Las corrientes anarquistas clásicas

Desde la FAGC vamos a hacer un poco de trabajo estrictamente teórico. No es lo que más nos gusta, pero lo vemos necesario a causa de la enorme confusión que hay sobre las corrientes anarquistas históricas, y también a causa de los intentos de manipulación y absorción espurios por parte de capitalistas, fascistas y gentuza similar.

Antes de entrar en materia vamos a clarificar algunos conceptos básicos:

La anarquía o acracia es el enclave, sistema o situación donde no existe una autoridad, poder o jerarquía oficial, y donde la gestión de los asuntos económicos, sociales y políticos recaen directamente en las interesadas, sin intermediarios. Los medios de producción y la riqueza social pertenecen a las obreras, a quienes la producen, y no al Estado, ni a una minoría privilegiada. Anarquía conlleva, por tanto, autonomía, autogestión y disolución de las relaciones de poder de cualquier tipo, desde las económicas a las culturales. El anarquismo es el conjunto de ideas y prácticas que conducen a la anarquía, la explican y la hacen posible. Anarquista es la persona que promueve, defiende e intenta poner en práctica este sistema y este ideario, la persona que no quiere ser oprimida pero tampoco oprimir. Toda idea autoritaria, que conlleve sexismo, racismo, capitalismo, fascismo o chovinismo, es incompatible con el anarquismo. Toda corriente anarquista es socialista (defienden que los medios de producción pertenecen a las productoras), e incluso los pensadores anarcoindividualistas que no se han sentidos cómodos con este término, han sido todos, sin excepción, declaradamente anti-capitalistas.

La pequeña exposición que vamos a compartir no es necesariamente cronológica. Si lo fuera el comunismo libertario o anarcocomunismo debería ser la primera corriente en ser abordada, pues éste era el sistema que preferiblemente desarrollaron los primeros filósofos libertarios avant la lettre (antes de que se acuñara la palabra) y también el que escogían en múltiples ocasiones las masas en armas cuando se rebelaban a lo largo de la historia. En vez de eso, nos vamos a limitar a seguir la línea temporal del siglo XIX. Inexacta, pero más fácil de asimilar.

Mutualismo: Aunque no es la primera teoría económica anarquista, se suele considerar así porque es la primera que desarrolló el primero en autodenominarse anarquista: Joseph Pierre Proudhon (1809-1865). El mutualismo considera que los bienes producidos por las trabajadoras tienen un valor objetivo, y que este valor depende del trabajo empleado en su producción (creen en la Teoría Laboral del Valor del economista David Ricardo). Consideran que este valor debería ser restituido íntegramente a la trabajadora, y que al no ser así (el concepto de plusvalía fue desarrollado por Proudhon antes que por Marx) la obrera es robada y desposeída. Aunque se ha considerado una teoría para “artesanos” la realidad es que Proudhon defendía que el empresario no sólo no pagaba el trabajo individual producido, sino que tampoco retribuía el esfuerzo colectivo necesario para, por ejemplo, levantar un obelisco (“¿Qué es la propiedad?”, 1840). El mutualismo considera que las relaciones sociales deben ser reciprocas, equitativas, simbióticas (de ahí “mutualismo”), y que los intercambios económicos deben ser estrictamente exactos. El mutualismo defiende que el comercio debe ser al costo (pagando materiales, tiempo y trabajo, nada más), que el crédito debe ser a interés 0 y que la renta del alquiler equivale a adquirir una parte porcentual de la propiedad, con lo que propone la abolición de los alquileres. Considera que el lucro en el comercio, el interés en el préstamo, la renta en el arrendamiento y la plusvalía en el trabajo son usura capitalista, robo, y que como tal deben desaparecer. El primer Proudhon proponía la abolición de la propiedad y su sustitución por el derecho de posesión (derecho a tener sólo lo que se pueda ocupar y hacer producir por una misma, nada más); el más veterano se conformaba con sustituirla por la propiedad limitada, “sudada”, obtenida sólo del propio trabajo. El mutualismo confía más en un cambio paulatino en la sociedad que en una sacudida revolucionaria. Paralelamente a Proudhon, el anarcoindividualista Josiah Warren desarrolló ideas muy similares en EEUU. El discípulo de Warren, Benjamin Tucker, defendió un mutualismo en el que confluían las ideas de Proudhon, Warren y, en lo filosófico, ciertos planteamientos de Stirner.

