Ellos también han vuelto
Durante este último año algunos miembros de la FAGC han llevado una labor silenciosa y discreta, realojando inmigrantes que de otra forma serían pasto de esos campos de concentración modernos a los que llaman CIEs, dando casas a mujeres maltratadas a las que los servicios sociales han dejado sin cobertura alguna, sacando de chabolas y trasteros a familias obligadas a hacer sus necesidades en un cubo. Este trabajo, lejos de los focos, del ruido mediático, que se hace de noche y sin otras armas que una bolsa cargada de herramientas, es más peligroso para el Sistema que cualquier atentado.
Mediáticamente nos han dejado tranquilos mientras no hemos vuelto a hacer pública nuestra labor; policialmente no cesan de acosarnos y perseguirnos porque para el Estado siempre será peor realojar a una familia desahuciada que sacarla de su casa a rastras. El mutismo mediático ha durado tanto como el nuestro; en cuanto hemos vuelto a “asomar la cabeza” se ha abierto la veda.
La prensa comercial no piensa; solo cobra. Escribe al dictado de quienes les pagan (el Estado con sus subvenciones, el Capital con sus créditos y los Partidos con sus favores). Hoy (día 13 de junio de 2014) La Provinciaha recibido el difícil encargo de relacionar las últimas y disparatadas declaraciones del director general de la policía, Ignacio Cosidó (“el terrorismo anarquista se ha implantado en nuestro país”), con el boicot al pregón de Soria en Telde y el regreso de la FAGC. En el artículo en el que se ha hecho esta obra de alquimia periodística se dice literalmente que “curiosamente” después de la advertencia de Cosidó y de que se viera alguna enseña anarquista en la protesta contra Soria, “ayer mismo la Federación Anarquista de Gran Canaria (FAGC) mantenía como artículo de apertura una reflexión titulada La FAGC ha vuelto […]”. Lo que evidentemente no quiso decir el redactor es que en esa “reflexión” únicamente se le comunicaba a la totalidad de la población que la FAGC ponía a disposición de los que carecen de techo o están en vísperas de perderlo 30 viviendas perfectamente habitables y que se comprometía a intentar detener todos los desahucios (ejecutados contra particulares empobrecidos) que se le solicitaran. No decía, por supuesto, que no se dedicaba ni una sola línea a hablar de altercados callejeros, de lucha armada, de terrorismo o de cualquier otra cosa que quieran sacarse de la chistera. ¿Por qué iba a especificarlo? La verdad es un estorbo que diariamente el periodismo comercial sacrifica en el altar de los intereses políticos.
¿Qué dirá de esto la izquierda institucional? Presumimos que nada, porque en ese mismo artículo se les tranquiliza aclarándoles que solo van a por los anarquistas y que “las pesquisas policiales no se centran en ellos”.
Al redactor le parece “curioso” que pasen esos altercados cuando anunciamos nuestra vuelta, y a nosotros nos parece “curioso” que justamente cuando anunciamos nuestra vuelta se nos relacione con esos altercados. No parece “curioso” a pesar de que ya estamos acostumbrados, y sobre todo preparados; lo estamos porque sabemos que con nuestra participación en el frente de la vivienda, en la lucha social, hemos tocado la tecla correcta.
Cargan contra nosotros porque temen el fruto que está dando nuestro trabajo. Mientras guardábamos silencio éramos una amenaza latente; ahora que la necesidad de ofrecer viviendas nos obliga a volver a hacer pública nuestra labor, temen que la amenaza empiece a enseñar los dientes, y que esos dientes no sean ya los del “encapuchado” arquetípico, sino los del obrero en paro obligado a vender chatarra, la de la madre cargada de hijos dispuesta a sacar su familia adelante, la del indigente que por primera vez duerme bajo techo, la del inmigrante que vive como un proscrito, la de la esclava sexual que ha roto sus cadenas.
El Sistema necesita que se perpetúe la imagen del “anarquista terrorista” que tantos años le ha costado diseñar y estereotipar. Ante la desaparición de ETA necesita rescatar otra suerte de terrorismo prefabricado. Un chivo expiatorio que justifique la existencia de un Estado y unos partidos, de unas leyes y unas fuerzas policiales, cada vez más cuestionadas y desprestigiadas. Los anarquistas rompiéndole los escaparates a los bancos son un peligro conveniente; quitándole sus propiedades inmobiliarias a estos mismos bancos son un peligro real. Nos prefieren haciendo lo primero que lo segundo, y cuando lo segundo tiene éxito entonces es cuando de verdad el miedo cambia de bando. Se pueden usar todas las argucias propagandísticas que se quieran, pero una familia que ha traído al mundo a uno de sus hijos en una casa que le facilitaron los anarquistas difícilmente se creerá el cuento del “anarquista terrorista”.
Estamos creando tejido social, hemos conectado con el sector de la población más desposeído, el sector que ya no quiere saber nada de promesas vacías, de partidos y mítines, de carnés y banderas. Un sector de la población al que todo eso le da asco y que combate al Estado expropiando y al Capital socializando. Un sector de la población que no quiere volver a oír un discurso en su vida y que sólo necesita soluciones prácticas.
Por eso la alternativa anarquista, especialmente en esta Isla, es ahora tan peligrosa para el status quo. Nosotros no convocamos ruedas de prensa, no cobramos cuotas, no pedimos el voto para ningún partido, detrás nuestra no hay ningún entramado de empresas. Cuando acertamos, lo hacemos a pesar de nuestros limitados recursos, y cuando fallamos lo hacemos también lastrados por ellos. No nos pueden comprar, porque despreciamos el dinero; no nos pueden ofrecer cargos, porque nos repugna el poder; no nos pueden absorber, porque no pueden ofrecernos nada que queramos. ¿Qué buscamos entonces? No engañamos a nadie: queremos simplemente la Anarquía, y esto se traduce para nosotros en que queremos que nadie oprima a nadie, que todo el mundo pueda tener al menos tres comidas diarias y un techo sobre su cabeza, que los trabajadores decidan sobre la gestión de sus empresas y los vecinos sobre la gestión de sus barrios.
Hacer que la gente tome por sí misma su pan y su techo, que decidan horizontalmente cómo tratar sus propios asuntos, y conseguirlo a través de la práctica y no con letanías, es más peligroso para el Sistema que cualquier bomba.
Estamos haciendo nuestra pequeña revolución cotidiana y eso es lo que temen los poderes fácticos; lo temen porque la Revolución consiste, como ya se ha repetido, en hacer cotidiano lo extraordinario. El temor les ha hecho mover ficha y sabemos que no se quedarán sólo en esto; pero nosotros tampoco. Van a ir contra nosotros con todo, pero cuantas más calumnias, denuncias y persecuciones por su parte, más casas expropiadas y más familias realojadas por la nuestra; hasta que al pueblo le sean devueltas todas y cada una de las viviendas que le han sido arrebatadas por la Bancocracia.
La lucha será larga porque si la FAGC ha vuelto, ellos, evidentemente, también lo han hecho.
FAGC