Queremos cambiar el sistema replicando el funcionamiento del sistema. O al menos decimos que queremos cambiar el sistema. Sería interesante hacer un estudio del lenguaje político de la izquierda que se apellida transformadora, radical o progresista. Un lenguaje que pretende trascender pero que en la práctica replica lo que ya conocemos. En las redes sociales hay tantas revolucionarias que sorprende que no haya estallado ya una revolución. La distancia sideral que existe entre el discurso y la práctica conduce a la pérdida de credibilidad, al desencanto y a la resignación. Llega un momento que en esta democracia liberal se vota a cualquiera con tal de que represente algo parecido a lo que deseamos.
Queremos cambiar el sistema pero no somos capaces de imaginar otro tipo de relaciones y organización que no sean las capitalistas. La idea de cambiar el sistema pasa por las elecciones que lejos de trascender nos aprisionan en la misma jaula de la que aspiramos a escapar. El sistema quiere que se vote porque permite que las condiciones actuales se repliquen una y otra vez. Donde se siente más incómodo es en el campo de la experiencia. Es decir allá donde se ponen en marcha formas de relación y organización diferentes a las establecidas. En el Estado Español el ejemplo lo tenemos con la Federación Anarquista de Gran Canaria y el Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria que han conseguido que más de 1000 familias puedan tener su vivienda, organizándose de forma horizontal, asamblearia y autogestionada. Uno de sus miembros, Ruymán Rodríguez, se enfrenta en los próximos días a un juicio en el que le piden un año y seis meses de prisión y 770 euros de multa por, supuestamente, haber dado una patada a un Guardia Civil. Estas experiencias transformadoras son silenciadas no solo en los medios de comunicación sino entre los grupos de izquierda, más centrados en el discurso y la reivindicación política. Es significativa la publicidad mediática que se da al caso de Pablo Hasél, probablemente porque sirve para profundizar en los prejuicios sobre la izquierda. Las múltiples manifestaciones en solidaridad contestadas por las fuerzas policiales han servido para criminalizar y estigmatizar a la izquierda que llaman extrema y, por extensión, a la izquierda en general. Mientras, el caso de Ruyman R. permanece silenciado porque se expone una experiencia que muestra a la sociedad lo que puede hacer.
Queremos cambiar el sistema confiando en las mismas recetas que han demostrado que no sirven. Convertimos lo mismo de antes en lo mismo de ahora. Todas las generaciones han depositado sus esperanzas en una persona o en un grupo reducido de personas, a las que se les ha conferido unas capacidades y conocimientos sobrenaturales. Todas han vivido procesos similares aunque las nuevas generaciones perciban que lo que viven es nuevo y original. Creen vivir acontecimientos históricos únicos. La confianza en un líder es una enseñanza propia del sistema. Hemos aprendido desde pequeñas que necesitamos una persona que nos guíe y nos enseñe. En el fondo es un proceso de desvalorización personal que afecta a lo colectivo de tal forma que desconfiamos de lo que podemos conseguir en conjunto a partir de la desconfianza en nuestras propias capacidades. La fuerza del pensamiento y la acción colectiva es muy poderosa por lo que neutralizarlas se convierte en una necesidad para los grupos minoritarios que detentan el poder de decisión. La paradoja es que estos grupos funcionan de forma colectiva para defender sus intereses. La lógica aprendida nos lleva a elegir personas y partidos que resuelvan las fallas del sistema y en el caso de que no tengan éxito buscaremos otras que las sustituyan, repitiendo el proceso constantemente. Construir espacios de decisión y acción por parte de la sociedad es una amenaza directa al poder de los grupos minoritarios por lo que la neutralización de estos espacios y la exaltación de los líderes se convierte en una necesidad de supervivencia para el sistema. Esta lógica aprendida es asumida también por los grupos de la izquierda y su aplicación práctica va acompañada de la negación del cambio que dicen defender. La posibilidad de cambio se encuentra fuera de las estructuras políticas conocidas. Persistir en los mismos instrumentos que han fracasado es el mayor predictor de que nada cambie.
Queremos cambiar el sistema pero lo decimos con la boca pequeña. No vaya a ser verdad. Miramos al futuro y nos asaltan las ataduras del presente. Nos sobran palabras y nos falta práctica, pensamiento y acción colectiva. Nos sobran vanguardias y nos falta comunidad. Nos sobra realismo y nos falta valor e imaginación revolucionaria. Recrear en nuestra mente lo imposible para hacerlo posible.
Fuente: https://kaleidoskopiodegabalaui.com/2021/03/22/queremos-cambiar-el-sistema/