10 años de anarquismo de barrio

Este agosto se cumplen 10 años de la FAGC. Vamos a hacer un pequeño y breve recorrido por la historia de la FAGC.

Tenemos que volver a mayo de 2011, a una sociedad sacudida por las manifestaciones de indignación de lo que sería conocido como el 15M. El 16 de mayo un grupo de jóvenes anarquistas irrumpe en la Plaza de San Telmo (LPGC) repartiendo una octavilla. Decía cosas como éstas:

«Se ha puesto en marcha algo y no podemos conformarnos con mirar. En primer lugar, nos va a caer mucha mierda encima… Muchos insultos y difamaciones. Tanto la izquierda como la derecha parlamentaria, impostadamente enemistadas, han polarizado la vida social del Estado; ahora ven que no les queremos ni a unos ni a otros, que sólo existen dos grupos: ellos y nosotras, opresores y oprimidas… Ricos y pobres, se acurrucan de miedo y cierran filas. El miedo que demuestran ante una “simple protesta” es un síntoma de que esto puede ser algo más. Sin embargo, esto no debe ser lo único que nos preocupe; este enemigo es fácil de identificar. Lo que debemos procurar ahora es que nadie capitalice este movimiento más que el propio descontento popular. Nos van a salir muchas muchos “padres” y “tutores”, muchos que van a querer reconducirnos, a nosotras, “pobres idealistas”, a una vía más “práctica” y “constructiva”. ¡No se dejen engañar! Todo lo que huela a política, no entendida como administración de la polis, sino como “el arte de gobernar”, va a pretender desmantelar este movimiento e instrumentalizarlo. Nuestra única posibilidad pasa por escupirles lava a los “bomberos”, a los “apagafuegos”, a los politicuchos que quieran hacer con esto su agosto electoral. ¿Reformar las leyes? ¿Redundar en el sistema librecambista o intentar radicalizar a la izquierda parlamentaria? ¿Pedir la intervención del Estado? Esto es ahorcarnos con nuestra propia mano pero con su cuerda. Decía Ricardo Flores Magón: “Las revoluciones fracasan porque, una vez que triunfan, se deja todo en manos del nuevo gobierno ‘revolucionario’… en lugar de hacerlo ellos mismos”. ¿Aún no ha sucedido ninguna insurrección integral y ya están pidiéndole a la ley y al sistema que reformen el mundo que ellos mismos han creado? Lo que nos hace falta es libre acceso al consumo, a la vivienda, a la comida. Lo que hace falta es que sean los propios obreros quienes controlen la producción. El sistema financiero y comercial no debe ser “reconducido”, sino destruido. Hemos de ser nosotras, de la manera que mejor nos parezca, quienes gestionemos nuestras propias vidas. No se dejen contagiar por el “pragmatismo” de los moderados; si quieren Todo, no lo pidan: TÓMENLO».

¿Cuál fue la reacción de los primeros quincemayistas ante esta octavilla? Se celebró una asamblea de urgencia para… EXPULSAR A LOS ANARQUISTAS. Estudiantes indignados porque “proponíamos una revolución” y ellos sólo querían “cambiar un poco las cosas”. Puretas de partidos políticos diciendo que había que llamar a la policía para que nos echaran (de un parque público, sí). Pero también surgieron voces a defendernos.

No podían echarnos, ni aunque lo decidiera una mayoría con la que no contaban. Nos enteramos que con el mismo procedimiento ya se había expulsado a compas feministas por un cartel: “la revolución será feminista o no será”. Ante ese percal, ¿nos íbamos o nos quedábamos? Lo fácil era irse, pero como anarquistas nunca elegimos lo fácil. Irse significaba dejarle la plaza a los partidos y oportunistas. Nos metimos en la Comisión de Respeto, con el objetivo de mostrar otra forma de resolver conflictos. Nuestra intención era mantener fuera de la plaza a la poli (a la que llamaban los propios “indignados» por cualquier cosa), evitar la exclusión de las compas sin hogar que acampaban y en fin demostrar que nuestras ideas servían, eran útiles. Al poco tiempo la percepción sobre nosotras de algunos «indignados» cambió. Se nos empezó a acercar mucha gente diciendo que eran anarquistas, pero que no lo dijeron cuando llegamos porque entramos como «elefantes en una cacharrería”.

