Los Vicios no son Crímenes
A razón de la última entrada que han publicado otros administradores de la página de la Federación, abro esta otra entrada que arroja una visión distinta a la del autor del artículo “Drogas: otra forma de control social”, que mis compañeros han reproducido.
(Sirva esto de ejemplo, de cómo en la FAGC no tenemos una línea editorial dogmatica y monolítica, y como, en nuestra calidad de anarquistas, nos gusta disentir y conservar cada uno nuestros propios prismas.
Por eso considero tanvalioso que se hablan este tipo de debates –y felicito por ello a mis compañeros– donde puede contrastarse el crisol de sensibilidades que componen el cuerpo vivo del Anarquismo).
En esta entrada, ofrezco unos extractos de una obrita de Lysander Spooner (famoso jurista y libertario del siglo XIX) escrito en 1875 (cuando algunos abolicionistas antiesclavistas cambiaron de objetivos y empezaron a bregar por la Ley Seca) y recojo además algunos argumentos ya expuestos con anterioridad, por el que esto suscribe, a razón de un infortunado libro que pecaba de lo mismo que ahora detecto en el citado artículo: un moralismo atalayezco rayano en el clasismo.
Sin embargo, antes de pasar a explicarme, mejor argumento mi crítica, texto incluido.
Los Vicios no son Crímenes
Una Reivindicación de la Libertad Moral
(Fragmentos escogidos [como puede observarse la traducción es bastante mediocre, pero vayamos al fondo y no a la forma])
“[…] La cuestión de la virtud o el vicio, por tanto, en todos esos casos es una cuestión de cantidad y grado y no del carácter intrínseco de cualquier acto aislado por sí mismo. A este hecho se añade la dificultad, por no decir la imposibilidad, de que alguien (excepto cada individuo por sí mismo) trace la línea adecuada o algo que se le parezca; es decir, indicar dónde termina la virtud y empieza el vicio. Y ésta es otra razón por la que toda la cuestión de la virtud y el vicio debería dejarse a cada persona para que la resuelva por sí misma.
[…] En realidad, los estudios de profundos filósofos se han dedicado (si no totalmente en vano, sin duda con escasos resultados) a esforzarse en trazar los límites entre las virtudes y los vicios.
Si, por tanto, resulta tan difícil, casi imposible en la mayoría de los casos, determinar qué es vicio y qué no, o en concreto si es tan difícil, en casi todos los casos, determinar dónde termina la virtud y empieza el vicio, y si estas cuestiones, que nadie puede real y verdaderamente determinar para nadie salvo para sí mismo, no se dejan libres y abiertas para que todos las experimenten, cada persona se ve privada del principal de todos sus derechos como ser humano, es decir: su derecho a inquirir, investigar, razonar, intentar experimentos, juzgar y establecer por sí mismo qué es, para él, virtud y qué es, para él, vicio; en otras palabras, qué es lo que, en general, le produce satisfacción y qué es lo que, en general, le produce insatisfacción. Si este importante derecho no se deja libre y abierto para todos, entonces se deniega el derecho de cada hombre, como ser humano racional, a la “libertad y la búsqueda de la felicidad”.
[…] Ninguno de nosotros es completamente parecido, física, mental o emocionalmente o, en consecuencia, en nuestros requisitos físicos, mentales o emocionales para obtener satisfacción y evitar la insatisfacción. Por tanto, nadie puede aprender de otro esta lección indispensable de la satisfacción y la insatisfacción, de la virtud y el vicio. Cada uno debe aprender por sí mismo. Para aprender, debe tener libertad para experimentar lo que considere pertinente para formarse un juicio. Algunos de estos experimentos tienen éxito y, como lo tienen, se les denomina virtudes; otros fracasan y, precisamente por fracasar, se les denomina vicios. Se obtiene tanta sabiduría de los fracasos como de los éxitos, de los llamados vicios como de las llamadas virtudes. Ambos son necesarios para la adquisición de ese conocimiento (de nuestra propia naturaleza y del mundo que nos rodea y de nuestras adaptaciones o inadaptaciones a cada uno), que nos mostrará cómo se adquiere felicidad y se evita el dolor. Y, salvo que se permita intentar satisfactoriamente esta experimentación, se nos restringiría la adquisición de conocimiento y consecuentemente buscar el gran propósito y tarea de nuestra vida.
Un hombre no está obligado a aceptar la palabra de otro, o someterse a la autoridad de alguien en un asunto tan vital para él y sobre el que nadie más tiene, o puede tener, un interés como el que él mismo tiene. No puede, aunque quisiera, confiar con seguridad en las opiniones de otros hombres, porque encontrará que las opiniones de otros hombres no son coincidentes. Ciertas acciones, o secuencias de acciones, han sido realizadas por muchos millones de hombres, a través de sucesivas generaciones, y han sido por ellos consideradas, en general, como conducentes a la satisfacción, y por tanto virtuosas. Otros hombres, en otras épocas o países, o bajo otras condiciones, han considerado, como consecuencia de su experiencia y observación, que esas acciones tienden, en general, a la insatisfacción, y son por tanto viciosas. La cuestión de la virtud y el vicio, como ya se ha indicado en la sección previa, también se ha considerado, para la mayoría de los pensadores, como una cuestión de grado, esto es, de hasta qué nivel deben realizarse ciertas acciones, y no del carácter intrínseco de un acto aislado por sí mismo. Las cuestiones acerca de la virtud y el vicio por tanto han sido tan variadas y, de hecho, tan infinitas, como las variedades de mentes, cuerpos y condiciones de los diferentes individuos que habitan el mundo. Y la experiencia de siglos ha dejado sin resolver un número infinito de estas cuestiones. De hecho, difícilmente puede decirse que se haya resuelto alguna.
