La vida sigue

(Texto del Grupo Pensamiento Crítico como balance del 2015)
  
El año 2015 ha quedado atrás sin pena ni gloria. Las elecciones han pasado —da igual el resultado— y los nuevos padres de la patria tomarán decisiones que afectarán a nuestras vidas, generalmente para mal. Ojalá nos equivocáramos en esta predicción pero la historia habla por sí misma, solo resta dejar pasar el tiempo para obtener la confirmación. En realidad, no hay nada nuevo de lo que extrañarse. El balance más positivo que podemos hacer es el que viene derivado de nuestro aprendizaje, de nuestra práctica cotidiana. Los trescientos sesenta y cinco días pasados no han sido fáciles, ni lo serán los siguientes porque todavía no ha llegado el momento de relajarnos y bajar la guardia, al contrario; el tiempo presente nos exige más esfuerzo, y, sobre todo, inteligencia colectiva. Muchos proyectos auspiciados bajo el impulso libertario han salido adelante y de ello deberíamos sentirnos satisfechos. En los éxitos y en los errores hemos crecido un poco más, incluso hasta es posible que nos hayamos vuelto personas más sabias.
La experiencia de la Federación Anarquista de Gran Canaria (FAGC) en la Comunidad «La Esperanza» es un buen ejemplo de lo que hablamos. El gran trabajo que han realizado ha tenido sus frutos aunque esos frutos hayan supuesto un gran esfuerzo para sus inspiradores y más de una decepción; a fin de cuentas, vivimos donde vivimos, y el camino de construcción de una nueva sociedad está plagado de obstáculos, unos visibles y otros no. La Comunidad «La Esperanza» ha sido una de las ocupaciones mayores de Europa. La opción que en su momento tomó la FAGC con respecto al problema de la vivienda fue no limitarse a ir a la contra de las indignas políticas sociales del Estado o simplemente ejercer resistencia —como se suele hacer en la mayoría de las ocasiones, o al menos eso es lo que parece—, llegaron más lejos, y elaboraron un proyecto complejo pero bastante bien situado en su entorno social. Desde el principio han pretendido que sean las personas implicadas en la ocupación las que gestionen sus necesidades básicas. En ese contexto ha existido una labor pedagógica —no siempre lograda— de concienciación sobre los significados del Apoyo Mutuo y el poder de la asamblea como órgano de administración comunitaria. Un compañero participante definió la experiencia como pasar de la teoría a la propaganda por la acción, como objetivo a corto plazo; a largo plazo, hacer que las personas participantes interiorizaran un modelo de acción social y de vida, sin atajos, sin dirigismos, sin delegación de poder salvo en los aspectos técnicos. Evidentemente, el proyecto será lo que decidan sus participantes, luego el resultado final es incierto mas a pesar de ello muy valioso. La FAGC lo ha explicado bien en su comunicado de fecha 30 de noviembre de 2015. Han aprendido que el trabajo bien hecho no significa necesariamente una devolución justa y equilibrada por parte de los que se han beneficiado de él —sin generalizar—. Si nuestras mentes estuvieran abiertas al cambio y preparadas para la revolución no estaríamos, probablemente, escribiendo estas líneas, no serían necesarias. Por tanto, si bien la estrategia ha sido buena, quizá un cambio de táctica no les ha venido mal para paliar las frustraciones propias de las luchas, casi siempre difíciles, cuando no perdidas de antemano. Además, su experiencia, al ser comunicada, pasa a formar parte de nuestro saber colectivo. (Para ampliar la información sugerimos consultar la web de la FAGC. http://www.anarquistasgc.net/)
 

La experiencia de la FAGC en la Comunidad «La Esperanza» nos recuerda mucho la Comunidad «La Cecilia» organizada en Brasil entre 1890 y 1894 bajo los principios libertarios y que llegó a estar compuesta por 300 personas. Deseamos que la vida de «La Esperanza» sea más larga.

El artículo Ideal y Realidad de Malatesta es una reflexión precisa y contundente sobre el contraste entre nuestros ideales y el medio ambiente en que nos desenvolvemos. Es indudable que aunque no nos guste es muy difícil vivir absolutamente al margen, a lo sumo nos desenvolvemos en las periferias del Sistema, y aunque pidamos lo imposible —es necesario hacerlo así—, la práctica nos enseña que las tácticas pueden ser diferentes en función del contexto y el momento histórico, y el resultado nada seguro.
Hay que afrontar la realidad con lo que somos y tenemos, no solo por los distintos niveles de conciencia política que existen sino también por el propio desarrollo interior y conductual de los que nos consideramos adeptos a La Idea. Aunque siempre pregonemos que la conciencia transformadora, la lucha política, está intrínsecamente unida a la vida personal, mucho nos tememos que nuestras conductas con esas otras personas que denominamos afines en ocasiones dejan que desear. Evidentemente, queremos cambiar el estado de las relaciones de dominación, pero de manera prioritaria tendríamos que tener presente dónde nos hemos educado, y por tanto, el bagaje autoritario que arrastramos, lo que nos obliga a transformarnos primero a nosotras mismas. Nuestras conductas aisladas, incluso entre compañeras y compañeros distan de guardar la suficiente coherencia con la tan ensalzada moral libertaria. Quizá una consigna que nos debería impulsar hacia adelante sería: ¡Cambiemos el mundo cambiando nosotros primero!
Así, mientras avanzamos dos pasos, retrocedemos uno, y pensamos en el objetivo siguiente, sentimos en nuestros cogotes el aliento de los perros de presa del Estado, amenazadores, advirtiéndonos con sus operaciones fantasmas que están ahí. Su preocupación y vigilancia nos indica que no debemos estar haciéndolo demasiado mal cuando inspiramos sus planes represivos y no nos quitan el ojo de encima.
No podemos dejar de apuntar algunas notas al ruido producido por la bofetada que sufrió el Presidente Rajoy durante el mes de diciembre. El escándalo ha sido mayúsculo. Hasta las buenas gentes han reprobado el acto por insólito, obviando que él ha sido y todavía es el máximo responsable en nuestro país de las políticas neoliberales que han infligido un gran sufrimiento a millones de personas. Los tertulianos, los políticos profesionales y los aprendices de brujo, que todavía están en el banquillo, se han apresurado a condenar el acto y a explicar a quienes les han querido oír que hay que respetar las reglas del juego. La sumisión es la ley del Estado. Cedemos nuestra libertad a cambio de una falsa seguridad. Y si deseamos cambiar algo para eso tenemos los votos cuatrienales. Uno de estos contertulios, que pueblan habitualmente los alienantes programas televisivos, dijo con mucha cordura: Por suerte, la tensión que ha habido estos años, al final se ha reconducido hacia los procesos electorales. Es decir, hemos sido aplastados por el denominado posibilismo y el aventurerismo cínico, que no ignorante, de los nuevos políticos con cara de niños que juegan en las rodillas de sus padres sistémicos, conscientes de que aunque lloren y protesten, sus progenitores siempre van a decir la última palabra. Eso sí, les dejará incordiar un poco, siempre y cuando no molesten demasiado y cumplan las reglas. La población, la ciudadanía, las gentes de este nuestro país, cree los discursos de los unos y los otros porque también cree en Dios, y, por supuesto, en absoluto confían en sus propias fuerzas y capacidad revolucionaria derivada de la suma de voluntades. Desde luego, es mucho más fácil votar que enfrentarse al todopoderoso Estado. 
Desde estas páginas solo podemos desear a todas las personas que a diario construyen una nueva realidad desde sí mismas, un feliz y próspero viaje hacia ese horizonte de autorrealización y lucha que supone abrazar La Idea.