Anarcoindividualismo: El individualismo anarquista es una corriente más bien filosófica. Está presente en las primeras formulaciones libertarias complejas, como en “Investigación sobre la justicia política” (1793) de William Godwin (1756-1836). Como demuestra el propio Godwin, el individualismo hace un llamamiento a poner a las personas concretas, y no a las abstracciones, en el centro de los proyectos sociales. Godwin defiende un sistema de propiedad colectiva (la primera obra en la que se expone un pensamiento estructurado anarquista es tanto individualista como comunista) que rompa con las utopías gregarias (como la de Tomás Moro), con la uniformidad de costumbres, con la supuesta necesidad de que todas las personas hagan las mismas cosas y a la misma vez. Para Godwin no puede haber un cambio social sin interpelar primero al individuo para que desarrolle su propio discernimiento, su propio criterio. En 1844 aparece “El Único y su Propiedad” de Max Stirner (1806-1856), de gran influencia en la teoría anarcoindividualista. Muchos pensadores posteriores consideran el legado de Stirner espurio, pero otros, como el historiador Max Nettlau, consideran que “sólo se pueden entender a Stirner en clave socialista libertaria”. Stirner cuestiona tanto al Estado como a la sociedad, tanto al capitalismo como a los incipientes partidos socialistas. El tema más polémico de Stirner es su defensa del “egoísmo”. Para Stirner los Estados, reyes e iglesias han podido establecerse porque han obligado a las personas a renunciar a sí mismas y a sus propias necesidades e intereses. La apelación de Stirner al egoísmo es en realidad un “llamamiento a los proletarios” (él mismo lo dice) para que dejen de centrarse en “fantasmas” y derroten a quienes les piden que renuncien a su individualidad. La influencia de Stirner (silenciada durante mucho tiempo, pues incluso Nietzsche copiaría y tergiversaría gran parte de su obra sin reconocerlo nunca) se dejaría notar en el anarcoindividualismo posterior: tanto en el de raíz norteamericana, económicamente mutualista; como en el europeo y sudamericano, mucho más dado a explorar otras formas de vida y a desarrollar la acción directa y la expropiación (desde la Banda Bonnot a Severino Di Giovanni). El anarcoindividualismo influyó también en las metodologías “anti-organizadoras”, que se extendieron por algunos países del sur de Europa, especialmente Italia. La idea de que “toda organización era de por sí autoritaria y una cortapisa por el individuo” era contradicha en la práctica por los propios individualistas y sus grupos de afinidad. Hasta el mismo Stirner llegó a proponer una “asociación de egoístas”. Grupos individualistas hubieron en la misma fundación de la Federación Anarquista Ibérica.

Colectivismo: El anarcocolectivismo es la corriente libertaria que surge en la I Internacional (1864-1876), es un intento de superar las teorías etapistas de los proudhonianos y de integrar las ideas anarquistas dentro del movimiento obrero revolucionario. Su principal impulsor fue Mijaíl Bakunin (1814-1876) y las federaciones de la AIT de Suiza y España. El colectivismo es una teoría esencialmente económica, como el mutualismo, pero a diferencia de él no cree que el capitalismo pueda ser derrotado introduciendo poco a poco relaciones equitativas en la economía; es una teoría inminentemente revolucionaria y cree que los grandes capitales sólo podrán ser expropiados a través de la acción colectiva y armada de las masas proletarias. Defiende que los medios de producción deben ser de propiedad colectiva, pero, como el mutualismo, cree en la TLV, por lo que no ponen en cuestión la existencia del salario y propone que la retribución económica del trabajador corresponda a su capacidad productiva. Se fundamenta en una máxima: “de cada cual según su capacidad y a cada cual según sus obras” o “méritos”. Aunque el colectivismo fue perdiendo terreno por mantener una institución como el salario, durante la Revolución española (1936) el modelo se aplicó, de forma mixta, en aquellas circunstancias en la que ciertos bienes escaseaban y no se encontraba mejor fórmula de retribuir el trabajo.

