Hoja de ruta de un proyecto social libertario

Mucho de lo que se menciona en esta hoja de ruta ya se está haciendo. Somos conscientes de ello. Pero, mayoritariamente, sin coordinación o sin un plan visible que plantee transcender del 4º punto de esta estrategia. Falta la idea de «ir un paso más allá» y que esta se concrete en un programa tangible; falta la idea del desafío y el pulso al Sistema, que se da por sentado y no se plasma. El plan que aquí proponemos está pintado con trazos gruesos. No es detallado porque depende de la aplicación que quiera dársele en cada situación específica. Es por tanto un esbozo, un documento de trabajo, abierto al debate, las propuestas y las enmiendas. Creemos que es necesario empezar a dar estos pasos y, más importante todavía, que se articulen con trabajo, con mucho trabajo práctico.

1. Aprovechar todos los medios contra informativos existentes y las estructuras previas disponibles para hacer difusión del proyecto y de las ideas y propuestas libertarias. Sin olvidar que la propaganda no es el eje de un proyecto; lo son las acciones.
2. En vista de que no hay mejor propaganda que la de «el hecho», difundir esas ideas y propuestas a través de prácticas sociales cotidianas. Aplicando las tácticas libertarias concretas que mejor garanticen a nivel local la consecución de nuestra estrategia global. 
3. Intervenir en las luchas y reivindicaciones populares con un discurso propio y diferenciado, compartiendo herramientas y soluciones propias, pero siendo conscientes de que hay que abordar los problemas sociales con alternativas libertarias prácticas y no tratando de imponer inquietudes meramente personales que aún no se han desarrollado en el interior de la gente. Hay que saber elegir el momento y el interlocutor adecuado.
4. Crear redes de asambleas barriales sobre temas concretos acuciantes: alimentación, vivienda, educación, sanidad, trabajo (contando con la participación de sindicatos libertarios si lo desean). Ofrecer alternativas y acciones resolutivas que impliquen directa y necesariamente a los asistentes: ocupación de viviendas, expropiación de terrenos, socialización y colectivización, huelga de alquileres, soberanía alimentaria, etc. 
5. Plantear las acciones de «recuperación» como un conflicto y un desafío a las instituciones. Retratando su incompetencia e inutilidad. Demostrando que todas las alternativas parlamentarias, incluyendo las de nuevo cuño, son incapaces de dar respuesta a la necesaria emancipación económica. 
6. No desdeñar valerse de los medios de comunicación masivos (comprendiendo su naturaleza e intereses) para plantear públicamente este pulso y abrir debate. 
7. Empezar a gestionar recursos públicos (a los que se les niega este carácter), como bolsas de vivienda, terrenos abandonados, empresas vacantes, suministros acuiferos o energéticos «liberados», a través de estas asambleas de vecinos y de trabajadores. 
8. Contar con una red solidaria anti represiva adecuada que pueda dar respuesta a la reacción gubernamental. 
9. Las alianzas tácticas deben realizarse en el plano meramente práctico, de trabajo. Tratar de sintonizar ideas es una batalla de desgaste innecesaria. Trabajar con quien esté dispuesto mientras se acepten los mínimos de autonomía individual y colectiva, autogestión y anti parlamentarismo. 
10. La aspiración es que los asuntos barriales los decidan los vecinos, los laborales los trabajadores y los alimentarios los consumidores. Partiendo de estas advertencias: 
10.1. No se puede elaborar este proyecto sin atacar al Sistema. Sin la vía del conflicto acabamos solucionando los motivos que originan el descontento de la gente y apagando su rebeldía, volviendo a revalidar el Capitalismo. 
10.2. Ayudar a la gente no la cambia. La igualdad económica no es garantía de ausencia de jerarquía. Es imprescindible que la gente sea la protagonista de su propio proyecto de cambio social y personal. Si no, de nada sirve esta hoja de ruta. 
10.3. El desafío a la legalidad es inherente al proyecto. Desafiar la legalidad para reclamar volver a ella es una mala puerta giratoria, por pragmática que nos parezca.

Anarquía a pie de calle II

Anarquía a pie de calle II
¿Lucha social?
Mañana para los jóvenes estallarán como bombas los poetas; mañana las caminatas por el lago, las semanas de perfecta comunión; mañana los paseos en bicicleta en las tardes de verano. Pero hoy la lucha” (W.H. Auden, España, 1937).
Vaya por delante que quien les habla de lucha social se tiene por individualista. Soy individualista porque soy celoso de mi independencia y criterio personal, pero también por razones pragmáticas. Para implicarse en la lucha social es imprescindible conservar grandes dosis de individualismo: para no corromperse, para no dejarse arrastrar por impulsos gregarios y apetitos mayoritarios, para saber por qué haces lo que haces.
Pero me repugna el aristocratismo; soy individualista porque quiero, para todos y cada uno, una personalidad única y fuerte, y que cada uno desarrolle su “yo” sin límites ni cortapisas ambientales. Pero, ¿cómo domar el ambiente para que sean los individuos los que le den forma a este y no este el que de forma a los individuos? Implicándose en la lucha social, no hay otra.

