Fuente: Cazabaret
Cazarabet conversa con… Ruymán Rodríguez, autor de “Anarquía a pie de calle” (Calumnia, La Malatesta)
Un libro, pequeño, pero que da no en una, más bien en muchas dianas y que habla, además, muy claro de la realidad y en la actualidad.
Cazarabet conversa con Ruymán Rodríguez:
–Ruymán, desde tu punto de vista aquí, hoy y ahora, en qué punto se encuentra el ideal y la idea en torno al anarquismo
-Con un potencial infinito, que reside en la necesidad instintiva de la gente de usar nuestras herramientas, en el vigor de nuestras ideas-fuerza y en la proliferación de espacios, pensadores y editoriales; pero con una implantación real muy pobre, provocada sobre todo por la escasez de activistas interesados en implicarse en luchas reales que transciendan de los intereses netamente teóricos de los “iniciados”. Somos como una cabeza enorme, con un cerebro privilegiado, pero con un cuerpo raquítico incapaz de llevar a cabo sus grandes ideas.
-Es más un anarquismo social o un anarquismo a pie de calle que se ha retroalimentado del 15M y del movimiento indignado..
-Creo que aún no estamos en esa etapa. Y que la etiqueta de “anarquismo social” es equívoca. El 15M, con sus mil defectos, manipulaciones y teledirigismos, fue un impacto enorme para unos movimientos sociales, incluido el anarquista, que creían que el descontento, el cabreo, o incluso la rebeldía, era cosas de especialistas, de “profesionales”. Ver a la gente de a pie levantándose fue un shockpara quienes piensan que todos están equivocados salvo ellos, que el pueblo es demasiado imbécil para protestar. El 15M cogió a la mayoría del movimiento libertario con los pantalones bajados, y en pocas partes se supo asimilar ver a gente no anarquista funcionando de forma anarquista. Los libertarios debieron actuar antes de que lo hicieran los partidos, pero a muchos sus pruritos se lo impidieron, y los institucionales tomaron la iniciativa en la mayoría de plazas, corrompiendo y enfangándolo todo. Las nuevas caras de IU y partidos recién nacidos como Podemos, totalmente imbricados con la vieja política de gabinete que todos conocemos, usaron esa experiencia como cantera y vivero, y ahora como lema electoral.
Salvo en unas pocas plazas, lo que había de anarquista en el 15M no lo aportaron los anarquistas sino la gente sin ideología definida.
-Por cierto, ¿cómo ves este movimiento, me refiero al 15M?
-Creo que ciertamente pueden tener razón los que ven en él un artefacto de ingeniería social, una válvula de escape para evitar males mayores, disidencia controlada al fin. Pero sinceramente, aunque fuera eso, y sin apoyar en absoluto la mayoría de las cosas que a nivel de reivindicaciones concretas surgieron en el 15M, me da igual su origen. Poca gente sabe que una organización como la I Internacional surgió en gran parte por el interés de Napoleón III en propiciar un encuentro internacional entre los obreros franceses (proudhonianos en su mayoría) y los tradeunionistas ingleses, para transmitir una imagen obrerista y social de su dictadura. Evidentemente la AIT hoy queda en el imaginario colectivo como algo muy distinto. El 15M pudo ser el intento del poder de evitar una revolución violenta en años futuros, pero con eso y todo es evidente que se les escapó de las manos en la mayoría de sitios. Hoy, y aunque sus esfuerzos hayan sido capitalizados por los institucionalistas, hay que reconocer que allí nos conocimos muchos, que por primera vez en años se empezó a desobedecer la ley en masa, que muchos aprendieron otra forma de relacionarse y que movimientos como el de la vivienda deberían reconocer que fue allí donde se nutrió con sangre nueva.
Como con casi todo, ni lo idealizo (mucho papanatismo, estrategias anti represivas victimistas y contraproducentes, la lacra de la “nueva política” y varios nuevos popes político-mediáticos surgieron de ahí), ni lo condeno a un cuarto oscuro. Creo que la labor de los anarquistas está en trabajar con la gente, radicalizar sus aspiraciones, crear formas nuevas de interrelacionarse, tensionar sus miedos y prejuicios y ejercer de oposición contra el control político y gubernamental. Y eso, sea en clave crítica o constructiva, pasa por implicarse y mancharse para poder hablar. Con las manos limpias nuestras opiniones no valen un carajo.