En medio de esta inacabable variedad de opiniones, ¿qué hombre o grupo de hombres tiene derecho a decir, respecto de cualquier acción o series de acciones “Hemos intentado este experimento y determinado todas las cuestiones relacionadas con él. Lo hemos determinado no sólo para nosotros, sino para todos los demás. Y respecto de todos los que son más débiles que nosotros, les obligaremos a actuar de acuerdo con nuestras conclusiones. No puede haber más experimentos posibles sobre ello por parte de nadie y por tanto, no puede haber más conocimientos por parte de nadie”?
¿Quiénes son los hombres que tienen derecho a decir esto? Sin duda, ninguno. Los hombres que de verdad lo han dicho o bien son descarados impostores y tiranos, que detendrían el progreso del conocimiento y usurparían un control absoluto sobre las mentes y cuerpos de sus semejantes, a los que debemos resistirnos instantáneamente y hasta el final; o bien son demasiado ignorantes de su propia debilidad y de sus relaciones reales con otros hombres como para merecer otra consideración que la simple piedad o el desdén.
Sabemos sin embargo que hay hombres así en el mundo. Algunos intentan ejercitar su poder sólo en una esfera pequeña, por ejemplo, sobre sus hijos, vecinos, conciudadanos y compatriotas. Otros intentan ejercitarlo a un nivel mayor. Por ejemplo, un anciano en Roma, ayudado por unos pocos subordinados, intenta decidir acerca de todas las cuestiones de la virtud y el vicio, es decir, de la verdad y la mentira, especialmente en asuntos de religión. Afirma conocer y enseñar qué ideas y prácticas religiosas son beneficiosas o perjudiciales para la felicidad del hombre, no sólo en este mundo, sino en el venidero. Afirma estar milagrosamente inspirado para realizar su trabajo y así virtualmente conocer, como hombre sensible, que nada menos que esa inspiración milagrosa le cualifica para ello.
[…] Sin duda, nadie, sin afirmar una inspiración sobrenatural, debería asumir una tarea para la que obviamente es necesaria una inspiración de ese tipo. Y, sin duda, nadie someterá su propio juicio a las enseñanzas de otros, antes de convencerse de que éstos tienen algo más que un conocimiento humano ordinario sobre esta materia.
Si esas personas, que se muestran a sí mismos como adornadas tanto por el poder como por el derecho a definir y castigar los vicios de otros hombres dirigieran sus pensamientos hacia sí mismos, probablemente descubrirían que tienen mucho trabajo a realizar en casa, y que, cuando éste se completara, estarían poco dispuestos a hacer más con el fin de corregir los vicios de otros que sencillamente comunicar los resultados de su experiencia y observaciones. En este ámbito sus trabajos podrían posiblemente ser útiles, pero en el campo de la infalibilidad y la coerción, probablemente, por razones bien conocidas, se encontrarían con incluso menos éxito en el futuro que el que hubieran tenido en el pasado.
[…] Por fin, acerca de este punto de la libertad individual: cada hombre debe necesariamente juzgar y determinar por sí mismo qué le es necesario y le produce bienestar y qué lo destruye, porque si deja de realizar esta actividad por sí mismo, nadie puede hacerlo en su lugar. Y nadie intentará si quiera realizarla en su lugar, salvo en unos pocos casos. Papas, sacerdotes y reyes asumirán hacerlo en su lugar, en ciertos casos, si se lo permiten. Pero, en general, sólo lo harán en tanto en cuanto puedan administrar sus propios vicios y delitos al hacerlo. En general, sólo lo harán cuando puedan hacer de él su bufón y su esclavo. Los padres, sin duda con más motivo que otros, intentan hacer lo mismo demasiado a menudo. Pero en tanto practican la coerción o protegen a un niño de algo que no sea real y seriamente dañino, le perjudican más que benefician. Es una ley de la naturaleza que para obtener conocimiento e incorporarlo a su ser, cada individuo debe ganarlo por sí mismo. Nadie, ni siquiera sus padres, puede indicarles la naturaleza del fuego de forma que la conozcan de verdad. Debe experimentarla él mismo y quemarse, antes de conocerla.
La naturaleza conoce, mil veces mejor que cualquier padre, para qué está designado cada individuo, qué conocimiento necesita y cómo debe obtenerlo. Sabe que sus propios procesos para comunicar ese conocimiento no sólo son los mejores, sino los únicos que resultan efectivos.
Los intentos de los padres por hacer a sus hijos virtuosos generalmente son poco más que intentos de mantenerlos en la ignorancia de los vicios. Son poco más que intentos de enseñar a sus hijos a conocer y preferir la verdad, manteniéndolos en la ignorancia de la falsedad. Son poco más que intentos de enseñar a sus hijos a buscar y apreciar la salud, manteniéndolos en la ignorancia de la enfermedad y de todo lo que la causa. Son poco más que intentos de enseñar a sus hijos a amar la luz, manteniéndolos en la ignorancia de la oscuridad. En resumen, son poco más que intentos de hacer felices a sus hijos, manteniéndolos en la ignorancia de de todo lo que les cause infelicidad.