Cada vez se unía más gente: antiguos militantes del COA (Colectivo de Objeción de conciencia y Antimilitarismo) de los 80, gente de la inestable CNT grancanaria, punkis, jóvenes que simpatizaban pero no sabían nada de anarquismo, indepes, etc. Surge el “bloque negro”.
En realidad éste era el nombre que nos daban nuestros detractores, pero nos hizo gracia. Durante el mes de julio empezamos a pensar en la posibilidad de crear una federación, una FAGC. También nos hacía gracia, por la FAI y por “fuck” (sí, éramos muy jóvenes). A mediados de agosto (la fecha exacta es un misterio), en el Parque de San Juan, Telde, se celebra la asamblea fundacional de la FAGC. Ningún documentó se redactó. Ninguna foto se hizo. La gran mayoría de la FAGC actual no asistió a esa asamblea. Pero ahí comenzó todo.

Cuando desalojan San Telmo, las anarquistas estamos en primera línea. Y también a la hora de dar solución a las compas sin hogar que al ser desalojadas perdían también su refugio. Se ocupa un hotel abandonado para acogerlas. La primera okupación oficial de la FAGC. Y también el primer juicio oficial de la FAGC por usurpación. Los compas saldrían absueltos y hubo una gran movilización por la parte más sana y comprometida del 15M.

Por esas fechas también se hace la primera acción de importancia de la FAGC: quitarle a CCOO y UGT la cabecera de una manifestación. ¿El lema? “La única Constitución buena es la que arde”.

https://www.canarias7.es/hemeroteca/la_marcha_contra_la_reforma_constitucional_se_tine_de_anarquia-JECSN228526

Por aquella época los partidos inicían una ofensiva potente para controlar el 15M en San Telmo. Corre el rumor de que “los anarquistas son mayoría en la asamblea y nos están radicalizando”. La verdad es que nunca fuimos más de 15, con muchos simpatizantes. La gente con miedo a que el 15M acabe convertido en un partido político acude a las anarquistas para que contrarresten esta influencia. Pero la FAGC tiene una “norma” interna: participar en el 15M como individuos, no hablar del 15M en asambleas de la FAGC. No dirigir, vamos.

Así que Ruy elabora un modelo de organización (para contrarrestar otros que pretendían que un colectivo/partido votara y tuviera el mismo peso que una asamblea de barrio) que representaba la autonomía asamblearia. El modelo de Ruy ganó por mayoría:
https://laspalmas.tomalaplaza.net/2011/08/08/propuesta-para-la-organizacion-de-las-asambleas-en-gran-canaria/

En el modelo se lee:

«La estructura que dé forma a un Movimiento horizontal, acéfalo (sin líderes) y popular no puede entenderse como una correlación “de arriba a abajo”. Para impedir cualquier intento de verticalidad ha de intentarse que las cosas se organicen de lo simple a lo complejo, propiciando que lo elaborado dependa inexorablemente de lo básico. Pero si la circularidad espanta a la jerarquía, será la fórmula federal la que permita conservar la autonomía de la Asamblea. Según este principio cada Asamblea es autónoma… Y si entendemos Asamblea como el medio de decisión popular alternativo al poder, comprenderemos que en ella, y no en ningún otro órgano, reside la soberanía. Esto convierte a las Comisiones en meras herramientas que sólo han de llevar a limpio lo que la Asamblea ha acordado. No hemos de olvidar que los Colectivos, a diferencia de otros grupos sociales (obreros, parados, estudiantes, jubilados, vecinos, etc.), están unidos por afinidad ideológica, y que la horizontalidad del 15-M debe prevenirnos contra los dirigismos de cualquier índole».

Los éxitos traen pareja la atención policial. En las sucesivas manifestaciones y huelgas se reprodujo una dinámica: las cargas de los antidisturbios contra las anarquistas y los enfrentamientos con la “seguridad” de los sindicatos amarillos.

Estamos ya en 2012. Año convulso. Fue ahí cuando expulsamos, juntos con jóvenes indepes, a los nazis de Respuesta Estudiantil de una manifestación donde pactaron su participación con el colectivo de estudiantes mayoritario de entonces.

