A todos aquellos que nos dicen que estamos obcecados con las dos grandes emanaciones del sindicalismo vertical (a saber, CCOO y UGT), les recomendamos que atesoren un poco más de información, que descubran las maniobras desmotivadoras que esta gentuza prepara para el otoño, que se enteren de que quieren ser una de las piezas claves más importante de ese problema social al que nosotros queremos poner solución, que abran un periódico por primera vez en su vida o mejor –viendo la basura propagandística que contienen– que por primera vez en su vida lo cierren.
Los sindicatos mayoritarios (es decir, los mayoritariamente mejor pagados), saben que en septiembre la situación va a estar “calentita”.
CCOO y UGT, como buenos instrumentos de control social, no tienen bastante con lo que les hicieron a los mineros en Madrid y durante la “Marcha Negra” (la desviación de Valladolid, las llamadas a la desmovilización, la consigna de “no confrontación”), ni con los constantes avisos que le hacen a este sector para que “retiren las barricadas” y permitan que todo vuelva a la “normalidad” (“la normalidad”, esa coyuntura excrementicia y putrefacta de subvenciones, liberados, recortes y reformas pactadas, migajas reivindicativas y corruptelas varias que componen el status quo); tampoco tienen bastante con reunirse con Merkel para calmarla: “tranquila jefa, que de que no se desmanden los currelas nos encargamos nosotros”. Ahora, sabiendo que en septiembre se avecinan vientos revueltos, sabiendo que se siente en el aire que algo puede “estallar”, se preparan para desviar la atención de los explotados, apartarlos de la vía de la protesta y embarcarlos en la mayor gilipollez jamás inventada desde que se inventó el paraguas de algodón: un referéndum para ver si a los “ciudadanos” sellados y roturados por el Estado español les gusta o no que les jodan. Para ese viaje no hacen falta tales alforjas.
El propio 19 de julio demostró que la gente está en contra de la Reforma laboral y la posterior brutal tanda de recortes. ¿Para qué un referéndum? Muy sencillo, para que, como decía Lampedusa en su obra el Gatopardo: todo parezca que cambia y así todo pueda seguir igual.
CCOO y UGT han inventado un nuevo método para que las víctimas gestionen una agresión: si te apuñalan, no te sacudas al agresor de encima; vete con el cuchillo bien clavado a celebrar una reunión de tu comunidad de vecinos (de la que se me olvidaba, tu agresor es el presidente y tesorero) y plantéales que haces con el cuchillo. Si todos votan que te lo saques, has obtenido un sí para hacer algo que podías hacer tú mismo sin consentimiento de nadie; si votan que no, estás tan jodido como antes pero ahora encima tu puñalada está legitimada.
Sin embargo la culpa no es sólo de los grandes sindicatos amarillos. Todos los que se llenan la boca criticándolos, todos los sindicatos que se dicen distintos a ellos, todas las organizaciones que incluso los abuchean en público, todos los que se ganan fama de comprometidos señalándolos, todos los que les hacen guiños a la juventud haciéndoles alguno que otro desplante a los sindicatos oficiales, después siguen participando con ellos en “plataformas y frentes sindicales”, en “asambleas populares”, en “manifiestos y comunicados conjuntos”, y si pudieran hasta en las romerías de la Virgen del Pino. Todo en loor, por supuesto, de la “unidad sindical”, la “unidad popular”, “la unidad de izquierdas”… Y yo me pregunto ¿por qué no en loor de la “unidad política” se unen al PP?, ¿o por qué no en loor de la unidad de las funcionarios se unen a la policía? (calla, que eso ya lo han hecho).
Como ya hemos dicho alguna que otra vez, se suele confundir unidad con mando único. No somos conscientes de que difícilmente se puede unir un contra-poder con retazos del propio poder establecido, tal y como no se puede hacer un frente antirracista con una organización neo-nazi, ni una plataforma atea con una asociación de curas. Si estos sindicatos y organizaciones estuvieran realmente en contra de los manejos apagafuegos y quintacolumnistas de dichos estamentos gubernamentales (eso son y así los llamo) elaborarían un cordón higiénico a su alrededor, les harían el vacio, los aislarían, dándoles una señal a los afiliados de dichos estamentos de que la lucha (aún la más parcial, y si es que a una lucha parcial puede llamársela lucha) no está en el seno de ambas instituciones.
En sus manos está hacerlo y tienen medios y herramientas para ello. En las nuestras, si no, meterlos a todos en el mismo saco, cargarlo de piedras y echarlo al agua. La lucha que se avecina es demasiado seria, crucial e importante como para perder el tiempo esquivando las zancadillas, las desviaciones y las operaciones de falsa bandera de estos “bomberos” profesionales en sofocar fuegos sociales.
“Los hombres son tan simples, que el que quiere engañar siempre encuentra alguno que se deja” (Nicolás Maquiavelo).
Fdo.: Sr. Molesto Moscardón de la Cojonera