Que los padres puedan ayudar a sus hijos en definitiva en su búsqueda de la felicidad, dándoles sencillamente los resultados de su propia (de los padres) razón y experiencia, está muy bien y es un deber natural y adecuado. Pero practicar la coerción en asuntos en lo que los hijos son razonablemente competentes para juzgar por sí mismos es sólo un intento de mantenerlos en la ignorancia. Y esto se parece mucho a una tiranía y a una violación del derecho del hijo a adquirir por sí mismo y como desee los conocimientos, igual que si la misma coerción se ejerciera sobre personas adultas. Esa coerción ejercida contra los hijos es una negación de su derecho a desarrollar las facultades que la naturaleza les ha dado y a que sean como la naturaleza las diseñó. Es una negación de su derecho a sí mismos y al uso de sus propias capacidades. Es una negación del derecho a adquirir el conocimiento más valioso, es decir, el conocimiento que la naturaleza, la gran maestra, está dispuesta a impartirles.
Los resultados de esa coerción nos son hacer a los hijos sabios o virtuosos, sino hacerlos ignorantes y por tanto débiles y viciosos, y perpetuar a través de ellos, de edad en edad, la ignorancia, la superstición, los vicios y los crímenes de los padres. Lo prueba cada página de la historia del mundo”.
Spooner tiene muchos argumentos mojigatos, y no obstante gran parte de lo que dice sigue teniendo plena vigencia. Yo no consumo ninguna clase de droga estándar (ni siquiera fumo). Considero que la gente como yo (pobre) tiene muy poco que no le puedan quitar, y me resisto por tanto a ceder parte de lo único que tomo por mío: mi conciencia y mi voluntad. No me gustan por tanto las sustancias que me enajenan de mis capacidades, aunque sea temporalmente. Empero, y dicho lo dicho, no consigo entender la necesidad de pontificar con términos agrios sobre hábitos cuya dimensión “social-involucrativa” es la única susceptible de ser criticada con éxito; puesto que cuando la ejecución es conscientemente individual, y su receptor también, emitir un juicio censor (más allá del consejo y la recomendación) es siempre contraproducente.
Si una persona actúa de determinada forma por la presión social puedes tratar de colaborar con ella para que sepa que tiene opciones, que puede decidir. Pero recriminarla y enjuiciarla no servirá de nada. Todo el ajenjo debería recaer en los individuos y organismos interesados en idiotizarlo. Si ya se ha hecho este proceso pero la dialéctica empleada es la del anatema y la condena o la del puritanismo y la correlación espartana-dominica sólo se consigue sustituir la ayuda por culpabilidad, la reflexión por censura.
Si una persona actúa de forma determinada porque es un enfermo, los reproches y recriminaciones no tienen más valor terapéutico que el de profundizar en la enfermedad.
Y si una persona, según ella libre de presiones exógenas, y no acuciada por la enfermedad, dice consumir tal o cual sustancia por gusto, sin más cetro que su arbitrio, ¿quién osará levantar la voz para juzgar, enjuiciar y condenar una actividad que entra exclusivamente dentro de la más íntima dimensión individual, de la prerrogativa personal de cada uno a hacer de su vida lo que quiera, sea pozo de constricción o barranco de hedonismo?
Se habla de dinámicas colectivas nocivas, y me parece una excusa sinceramente para dar rienda suelta a toda una suerte de prejuicios. Es evidente que nada apena más que ver el talento desperdiciado de muchas personas que acaban consumiendo lo mejor de sí en actividades superfluas; sin embargo, detrás de ese odio a la “decadencia” y la “degradación”, de términos como “costras”, “parásitos” (en este texto concretamente se habla de “camelleros), suele ocultarse un desprecio a lo “desordenado” y sucio” que oculta una suerte de clasismo que siempre dispara en la misma dirección: abajo para no hacerlo hacia arriba. Ese clasismo se manifiesta cuando nuestra aversión hacía las cosas que nos desagradan la dirigimos hacia quienes sufren los efectos de esos procesos desagradables en vez de apuntar a quienes son los causantes y supra-beneficiarios de las mismas. Lo dicho se denota, especialmente, en ese gusto de cariz legalista a la hora de condenar el “camelleo”, cuando se ha demostrado que en este mundo de “ladrones legales”, ese tipo de tácticas no es muy diferente a la de quien se queja de los mosquitos mientras los buitres lo están devorando.
Por ello, hay que tener cuidado de no retrotraernos a esos duros e inclementes cárteles de la CNT –a los que muchos militantes se oponían– durante la Guerra (¡Un borracho es un parasito! ¡Eliminémosle!) o a esas soflamas insensibles que sobre la eugenesia promocionaban algunas componentes de Mujeres Libres. Lo contrario es reproducir lo que decía Armand y demostrar que “los Torquemadas irreligiosos no son peores, al fin y al cabo, que los Torquemadas religiosos”.
DROGAS: Otra forma de control social
Antes de ponerte a criticar, por favor leete el texto. Esto es una reflexión contra las drogas y el ocio actual, no contra las personas que las consumem. Que nadie se confunda.
“Soy una persona igual que tú,Pero tengo mejores cosas que hacer que quedarme sentado y hacerme mierda la cabeza,Salir con muertos vivientes,Aspirar mierda blanca por mi nariz,Desmayarme en los conciertos. Ni siquiera pienso en el speed, Eso es algo que no necesito”.
Minor Threat, del primer album.
Drogas: cuando el uso de la droga se convierte en consumo y el tiempo de ocio en mercancía.