-Pero como bien dices más adelante para poder llevar a cabo la idea y el ideal de la anarquía cada uno de sus componentes humanos tiene que tejerse bajo el individualismo que guarde la independencia de cada uno y el criterio de cada uno..Como retener, desde las bases y el individuo, un código ético…
-Creo que al contrario del discurso imperante en los movimientos sociales, el individualismo es una herramienta imprescindible. Cuanto más me implico en la lucha social más convencido estoy de ello. Ciertamente hay que saber definirlo. Para mí el individualismo es la antítesis del aristocraticismo, que en realidad es sólo una forma de exaltar una personalidad estrechamente dependiente de las personalidades ajenas, de las personalidades a las que subyuga. El aristócrata, con sus siervos y aduladores, es la menos individual de las personas; tan poco al menos como los más gregarios. Después hay un individualismo de sótano o buhardilla oscura, de resentimiento, de sufrimiento constante y auto martirio que tampoco me interesa. Mi individualismo es el que todos necesitamos para gritar no en una asamblea aún sabiendo que vamos a estar en minoría, mientras tenemos la convicción de defender lo justo. Es el que nos permite que cuando una turba corre tras un individuo para lincharlo tengamos el valor suficiente para ponernos de parte del sujeto y no de la masa. Es el que te consuela si estás detenido en un calabozo y te sientes con fuerzas aún cuando no tienes una red de apoyo fuera.
En los proyectos comunitarios y la lucha social es necesario incentivar en la gente una gran dosis de individualismo. Para que piensen por sí mismos, para que disciernan entre lo bueno o lo malo no por lo que les diga la moral oficial o la ética al uso, sino por lo que les dicten sus propios sentimientos. Estamos educados para aceptar como moral muchas cosas repugnantes, desde las guerras, al hambre o los presidios. Es la sensibilidad, que es netamente individual, la que hace que nuestro estómago se revuelva ante una injusticia, por mucho que sea moralmente aceptable.
-Todo esto para no ser arrastrados por “impulsos gregarios y apetitos mayoritarios” que acaben por corromper el ideal, siendo primeros corrompidos nosotros mismos….
-En el anarquismo clásico, una idea muy querida por Godwin era la de que el sistema político y económico corrompía a la sociedad y esta a su vez al individuo. En mi experiencia, creo que cualquier forma de autoridad es corruptora, incluso las más sutiles. Hoy el principal pivote de la jerarquía es la cuestión económica, la propiedad, el dinero. Estuve convencido mucho tiempo de que mejorando las condiciones económicas de los individuos éstos mejorarían a niveles personales. Los años de lucha me han demostrado que muchas de las personas cuya situación económica mejoró gracias al trabajo de la FAGC no sólo no mejoraron, sino que empeoraron. Sí, la corrupción es un proceso sistémico y social pero también personal. Hoy estoy convencido de que aún en la sociedad más justa e igualitaria habrá individuos, más o menos numerosos, que sin ninguna necesidad material de ejercer poder, tendrán la necesidad psicológica. Por eso pongo el acento en reforzar la individualidad: es la única garantía de detectar esas actitudes y contrarrestarlas. Al poder desnudo de un individuo, en igualdad de condiciones, sólo se le puede responder con la desobediencia de otro.
-Pero para luchar contra la corrupción que arrasa desde las personas o los colectivos, primero habrá que establecer medidas preventivas y un programa de transparencia social a todos ya todas por igual…
-Desgraciadamente no hay fórmulas maestras ni varitas mágicas. Evidentemente hemos de cambiar las formas de relacionarnos, deconstruir las estructuras que nos condicionan; pero esto pasa por simultanear la lucha social con la personal. Es otro lugar común en el anarquismo clásico la discusión de si primero hay que cambiar a la sociedad para que después cambien los individuos (idea mantenida por Bakuniny la corriente materialista revolucionaria) o si primero hay que cambiar a los individuos para que después cambie la sociedad (idea mantenida por los pedagogos libertarios y los individualistas). Mi idea es que debe ser simultáneo. No hay cuerpo sano con células enfermas ni viceversa. Hemos de cambiar aquellas cosas que no nos gustan de nuestro entorno al mismo tiempo que forzamos nuestro propio desarrollo. Admitir que las propias certezas, aquellas que guiaban tu vida, eran papel mojado, y seguir buscando alternativas para construir una realidad distinta a la que nos imponen.
