embargo, no cejéis en la lucha, y sobre todo, a pesar de todo lo dicho, no os obcequéis en señalar a los aludidos como vuestros enemigos o vuestro principal problema. Puede que no podáis esperar de ellos ninguna ayuda ni ninguna palabra reconfortante, pero el enemigo es otro muy distinto, es el Capital, es el Estado, es el Principio de Autoridad institucionalizado, es el Poder constituido. Los que os critican no son más que una parte defectuosa de un mundo que se muere, y por el que sufren al creer que contribuís a matarlo. Matémoslo definitivamente, y después que sus viudas y plañideras tengan un verdadero motivo para odiarnos.    
“Soy anarquista y, por lo tanto, desprecio las religiones todas, la propiedad individual, el capital y el Estado; desprecio ‘el qué dirán’ de las gentes, la crítica de los imbéciles y la calumnia de los villanos”.
Teresa Claramunt.
Fdo.: Un Incontrolado

Que la tierra te sea leve

Agustín García Calvo nos ha dejado. En el siguiente texto, el histórico militante Octavio Alberola nos dibuja la faceta menos conocida en esta era de intoxicación mediática de Agustín: nos dibuja al hombre, al iconoclasta, al compañero, al Anarquista.

(Fuente: Alasbarricadas.org)

Agustín García Calvo, el compañero

Como era de esperar, la muerte de Agustín García Calvo ha sido anunciada en los medios de información («medios de formación de masas» los llamaba él) con los calificativos habituales al uso para designar el oficio con el que se cataloga a las personas en esta sociedad: «filósofo», «escritor», «poeta», «pensador» («polémico»), «ensayista», «latinista» («uno de los principales del siglo XX»), «lingüista», «filólogo», «gramático», «dramaturgo», «traductor», «catedrático», «profesor»… Sin olvidar de resaltar sus títulos académicos, «doctor en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca, profesor de Latín en esta universidad y de Filología Latina en la de Sevilla y profesor emérito de Filología Clásica de la Universidad Complutense«, así como sus «Premios Nacionales de Ensayo en 1990, de Literatura Dramática en 1999 y de Traducción al conjunto de su obra en 2006«. Además, claro está, de añadir algunos títulos de su «prolífica obra sobre Gramática y teoría del lenguaje, Lógica, Traducciones y versiones de autores clásicos griegos y romanos, Ensayo y política, Poesía y Teatro, etc. editados la mayoría de ellos en la editorial Lusina, que a trancas y barrancas mantenía en pie su hijo Victor.
El colmo, inclusive la alcaldesa (del PP) de Zamora ha manifestado su «pesar» declarando que «el mundo del pensamiento y la cultura pierden a una de las figuras intelectuales más prolíferas y significativas de nuestro tiempo y la ciudad de Zamora a uno de sus hijos más creativos y reconocidos de los últimos tiempos«. Agregando que «por encima de su, a veces, controvertida personalidad o de diferencias ideológicas, Agustín García Calvo es un ejemplo de sabiduría, de capacidad intelectual y de capacidad de trabajo…» Y, por supuesto, también han recordado que fue «uno de los catedráticos perseguidos por el régimen franquista» y que, por su implicación, «en las revueltas estudiantiles de febrero de 1965, fue apartado de su cátedra y tuvo que exilarse en Francia«.
A sólo eso quieren reducir los «medios de formación de masas» al que siempre fue un rebelde, un infatigable luchador contra la mentira, al que no dejó de advertir que el Capital y el Estado eran dos rostros del Dios de la Realidad y el Poder, al que nunca se adaptó a las normas que dictan los que mandan en este mundo, al opuesto a todo lo oficial (inclusive en el Himno de la Comunidad de Madrid que le encargó el primer presidente de la Autonomía, Joaquín Leguina, por el precio simbólico de una peseta y que sólo se cantó oficialmente una vez), al defensor de la igualdad en este mundo tan ambiguo, al más crítico polemista de la cultura, a la que identificaba con «el opio del pueblo«, al que lanzó las críticas más originales, más contundentes al sistema del mundo desarrollado y al «Estado de bienestar», al que nunca dejó de hacer política, es decir: de despotricar… lo que estuvo haciendo todos los miércoles por la tarde en el Ateneo de Madrid, en una auténtica ágora socrática durante estos últimos doce años.
El compañero