Dentro de la critica al consumismo (en la práctica también) como uno de los pilares fundamentales donde se sustentan el capitalismo actual, vemos indispensable trabajar en el ámbito de las drogas y su interconexión con el sistema. Algo que se ha convertido en un producto de imagen, incluso de estética “revolucionaria»?, cuando en realidad no es más que un elemento alienante y un negocio emanado de los grandes empresarios, banqueros, traficantes de armas, tratadores de blancas… Incluso las propias fuerzas represivas juegan un papel decisivo en su distribución dentro de la sociedad. Un tema espinoso para muchxs militantes que tuercen la cara y miran para otro lado cuando se pone el tema sobre le mesa o se defienden en base a una extraño concepto de libertad
MANUAL DE INSTRUCCIONES
La redacción de este panfleto ya conoce y defiende los discursos antiprohibicionistas y despenalizadores, a su vez conoce y reconoce las bondades de las drogas naturales ( el hachis, la marihuana o las distintas clases de setas alucinógenas, por ejemplo) así como ciertos usos de distintas drogas. Estas acotaciones se tendrán en cuenta cuando se mencione “las drogas” como generalidad.
La redacción advierte que este panfleto tiene un contexto que se hará explícito, dialogar con él como si lo hiciésemos con el Ministro de Sanidad, con un madero o con nuestros papis y mamis será altamente tergiversador de su sentido.
Por último, la redacción reitera el contexto espacial (aquí) y temporal (ahora) de este escrito y advierte que cualquier justificación de largas noches de speed, coca, pastillas o tripis, por medio de una rigurosísima argumentación sobre las drogas utilizadas en los rituales chamánicos del Amazonas brasileño en días de luna llena, serán tomadas como un claro síntoma de que el/la lector/a de este texto está evadiendo el problema aquí referido.
Salud y Anarquía.
PRESENTACIÓN DE UN PROBLEMA
Tratar el tema de las drogas en un panfleto es algo ciertamente delicado, porque chocamos con gran cantidad de problemas que nos afectan personalmente, nos enfrentamos con el propio discurso de transgresión que se ha creado entorno a ellas y, como no podía ser de otro modo, con nuestras formas de diversión. Nosotr@s l@s jóvenes, y muy especialmente nosotr@s, l@s jóvenes alternativ@s-autónom@s-anarquistas… deberíamos tener una visión contraria al CONSUMO DE DROGAS muy alejada de la que nos vende el Ministerio de Asuntos Sociales. Esta visión se debería basar en el bochornoso espectáculo que ofrecemos constantemente en las noches de las zonas de marcha los fines de semana: y que se alarga, en forma de resaca o pedo, según el tipo de droga consumida, durante los días siguientes.
A su vez, las fiestas y conciertos de muchos CSO’s se han convertido en peligrosas prolongaciones de las noches de las zonas de marcha, con un montón de gente “puestísima” de las más variadas sustancias: speed, coca, pastillas o tripis, por no hablar ahora de la “gente consciente” que trafica en estos eventos sin ningún tipo de tapujos . El baile de “las máscaras de la felicidad” donde tod@s somos amig@s y los problemas se desvanecen en la danza de zombies más ansiada por el poder. Una forma de ocio-consumo disfrazada de “alternativa” y la sensación general de “autocomplacencia en el buen rollo” son suficientes para mantener nuestras almas (armas) paralizadas, y el siguiente tiro justificado, triste pero cierto. El control se hace efectivo porque a plena luz del día, mientras ell@s piensan cómo mejorar sus formas de control (el ocio-consumo es una de las más importantes) nosotr@s estamos padeciendo el último bajón o durmiendo la penúltima resaca, sin acordarnos siquiera de lo “felices” que fuimos anoche. Enriquecemos a las mafias, adormecemos nuestras almas, les hacemos el juego a l@s poderos@s. Este panfleto es una visión preocupada del problema de las drogas: el speed, la coca, los tripis y las pastillas son sus protagonistas, nosotr@s, sus adormecidas víctimas.
MEMORIAL DE AGRAVIOS
10 pasos encaminados a reflexionar sobre el CONSUMO de drogas:
0. Economía y sociedad, mercancía y vida cotidiana:
el delirio de la subjetividad crea monstruos.
Ya he tratado de explicar qué presupuestos de partida he seleccionado para un mejor entendimiento de este texto, pero tengo la impresión de olvidar aún algunas acotaciones fundamentales y que, por otro lado, permitirían escapar del debate a tod@s aquell@s que, por unos intereses u otros, traten de huir de lo aquí expuesto.
Comencemos advirtiendo que cuando me refiero a “las drogas” estoy tratando de explicar un momento concreto y contextualizado de las mismas.
Si hacemos un símil muy sencillo podemos comprender a lo que me refiero. Cuando tratamos de dilucidar y explicar en un marco general las condiciones sociales que nos rodean, solemos acudir al discurso del “sometimiento total” de nuestras condiciones sociales bajo los imperativos de la economía. Del mismo modo, cuando queremos aproximar este discurso a nuestra cotidianidad, verdadera representante de lo social en nuestras vidas, tenemos que recurrir a la mercancía, último eslabón del engranaje capitalista. Por tanto, debemos reconocer en la mercancía al estilete que clava lo económico en nuestras vidas para su mejor control, preciso momento en el que todo aquello que pueda oler a uso contextualizado o genuino, recordemos a algunas vanguardias artísticas, debe ser etiquetado y envasado en forma de mercancía, háblese, en nuestro artístico ejemplo, de las galerías de arte y su mercantilización.
