Ni al margen, ni en el ajo

Ni al margen, ni en el ajo

Nos sobran los motivos para rebelarnos.
Según todos los autodenominados “expertos” y “especialistas”, los sociólogos de renombre, los economistas más galardonados, los periodistas burgueses con más experiencia, sería de lo más lógico que se produjera una Revolución, o al menos una revuelta generalizada, en el Estado español tal y como se ha dado en el resto del norte de África o en Grecia. Lo ilógico, según sus análisis, es que aún no se haya producido nada más allá del 15-M.
Esto ocurre en gran parte porque los supuestos opositores al sistema, los contrarios al régimen, no saben más que dar palos de ciego. Si el problema que tenemos entre las manos es esencialmente económico y social, distraemos la atención y lo llevamos al terreno nacional. Mientras la gente se ponga a plantearse pseudo independencias parciales (la supuesta independencia de una comunidad humana con respecto a otra) y no independencias integrales (no sólo la de una comunidad con respecto a otra, sino también la de una comunidad con respecto al Estado, y la de los individuos que componen dicha comunidad con respecto a la misma y a su modelo, si así lo quieren, identitario colectivo) el problema de fondo, la dinámica de ricos y pobres, de desposeídos y poderosos, seguirá intacta, aún bajo el cambio de bandera. La palabra Autonomía significa “regirse uno mismo por sus propias normas”, y si reconocemos esto como válido para un pueblo, no lo es menos para cada uno de los individuos que lo componen.
Siendo, como hemos dicho, económico y social el problema, la gente en desacuerdo con el sistema sigue viéndolo en su mayoría en términos estrictamente políticos. Ninguno de ellos habla de cambiar el sistema económico, a lo más de modificar algunas cosas bajo un régimen de propiedad privada y mercadocracia; todos se emperran en creer que cambiando la Constitución, sustituyendo un gobierno por otro y modificando la ley electoral podrán transformar algo, cuando todas esas cosas ya han sucedido sin obtener más que una nueva reformulación de la mecánica del engaño.
Se insiste a su vez en la falsa disyuntiva Monarquía y República. Como si mantener a un Presidente de la República fuera menos gravoso que sostener a un Monarca. Es absurda la idea según la cual la situación del siervo es menos humillante si el puesto del amo es rotativo que si es indefinido. No creo que sea menos homicida el asesino que se turna con otro para darnos las puñaladas que el que es “fijo”.
La política, con minúsculas, es un juego muy sucio, y todos los que se meten en ella acaban manchados. La gente que dice haber descubierto parte de la mentira, sigue fiel a estas pautas del autoengaño. Si saben que los sindicatos oficiales traicionan cualquier lucha nada más iniciarse, comentan en la trastienda: “sí, pero sin CCOO y UGT no se va a ninguna parte”. Si blasonan de nacionalistas y anti españolistas, acaban pactando, reuniéndose y cogiéndose de la mano con los que consideran “colonialistas”. Si son obreristas y están orgullosos de representar la “ortodoxia de izquierda”, acaban colaborando con aquellas organizaciones, partidos y sindicatos a los que consideran “burgueses”. La cosa es salir en la foto aunque sea con el diablo. Parece que todo son consignas que ni ellos mismos se creen, y que sólo sirven para que las engulla el pueblo, mientras que los “enterados”, los que están en el meollo, no se toman en serio ni su propia propaganda.
Pero no quedamos exentos los anarquistas de esta crítica. Nosotros y nosotras, conocedores del percal, deberíamos diseñar una estrategia propia, sumándonos a todas las luchas populares, pero esforzándonos en ir construyendo dinámicas de actuación propias. Es absurdo que gastemos un solo segundo en boicotear acciones como la del 25 de septiembre, cuando, si los hechos rebasan a los primeros actuantes y organizadores, la fuerza de los acontecimientos nos obligarán a sumarnos. Aun detectando el mal circundante, como hemos hecho en esta misma crítica, es necesario gastar sólo la munición imprescindible en revelar las contradicciones de esta gente, porque nuestros objetivos prioritarios tienen que ser otros distintos. Debemos detectar los problemas de los oprimidos, de los que somos parte, y diseñar una hoja de ruta de acciones contra sus causantes. Debemos empezar a articular una respuesta que vaya dirigida, exclusivamente, contra los de arriba y que aspire a socavarlos. Debemos también ser conscientes de que el Anarquismo no es está dirigido sólo para anarquistas, y que la Anarquía no podría ser jamás, pues sería una contradicción en sí misma, un enclave reservado para Anarquistas. Como dice Andrés Mombrú: “La verdadera libertad no es imponerle a la gente un sistema aparentemente libre, sino que la gente viva realmente del modo en que quiere hacerlo. De repente, podrá no gustarme, pero la imposición de cualquier visión hegemónica es autoritaria, incluso cuando lleva el nombre de anarquismo”.
Los anarquistas, aun si no queremos coordinarnos y sólo contamos con individualidades, siempre valiosas, hemos de abandonar el anarquismo contemplativo y meramente teórico. La necesidad de “gurús teóricos”, de los que divagan, pero no trabajan, crea monstruos. Necesitamos articular un anarquismo combativo, vivencial y empírico. Ya lo decía Bakunin: “Tengo la convicción de que ya terminó el tiempo de los grandes discursos teóricos, impresos o dictados. Durante los años pasados, se desarrollaron más ideas de las que bastarían para salvar el mundo. Los tiempos ya no son para las ideas, sino para los hechos y los actos”.  Esa debe ser la premisa de los anarquistas, la premisa de los que, como decía Chicho, no estamos “ni al margen ni en el ajo”.
 
Fdo.: Teresa Azotacalles