Cómo hacer tu propio spray de pimienta para autodefensa

En vista de que las agresiones machistas a mujeres no hacen más que aumentar, con la connivencia judicial y policial, las mujeres de la FAGC queremos explicarle a las compañeras que nos leen cómo fabricarse, de forma fácil y barata, un útil spray de pimienta casero. Consideramos que la autodefensa, la necesidad de protegernos a nosotras y a nuestras compañeras, es fundamental para combatir la violencia machista en unos espacios que hemos de empezar a arrebatarles: los barrios y la calle.

Métodos como el que vamos a explicar son muy prácticos para protegerse de una agresión puntual, pero si queremos ir socavando la violencia patriarcal e ir expulsándola de nuestro entorno, desde la FAGC recomendamos la creación de grupos feministas de autodefensa dispuestos a articular un feminismo de barrio que empiece a capacitarnos para defendernos ante las agresiones y para crear una red solidaria de apoyo que evite que ninguna de nosotras vuelva a caminar sola en esta sociedad donde la violencia de género, en sus distintas manifestaciones, está cada vez más generalizada. Entremos ya en materia.

Materiales que necesitamos:

  1. Pimienta cayena

  2. Aceite de girasol

  3. Alcohol de 96º

  4. Guantes de látex

  5. 2 recipientes (uno para hacer la mezcla y otro para volcar el contenido)

  6. Un platito para tapar la mezcla

  7. Cucharilla de postre

  8. Filtro de café o colador pequeño

  9. Embudo (fonil)

  10. Un pulverizador de bolsillo

  11. Lavavajillas (opcional)

  12. Salsa picante (opcional)

Pasos que hay que dar:

1º Disponte a preparar la mezcla teniendo cuidado con los niños o animales que puedas tener cerca. Cuando todo este preparado y el espacio sea seguro, ponte los guantes de látex para evitar que los productos abrasivos te impregnen las manos.

2º Echa en un recipiente aproximadamente 5 cucharadas de postre de pimienta cayena (en la FAGC nos sobra porque la usamos en nuestros huertos para repeler insectos y otros animalitos. Es barata y fácil de conseguir. Suele encontrarse en la sección de especias de cualquier comercio). Lo más cómodo es usarla en polvo, pero si sólo encuentras las guindillas enteras deberás machacarlas tu misma en un almirez con un mortero. Echa entonces un cuarto de bote y machaca hasta conseguir triturarlas lo mejor que puedas.

3º Añade al recipiente el alcohol de 96º (el suficiente para que cubra por completo la cayena y crear una pasta) y no pares de remover para que se disuelva bien.

4º Añade tanta cantidad de aceite como de cayena y sigue removiendo hasta conseguir una solución homogénea. El aceite hará que la solución se espese y se adhiera con facilidad a la superficie que vayamos a pulverizar (la cara, los ojos y las mucosas del agresor).

5º Opcionalmente puedes añadir una cucharada de lavavajillas (es irritante y aumentará la viscosidad del producto). Y también de salsa picante. Las salsas picantes de marca son caras, así que te recomendamos usar una de marca blanca. Igual de efectiva y mucho más barata. Hay compas que recomiendan echar un chorro de limón porque también es abrasivo, pero en nuestra experiencia disuelve la grasa del aceite (como también hace el lavavajillas, pero sin aportarle la viscosidad de este) y hace que pierda adherencia. También hemos visto que se recomienda echar ajo, pero hemos comprobado que acaba pudriéndose y dando mal olor y no es cuestión de llevar encima algo que apeste. Pero experimenta por ti misma hasta dar con la mejor receta y ya nos cuentas. Esta es la que usamos nosotras.

6º Tapa la mezcla (un plato vale) y déjala macerar entre 12 y 24 horas.

7º Usa un filtro o colador fino y pasa la mezcla a otro recipiente (recuerda escurrir bien para no perder ninguna sustancia) y de este a un pulverizador (uno de colonia vacío vale) con un pequeño embudo. Intenta que no se te cuele ninguna impureza, grumo o trocito de cayena, porque eso puede obstruir el pulverizador y dejarte colgada cuando más lo necesites.