De ahí la necesidad de recordar lo que, además de aquello, fue Agustín: un anarquista que no paró de decir No al Poder, al Estado, al Capital, al Individuo, a la Pareja, a la Familia, al Futuro, al Progreso y muy especialmente al régimen que hoy padecemos en la Democracia desarrollada. Pues  es indiscutible que se sirvió de sus excelentes dotes de orador para provocar, con un inigualable estilo coloquial, la reflexión y desenmascarar las mentiras de nuestro tiempo, para desaprender y romper con las ideas vigentes… Comenzando por su peculiar ortografía, que es un ataque frontal a la Academia de la Lengua, por ser la causante de la falsificación de la lengua y arrebatarle a la gente el derecho de escribir como se habla. Recordar pues el Agustín que en sus obras trató de dar voz a un sentir anónimo, popular, que rechaza los manejos del Poder. Efectivamente, para Agustín, el lenguaje es la clave del pensamiento, por ser a través de la lengua que opera el dominio de lo establecido. De ahí que fuese esencial para él la denuncia de la Realidad, esa idea que se presenta como reflejo fiel de «lo que hay«, que sólo es una construcción abstracta en la que las cosas y la gente (un caso más de cosa) organizada en «individuos» (sumables en una Masa numérica) se reducen a ideas, para someterlas a esquemas, planes y manejos para desvivir la vida, tanto en las sociedades más avanzadas como en las más atrasadas de dominio (en las dictaduras comunistas o en los países musulmanes), que sirven para legitimar, por comparación, la Democracia burguesa.
Recordar lo que no se menciona en las biografías que de él se publican ahora o en las que circulaban ya por ahí; pues ni siquiera en Wikipedia se habla de ello, del Agustín compañero. Se dice, de pasada, que fue perseguido por el franquismo y expulsado de la Universidad por «las revueltas estudiantiles de febrero de 1965«; pero no se precisa que fue por apoyar a los estudiantes ácratas, precursores del Mayo antiautoritario del 68, con los que luego, en París, fundó una tertulia (la Horda) en el café La Boule d’or del Barrio latino. Coautor con ellos del opúsculo-panfleto «De los modos de integración del pronunciamiento estudiantil«, que editamos clandestinamente en Bélgica en 1970, y que en 1987 reeditó la editorial Lucina.
Sí, recordar el Agustín solidario con los compañeros necesitados; pero también con los que luchaban activamente contra la dictadura franquista. Lo que le valió ser considerado por las autoridades francesas y europeas como un «subversivo«, como un «terrorista«. Ser objeto de interrogatorios y registros de su domicilio, y, en ocasión de la visita del presidente ruso Leonid Brejnev à París en 1973, ser considerado “anarquista peligroso” y ser asignado en residencia en la isla de Córcega durante una semana. Y haberse librado de poco, en 1976, de serlo nuevamente, cuando el rey Juan Carlos visitó París y las autoridades francesas nos asignaron en residencia, en la isla de Belle Ile en Mer, a un grupo de refugiados españoles anarquistas y a un grupo de vascos independentistas en la isla de Re.
Aunque quizás no valga la pena recordarlo, porque, como diría Agustín, lo que cuenta no es el pasado sino lo que hacemos hoy para ¡nunca pues ir con los tiempos!» Para tener presente que «la evidencia, palpable y actual, es que sigue siempre latiendo, por debajo del Dominio, un corazón que sabe decir NO, sin importarle un rábano ni el Orden del día ni las modas«.

¡Ya era hora!

(Edición:  Este artículo fue escrito en un rapto de entusiasmo dando demasiadas cosas por sentado. Ahora la CNT a nivel local [En Barcelona] se desvincula de estos actos [algo que no discutimos porque cada organización es soberana de cómo gestionar su propia seguridad], pero sí cuestionamos los motivos, según los cuales se desvinculan porque se vieron obligados a “desconvocar el piquete” cuando ya “no podían controlarlo” [ver a partir del minuto 4:18 el siguiente video: http://www.lasexta.com/videos/completos-noticias2/2012-noviembre-1-2012110100018.html]. Lamentamos que el silencio se haya llenado con estas palabras. No obstante, aunque la realidad haya modificado algunos aspectos del citado artículo, lo conservamos sin más modificaciones porque el alma naïf y el enardecimiento combativo del mismo no se merece otra suerte).

