Razones versus Descalificaciones


(Teniendo en cuenta que nunca un trocito de tela permitió sacar tanta bilis contenida, aprovecho la oportunidad, por última vez, para aclarar unas cuantas cosas. Sacando provecho a la coyuntura se nos ha acusado –a los anarquistas– de “romper [inexistentes] acuerdos asamblearios”, “consensos” jamás consensuados, de “boicotear” un acto con nuestra mera presencia [bandera y vestimenta incluidas] y de hacer incluso “apología de la violencia”. Sacando provecho de la coyuntura, se reparten documentos con las fotos de algunos componentes de la FAGC, se nos señala policialmente, se repiten nuestros nombres asociándolos a actos violentos o de “vandalismo” y se nos pone en una diana que debe estar facilitándole mucho el trabajo a determinada gente. Teniendo en cuenta que ya hemos hecho un comunicado, y que la ingente cantidad de trabajo que tenemos, y que aún nos espera, nos impide contestar a todas a las fabulaciones, bien intencionadas o infamantes, con las que se nos obsequia, concluyo –personalmente– con esta breve correlación argumentativa de puntos y, por mi parte, doy por zanjado el tema). 

 

1º. En ambos Manifiestos del 15-M (tanto el de “propuestas” como el de “presentación”) no se hace ninguna referencia a las banderas ni a la uniformidad ideológica. Lo único que se menciona, y que han refrendado las Asambleas, es que somos “apartidistas” y “asindicales”; de aquí puede deducirse que nos oponemos por tanto a la simbología de partidos y sindicatos, pero no a la del resto de posturas (sean éticas, filosóficas, ideológicas, etc.) ajenas a los intereses de los susodichos.
1º a). En la mayoría de plazas del Estado español, de Sol a otras muchas, pueden leerse las actas (del 15 al 19 de mayo) según las cuales: “se retira toda la propaganda política de partidos y sindicatos; se conservan símbolos a favor de los derechos de los homosexuales, pacifistas, anarquistas y de esa índole […]” pues “no representan a ningún partido, ni vienen a vendernos nada”.

2º. Ninguna Asamblea ha refrendado de forma vinculante su negativa a que se porten banderas, y, si hubiera hecho esto, al no haberse aprobado de forma insular, tal medida sólo afectaría a los miembros de las Asambleas que hayan aceptado tal acuerdo. En las que nosotros participamos nunca se ha concretado de forma asamblearia dicho acuerdo.

3º. En consecuencia: el “consenso de mínimos” que censuraba las banderas emana de la convocatoria de DRY, que por arte de birlibirloque ha pasado a ser la única convocatoria oficial (envolviéndonos nuevamente a todos en esa especie de “esquizofrenia colectiva” según la cual se puede acudir a algunos actos –todos ellos secundados por el “15-M”– con banderas [Frontex, Manifestación por la Vivienda] y a otros no [Reforma Constitucional, Marcha por el Cambio Global]). El estallido, focalizado, contra la bandera, incentivado –en Las Palmas– desde el propio escenario, se produjo también en Tenerife, en este caso contra una bandera nacionalista, y como señalan infinidad de opiniones (algunas de ellas de carácter interno) y especialmente la fuerza de los acontecimientos, el intento de enardecer al público contra cualquier cosa, objeto o persona que se saliera del guión es parte de las consignas internas que circularon, en determinados conciliábulos, los días previos al 15-O. La prueba de esto son las fotos del escenario el 19-J (¿por qué allí no molestaban ni las banderas negras, ni las amarillas, ni la griega?) y también las del 15-O (¿por qué no suscitaron esa agresividad ni la bandera del movimiento “Zeitgeist”, ni la gran pancarta que desde detrás del escenario reclamaba una “Democracia Real”, ni la que hacía publicidad de un blog?).

