Más allá del fuego
En un mes la isla de Gran Canaria ha sufrido 3 incendios. El último el de mayor magnitud: entre 10.000 y 13.000 hectáreas carbonizadas. Nuestra isla arde y pierde lo único que nos permite respirar sepultadas en este ataúd de hormigón en el que han convertido Gran Canaria: nuestro campo.
Podemos hablar de monstruos, de pirómanos, pero esa, la responsabilidad individual, es la respuesta fácil. Ya lo decía Quetelet: “la sociedad prepara los crímenes y los individuos sólo los ejecutan”.
Aquí el problema ha sido un modelo económico y social que vive de espaldas a la vida rural, que sólo mira el campo como un lugar donde pasar los fines de semana o, como mucho, donde veranear. Desde esa óptica es imposible hablar de prevención y de previsión. Los incendios se impiden en otoño, diciembre y primavera; el verano sólo pueden extinguirse.
En Canarias tenemos entre un 20-25% de desempleo. Con 240.000 parados, ¿por qué no crear bolsas de empleo para desbrozar campos, cuidar y proteger nuestra cumbre? Nuestros vecinos, si tienen suerte, pueden acceder a bolsas de empleo temporales para limpiar las calles. ¿Por qué no invertir en formación y crear cuadrillas para prevenir incendios? Los responsables políticos dicen que harían falta miles de personas y que no abarcarían toda la isla. En su lógica los incendios son inevitables, y mientras sólo unos cientos de profesionales se pueden encargar de su extinción unos miles no pueden encargarse de su prevención. Su intención es clara: que los parados no desvíen su atención del trabajo precario y mal pagado que ofrece el turismo. Es la consecuencia de una economía completamente terciarizada.
Tenemos un Cabildo de “izquierdas” dedicado durante años a asesinar al ganado guanil (nuestras cabras silvestres) con la supuesta intención de proteger flora endémica, cuando bastaba con deslocalizar su actividad y llevarlas a zonas donde pudieran pastar y limpiar terrenos que son puro combustible en caso de incendio. ¿Saben los responsables políticos que en otros territorios como Portugal se está usando el pastoreo estratégico para prevenir los incendios y que ha dado grandes resultados? Mejor matar antes que comprender.
Los grandes “gestores”, tan preocupados por los endemismos, son los mismos que han permitido durante décadas, cuando no propiciado, la invasión de especies vegetales pirófilas (plantas de gran capacidad combustible), como la araucaria, que precisamente es muy común en las medianías (zona gravemente afectada por los últimos incendios), simple y llanamente porque ornamentalmente es lo que los turistas quieren ver.
Ante una tragedia de tal magnitud, ¿por qué se ha querido ningunear a los voluntarios, por qué se han puesto impedimentos a la participación popular organizada? La versión oficial ha sido que es un riesgo para la población civil, que les falta formación, etc. ¿Es un peligro participar en labores que eviten la propagación del incendio limpiando terrenos y barrancos en zonas aún no afectadas? Si no hay formación, ¿por qué no usar la experiencia profesional para ayudar a coordinar estas cuadrillas en vez de acusarlas de alarmistas y ordenarles que se vayan a casa? Cuando los voluntarios no se han dejado amilanar y han participado en labores de prevención para ayudar a que el fuego no se extienda por otros municipios, las instituciones, sistemáticamente, han tratado de obstaculizar o solapar su intervención y la han descartado, públicamente, por innecesaria. No vaya a ser que la gente se sienta interpelada y decidan cuestionar la labor de los “gestores” y quizás se vean tentados a prescindir de ellos.
Pero las instituciones no hacen más que responder al modelo económico impuesto. Ahogados por la turistificación, sólo importa la naturaleza cuando se puede explotar comercialmente. Unas islas con 2.100.000 habitantes (850.000 en Gran Canaria) reciben anualmente entre 13 y 15 millones de turistas. La isla entera está concebida para ellos, para que la consuman; no para que la población local la viva. ¿Cómo la misma isla que puede acoger a millones de turistas es incapaz de mantener en condiciones dignas a 10.000 evacuados? Cuando un derrumbe o un incendio doméstico afecta a más de 5 familias, las instituciones reconocen estar desbordadas. ¿Por qué? Porque sus políticas jamás han contemplado un horizonte que vaya más allá del próximo hotel o el siguiente centro comercial. Las tragedias humanas son cosa de pobres.
Nos encontramos, en conclusión, con tres incendios consecutivos, cada uno más virulento que el anterior. Nos encontramos con unas instituciones incompetentes que han corrido a inundar los medios con sus caras preocupadas para no perder su ventaja en la disputa por el relato. Tenemos un modelo económico y social que nos empuja a explotar nuestras costas y a ignorar nuestros campos, donde la prevención y la protección de nuestras cumbres se considera baladí porque no es algo comercialmente cuantificable ni consumible. Hoy nuestra isla arde y cambia su orografía y su fauna y flora para siempre, pero mañana todo quedará olvidado. Los centros comerciales están intactos, los hoteles no cierran, el hormigón es ignífugo, los turistas están a salvo, los animales y las plantas devastados por el fuego no consumen, la población residencial seguirá votando y trabajando, el capitalismo sigue en pie aunque tenga que reinar sobre cenizas. Este es el verdadero rostro de “Las Islas Afortunadas”.
FAGC