Las elecciones catalanas las ha ganado la ABSTENCIÓN. La mayoría ha hablado. Ergo, que se disuelva el Govern y que el Parlament sea usado como centro social para dar cobijo a familias sin techo. ¿No habla su democracia del “poder de las mayorías”? Pues si la mayoría no cree en la política, que los políticos tengan a bien disolverse sin obligarnos a usar la fuerza… Esto puede sonar a quimera, pero ¿y no lo es que en un sistema que se dice “democrático” acabe gobernando un partido por el que la mayoría no ha votado, y que no es más que el primero de entre los perdedores? La quimera es que una minoría rija los destinos de quienes no han dado su consentimiento para ser gobernados.
A continuación les ofrecemos un preclaro texto de Elisée Reclús sobre el acto de abdicación que supone votar:
Carta de Elisée Reclús a Jean Grave
(Clarens, Vaud, 26 de septiembre de 1885)
Compañeros,
Ustedes le piden a un hombre de buena voluntad, que no es votante ni candidato, que les exponga cuáles son sus ideas sobre el ejercicio del derecho al sufragio.
El espacio otorgan es muy corto, pero teniendo, sobre el tema del voto electoral, las convicciones muy claras, lo que tengo para decirles se puede formular en unas cuantas palabras.
Votar, es abdicar; nombrar uno o varios amos por un periodo corto o largo, es renunciar a su propia soberanía. Que se vuelva monarca absoluto, príncipe constitucional o simplemente un mandatario dotado de una pequeña parte de grandeza, no cambia que el candidato que ustedes llevan al trono o a la silla será siempre su superior. Ustedes nombran a hombres que están más allá de las leyes, puesto que ellos se encargan de redactarlas y que su misión es hacer que ustedes las obedezcan.
Votar, es ser engañado; es creer que hombres como ustedes adquirirán súbitamente, al tintineo de una sonata, la virtud de saberlo todo y de comprenderlo todo. Sus mandatarios, al tener que legislar sobre todas las cosas, desde las cerillas a los barcos de guerra, desde el podado de los árboles al exterminio de tribus rojas o negras, les hacen creer que su inteligencia crece a razón de la inmensidad de su tarea. La historia nos enseña que ocurre lo contrario. El poder siempre ha desmembrado, el parloteo siempre ha idiotizado. En las asambleas soberanas, la mediocridad prevalece fatalmente.
Votar es evocar la traición. Sin duda, los votantes creen en la honestidad de aquellos por los que votan –y puede ser que tengan razón el primer día, cuando los candidatos están aún con el fervor del primer amor. Pero cada día tiene su mañana. Desde el momento en que el medio cambia, el hombre cambia con él. Hoy, el candidato se inclina ante ustedes, y quizás muy abajo; mañana, él se levantará y quizás muy alto. Él mendigaba votos, él les dará órdenes. El obrero, vuelto supervisor, ¿puede permanecer siendo el mismo que era antes de haber obtenido el favor del patrón? ¿No se enseña el fogoso demócrata a encorvar la espina cuando el banquero se digna en invitarlo a su oficina, cuando los criados de los reyes le hacen el honor de atenderlo en las antecámaras? La atmósfera de esos cuerpos legislativos es nociva para respirar, ustedes envían a sus mandatarios a un medio de corrupción; no se sorprendan si ellos salen corrompidos de allí.
No abdiquen entonces, no vuelvan a poner entonces sus destinos en hombres necesariamente incapaces y en futuros traidores. ¡No voten! En vez de confiar sus intereses a otros, defiéndalos ustedes mismos; en vez de contratar abogados para proponer un modo de acción futuro, ¡actúen! Las ocasiones no les faltan a los hombres de buena voluntad. Lanzar sobre los otros la responsabilidad de su conducta, es carecer de valentía.
Los saludo con todo el corazón, compañeros.