La Federación de Anarquistas de Gran Canaria propone, a cuantas personas se ven castigadas por este sistema, a cuantas no están de acuerdo con el mismo –sean o no anarquistas–, la liberación de espacios agrícolas con fines de autoabastecimiento. La FAGC es consciente de que esto no es “utópico” ni inaccesible, de que pueden vencerse todas las objeciones y pegas, porque la propia Federación está, en estos mismos momentos, liberando un terreno abandonado que ya ha hecho fructificar. A todos los escépticos, a todos los renuentes, a todos los opositores, a todos los que se resisten a aceptar lo que sólo puede demostrar la fuerza de los acontecimientos, les contestamos con hechos: nuestra propuesta es viable porque antes de proponerla ya la hemos llevado a la práctica.
En Gran Canaria existen una cantidad insultante de tierras baldías, de tierras desocupadas durante décadas, comidas por las zarzas y las malas hierbas. La cuestión es informarse de la ubicación y situación de estos enclaves, acumular el conocimiento y las herramientas necesarias para realizar cualquier actividad sobre ellos y entonces que el pueblo los reclame como suyos sin más prerrogativas que el hambre.
Esto, no obstante, debe de hacerse teniendo en cuenta determinadas cuestiones de fondo que, por extraño que parezca, superan en dificultad –debido a los prejuicios burgueses que la mayoría aún arrastran– a las cuestiones meramente funcionales (agua, útiles de trabajo, tipo de cultivo dependiendo de la zona, etc.), de las que podremos informar a cualquier interesado (a través de la radio, de la web, de asambleas de trabajadores que pensamos realizar y de nuestro correo electrónico: anarquistasgc@gmail.com). Estas cuestiones son de conciencia y compromiso y pasamos a relatarlas:
1º). En primer lugar debemos ser conscientes de que no podemos reproducir las pautas capitalistas y de que la actividad de “liberar la tierra” supone un desafío directo contra el Capital y el Estado.
2º). En segundo lugar debemos tener en cuenta que de lo que hablamos es de acometer un acto “ilegal”, con todas las letras. Ilegal porque vivimos en un mundo en el que el delito estriba en hacer florecer una tierra infértil –sin más interés que el de garantizar la propia subsistencia– y no en abandonarla, con fines especulativos, mientras el pueblo se muere de hambre. Los que se decidan a “liberar la tierra” (así hemos llamado a nuestro proyecto) han de saber que están cometiendo un acto ilegal, pero que ilegal no quiere decir injusto, pues casi siempre lo justo y lo legal se repelen.
3º). En tercer lugar se ha de estar al tanto del carácter netamente Revolucionario de tal propuesta. “Liberar la tierra” no quiere decir solamente “llenar el estómago”; supone también una forma directa de socavar el principio de “propiedad privada” y de poner en jaque a latifundistas e instituciones gubernamentales por igual. Muchas revoluciones comienzan con actos de ocupación agrícola (la Revolución Inglesa de los Diggers [Excavadores] en el siglo XVII), para otras es su principal reclamación (la Revolución Mexicana, 1910-1919) y otras encuentran en ella su máxima expresión (la Revolución Española de 1936). Por todo ello las aspiraciones legalistas o pro-sistema quedan al margen de nuestra propuesta y deben encuadrarse en otras coordenadas que nada tienen que ver con la socialización de los medios de producción que llevamos a cabo de facto.
4º). Nuestra premisa principal es que “la tierra no es de nadie” y que, por tanto, “todo es de todos”. La idea es que el trabajador consuma, por primera vez, el producto de su propio trabajo, y que el excedente del mismo –si lo hubiera– pueda ser destinado para los que se ven incapacitados para trabajar. La idea es que la justicia sustituya a la caridad, que todos podamos trabajar según nuestras capacidades y recibir según nuestras necesidades. Apostamos en consecuencia por la abolición del “trabajo asalariado”. Nuestra intención es hacer factible la emancipación alimentaria y encontrar las vías para vivir al margen del sistema o en oposición a él (por ejemplo, a través de liberar espacios urbanos). Entendemos por ello que:
a). El “trabajo convencional” debe dejar paso a una concepción de la actividad productiva de corte creativa emparentada con el ocio.
b). Cualquier intento de esclavizar al productor a través de un salario nos parece incompatible con nuestra propuesta.
5º). A razón de lo dicho, es ajeno y opuesto al proyecto de “liberar la tierra” toda aspiración de mezclar al mismo con el dinero, con el mercantilismo o con cualquier otro elemento nacido del ánimo de lucro. No deseamos insertarnos en la corrompida dinámica de la compra-venta, sino establecer multiplicidad de “comunas agrícolas” donde se intercambien solidariamente los productos según las necesidades de cada núcleo.
6º). El espíritu de nuestra iniciativa está en consonancia con la idea de vivir en armonía con el entorno natural y en oposición a la ambición de conquistarlo y sobreexplotarlo. Proponemos por ello métodos de producción en los que quedan erradicados los productos y estrategias agresivos con el medio ambiente o que adulteren los frutos de los que vamos a alimentarnos.
Esta es la propuesta de la FAGC. Cada “comuna” (o como quiera llamársela) será libre (y dentro de ella cada individuo) para actuar como quiera, pero nos parecía importante especificar cuál es el leitmotiv que da vida y sentido a nuestra iniciativa y dejar claro qué elementos consideramos reprobables y reñidos con la misma y cuáles en sintonía con ella.
¡LIBERA LA TIERRA!
“Tenemos hambre y sed de justicia”, se oye por todas partes; pero ¿cuántos de esos hambrientos se atreven a tomar el pan y cuántos de esos sedientos se arriesgan a beber el agua que está en el camino de la revolución?”.
(Práxedis G. Guerrero)
FAGC