Y también se produjo uno de nuestros grandes hits: la toma de la tribuna y expulsión de la misma de los sindicatos amarillos. Una acción que, aunque comentada informalmente, se realizó espontáneamente para intentar evitar una masacre de nuestro bloque:

La FAGC por fuera daba esta imagen “poderosa”, pero realmente acaba de sufrir su primera gran escisión hacía pocos meses y se encontraba inmersa en un debate sobre su propia naturaleza y objetivos. Todo surgió en torno a la okupación de tierras abandonadas. Ya por entonces se notaba en la FAGC dos sectores diferenciados, uno con mayor tendencia al anarquismo “convencional” y sus acciones habituales: campañas de apostasía, activismo lúdico, etc; y otro más “de barrio”, más centrado en llegar a la gente de su entorno. La discusión surgió en torno a un problema: ¿repartir parte de lo cultivado entre vecinas sin recursos e invitarlas a sumarse al proyecto o destinar todo lo cosechado al autoconsumo? No supimos gestionar el desacuerdo y poco al poco los partidarios de la segunda opción se fueron.

Por aquel entonces la FAGC salía en la prensa local (negativamente) y atraía a jóvenes anarquistas cabreados con todo, pero nuestra repercusión real en nuestros barrios era mínima. Éramos muy combativas, pero no hablábamos para nuestra gente, sino para nosotras. Tuvimos una etapa de análisis profundo, de contemplar la miseria canaria en toda su hondura y amplitud. ¿Por qué si la mayoría de nosotras éramos de La Isleta, El Polvorín, Jinámar, Las Remudas, San Cristóbal, El Risco, Las Chumberas, etc., no hablábamos para nuestras vecinas? La etapa de las manifestaciones estaba bien, era muy necesaria para ganar músculo. Pero en 2 años se habían sucedido cientos de manifestaciones y, más allá de asustar a los burgueses, no habíamos conseguido nada.

La batalla por la horizontalidad del 15M había sido un curso acelerado de “política real”. Pero más allá de aglutinar fuerzas y dar a conocer nuestras ideas a un público nuevo, ¿tenía sentido seguir en un “movimiento” que ya era sólo un colectivo?

Empezamos por abrir las puertas en nuestro proyecto agrícola. Fue la primera vez que, como FAGC, trabajamos con gente no anarquista dentro de un proyecto anarquista. Así nació “Tierra y Libertad”:

Seguimos con el análisis de la realidad canaria y vimos que la vivienda y los desahucios eran de las cosas que más preocupaban a nuestras vecinas. Techo, vivienda y abrigo, lo básico, lo necesario. Nuestra huerta cubría lo primero, pero ¿y el resto? Para el abrigo creamos un “Punto de Encuentro Solidario”, una red para intercambiar y repartir gratuitamente ropa, juguetes y enseres. Informalmente, sigue en pie. Así como 4 huertos que actualmente alimentan a 2 comunidades de 260 personas y a varias familias más.

Pero la vivienda era algo mucho más complicado. Ya habíamos okupado anteriormente (algunos desde que eran adolescentes) y habíamos parado desahucios con el 15M, pero todo el rollo legal se nos escapaba. Intentamos hacer una entente con la PAH local y el movimiento okupa. La idea era que la PAH se encargara de la parte legal, el movimiento okupa de los realojos y la FAGC de los piquetes antidesahucio (nuestra verdadera especialidad). Pero no funcionó… La PAH en ese momento no atendía casos de alquiler ni de okupación. Metida en un proceso muy legalista e institucionalista, no quería saber nada de las anarquistas, así que nos limitábamos a ir a sus asambleas para meter cizaña y para pescar a vecinas descontentas con sus «medias tintas». El movimiento okupa sí estuvo a la altura durante meses, parando desahucios con nosotras y realojando. Pero sus dinámicas internas, el rollo de los espacios para «viajeros» o meditación, hizo que no durara demasiado. La FAGC tuvo que tomar la determinación de ser algo integral.

Nos empapamos el Código Penal (como los ateos que leen la biblia), empezamos a crear nuestro retén de casas socializadas (el plan B) y comenzamos a parar desahucios en solitario. Nace el “Grupo de Respuesta Inmediata”.

Hacemos las primeras “Asambleas de inquilinas y desahuciadas” de las que surgen las primeras okupaciones públicas, en complicidad con el barrio. En las fotos se ven dos asambleas (la primera es justo después de la detención de dos compas) y una “caravana de socialización”.

