Comunicado de desvinculación

En los últimos 2 años la FAGC ha dedicado el 70% de su esfuerzo y tiempo a la Comunidad «La Esperanza» (desde que socializó sus bloques a comienzos del 2013). En el último año podría decirse que casi el 100%. Sí, hemos convocado piquetes y parado desahucios, hemos asesorado a una media de 5 personas diarias sobre vivienda, hemos realojado a familias fuera de la Comunidad y hemos participado en otros proyectos habitacionales; pero ha sido «La Esperanza» el que se ha llevado gran parte de nuestras energías y recursos. 
«La Esperanza» (que en un principio no tenía ese nombre) nació con la aspiración de ser esencialmente un proyecto de realojo, aunque siempre supusimos que por sus características, si se hacía bien, podía convertirse en una de la ocupaciones más grandes del Estado, en un referente. La aspiración de que pudiera ser también un modelo a escala de sociedad libertaria vino un año después, y surgió no sólo de unos ideales sino, sobre todo, de una urgente necesidad de conseguir que el proyecto funcionara y superara derivas poco prácticas y autoritarias. 
El compromiso de la FAGC con el nuevo viraje del proyecto fue total: algunos miembros fueron a vivir allí a tiempo completo, se volcaron en la organización del proyecto y trabajaron con todas sus fuerzas en labores que iban desde mantenimiento, realojo, el huerto o garantizar el suministro de agua. Invirtieron sus pocos ingresos personales y los del resto del grupo en ayudar a que todo marchara. Se expusieron públicamente y sufrieron por ello el acoso policial y un torbellino de denuncias y multas que aún está lejos de acabar. Más no pudieron hacer con lo que tenían.
Y ¿para qué tanto esfuerzo? En primer lugar para conseguir darle a la gente sin hogar un techo, ese es el hecho primigenio desnudo. Después para demostrar, a los afectados, a la sociedad y a nosotros mismos, que las herramientas anarquistas (de apoyo mutuo, de actuar sin intermediarios y de vulnerar sistemáticamente el arbitrio de la ley) eran inminentemente útiles y una vía práctica para mejorar las condiciones de vida y acercar la emancipación económica. En una clave más ambiciosa, para contrastar la viabilidad de un pequeño sistema anarquista a través de la experiencia en una comunidad humana organizada voluntariamente de forma libertaria. 
Con el paso del tiempo la totalidad de esos objetivos se cumplieron (de forma positiva hemos de añadir), pero la realidad y el día a día nos fue poniendo otros objetivos improvisados en nuestra agenda.
Partiendo de que el Estado no permitiría que la ocupación se prolongara sine die, pusimos los mimbres para conseguir algo con lo que, en conciencia, no estabamos de acuerdo: conseguir la regularización de la ocupación. La causa mayor era garantizar el suministro regular de agua, pero para ello había que partir de un intento de «legalización». Redactamos las exigencias tratando de hacer un planteamiento realista y asequible, rellenamos documentos legales y solicitudes y llevamos estas demandas a los medios de comunicación. Pero en nuestra calidad de anarquistas se nos planteaba un dilema: recorrer la vía legal hasta el final y hacerlo ejeciendo un papel de mecenazgo que precisamente intentamos demoler desde que iniciamos el proyecto. 
Después de largas reflexiones hemos llegado desde hace meses a una resolución que hoy hacemos pública:
La FAGC se desvincula de la Comunidad «La Esperanza». Algún miembro seguirá colaborando con el proyecto, pero lo hará a título individual. 
Creemos que para que la Comunidad se haga responsable de sus propios errores o aciertos es necesario que rompa el cordón umbilical con cualquier colectivo o persona, por insertos que estén en ella. Creemos que lo importante no es guíar el camino ajeno, sino compartir las herramientas para recorrerlo; la Comunidad ya tiene dichas herramientas asamblearias, autogestionarias y libertarias, y si las sigue usando o las desecha solo a ella le compete. Creemos que para que pueda recorrer, si lo estima necesario, la vía legal hasta sus últimas consecuencias, es necesario que no cuente con la cortapisa de un grupo de personas que precisamente iniciaron el proyecto como desafío a la legalidad y que se declaran al margen de esta en su hacer cotidiano y en sus aspiraciones políticas. Creemos que aunque eso supusiera la muerte del proyecto, o la deriva de la Comunidad hacia posiciones autoritarias, partidistas o pro estatistas, en eso se basa precisamente la anarquía: en permitir que la gente decida por sí misma, con independencia de que las decisiones que tomen no sean las más adecuadas. 
Sabemos que en cuanto esto circule partidos y colectivos que responden a intereses muy concretos irrumpiran en la Comunidad (de hecho tenemos constancia de que ya lo han hecho), pero no iniciamos esto para ponerle nuestro label a nada ni para atesorar ningún mérito; lo hicimos por convicción, y esta no necesita alimentarse con premios, proselitismo o reconocimientos. 
Hemos aprendido mucho en esta lucha y son precisamente estas lecciones las que nos han llevado a reafirmar lo que ya no son sólo teorías, lo que nos hace firmar este comunicado: cada uno debe responsabilizarse de sus propios actos; se ayuda más alguien compartiendo herramientas con él pero dejando que se desenvuelva por sí mismo que solucionando todos sus problemas; la lucha por la igualdad económica no garantiza ausencia de actitudes jerárquicas y es necesaria una evolución interior; más que fomentar valores comunitarios hay que desarrollar conciencia individual y criterio propio; cambiar las condiciones materiales de la gente es sólo un trazo de un cuadro más amplio, si no cambiamos el dibujo por completo ese trazo será sólo una mancha oscura e imperceptible sobre un fondo negro. 
En breve daremos a conocer todas estas lecciones a través de un texto más profundo y amplio. Mientras, sólo podemos ratificar que aunque con el paso del tiempo llegue a olvidarse la labor de la FAGC en «La Esperanza», su participación en una de las ocupaciones más grandes de este joven siglo, nosotros seguiremos luchando, en otras barricadas, con otros objetivos, pero siempre en el mismo frente. Y eso sí: si algún día se llegara a producir el desalojo de «La Esperanza» ahí encontraran a la FAGC, en el piquete, megáfono en mano, con el puño airado, cerrando el paso a los desahuciadores, codo a codo con sus antiguos vecinos. 
FAGC