“Jornada de reflexión” es un eufemismo para no hablar de lo que en realidad pretende ser una jornada de inactividad, de sumisión, de pasividad, de desmovilización. Si se nos “invita” a reflexionar, ¿por qué no hacerlo dónde y cómo queramos? La reflexión, para ser tal, ha de ser libre y sin límites.
Reflexionemos, si lo queremos, colectivamente, hagamos conocedores a los demás de nuestras reflexiones y empapémonos de las suyas; reflexionemos en aquellos espacios públicos que se nos antoje, apuntando en la dirección que nos dé la gana, con la combatividad que nuestra sensibilidad exija, o mandemos la reflexión al carajo y pasemos a los actos. Hagamos lo que nos apetezca y consideremos necesario, pero no lo que sus estúpidas leyes nos ordenen hacer. Con la boca chica, aunque sea a través de un altavoz, se nos fuerza a reflexionar (en solitario, en silencio, anquilosadamente); entre dientes se nos escupe el mandato de digerir su propaganda y disponernos, mañana, como “buenos ciudadanos”, a votar. Si no se puede expresar públicamente las tendencias políticas o antipolíticas de cada uno en “jornada de reflexión” ¿por qué diablos no quitan los partidos su maldita propaganda de la calle?, ¿por qué dejan sus sucias caras y doctrinas pululando por la red?, ¿por qué lo que yo estoy cometiendo ahora (expresarme un día determinado al año) puede ser considerado un delito y no que nos inunden con sus repugnantes salmodias electorales?
Sabedlo todos de una vez: la papeleta del voto es un cheque en blanco que entregáis a los políticos para que hagan con ella lo que quieran; es un certificado con el que ratificáis que renunciáis a vuestra soberanía de individuos libres y autónomos; ser un “ciudadano” no es mejor que ser un esclavo cuando en ambos casos vivís atados a las exigencias del amo; la “democracia” es la trampa a través de la cual se consigue hacer creer a los “súbditos” que quienes reinan son ellos sólo con que den su consentimiento para que la voluntad del “rey” les dicte lo que tienen que hacer.
No vive más quien elige a su asesino que quien se niega a escogerlo. ¡No elijáis a vuestros verdugos! ¡Conservad, en vosotros, la dignidad de resistir, la prerrogativa de decidir, la potestad de luchar!