Hacemos nuestros primeros realojos, pero es agotador limitarse a viviendas unifamiliares. Es entonces, a finales de 2012, cuando nace la posibilidad de crear la Comunidad “La Esperanza”. En febrero de 2013 metemos a la primera familia. 20 familias hasta mayo. La sobrecarga de trabajo empieza a ser brutal. Hay compas a las que la teoría de “currar con gente no anarquista” les gustaba, hasta que hubo que ponerla en práctica. Decepciones personales, conflictos comunitarios… La teoría no decía nada de eso. Muchas compas ya no militan, el peso cae sobre muy poca gente y se produce entonces el conflicto y la segunda y última escisión. Hay gente que quiere “hacer otras cosas”, otras que quieren seguir en “La Esperanza” y en vivienda, pero con implicación de todas. El primer sector es mayoritario. El segundo se va y sigue okupando, dejando que los primeros hagan lo que crean con las siglas. En 1 mes la FAGC ya no existe. Se deja que “La Esperanza”, que entonces aún no se llamaba así, se gestione como crea.

Necesitábamos un altavoz así que a petición de las propias vecinas, y visto que los compas que se habían quedado con las siglas dejaron de usarlas, se refundó la FAGC en 2014. Una FAGC muy diferente a la de sus inicios. Cuanto más militábamos con gente no anarquista más iban los anarquistas ideologizados desapareciendo y más vecinas se iban uniendo a la FAGC. Empieza la etapa dorada de la autogestión, con nuestras primeras experiencias masivas, con grandes fracasos, pero también satisfacciones.

Ya antes de “La Esperanza” se había impulsado una comunidad autogestionada (a día de hoy se mantiene, es “El Proyecto”, cuya ubicación sigue siendo secreta). Pero “La Esperanza” era mucho más grande, 210 personas, y permitía experimentar la “anarquía” en carne propia. De 2014 a 2015 la FAGC se dedica a explorar los límites de la autogestión. Con todas sus contradicciones y conflictos. Se habilitan dos bloques inhábiles de “La Esperanza” y en 2015 se realojan a las últimas 5 familias (76 en total) y se da por concluido el proyecto.

Es por estas fechas que agentes de la Guardia Civil detinen ilegalmente a Ruy y lo torturan en el cuartelillo. Al acceder al informe policial vemos que para Guardia Civil “La Esperanza” es un «punto caliente» y criminalizan sin reparos a la comunidad preparando la intervención. Saltan todas las alarmas. Los tímidos intentos por darnos a conocer se dejan a un lado y se inicia una campaña estatal para evitar cualquier tipo de represalia. Es ahí cuando “La Esperanza” pasa a conocerse como la comunidad autogestionada más grande del Estado.

En 2016 el Ayuntamiento de Guía ordena a los vecinos desalojar la comunidad en un mes (cómo si pudiera hacerlo) y cunde el pánico. Temiendo un desahucio cautelar, la FAGC y las vecinas inician una potente campaña. Un mes después las vecinas siguen ahí. Este febrero hizo 8 años.

La resistencia de «La Esperanza» permitiría también que muchos jóvenes y estudiantes contacten y se interesen por la FAGC. Alguno de ellos, de los que subieron a Guía a echar una mano con el desalojo, son hoy miembros valiosos de la FAGC.

También en 2016 la FAGC inicia “Las Masías”. Una comunidad destinada a acoger a compas migrantes evadidos de CIEs y en situación de persecución policial. Actualmente viven ahí 70 vecinas.

En la FAGC hay muy pocas anarquistas y muchas vecinas, que no necesariamente se tienen que sentir cómodas con la etiqueta libertaria. Se intentan crear organismos amplios como la “Oficina de Expropiación Popular”, pero no funcionan porque al final son la FAGC con otro nombre. Durante todo 2016 se habla y debate sobre la necesidad de crear un Sindicato de Inquilinas, como los que impulsaba la CNT el siglo pasado. La FAGC vuelve a encontrarse en una situación de crisis interna, y se piensa que si el SIGC no sale la FAGC podría disolverse, sin más. Es en enero de 2017 cuando, sin mucha fe, se convoca una asamblea en “La Esperanza” para dirimir la constitución de un Sindicato de Inquilinas. La respuesta de las vecinas sorprende: arrojan sobre la mesa su cuota de 50 céntimos y exigen su carné. “Sindicato” sí lo entienden. Nace el Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria (el primer sindicato de inquilinas en el Estado del siglo XXI) y de su mano surgen tres comunidades nuevas: “El Refugio”, “La Ilusión” y “El Nido”.