-Me da como que, dado el punto en el que se encuentra esta sociedad, hay que empezar de cero con eso de la lucha a pie de calle…primero imprimiéndonos muchas exigencias a nosotros mismos como individuos…
-No sé si deben ser muchas o pocas esas exigencias… Sé que deben de ser las mismas, ni más ni menos, que les reclamamos a otros.
Por ejemplo, es fácil condenar las manifestaciones más básicas del machismo, las que se detectan en bares, entornos laborales y domicilios; lo difícil es tener el valor de detectarlos en ambientes libertarios. Gente que se asquea ante la bravuconada machista de tasca, que tiene a sus espaldas mil lecturas y talleres sobre feminismo y superación de los roles de género, después puede usar el pretexto del poliamor, de romper con los clichés burgueses, para acabar agrediendo a compañeras y usar ese entorno para explotar confianzas y vulnerabilidades. Con el tiempo he descubierto a racistas confesos, gente sin más ideario que el que le impone la tele, partiendo el pan con migrantes, siendo sensibles y tolerantes, y también a anti racistas profesionales quejándose de que los árabes y senegaleses están “invandiéndonos” y copando todas las casas ocupadas de la zona. He visto tanto clasismo en quienes creen que su dios nos creó ricos y pobres, como entre aquellos que supuestamente quieren abolir la propiedad privada. Al final las categorías ideológicas no sirven de nada. He aprendido a ser comprensivo y a ver los sentimientos que se ocultan tras las palabras, y a no exigirle a los demás nada que no me haya exigido a mí mismo antes.
-Pero todo esto sin perder un punto en la lucha y en la reivindicación social…y más cuando en los últimos años se ha producido tanto retroceso…no hay que alzar el pie del acelerador…
-La lucha social, aunque sea a niveles pragmáticos, debe contemplarse como la mejor manera de trazar un puente con la gente de a pie, que son los únicos que tienen algún motivo para rebelarse. Si dejamos de luchar en las calles estas se vacían a la misma velocidad que se llenan las urnas.
-Háblanos un poco de ese potencial que tiene la reivindicación social a pie de calle y que parece que va y viene, me refiero a que no es nada regular, hubo un tiempo en que las plazas se llenaron, el Parlamento se cercó, había marchas, manifestaciones, encierros.. la presión se sentía y que, luego, no sé esto ha quedado como muy desactivado…
-Lo que hubo fue una eclosión, pero no se construyó casi nada. Después de 40 años de silencio había una necesidad de hablar, de recuperar la calle como espacio común y también de protestar, de denunciar. La ocasión para ir más allá y construir estructuras desde las que atacar no se aprovechó. La potencia desarrollada en la calle, esa inercia que hacía que en un piquete anti desahucios o laboral pudieran haber 500 personas o en una manifestación 15.000 (me refiero a Gran Canaria) no supo canalizarse hacía otras vías más conflictivas y a la vez constructivas. Fue una explosión de la que no se supo sacar su onda expansiva. Los movimientos reformistas lo asfixiaron todo con burocracia y protocolos inútiles. Las plataformas ciudadanistas más atractivas se llevaron la rabia y la ahogaron en sus interminables asambleas o en sus brillantes titulares televisivos. Los partidos se dedicaron a cazar talentos. El falso pacifismo a señalar a los díscolos mientras aplaudía a la policía armada. Cuando la gente se dio cuenta de que levantando las manos no se conseguía nada, que había que crear y defenderse, ya los ánimos colectivos se habían apagado. Los anarquistas debemos asumir nuestra responsabilidad al respecto.
Aunque hay que reconocer que, más allá de los errores cometidos, en líneas generales esta dinámica es algo tristemente muy común: flujos y reflujos, pleamares y bajamares, entusiasmo y depresión. Si no se introducen elementos nuevos que galvanicen e irradien hacia el exterior, la sangre se para y la energía se pierde.
Sin embargo, de esa lucha aún queda un poso. No todos se involucraron para hallar un trampolín que les permitiera meterse en la política profesional. Mucha gente ha visto que las plazas pueden ser suyas, que las asambleas pueden ser resolutivas y un grupo de gente reunida puede poner muy nervioso al Estado. De esa lucha quedamos nosotros, y a nosotros nos corresponde no dejar de intentarlo.
