Hoy los medios nos bombardearan inclementemente con la noticia de que Hugo Chávez ha muerto. Si tratan de manipularnos cuando los medios burgueses nos lo venden como “peor” que el resto de presidentes, no tratan de manipularnos menos cuando los medios “contra-informativos” más pesebreros no los venden como “mejor”. El “puesto” de presidente se define a sí mismo, como lo hace el de verdugo o el de fabricante de mísiles: no tienen lado bueno.
En consecuencia, lo único que se puede lamentar de la muerte de Chávez es que no se haya llevada al Rey con él. Llorar por la muerte de quien nos dirige no tiene cabida entre personas libres. No tiene sentido lamentarse por la muerte de quien supone una interferencia entre el pueblo y la resolución directa de sus propios asuntos, sea ésta interferencia roja o blanca. Todo lo que representa un impedimento para que la gente decida, sin intermediarios, como quiere desarrollar su propia vida, debe desaparecer, sean presidentes, empresarios, partidos o comandantes. Lamentarlo es entonar el famoso “¡Vivan mis cadenas!”.
El culto a la personalidad es un vicio que nos lleva por derroteros lamentables, por pasajes psicológicos, y grupalmente “etológicos”, donde la autonomía se supedita al tótem, y el criterio y el espíritu crítico se sacrifican en el altar del ídolo gubernativo (vista de caqui o de traje y corbata). No nos permitamos caer en el comportamiento de rebaño, porque ni siquiera los animales más gregarios, como las ovejas, lloran por la muerte del lobo.
Los que a pesar de mis palabras sigan compungidos, son objeto de mi más sincera compasión. Les compadezco porque sufren una enfermedad… Según tengo entendido se llama Síndrome de Estocolmo.
Fdo.: El Hombre Guillotina