Concretamente éste es el proceso que han sufrido las drogas en occidente. De ser un producto medido y controlado por sus utilizadores/as (adviértanse los discursos sobre drogas naturales, y a veces también sintéticas, de los años 50 y 60) han pasado a ser, ya en forma de mercancía -esto es controladas en su proceso de producción por las leyes del mercado- algo muy distinto:
a.- la oferta, representada por las grandes mafias capitalistas de todo el mundo, máxima expresión del próspero empresariado esclavizador y explotador;
b.- la demanda, representada por l@s entusiastas consumidor@s de instantes mercantilizados, cada vez más alejados del proceso de producción de lo que consumen y, por tanto, de las consecuencias que les producen. Este es el control efectivo de las drogas sobre sus consumidores; el control que tiene la mercancía sobre nuestra cotidianidad y, en general, el control que ejerce la economía sobre la sociedad.
En definitiva, las drogas transformadas en valor de cambio necesitan de todos los elementos con los que cuentan otras mercancías: el consumo pasivo, el pleno desconocimiento de el quién, el cómo y el porqué de ellas, su fabricación y su consumo y, sobre todo, una fe ilimitada en el sujeto-consumidor, plenamente convencido de controlar y conocer la mercancía que le consume: “Sé tú mismo: bebe Pepsi”… el delirio de la subjetividad crea monstruos.
1. Una presentación del poder, sus caras y nuestras caretas.
El poder, término general que podemos emplear para agrupar todos los mecanismos de sumisión social a ámbitos como la economía y la política, se nos presenta de diversos modos y maneras, es un poder con mil caras. Este poder también cuenta con numerosísimas ramificaciones en nuestras vidas, ramificaciones estas que no tienen que ser obligatoriamente premeditadas e impuestas. Hablo de los razonamientos y comportamientos que complementan a ese poder sin ser exactamente una de sus instituciones. Uno de éstos puede ser el consumo de drogas. Trato de acercarme a un problema que afecta seriamente a un amplio espectro de personas, fundamentalmente jóvenes, sin distinción de sexo, edad, raza o -lo que es más sospechoso- condición social y económica.
La complementariedad entre drogas y poder se hace evidente, las drogas son -a mi entender y en el contexto actual- una de las caretas que nos ponemos para parecernos, de forma patética y , en el caso de los jóvenes con ciertas inquietudes combativas, también dramática, al poder instituido por nuestra sociedad. La búsqueda acrítica e inconexa de una sucesión y acumulación de instantes sin mayor contenido que el que ofrece la mercancía consumida (la droga en este caso), y la disminución de recursos imaginativos para instituir un tiempo de diversión y ocio que se aleje y trate de suprimir el CONSUMO, son el punto más elevado del frenesí mercantil, la muerte del individuo y el nacimiento del consumidor.
Huir de esta realidad es ahogarse en discursos teológicos en torno a las drogas, en la impenetrable fe en el individuo-sujeto. Quedarse observando nuestra realidad es asistir a una danza ritual de muerte y separación colectiva que se mueve al compás de la sociedad del consumo capitalista y del “reality show” del buen rollo del barrio, del bar, del Centro social de turno.
2. Por un contexto de las drogas: aquí y ahora.
Y no estoy pensando -como quizás tú lo estés haciendo ahora- en el “molinillo justificador” de la despenalización de las drogas, que ya nos sabemos tod@s y que casi nada dice del contexto actual que padecemos de forma sangrante. Desterremos para nuestro análisis a los chamanes, a otras culturas, todas las drogas “naturales” y las tradiciones históricas, y olvidemos a Escohotado, que él también se asustaría de lo que nos está sucediendo. Olvidemos todo ese discurso, válido para tantas y tantas cuestiones, pero que no sirve para una juventud vendida a las pastillas, a los tripis, a la cocaina, al speed. El negocio de la diversión a la carta nos vende la huida reclamada por el poder para que, danzando con su careta, nos olvidemos de que podemos ser distintos de él, divertirnos de otro modo y sin pasar por el embudo de las drogas.
Y si no te has hartado de leer acerca de nuestra realidad, estaremos pensando ya en lo mismo, aquí y ahora: en la Euskal Herria y el Madrid del Speed; en las “raves okupa��? de las pastillas; en la Universidad de la coca y en un infinito etcétera, combinando hasta la saciedad distintos lugares y distintas drogas. Un problema que se expande a lo largo y ancho del estado : Ciudades, Barrios, Centros Sociales, Bares…
3. Mi cuerpo y mi mente.
Recurrimos ahora, para no ver lo obvio, al último recurso, y es que mi cuerpo y mi mente son míos, hago con ellos lo que me parece, y ahora mismo dejo de leer este texto -escrito seguramente por algún peligroso reaccionario-.
Este discurso está errado, se agota en su base. Tu cuerpo, por mucho que quieras, es del capitalismo que te obliga a currar cada día, es del estado que te controla cada paso que das, es de todas aquellas personas que mandan sobre nosotrs y que deciden nuestro futuro desde sus despachos. Nuestros cuerpos, nuestras vidas, son suyas porque nos los arrancan cada día por medio del trabajo, porque se las cedemos por medio del ocio-consumo.
Ante esto, los espacios que nos quedan de libertad, perfectos para planear cómo recuperar nuestras vidas, se ven reducidos a muy pocos momentos. Y si esos momentos de reunión y reflexión, espacios que sólo son posibles en los tiempos que el capitalismo nos deja para que consumamos y le perpetuemos (el tiempo que ell@s llaman “de ocio” y nosotr@s denominamos “de consumo”) son secuestrados por la vida en Ferrari de las drogas, no hemos realizado nuestros deseos, acabamos de regalar nuestras vidas al consumo capitalista, acabamos de ceder nuestro tiempo al jefe que, frotándose las manos, observa cómo el lunes volveremos a trabajar para comprar los próximos gramos de coca o speed, las próximas pastillas.