8º Prueba tu spray de pimienta par de veces antes de dar el trabajo por terminado. Comparte la receta con tus compañeras y que cada una lleve el suyo. Repartirlos a las compis y vecinas y destribuirlos en charlas y eventos, además de su utilidad práctica, puede ser una buena forma de concienciar a las compas sobre la necesidad de defendernos por nosotras mismas y, si se pide una contribución económica voluntaria, también una manera de autofinanciarnos y permitir que el grupo crezca.

“El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente” (Simone de Beauvoir).

Actualidad

(Cuento aparecido en Con A mayúscula, libro editado por @AnarquismoenPDF)Hoy, si todo ocurre según lo previsto, saldrá a la calle E. J. S. Llevaba en prisión desde hace más de 25 años. Es un agresor sexual múltiple y reconocido. Su inminente puesta en libertad ha generado mucha controversia y una gran alarma social.

La televisión ha entrevistado hoy a razón de este asunto a F. Z. R., uno de los laureados agentes del Cuerpo Nacional de Policía que lo detuvo. Lo que los medios no han querido mencionar es que el agente F. se ha hecho tristemente popular en la ciudad por su «actitud inapropiada» con las detenidas. Nadie parece saber, salvo las víctimas y sus compañeros agentes, que en el territorio hermético de las comisarías el policía F. se dedica a abusar de las mujeres que tiene bajo su custodia y que ya son varias las que han sido maniatadas y agredidas. Le gusta especialmente insultarlas mientras las manosea.

Quizás algunas de ellas podrían plantearse recurrir al ilustre juez P. G. G., el mismo que precisamente condenó a E., el violador en serie del que hablábamos al principio de esta nota. Lo que quizás no llegarían a saber es que cada una de sus denuncias serían probablemente archivadas. Y es que el juez P., socio reconocido de asociaciones progresistas de la judicatura y autoproclamado defensor de los derechos de las mujeres, no es sólo gran amigo de F., además se considera bastante tolerante con lo que él denomina «debilidades morales». Cada viernes y sábado por la noche deposita en el bolsillo de su hijo mayor, que acaba de cumplir 18 años, un billete de 100€. Nunca se cansa de decirle, con una sonrisa cómplice: «para que emborraches a alguna». No es la primera vez que una chica se levanta aturdida y amoratada, entre lágrimas y vómitos, de la caseta de invitados, y que el servicio la invita a recoger sus cosas y marcharse.

Precisamente el magistrado P. ha quedado para almorzar este fin de semana con el reconocido político conservador J. A. M., partidario de que el violador E. cumpla íntegra su pena. Varias asociaciones sociales y vecinales han reconocido la valiente labor de este político, que ha jurado hacer todo lo que esté en su mano para impedir la cada vez más próxima puesta en libertad del que ha denominado como «un depredador sexual» y «una amenaza real para todas las mujeres». Mientras J. prepara una rueda de prensa donde piensa darle más bombo a este asunto, ojea despreocupado un informe militar que tiene sobre su mesa. El informe en realidad le atañe directamente, pues no hace mucho era Ministro de Defensa. Aunque no está preocupado en absoluto, le ha mandado una copia a su amigo el juez P. para que opine sobre sus implicaciones legales. Según el informe, la situación en un determinado país de Oriente Medio ya se ha normalizado gracias a la participación de «las fuerzas armadas patrias». Sin embargo, la población civil no para de quejarse por la cantidad de niños y niñas no reconocidos que han nacido desde la ocupación del país por las tropas occidentales y por la cantidad de madres desesperadas que no consiguen adaptarse a la nueva situación. Al parecer la orden de imponer un «estado de terror sistemático», incluyendo «acciones punitivas de todo tipo», ha dado como resultado que el ejército enviado en «misión humanitaria» se haya dedicado compulsivamente a violar a las mujeres y niñas originarias del lugar, ocasionando sangrientas escenas y terribles secuelas. Aumentan los nacimientos no deseados y también los suicidios femeninos. El señor J. sabe bien que él permitió que se cursara la orden que ha provocado todas esas violaciones, que someter a la población local a través del «terror sexual» era parte de la estrategia militar de sus generales, pero no piensa en eso. Piensa únicamente en cómo usar la polémica del «depredador» E. para que todo el asunto de Oriente Medio ni siquiera llegue a transcender.

[Sin firma, inédito]