Nuestro desprecio por la sociedad actual puede llevarnos a la resignación. Tanto a un nihilismo satisfecho (“nada se puede cambiar y es mejor vegetar y vomitar esporádicamente a través de las redes sociales o un artículo bien escrito”) como a la actitud del náufrago (“aunque no queramos este es nuestro hábitat, adaptémonos y salvemos los pocos muebles que llegan a la orilla”). Pedir que todo arda sin mover un dedo o enzarzarse en pedir reformas electorales o iniciativas legislativas populares son muestras de ambas actitudes. Resignación más o menos activa, pero renuncia al fin.
Resignarse es rendirse, y eso es morirse por dentro. Hay que implicarse en la lucha social porque sólo así conseguiremos cambiar algo, aunque sólo sea una parte de la porción de mundo que nos ha tocado en suerte. Pero hay que implicarse con grandes dosis de realismo; tanto realismo que duele a veces.
Hay que saber antes que nada que puedes implicarte, tener éxito, conseguir cambiar la vida de la gente, sin que en nada hayan cambiado sus mentes. Una persona mezquina hambrienta no es diferente de una persona mezquina satisfecha salvo en su capacidad material para hacer daño. Tendrá más o menos posibilidades, distintas prioridades, pero en lo sustancial es igual. Idealizar a las “clases sociales” (categoría que si no se limita a fijar la línea entre oprimidos y opresores sirve de poco) es absurdo. Ni el obrero es el personaje de los carteles soviéticos ni la obrera es la de los carteles americanos de la II Guerra Mundial. Los excluidos y los marginados, los “sin-clase”, entre los que me encuentro por nacimiento y vocación, no responden tampoco a una visión romántica prefijada de nómadas y espíritus libres. Somos seres de carne y hueso que no pueden ser observados desde fuera, sino vividos desde dentro.
Poner defectos o cualidades donde no los hay de forma ingénita es una fuente de injusticias o expectativas frustradas. Los que trabajamos por la revolución tenemos que tener una cosa clara: ésta no se hará con superhombres nietzscheanos; se hará con personas con prejuicios, cargadas de tabúes, lastradas por ideas machistas, racistas y xenófobas. Ese es el material humano de las revoluciones porque la gente no cambia de un día para otro por mucho que se intenten cambiar los acontecimientos. El entusiasmo inicial tamiza esas actitudes, pero sin una pedagogía previa no podemos pretender que las personas tiren su equipaje mental de forma instantánea.
¿Seguro que cambiando las condiciones materiales no conseguimos cambiar las condiciones mentales? No necesariamente. Kropotkin es uno de mis pensadores de referencia, y después de haberlo estudiado y tratar de llevar a la práctica algunas de sus propuestas –las que me parecían más urgentemente realistas– puedo confirmar que al menos en algunos presupuestos de La Conquista del Pan (1892) se equivocaba. O más bien, para ser justos con Kropotkin, el error no consiste en la tesis principal de esta obra (capital, por otro lado), según la cual la primera cuestión a solucionar de la revolución es la del pan; los que nos equivocamos somos nosotros si creemos que por ser la primera debe ser la única. La primera misión del fenómeno revolucionario debe ser, ciertamente, saciar las necesidades básicas, pero seremos muy ingenuos si creemos que este sólo hecho derrumburá toda forma de jerarquía. Si como ya nos recordaba Tolstói no se le puede hablar de cosas no comestibles a alguien con el estómago vacío1, tampoco podemos esperar que llenando ese estómago obtengamos un cambio conductual en esa persona. Podemos dar abrigo, techo y pan como nos recomienda Kropotkin, pero si las estructuras mentales capitalistas no se han tambaleado, las mejoras de las condiciones materiales no habrán modificado en los sustancial la naturaleza ni las aspiraciones de los afectados. Podemos crear una sociedad de necesidades satisfechas e igualitarismo económico que no por ello, si no se hace un trabajo de fondo, quedará erradicado el poder y la sumisión. Kropotkin decía que si la gente tenía los medios de producción ya no necesitaría arrastrarse ante un Rothschild; no se arrastraran por pan, pero pueden someterse igualmente por el influjo de la fuerza bruta, el miedo o el engaño. La igualdad económica no erradica el autoritarismo ni los vicios jerárquicos, ni borra de un plumazo los tics capitalistas.