4. La vida de lo efímero, lo inmediato, de la moda.
Sustituir gran parte de nuestro tiempo por pedos continuos es aniquilar toda capacidad de diversión (hacer cosas diferentes) es morir en la fosa de lo inmediato, de un chasquido de dedos que marca el comienzo y el final del fin de semana, de los días de vacaciones, del tiempo más fácil de liberar.
El poder nos quiere ver de dos formas, o trabajando o consumiendo, el resto del tiempo es aterrador para él, aguanta la respiración, ya que es el tiempo que tenemos para vernos y reunirnos, para analizar nuestras vidas y poder desenmascarar el entramado de basura en el que nos encierran. Tocarnos, conocernos, aprender, leer, reflexionar, hablar etc. son catalizados por las drogas hacia alocadas modas del instante de tres días, de la muerte del tiempo dilatado de la reunión y el conocimiento, de la preparación y la reflexión de nuestras vidas, ahora sustituidas por la huida y la moda de “ponerse” lo antes posible hasta llegar al delirio, de ver cómo el tiempo de diversión no lo marcan los individuos sino las drogas (12 horas, 24 horas, etc.).
Cuando nuestro tiempo es preparado y etiquetado, ya sea por el capitalista que planifica nuestro curro o por el diseñador de drogas que planifica nuestro pedo, hemos dejado nuestras vidas en manos de otr@s, hemos delegado nuestra capacidad de creación vital, nuestra capacidad de decisión, somos representados por el carácter que imprime en nosotr@s la droga y el carácter que imprimen en nosotr@s los poderes del mercado.
Al igual que el capitalista tiene que crear las condiciones sociales para que vayamos a trabajar todos los días, es la única manera que tenemos de ganarnos la vida, vemos cómo las drogas reproducen este problema en el ocio-capitalista. El ritmo de ocio-consumo que se nos impone y presupone a l@s jóvenes es el caldo de cultivo perfecto para que aparezcan drogas que, separadas de usos consonantes con la experimentación colectiva y contextualizada, son simples estimulantes de pe- ríodos de irracionalidad y seudovigilia, creando un ambiente de reunión alrededor de la droga (elemento de separación de los individuos) que se vuelve nexo de unión entre los consumidores, y que, de repente, se hace cada vez más homogéneo y regular gracias a los ritmos impuestos por las sustancias.
5. Alimentando mafiosos.
Los que se benefician de estas drogas (speed, coca, tripis, pastillas) son aquellos que, subiendo por la pirámide: reprimen, asesinan y secuestran sin escrúpulo alguno, con su compra alimentamos a lo peor del capitalismo, a su momento más oscuro, aquél en el que ley y delito son una misma cosa, donde estado y narcotráfico son complementarios.
Nadie duda a la hora de boicotear a cualquier marca comercial que explota a niñ@s, pres@s, hombres y mujeres del mundo entero, pero este discurso no vale para las mafias del narcotráfico mundial. Colombia, Perú y Bolivia serían buenos lugares, en el caso de Latinoamérica, para ver de cerca las atrocidades a las que son sometidas poblaciones enteras por parte de los narcotraficantes, podríamos ir continente por continente viendo quiénes manejan las rutas del narcotráfico y la producción de muchos tipos de drogas, precisamente las que más se consumen, cuánta miseria recorre de lado a lado la pasta de coca y su elaboración, cuánta muerte y destrucción es financiada por la juventud pudiente del primer mundo, cuánta inconsciencia más vamos a tolerar a este respecto.
6. El pedo sin memoria, sin amig@s, sin vida…
Entremos en un terreno escabroso, en ese que nos habla de las relaciones personales, en el que se pueden ver claros ejemplos de falsas relaciones sociales, donde el factor de reunión no es la amistad, la reflexión común o la afinidad personal, nos une el tipo de droga que consumimos, droga que nos reúne en torno a sus propiedades.
En el caso de la coca o el speed, nos reúne, como borreg@s que van a pastar, alrededor del espacio del servicio, en torno al tipo de “pedo lúcido” que creemos aparentar y que aquell@s que no han consumido observan falsificado. Frente a la sensación de estar perfectamente lúcido y fresco, el observante que no está “puesto” ve manadas de personas que convulsivamente van al servicio, con la nariz moqueando y con un comportamiento semifrenético tendente a desarrollar conversaciones delirantes y raramente graciosas.
Y es aquí donde aparecen l@s mejores amig@s, aquell@s que nos quieren esa noche que pillamos dos pollos y al día siguiente ni nos hablan, aquell@s con los que me he ido veinte fines de semana porque le gusta la coca tanto como a mi y al que no sé que decir cuando me lo encuentro y no estamos “puestos”, hasta un perro que consumiese coca sería un perfecto confesor para estos días de pedo.
Este es un ejemplo del tipo de seudo-comunidades que se establecen en torno a las drogas, cada una asentada sobre el tipo de droga consumida, no importa quien esté a tu lado, sólo que se haya metido lo mismo que tú y, por tanto, tenga cuatro o cinco ritmos primarios iguales que los tuyos. Los ejemplos son infinitos: el desbarre de los tripis y las pastillas o la falsa lucidez del speed y la coca son los clásicos.