Todas, salvo la última siguen en pie. La lección de “El Nido” sigue siendo importante para todas. Hablamos de un colegio socializado. La idea era convertirlo en un refugio para supervivientes de violencia de género con sus hijos, pues en las “casas de acogida” estatales el tratamiento es infame. Se habilita el colegio y todo está preparado. Pero es entonces cuando algunas vecinas toman una decisión fatal. Deciden contactar con el alcalde del municipio para “legalizar su situación”. Durante dos horas el alcalde les atiende amablemente. Sale para hacer varias llamadas, pero vuelve siempre con la misma cordialidad y buen talante. Las vecinas están muy contentas. Cuando vuelven a casa se encuentran que el colegio ha sido tapiado con todas sus cosas dentro. Mientras el alcalde les entretenía, los operarios condenaban el inmueble. Ha sido una lección dura, pero ha servido para que las comunidades asuman la naturaleza de las instituciones.

Ese año las compas de Inèrcia Docs realizan la obra maestra que es «Precaristas: Crónica de la lucha por la vivienda en Gran Canaria». Un manifiesto gráfico de nuestra realidad, nuestra militancia y nuestro anarquismo de barrio.

Es el año también en que se para el desahucio masivo de «Los Barracones del Conde». La FAGC y el SIGC entran en contacto con otra realidad, la rural, la caciquil, la aristrocrática, la de las jornaleras explotadas que viven cuarterías. La lucha se extiende de norte a sur.

A principios de 2018 el SIGC se resiente del exceso de actividad. Algunas compas enferman, otras se cansan. El SIGC se toma unos meses de reposo. Son cientos de desahucios parados (algunos masivos), decenas de realojos y tres comunidades nuevas. El desgaste es obvio. La FAGC está más acostumbrada a estos momentos de flujos y reflujos, así que sigue su actividad mientras el SIGC se toma un tiempo de reflexión. Inicíamos una Oficina de asesoría para precarias, que se dedica sobre todo a asesorar a trabajadoras en B. Muchas de las compas que acuden son prostitutas. Empezamos a redactar denuncias contra proxenetas y abusos policiales, a aprender los pasos a dar para reclamar pensiones no contributivas, hacemos talleres de reciclaje laboral y de cómo redactar currículos. Uno de nuestros huertos es actualmente gestionado por las compañeras que son asesoradas por nuestra Oficina. Cientos de kilos de naranjas, tomates, aguacates, papas o calabacines, salen cada mes. No moralizamos. Damos herramientas para que nadie sea pisoteada por nadie.

A finales de 2018 se inicia el proceso de desahucio contra “La Ilusión”. La FAGC acude y a petición de las propias vecinas se refunda el SIGC.

De ahí surge un Sindicato que para el desahucio de “La Ilusión”, y una media de 400 al año. A las Comunidad de “Los Girasoles”, iniciada en la última etapa pre-reflexión del SIGC, se le suma ahora la Comunidad “Miraflor”. El SIGC cuenta actualmente con más de 600 afiliadas y 80 militantes, con distinto grado de implicación.

A principios de 2020 se estrena por fin en Gran Canaria “Precaristas”. El evento es un acontecimiento en la isla. Se celebra donde debe ser: en la plaza, en el barrio de Guanarteme, al aire libre, con nuestras vecinas, con nuestra gente.

En abril de 2020 la FAGC y el SIGC ayudan a impulsar la primera huelga del alquileres del Estado en el s. XXI (era lo suyo, siendo el SIGC el primer sindicato del Estado del s. XXI. Un dato que molesta más que tener un pelo en la boca). Algún día habría que escribir la intra historia de esta huelga. Saboteada por algunos, intentos de controlarla por otros, criticada por muchos. Nos distanciamos rápido de la corriente oficial y nos limitamos a levantar comités de huelga y a asesorar a miles de personas. Más de 600 personas (sólo hablamos de los datos de la FAGC; el SIGC, por su parte, llevará otras tantas), en Canarias y en la península (sí, atendimos muchos casos de todo el Estado) consiguieron suspensiones negociadas de forma directa. Las moratorias o los fraccionamientos de pagos ni los contamos, porque no era el objetivo de la huelga. No fue una huelga general y el gobierno (sin temor al “fuego amigo”) no suspendió los pagos. Pero sí conseguimos que las vecinas organizadas derrotaran a grandes tenedores.