-Te parece que es porque muchas de aquellas gentes han pasado a engrosar las filas de movimientos que empezaron a dar un paso hacia el institucionalismo desde Ayuntamientos a portavoces de movimientos ciudadanos constituidos como siempre y a partidos políticos con representación en instituciones desde Comarcas, al Parlamento o al Senado pasando por Diputaciones o Parlamentos Autonómicos…
-Desde luego, ese ha sido gran parte del problema. Tenemos gente que tomaba a nuestro lado el turno de palabra en la plaza que ha acabado con alguna concejalía o secretaría general. Tenemos gente que ocupaba y paraba desahucios que ahora los consiente desde el ayuntamiento. Gente que era denunciada por la policía y que ahora ordena a la policía local que denuncie a sus antiguos compañeros. Todo esto crea desconcierto, y para muchos no es fácil cargar contra sus conocidos aunque cada vez tengan más cara de represor. Parte del movimiento ha absorbido esto promoviendo la paciencia hacia los poderes públicos, pidiéndonos que les dejemos trabajar, minimizando los efectos del voto o incluso invitándonos directamente a votar.
No es más que otro tour de forcedel Sistema, que no debería de cogernos tan desarmados. Esto no ha sido más que una forma (hábil, en su primera etapa) de desmovilizar, de vaciar las calles, de reconducir la rabia y convertirla en pasividad, de amordazar a los críticos. La vía institucional y parlamentaria teñida de roja se ha encargado de matar la protesta; al menos lo está intentado. Aunque la canalización le ha salido bien, sus resultados están evidenciado su torpeza. No se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, ni se puede gobernar inocentemente, y la realidad cruda, esa que nos muestra que el colega de barra se transforma en tirano con sólo sentarse en un ayuntamiento, nos salpica toda su bilis a la cara.
Han vaciado la calle, pero al precio de retratarse. Hoy podemos decirle a los posibilitas que se ahorren sus estupideces y que la próxima vez que quieran suicidar su rebeldía se busquen su propia cuerda. Hoy aún queda una oportunidad para la acción anti parlamentaria y anti delegacionista.
-Pero la reivindicación a pie de calle debe tener sus límites y líneas rojas… los límites de la lucha social, ¿dónde se encuentran?
-En nuestra propia condición falible. Hemos de asumir que ningún proyecto que iniciemos, ninguno, volverá perfecta a la gente. Somos perfectibles, mejorables, pero nada más. Creer que existe algún modelo social que puede hacer que el león y el cordero duerman juntos, que llueva maná del cielo, que todos los días haga buen tiempo y brille el sol, es religión pero no política. Aún en las mejores condiciones objetivas hay espacio para el abuso y la agresión. No es un determinismo, algo inevitable a lo que estamos condenados; es una posibilidad con la que debemos empezar a contar en nuestros cálculos y estrategias. Dar comida y techo a la gente, proporcionarles herramientas para una educación libre, son cosas imprescindibles que sin embargo no tienen por qué volverles necesariamente mejores personas. El cambio se produce en pocos, en los que ya tenían un interés previo; a otros tristemente les mueve la inercia; pero también hay quien teniéndolo todo de su parte, opta por oprimir a sus semejantes. Barrettdecía que la maldad era cosa de enfermos, y se equivocaba. No es cuestión de buenos o malos sino, como decía Wilde, de aquello en lo que nuestros actos nos convierten. El modelo social imperante nos constriñe a hacer muchas cosas que no queremos, por eso hay que combatirlo; pero quitar ese condicionante no garantiza la armonía. Es un duro trabajo de fondo, el proyecto inconcluso de toda una vida. El límite está en darse cuenta de nuestros propios mitos, de los errores de nuestros teóricos, de la inutilidad de nuestros manuales. La teoría tiene que ser arrastrada por el barro, y sólo así, manchada de realidad, podrá sernos útil.
Otro límite es no caer en el trabajo de ONG. Cubrir carencias es necesario, pero para demostrar que hay otra forma de hacer las cosas y que podemos funcionar sin Estado. Cuando se hace de forma acrítica, rehuyendo el conflicto, solucionamos los problemas y déficits del Sistema y lo reforzamos en vez de debilitarlo. En la FAGC nos dimos cuenta de esta incongruencia cuando asistentes sociales y ayuntamientos empezaron a enviarnos gente para que la realojáramos. La lucha social no puede permanecer insensible a las necesidades de la gente, pero tampoco puede ser el tapón de las fugas del Sistema ni la oportunidad de reenganche de los excluidos al modelo capitalista.
-Las estrategias de lucha social, esto de “a pie de calle”, que a mí me gusta tanto como suena…debe ser sólida y estar bien diseñada sin estar reñido, para nada, con el individualismo y nuestro propio código… ¿cómo podemos llevarlo pues a término ejerciendo la mayor de las presiones y que esa sea, respetuoso “con lo individual” para sacar de sus casillas al poder que ahoga a los ciudadanos y ciudadanas?