Seudo-comunidades de la separación perfecta que reproducen a escala al capitalismo avanzado. Seudo-comunidades en las que el nexo de unión es el factor de separación, aquél que nos transforma en una sola “persona” o, mejor dicho, en un solo comportamiento. Seudo-personas en una seudo-comunidad, la falsedad última del capitalismo que nos quiere tener separados para reunirnos de nuevo en el engaño de su contemplación, del consumo de sus mercancías: fútbol, drogas, ropas de marca, televisión etc…
7. Un lenguaje común para el mundo de las mercancías y su consumo.
Reconstruir el lenguaje repetitivo y “gracioso” en torno a las drogas: tiro, pollo, turulo, bajón, pedo etc. es reconstruir el mismo lenguaje que, por ejemplo, utilizan dos pijas del barrio Salamanca para hablar de su ropa de marca.
Todo el discurso -si observamos a dos pijas hablando de sus modelitos- se centra en la marca comprada. En el lenguaje de las drogas, todo se centra en la sustancia adquirida. Todo consumo frenético, como es el caso que nos ocupa, conlleva unas pautas de comportamiento: una preparación a largo plazo, “más allá” de pensar otro tipo de diversión; la compra y el consumo acrítico, nunca “más allá” de la simple valoración del tipo de pedo que nos apetece y, en definitiva, la incapacidad de concebir unos pocos días de “vacaciones” sin consumir algún tipo de droga. Nos iguala a la incapacidad que tienen esas dos pijas de concebir unas tardes libres sin ir a comprar un jerseicito.
Y una vez puesto el vestido, una vez metida la siguiente pastilla, aprovechamos hasta el último resquicio de prestigio, de seguridad y de falsa-realidad que la mercancía nos hace ser-aparentar, a parecer un ente poseído por sus “cualidades” y características materiales y simbólicas, ambas igual de falsas al unirse en su forma -mercancía.
Y, finalmente, el sentido de clandestinidad que ofrecen las drogas, pese a que cualquiera que vea a unas personas puestas y se fije en los movimientos que se hacen, aprecie lo evidente. Las drogas cuentan con el comportamiento infantil del ocultamiento en el servicio, en la trastienda del bar, en la clandestinidad inocente. Es así de simple, todo el mundo sabe, incluida la policía, claro está, dónde se consume droga, ese es su poder, el saberlo y esperar, ese es el auténtico control sobre la gente, poderles detener en cuanto sea oportuno. Ocultar lo evidente es el clásico juego de l@s niñ@s y, para la policía, un as en la manga, quizás sea oportuno cerrar algún bar para el recuento de la próxima estadística, o entrar en algún Centro Social cuando sea una amenaza política inminente, sólo ell@s lo saben, para eso tienen el control casi absoluto, y se lo servimos en bandeja.
8. Sospecho, luego existo.
En este sentido, no hay que hacer mucha memoria para recordar cómo utiliza el poder las drogas, los ejemplos son muy reales, recordemos algunos. En EE.UU los barrios negros, sobre todo los más combativos, han sido bombardeados por multitud de drogas, llevadas hasta allí por mafias que controlaban el sistema : crack o heroína, por ejemplo. El resultado fue inmejorable para el gobierno yanqui, aquell@s negr@s antisistema fueron hechos drogadictos y, por tanto, encarcelad@s, asesinad@s y destruid@s como posible enemigo. Si nos situamos en la España de los 80, en Madrid sin ir más lejos y con lo barrios como escenario, decubriremos cómo estos sufrieron una ofensiva de pastillas y heroína que asesinó a una generación de jóvenes. Muerte, cárcel y exclusión son el legado de una juventud que prometía ser un fuerte enemigo del capitalismo. Gracias a sus “Madres Unidas” hoy sabemos la verdadera historia de un poder sin escrúpulos al que no le tembló la mano a la hora de eliminar a sus enemigos aprovechando su “sobredosis de juventud”.
Con mayor actualidad, podemos fijarnos en los modelos de droga que aparecen en los lugares combativos, el caso de Euskal Herria y el speed es muy sintomático, y el caso de Vallekas (Madrid), sospechoso. Los ejemplos son innumerables, pero los resultados siempre los mismos, zonas con tejido asociativo, con inquietudes políticas y sociales, desarticuladas por el ocio-consumo y seudoreunidas en bares y tabernas en torno a toda clase de drogas, incluidos el alcohol y el tabaco. Asesinad@s en la jungla del consumo frenético de mercancías. Las drogas añaden un elemento básico para el poder e imprimen obligatoriamente el ideario del sistema, ya que son, pese a quien pese, la forma más acabada de control social, subvirtiendo el sentido de nuestras ganas de diversión (hacer cosas diferentes) y sustituyéndolo por la “obligatoriedad” de su repetición fácil y alienada (hacer siempre lo mismo).
9. Sobre nuestra derrota: el día después.
Y una vez acabado el pedo, muerto ya el tiempo que tuvimos para pensar, leer, reflexionar, unir inquietudes y preparar ofensivas contra el sistema, llega el bajón. No sólo es domingo y hemos perdido dos días, sino que mañana hay que volver a currar y nuestra mente se ha cuadriculado: “no vuelvo a tomar drogas”.
Y preparemos nuestro próximo pedo, pillemos para el cumple de Pepe, vayamos al fiestón con unos gramos, compremos unas pastillas para el viernes y el sábado. Aquí no hay distinción social o económica, las drogas son ideales para muchas cosas: para mantener a l@s pres@s atontad@s, para que los pijos hagan sus fiestas de fin de semana, para que en los barrios nos quedemos agilipollad@s, para que el día a día pase a la historia en forma de curro y de pedo, para que el “buen rollo” de las drogas oculte todo lo malo que nos impone este mundo, para que la derrota del pueblo se festeje cada noche de sábado en nuestros bares y barrios, en los Centros Sociales okupados, en cada día tirado a la basura y en cada día trabajado para comprar mierda…somos un@s pij@s de la diversión, LA DERROTA ESTA CONSUMIDA.