Comunismo libertario: El anarcocomunismo (que nada tiene que ver con las teorías marxistas o comunistas de Estado) sería en realidad la primera teoría libertaria si atendiéramos exclusivamente a la cronología, pues es la primera teoría económica que defiende Godwin, la primera que usan los utopistas libertarios (de Rabelais a Faigny, de la Bretonne a Diderot) y, sobre todo, la primera que usa el pueblo en armas. Ya en la época de Proudhon existían comunistas libertarios, como Joseph Déjacque o Ernest Courderoy. Sin embargo, se considera que el comunismo libertario emerge como corriente mayoritaria dentro del anarquismo a partir de 1876, cuando muere Bakunin. Es una teoría desarrollada por Piotr Kropotkin (1842-1921) y también por François Dumartheray, Georges Herzig y Élisée Reclus, a la que se sumó rápido gran parte del movimiento libertario. Sólo en el Estado español se produjo una polémica duradera entre colectivistas y comunistas, que acabaría desapareciendo con la irrupción del “anarquismo sin adjetivos” (teoría desarrollada por Tarrida del Mármol y Federico Urales que proponía dejar los debates sobre modelos económicos para el futuro y considerarse “simplemente anarquistas”) y con la posterior hegemonía del comunismo libertario. El anarcocomunismo no cree en la TLV, porque no considera que el trabajo de una productora se pueda evaluar de forma objetiva. Los primeros comunistas libertarios ponía un ejemplo similar a éste: si María, con personas dependientes a cargo, mayor y con achaques, produce una silla en 4 horas, y Juana, joven, fuerte y sin responsabilidades, produce dos sillas en las mismas 4 horas, ¿quién dice que María, que necesita más, debe recibir menos que Juana? La máxima de los comunistas anarquistas era: “de cada cual según sus posibilidades y a cada cual según sus necesidades”. El comunismo libertario, por tanto, no sólo cree en la propiedad colectiva de los medios de producción, sino también en la de los bienes de consumo (como las viviendas o los alimentos). Esto no quiere decir, en modo alguno, que se requisen objetos íntimos y personales. Simplemente que en la distribución de la riqueza hay que tener en cuenta no sólo la capacidad productiva, sino también las necesidades reales. El gran argumento con el que los comunistas libertarios prevalecieron sobre otras corrientes era éste: ¿qué pasaría en una sociedad basada en el mérito, por muy libertaria que se pretendiera, si las incapacitadas para producir, desde los menores a las enfermas o ancianas, no tuvieran garantizado su sustento? Esta teoría, fundamentada en el apoyo mutuo, penetró en el resto de corrientes, haciendo que la asumieran tanto individualistas como anarcosindicalistas.

Anarcosindicalismo: El anarcosindicalismo no es una teoría filosófica y, más que una teoría económica, puede considerarse una metodología libertaria. Surge como respuesta a un momento histórico en el que en el anarquismo predominaban las acciones individuales y se extendía por determinados ambientes culturales que lo iban alejando de las masas obreras. Aunque ya Proudhon o Bakunin hablaron de sindicalismo y de la necesidad de la organización gremial, se considera que la fecha fundacional del anarcosindicalismo moderno ocurre oficialmente con la Carta de Amiens en 1906. El anarcosindicalismo contó con teóricos prominentes como Ferdinand Pelloutier (1867-1901) impulsor de las “Bolsas de Trabajo”, que se fusionarían con la CGT francesa, dando origen al Congreso de Amiens. El anarcosindicalismo defiende que es imposible conseguir una sociedad sin clases si antes no se organiza al proletariado. Entiende que no es posible introducir ideas revolucionarias entre la clase trabajadora si antes no hay un conocimiento, un contacto, una estructura orgánica común. Apoya que la mejora parcial de las condiciones laborales y de vida de las proletarias predispone a éstas para conseguir objetivos más amplios. Algunos anarcosindicalistas consideran al sindicato un medio para llegar al comunismo libertario; otros lo consideran un fin en sí mismo y piensan que la organización sindical es la semilla de la nueva organización social. Aunque algunos anarquistas, como en ocasiones Errico Malatesta (1853-1932), llegaron a advertir de los peligros reformistas que podría producir fechitizar al sindicalismo, algunos de los mayores hitos revolucionarios del movimiento libertario, como el de la Revolución española de 1936, vinieron de la mano de un fuerte movimiento anarcosindicalista.