4º Por lo demás, y con independencia del citado “consenso unidireccional”, siempre queda la prerrogativa individual, y aunque fuera deseable “prohibir” (y no usemos la palabra “aconsejar” ni “recomendar”, porque ni los consejos ni las recomendaciones se imponen), que para nosotros nunca lo es, es imposible –si lo que se pretende es convocar una manifestación multitudinaria– pretender que la gente se deje su ideología, identidad, vestimenta y bártulos en casa sin recurrir a procedimientos censores o policiales (como lo era el “grupo de orden” en el que se nos propuso participar a los anarquistas y con el que se nos pretendió “desactivar”).

5º Establecer una diferencia entre el resto de la marcha y el escenario (para justificar por qué una bandera puede estar en un sitio y no en otro) es conferirle al escenario una jerarquía que nunca se le debería de haber dado. Si se la presupone: entonces todos los actos deberían de haberse dado a ras de suelo; si no la tiene: entonces todos podíamos tener acceso a él en las mismas condiciones que durante el resto de la marcha.

6º Lo que sí que viola el espíritu del 15-M (y los acuerdos formales) es que “representantes” (varios de ellos no elegidos por ninguna Asamblea) lean comunicados (igualmente no aprobados por ninguna Asamblea), alguno de ellos marcadamente partidistas (como el inaugural), convirtiendo el acto en un simple mitin, en vez de permitir que se celebrara una Asamblea Popular Masiva. Lo que sí rompe el “consenso de mínimos” es la violencia en un Movimiento “pacífico” y “no violento”, y la incitación, justificación o inhibición ante la misma (muestra de la vergüenza que algunos deben de sentir ante los desmanes que cometieron, es que se han cuidado muy mucho de no colgar ninguna imagen donde se aprecie el linchamiento de la compañera que subió por primera vez al escenario, y sólo se han propagado –y editado– videos y fotos en los que se ve al compañero que subió después de ella en actitud reivindicadora). Lo que es ridículo es que mientras en el resto del Estado se liberaban espacios para su utilización pública, aquí nos dedicáramos a linchar a los portadores de una bandera.
6º a) Los seguidores de Lynch aún han ido más lejos: alguno ha hecho circular, sin ningún tipo de prueba, que como en un acta de San Telmo (donde no se menciona la autoría de los participantes) alguien hizo un llamado a “aumentar la violencia y agresividad del Movimiento”, ese alguien tuvo que ser, inexorablemente, un anarquista y un miembro de la FAGC (huelga decir que, para más inri, quien eso dijo no era miembro de la FAGC –ni tampoco se identificó nunca como anarquista– y que hasta donde sabemos, y podrán confirmarlo el resto de asistentes, esa fue su primera y última participación en dicha asamblea). Relacionar de forma tan gratuita y falaz “comentario violento, igual a anarquista”, delata a su autor y también al lastre de prejuicios que arrastra.

7º Aunque el acto no fuera deliberado (ya explicamos en nuestro comunicado que fue accidental [y eso a pesar de las llamadas que algunos miembros de determinadas asambleas nos hicieron, a última hora, para invitarnos a reventar el acto –ocupando la cabecera– y que desoímos pues nos negamos a ser instrumentalizados, además de que no teníamos nada en contra de la marcha]), visto lo visto, es decir, visto la enorme tapa de alcantarilla que ha levantado; la ingente cantidad de actitudes dirigistas, represivas, intolerantes, censoras, dictatoriales, totalitarias, delatoras, violentas y fanáticas que ha conseguido desvelar; desde aquí reivindicamos ese acto espontáneo y la enorme satisfacción que ha conllevado descubrir a ojos públicos qué se oculta tras la máscara de determinada “Democracia” y de determinados “demócratas”.

El pueblo muere de hambre, y no tiene siquiera derecho a declarar que muere de hambre. Pues bien, yo he tomado la bandera negra y he manifestado que el pueblo se halla sin trabajo y sin pan. Tal es el crimen que he cometido. Vosotros lo juzgaréis como queráis”.
Louise Michel (declaración ante la Audiencia del Sena [22 de junio, 1883]).

Fdo: El Monstruo Anarquista