10. Camellos en el Centro Social Okupado.
Y habrá que tratar también esta cuestión, no quiero meterme con lo que hacer con los camellos en el barrio o en los bares, cada uno que asuma sus responsabilidades, pero los Centros Sociales son de tod@s l@s que curramos en ellos, nuestras casas okupadas son espacios liberados, lugares que parten de la reflexión y el compromiso, y es lamentable ver cómo se asemejan algunos Centros “Sociales” a Joy Eslava o Pachá, con sus camellos pululando en busca de la clientela que compre sus drogas, para poner a la gente a tono, para que compre su careta de carnaval a un “módico” precio, escudados en el espacio “liberado” que tanto ha costado conquistar al capital.
Hace un tiempo estabais mal vistos en los Centros Sociales (Minuesa), ahora son mal vistas las personas que os reprenden, vendéis la basura más detestable en nuestras narices, hacéis de las fiestas una danza de guiñapos y os retiráis orgullos@s con los bolsillos llenos de billetes para vuestro lucro personal, hasta el capitalismo es más condescendiente con sus consumidores y les advierte de las mierdas que consumen (tabaco, alcohol… ) y trata de hacer controles de sanidad para que no se intoxiquen, tienen que estar sanos para trabajar. Vosotr@s vendéis mierda escudad@s en los Centros Sociales y no sabéis ni lo que pasáis, os preocupa muy poco lo que suceda mañana: “hay gente que compra y yo vendo”, no importa quienes sean o lo que hagan, tod@s estamos exentos de responsabilidad en el mundo de la mercancía, desde la sombra, viviendo a costa del trabajo de colectivos y organizaciones que preparan fiestas para financiar y difundir su trabajo político, trabajas sobre seguro, tu negocio es casi perfecto.
En definitiva.
Son muchas las cuestiones a tratar, este acercamiento beligerante contra estas prácticas drogadictas trata de ser, en intensidad, tan fuerte como la ofensiva que las drogas han hecho en los ambientes en los que me muevo y en los que están en constante crecimiento. Cada un debe extraer sus conclusiones y tratar el problema con seriedad, si nos atrevemos deberíamos reunirnos en algún sitio para hablar de ello más detenidamente, incluso escribir algo para defender o atacar este panfleto. Si no hemos visto el problema ya hemos perdido la batalla; si no queremos ver el problema no merece la pena ni hablar; si vivimos del problema, mi aprecio hacia ti es limitado, cada cual que asuma su parte de culpa.
La conciencia es lo que nos permite ver este mundo como globalidad, los actuales usos de las drogas son enemigos directos de la conciencia, pues nos muestran un mundo a su medida, no a la nuestra. Tamizan y filtran “realidades” para ajustarlas a nuestro pedo, un mundo del falsas sensaciones y relaciones falsas, todas ellas fragmentadas según los ritmos de la droga, haciéndonos huir de toda realidad global, introduciendo la amnesia como “modo de pensar”, abundando en la banalidad como forma de relación, cayendo en la experimentación hedonista e individualista.
En consecuencia, podemos observar como sospechosa evidencia el espectacular alza en el consumo de drogas-mercancía entre la juventud de todo el estado, más allá de las clásicas distinciones socio-económicas. Este grave problema, el de la socialización de las drogas en forma de mercancía, es directamente proporcional al aumento del desconocimiento sobre las mismas, ya no sólo en sus posibles efectos físicos y psíquicos, sino también en nuestras-sus actitudes y comportamientos, y más allá, en la completa ignorancia con respecto a su composición (posibles componentes adictivos, componentes nocivos, etc. ) el resto, lo pagamos nosotr@s.
En definitiva, planteamos aquí un problema serio pero a la vez parcial. En él se introducen dos vías de diálogo. Por un lado, la de hacerles las mismas o similares acusaciones a ciertos usos de otras drogas como el tabaco, el alcohol o el hachís y, por otro, el replantearnos la visión que tenemos del ocio y su consumo.
Cómo hacerse una máscara antigás casera
Después pega una tira de gomaespuma en la cara interna, justo por dónde has ido cortando. Puedes también pegar y coser una tira de tela a la tira de gomaespuma, si quieres un toque más profesional. Después coloca una mascarilla de hospital (se venden en cualquier ferretería) dentro de la zona de la botella que da al tapón. Colócala de manera que la parte cóncava de la mascarilla encaje en tu cara cuando te coloques la máscara con la parte del tapón hacia abajo. Por último coloca un elástico, atravesando la botella, de uno de los extremos cortados al otro, para asegurar la máscara a tu cabeza. Coloca el elástico de forma que poniéndote la máscara quede ligueramente por encima de tus orejas, o detrás de ellas, como unas gafas. Abre el tapón y ya tienes una buena máscara antigás que te protegerá en caso de gases lacrimógenos o de espráis de pimienta.
Martínez el facha. Episodio 1º de 10: «Presentación»
En estos próximos días quisiera compartir con mis compañeros una serie que sigo hará unas semanas: Martínez el facha. 10 episodios con el que podremos entender lo que nos espera en los próximos 4 años.
Salú
Y siguiendo con algo de humor les dejo este vídeo.
¡Advertencia!
Jornada de ¿reflexión?
No vive más quien elige a su asesino que quien se niega a escogerlo. ¡No elijáis a vuestros verdugos! ¡Conservad, en vosotros, la dignidad de resistir, la prerrogativa de decidir, la potestad de luchar!