-Es primordial incidir en el la voluntad y en el propio discernimiento, pero esto no es óbice para trazar un plan colectivo y llevarlo a la práctica. Todo lo contrario: los criterios libres de todos los individuos participantes no son más que filtros que perfeccionan la práctica común. Creo que es necesario quitar el foco de la militancia puramente teórica y propagandística y ponerlo en las necesidades básicas. Creo que viendo lo fácilmente criminalizableque es cualquier ofensiva al Sistema, la mejor forma de hacerle daño es comiéndole terreno desde abajo para que se rompa por arriba, arrebatándole recursos y bienes, medios de producción, colectivizando y socializando lo que Estado y Capital se han apropiado. Esto debe de hacerse de forma directa y sin prerrogativas legales.
Hay barrios con un 30% ó 40% de casas abandonadas, la mayoría en manos de entidades financieras o estatales. Donde las ocupaciones se hacen en silencio y tratando de rehuir el conflicto. Lo que propongo no es nada distinto de lo que se hacía en los años 20 y 30 del pasado siglo con las fábricas en Italia o España, o lo que ya se hizo en vivienda desde la Comuna de París hasta Kronstadt. Esas ocupaciones deben organizarse, hacerse de forma sistemática y gestionarse por parte del común de los vecinos a través de asambleas y oficinas o comisiones de expropiación. La gente debe sentir esas casas como suyas, parte de su patrimonio común, decidir qué hacer con ellas, encargar a dicha oficina que haga un censo actualizado y pasar a administrarlas y distribuirlas en función del número de personas sin techo y del tamaño y las condiciones de los inmuebles. Esto ya estaba en La Conquista del Pan de Kropotkin y en los inicios de las revoluciones de consejos o soviets. No digo nada nuevo.
Esto plantea una situación de guerra abierta contra el Capital y el Estado mayor que cualquier veleidad de lucha armada. Es la gente de a pie tomando bienes de consumo en sus manos y gestionándolos, al margen de las leyes, sin intermediarios. Me parece una estrategia que, de aplicarse bien, arrojará grandes resultados.
No es la panacea, no es ni será una solución definitiva, pero es una buena vía para ir abriendo brecha.
–Ruymán, permíteme, por favor que te pregunte porque “eres actualidad”, siendo el responsable del mayor movimiento de ocupación del estado español(Comunidad de la Esperanza en la localidad de Guía, municipio al norte de la Isla de la Gran Canaria ), cosa que te ha acarreado represalias y de las serias, Cuéntanos, por favor, primero que nada de ese movimiento…
-Son 4 bloques de viviendas embargados a una constructora por Bankiay después por la SAREB que ocupamos, negociando con la propia constructora, a comienzos del 2013. Según habilitamos las instalaciones, empezamos a meter familias. A mediados de ese año eran 20, a finales del 2015 ya eran 76. Nuestra idea era primero paliar la urgente necesidad de techo que hay en la isla, y después pensamos en ensayar otras formas de convivencia. Este febrero se cumplen tres años desde que entró la primera familia a vivir allí.
-El proyecto pretende que familias con muchas necesidades básicas las afronten juntos, se unan, conviviendo y tratando de saldar los problemas, recurriendo para ello con la asamblea. Cuéntanos…
-Como te comentaba, nuestro propósito también fue mirar la viabilidad de una microsociedad libertaria, a escala. El asamblearismo para nosotros dejó de ser sólo una forma de decisión de colectivos o de grupos reducidos y se convirtió en el órgano de gestión de una población de 300 personas. El apoyo mutuo, la idea de aportar según las posibilidades y recibir según las necesidades, fueron conceptos que abandonaron el campo de las consignas y se convirtieron en herramientas de supervivencia. La acción directa, actuar sin intermediarios, era la forma de resolver todos los problemas técnicos y también, siempre que fuera posible, los de convivencia. Al final conseguimos vivir en una versión particular de anarquía que para los vecinos fue especialmente funcional y para nosotros un bagaje inagotable de conocimientos empíricos.