Ya era hora. Es ésta la CNT que queremos, la que debemos recuperar. Una CNT que no tema a las prescripciones legales, que no tema ponerse más allá de los límites de la legalidad. La CNT que abraza el ilegalismo es la que hace revoluciones; la que abraza el sindicalismo neutro, sin adjetivos, es la que contribuye a su fracaso. Con estas acciones (destrucción de lo superfluo en la piel de ZARA [la empresa del hombre más rico del Estado español –que sepamos–] y un ataque frontal a las entidades bancarias), si no se queda en una flor de invierno, la CNT puede constituirse en un referente de verdadera Acción Directa, un referente para los más desesperados, para los más radicalizados por el hambre, más allá del SAT.
Esta es la vía, porque no nos cansaremos de repetirlo: intentar competir con CCOO y UGT, enterrándose en su mismo terreno, aún cuando se usen distintas armas (recordemos que por coherencia, y por difícil que haya sido, e ignorando las constantes tentaciones, la CNT se mantiene sin subvenciones y sin entrar en el juego de las elecciones sindicales) es, por un lado, pelear con una mano atada a la espalda, por el otro claudicar y contribuir a la propia derrota. El camino es un “sindicalismo integral” (Luis Andrés Edo sabía de lo que hablaba), implicado en lo social (y no exclusivamente en esa actualmente “rara mercancía” que es el trabajo) y retomar la vía del conflicto directo. Reconfigurar el concepto de “gimnasia revolucionaria”, quitarle su pátina de vanguardismo y convertirla en una herramienta que los propios tiempos demandan y la necesidad exige. Es este el tipo de sindicalismo al que se afiliarían no sólo los “anarquistas conscientes”, sino sobre todo, y más importante, es al que se adscribirían los hambrientos, los que ya no pueden más, los que no han encontrado otra opción que quitarse la vida, es decir, los que componen el material humano que hace las revoluciones. Lo contrario, recurrir constantemente a una batería de abogados, solventarlo todo por la vía de la legalidad con la excusa de que es lo que los afiliados demandan (¿acaso se les ofrece otra cosa?) y caer en la paradoja de ser un anarcosindicato que se declara “sindicalista puro” (entonces: ¿por qué mantener el “anarco”? Y más importante aún, en cuanto a prioridades se refiere: ¿es el “sindicalismo” el que adjetiva al “anarquismo” o es el “anarquismo” el que adjetiva al “sindicalismo”?) es obligarnos a tenerles la misma consideración que les dedicaba Malatesta: “Un sindicato neutro que no se declare anarquista debe ser igual de combatido que cualquier otra organización reaccionaria.
Recordemos que todas estas acciones se enmarcan dentro de la jornada de Huelga General convocada por  la CGT a nivel estatal –posteriormente retirada– y que se ha mantenido en varias partes pero con especial fuerza en Barcelona. Cuando la CNT secundó, en esa misma ciudad, la convocatoria de su malavenida hermanastra, hubo quien lo consideró una bufonada, ser “más papistas que el Papa”, cuando la propia CGT rectificó –aunque no en dicha ciudad–. La realidad es que, mientras los anquilosados de un lado los acusan de vendidos y de haberle hecho el caldo gordo a la reformista CGT, y los anquilosados del otro acusan a ambas centrales locales de “aventureras, peligrosas e insurreccionalistas”, se ha conseguido sacar a la calle, a la llamada de organizaciones que se declaran Anarquistas, a 3000 personas (menciono los datos oficiales porque si estos son los oficiales la realidad nos dice que pueden haber sido más del doble); se ha conseguido demostrar que se puede organizar una Huelga General –aunque se limite a una ciudad o región– al margen de los grandes sindicatos verticales; y se han realizado ataques a varios de los Templos del consumo y a varias de las sedes del Poder Financiero.
Creo que merecen que se les felicite (y no sólo a los citados, sino especialmente a los anarquistas sin grey o a aquellos grupos autónomos desconocidos por los mass media  y cuya actividad ha sido, como suele ocurrir, mediáticamente absorbida por las siglas históricas), y si creen que no debe concedérseles el más mínimo reconocimiento aplíquense lo que dijo el Martí más lúcido: “Si no luchas ten al menos la decencia de respetar a los que sí lo hacen”.
Repetimos: ¡Ya era hora!
Fdo.: Teresa Azotacalles