Aún hoy hay gente que sigue disfrutando de una renta reducida. Otras sólo han empezado a pagar desde que se acabó el Estado de alarma, sin que ningún casero haya muerto por ello (de hecho hemos acabado asesorando a pequeños tenedores hipotecados). A finales de 2020, la FAGC inicía “El Refugio II”. Una comunidad para migrantes en situación de persecución donde viven 190 personas. Ha sido necesario elaborar toda una estructura de autosuficiencia (con huertos, hornos, etc.) y una red de compras, cada vez más espaciadas. Durante los meses duros de la pandemia la FAGC también desarrolló una red de apoyo mutuo con compras de 50 euros por familia. Más de 30 de nuestras vecinas se beneficiaron de ello, y se evitaron arrastrarse ante ONGs que las humillaban o controlaban hasta la marca de compresas.

A comienzos de 2021 la Comunidad de “Los Olmos”, con su comité de huelga, consigue un acuerdo con la propiedad de 8 años de usufructo a cambio de 2.000 euros anuales. Todo gracias a esa “huelga de mierda” despreciada por las élites militantes y los “comités de sabios”.

A comienzos de 2021 se nos notifica también que se reactiva el proceso judicial contra nuestro compañero #RuymánLibertad. La fiscalía le pide 18 meses de prisión por “atentado a la autoridad”. La FAGC y el SIGC vuelven a las calles. Todavía es una lucha abierta y les necesitamos, a todas ustedes, para ganarla.

Antes del verano de éste mismo año, comienza el intento de desahucio de “La Marisma”. Una comunidad autogestionada, surgida espontáneamente a imitación de las otras 10 comunidades de la isla, que en cuanto recibe la primera amenaza por parte de la propiedad no duda en ponerse en contacto con la FAGC. Conseguimos que no prospere la denuncia interpuesta a las primeras 8 familias. Y actualmente seguimos negociando y presionando para encontrar una solución que garantice los derechos de las vecinas.

Después del verano, se reactiva el intento de desahucio contra “La Ilusión” (la tercera vez, desde 2017, que la SAREB intenta echarlos de sus casas). Nos enfrentamos a un disparate judicial: sólo se le concede 96 horas a las 13 familias para abandonar sus hogares. Contra todo pronóstico, presionando a la propiedad y a las instituciones, que quieren evitar una batalla callejera, la FAGC consigue parar el desahucio en menos de 24 horas.

Hace tan sólo una semana, el partido fascista Vox anunciaba que iba a celebrar un aquelarre racista y xenófobo en Las Palmas de Gran Canaria intentado criminalizar la migración y vincularla con terrorismo y delincuencia. En menos de 5 días, la FAGC se puso manos a la obra, sacamos cientos de carteles y flayers, miles de pegatinas y preparamos toda la logística necesaria. Mientras distintas organizaciones políticas, sociales y sindicales se hacían a un lado o se negaban a participar, la FAGC asumía todo el peso de la convocatoria y aglutinaba a más de 300 manifestantes, jóvenes independentitas, parejas LGTBIQ, personas migrantes y racializadas, señoras represaliadas por el franquismo hace 50 años, para gritar todas juntas ¡Canarias libre de fascismo!.

Que con tan poco tiempo y margen de maniobra hayamos podido hacer esta demostración de fuerza antifascista, justo el año de nuestro décimo aniversario, habla muy bien de la renovada salud de la FAGC. Cada vez somos más (de hecho, nos cuesta mucho gestionar las nuevas incorporaciones por su volumen), la media de edad es cada vez más baja y el compromiso más alto. El anarquismo no había gozado de tanta importancia en el archipiélago desde hacía casi 100 años. Las banderas negras, las mismas que hostigan al capital en los barrios impidiendo sus desahucios, las mismas que desafían al Estado levantando proyectos comunitarios, han servido, de nuevo, como punta de lanza contra el fascismo.

Y aún no ha acabado el año…