-Amigo ¿y a quién puede molestar que la gente busque solventar sus problemas?, ilumíname porque no logro verlo…
-A los poderes económicos y políticos. Demostrarle a la gente que podemos funcionar y gestionarnos sin Estado ni capitalismo es un atentado a su hegemonía ideológica y a su monopolio industrialista. Esto es como el síndrome de Münchhausen por poder. La persona afectada convence a otra de que está enferma y débil y de que depende de ella para su desarrollo, pero en realidad es esa persona que finge cuidarnos la que nos está enfermando. El Sistema padece la misma enfermedad y nosotros sufrimos sus consecuencias. Nosotros, que lo mantenemos con nuestro trabajo, renuncias y humillaciones, estamos firmemente convencidos de que dependemos del Sistema para sobrevivir, de que moriríamos sin él, cuando en realidad sería el Sistema el que moriría si nosotros dijéramos basta y nos organizáramos de otra forma. El ejemplo del hombre encadenado de Malatesta nos habla sobre lo mismo.
Eso es lo que molesta a esta gente: si nos organizamos de forma autónoma y les quitamos sus recursos, ellos pierden sus privilegios.
-¿Cómo te empezaron, por ello, a llegar las represalias y problemas?
-Ha sido una constante. Identificaciones arbitrarias, fotografías hacia mi domicilio, intentos de intimidación. Lo más grave fue el secuestro que sufrí a finales de abril del año pasado y las torturas posteriores. A consecuencia de ello la Guardia Civil se vio ante el problema de tener que justificar mi detención y mi estancia en calabozos, así que uno de los agentes, el principal responsable de las torturas, alega que el agredido fue él. Con lo cual, además del secuestro, las amenazas y las lesiones, ahora me encuentro en un proceso judicial por atentado a la autoridad.
-¿Has padecido lo que podríamos mencionar o calificar de “odio ideológico”?
-Sí. Ellos son policías y yo anarquista, no espero otra cosa de ellos. Soportan a los anarquistas cuando se limitan a escribir, a proyectar películas y debatir, pero cuando tratan de llevar sus ideas a la práctica entonces son una amenaza. Ellos defienden la ley y los privilegios que son incompatibles con nuestras vidas. Su odio es proporcional a nuestra incidencia social y capacidad de trabajo, pero no siempre: también lo es a los cálculos e intereses políticos de quienes los dirigen.
-¿Qué papel ha jugado la policía y la Guardia Civil en todo esto?
-Han sido el brazo ejecutor de una serie de acosos que principalmente pretendían desestabilizar el proyecto de la Comunidad “La Esperanza” y posteriormente destruir a la FAGC. Cuando me secuestraron su único interés era amenazarme, hostigarme, tratar de meterme miedo para que abandonara el municipio y la lucha. Al ver que no surtía efecto fue cuando recurrieron a la violencia física. Sin embargo, espero que a estas alturas se hayan dado cuenta de que eso tampoco nos afecta: hemos seguido realojando, asesorando desahucios e incluso amenazamos con una huelga de alquileres que impidió el desalojo de más de una decena de familias. Estamos trabajando más que nunca, levantando la Oficina de Expropiación Popular e implicándonos en proyectos habitacionales de envergadura.
-¿Has observado solidaridad y fraternidad entre el resto de la población o más bien , las más de las veces , has visto y/o sufrido de aquello de:”ándese yo caliente….y mientras tenga el lomo caliente…”?
-Ambas cosas. Cuando la FAGC era menos conocida sufríamos la represión con muy poca cobertura. Incluso los colectivos y sindicatos más cercanos geográficamente miraban hacia otro lado. Actualmente nuestro trabajo ha tenido mayor repercusión y son muchas y muchos los compañeros que ante la represión se han puesto a nuestro lado, hombro con hombro, gritando por nuestra libertad. Hemos recibido mucho apoyo y calor sobre todo del resto del Estado español, pero también en países como Alemania, Grecia o Venezuela.
La campaña iniciada por los compañeros en la península ibérica antes del juicio del 16 de febrero, con más de un millón de mensajes en las redes sociales, es algo que nunca podremos agradecerles. Hoy por hoy sí nos sentimos arropados, y mucho.
-¿En qué momento te encuentras ahora, respecto a la justicia, me refiero…?
-A espera de sentencia. Se mantiene la petición por parte de la acusación particular (el abogado de la Asociación Española de la Guardia Civil) de que se me impute un delito de atentado a la autoridad y las consiguientes penas de cárcel. Lo único positivo es que se ha denunciado de oficio al guardia civil que me estranguló por las agresiones. Todo está en el aire. Por mi parte, y a pesar de tener ahí esa espada de Damocles sobre el cogote, voy a seguir luchando, ajeno a sus operetas judiciales.