A petición nuestra, la compañera @cuadrosyrayas ha sido tan amable de ampliar una reflexión que nos compartió después leer “Catalunya y las anarquistas”. Es un documento interesante porque está escrito desde dentro, desde la propia Catalunya, sin sectarismos ni dogmas, y con una visión que seguro representa a un importante sector de la juventud catalana. La cuestión no es coincidir o no con la tesis, sino contemplar sus vivencias y reflexiones y comprender por qué el conflicto catalán, para muchos de sus actores anónimos, esos que no firman columnas ni dan discursos, ha llegado al punto en el que está.
Escribo este (mini) texto después de leer el texto “Catalunya y las anarquistas” y reflexionar sobre él.
Me crie en Barcelona a finales de los noventa, casi siempre en ambientes anarquistas, CSOs, ateneos populares y casas okupas. En uno de los ateneos compartían espacio los anarquistas y los independentistas. Es importante recordar que entonces el independentismo era igual de minoritario. Un día apareció una enorme estelada en la persiana del local, recuerdo a mi madre cabreadísima y, al preguntarle, decirme que no todos los del ateneo eran independentistas, aquel día empecé a conocer la rivalidad entre un movimiento y otro. A pesar de todo, el once de setiembre íbamos a la mani, por aquel entonces eran cuatro gatos. Ahí viví mi primera carga policial con ocho o nueve años. Nadie la esperaba, fue terrible, recuerdo a mi madre corriendo desesperada con mi hermana de un año en brazos y su amigo corriendo conmigo. Si no me equivoco era época de CiU, justo antes del tripartit.
A los doce años colgué la estelada en mi habitación y mi vecino me dijo que tendría que ir a la asamblea a dar explicaciones, que en esa casa no podía haber esteladas (por si a alguien le interesa, la estelada se quedó allí un par de años). El pique entre independentistas y anarquistas era evidente, pero si desalojaban una casa donde había indepes, las anarcas iban a okuparla de nuevo y viceversa. Todo esto cambió cuando el independentismo empezó a crecer. De repente, los que mandaban a la BRIMO a las manis antifascistas eran los mismos que encabezaban el once de septiembre. Las relaciones fueron a peor y los movimientos se fueron distanciando ya que, mientras unos iban dejando de lado aquello de “Independència i socialisme!”, los otros empezaban a equiparar todo el independentismo con Convergència.
Entonces llegó el uno de octubre, fue un día histórico, todos protegimos los colegios. Recuerdo a mi vecino diciendo “yo no voy a votar, pero lo que falta ahora es que las vecinas quieran hacerlo y nos les dejen”. A partir de aquel día el movimiento independentista no supo mantener a esta gente, que, si ya tenía reticencias de antes por no querer un nuevo estado burocrático y centralizado (poco se habla de lo centralizada que está Cataluña), se apartó de nuevo al ver que la cosa iba de colgar lacitos y de defender a la clase política. Desde entonces la cosa solo ha ido a peor. Los políticos, como no podía ser de otra forma, se han asegurado de mantener su poltrona y han dejado de lado a los dos millones de personas que les hicieron confianza, y el anarquismo, en vez de aprovechar el descontento con la clase política, ha entonado el “ya os lo dije”.
Ahora estamos en un punto en que el movimiento independentista ha quedado en standby y va perdiendo adeptos por el camino, no hay iniciativa para realizar acciones útiles, y al mismo tiempo no hay un objetivo para llevarlas a cabo, además, tiene un grave problema de credulidad, la gente no quiere sentirse engañada y te dice “deixeu-los fer, feu confiança”. La distancia entre ambos movimientos es tan grande que resulta difícil imaginar un futuro en el que luchen por un mismo objetivo, pero, por el contrario, van codo con codo para evitar que talen la pineda de Castelldefels, para parar un desahucio o para manifestarse contra el turismo. Aun así, y ya para acabar, es evidente que los neonazis vuelven a andar a sus anchas por Barcelona, y es evidente que van a por los que llevan lacito, por lo tanto, las anarquistas tienen la responsabilidad de ayudar en todo lo que sea posible cuando se trata de autodefensa, ellas llevan muchos más años encarándose a los fascistas y se las necesita. Una vez las “tietes” y las anarquistas se conozcan y luchen juntas, como ya empiezan a hacer por ciertas causas, será mucho más fácil enfocar el movimiento hacia algo realmente transformador, ya que nunca debemos perder de vista que la mayoría de gente que defiende la independencia lo hace en pos de un cambio hacia una vida mejor y más justa.
Cuadros y Rayas