Esto puede comprobarse con el ejemplo de las comunas y comunidades de resistencia. Una microsociedad que se organice con un modelo anarquista, y en la que este modelo se demuestre eficiente y eficaz, puede ser una muestra de que la anarquía funciona “demasiado bien”, porque consigue mejorar las condiciones de vida de los afectados, saciar sus necesidades, pero con muy poco esfuerzo por parte de estos. No se puede crear una oasis de anarquía rodeado de un desierto de capitalismo, porque tarde o temprano la arena te entra por la puerta2.
La mayoría de comunidades libertarias de finales del siglo XIX y principio del XX, y aún las comunas hippies de la segunda mitad del pasado siglo, fracasaban por una cuestión muy clara: se constituían en comunidades cerradas, aisladas, sin ser conscientes de que la gente no deja su “vieja mentalidad” en la entrada. Esto ya lo explicaba Reclús en su texto Las Colonias Anarquistas (1902). La sociedad no tiene vida propia ajena a la de sus miembros, sin embargo la existencia de cierta psicología colectiva, de grupo, la hace comportarse como un organismo vivo. Como tal, muere si permanece encerrado y sin aire, y vive cuando se ventila, cuando respira y se nutre del exterior.
Esas cualidades centrífugas y centrípetas de las que que hablaba en el artículo anterior, no son sólo aplicables a distintos tipos de anarquismo, sino también de comunidad y de militancia. En mi experiencia comunitaria he podido comprobar que los periodos de aislamiento y endogamia forzada mueven a la depresión y la desmovilización, pero cuando se interactúa con el entorno en el que se está inserto y se reciben estímulos del exterior el organismo que es la comunidad se renueva y se revitaliza. Lo mismo pasa con la militancia. La actividad centrada en el propio grupo, en el propio movimiento, que no se abre y se expande ni quiere relacionarse con el exterior, es inútil y tiende a la esclerosis. Es imprescindible moverse hacía afuera, irradiar. La sangre que no circula se tromba y produce gangrena; el movimiento es la base de la vida, la base del cambio.
Pero se me preguntará: ¿por qué enredarse en la lucha social si el cambio material no tiene las repercusiones inmediatas que se pretende? Y en caso de que fuera deseable, ¿qué estrategia seguir?
La gran aspiración anarquista revolucionaria, y la de mayoría de movimientos sociales, es llegar a la gente. Puede que a través de la lucha social, de ayudarles y promover vías de autogestión, su mentalidad no cambie, pero es esa la única forma real de llegar a ellos, de entablar contacto. Entiendo las buenas intenciones, pero a una familia que busca alimentos en la basura, que está discriminando entre lo podrido y lo descompuesto, no se le puede hablar de las virtudes del veganismo o de los malos efectos de los transgénicos; suena a insulto, a broma macabra. Esas cosas, que realmente son una muestra de consciencia, interesan cuando uno tiene sus necesidades básicas satisfechas y un estatus estable; al desnutrido lo que le interesa es no morirse de hambre. Cuando se hablan de cosas ajenas a la realidad inmediata de la gente y tratamos de arrastrarlos a nuestro terreno, en vez de evaluar que tiene nuestra forma de concebir el mundo que ofrecerles a ellos, estamos estableciendo una línea entre la gente sin ideología y el anarquista que, mentalmente, no dista mucho de la que hay entre el desposeído y el propietario: intereses distintos cuando no contrapuestos.
Hay que analizar qué interés legítimo y coincidente con nuestras ideas y praxis tiene la gente y tratar de meterle mano. La FAGC se dio cuenta en 2011 de la alarmante necesidad de vivienda que había en la Isla de Gran Canaria: entre 25 y 30 desahucios diarios con 143.000 casas vacías en el archipiélago. La gente necesitaba techo; pues eso había que ofrecerles, porque nuestras herramientas son ideales para ello y porque históricamente, desde la Comuna de París al Movimiento Okupa, ha sido parte de nuestro acerbo.
Ya he dicho que con la política del pan, siendo lo prioritario, no basta. Hay que usar grandes dosis de pedagogía (alejándose radicalmente del adoctrinamiento y el proselitismo), socializar herramientas formativas, fortalecer la independencia de la gente y crear círculos de compromiso dispuestos a no perder las conquistas conseguidas. Sí, el pan no lo es todo; pero es la única forma de que esa entelequia informe e indefinible a la que llamamos “pueblo” te tenga en cuenta y te distinga de los vendedores de humo. Sí, la propaganda por el hecho tiene sus límites, y mostrar el camino correcto y recorrerlo no es suficiente para que otros lo hagan; pero es la forma más honesta y coherente de difundir una idea y de intentar que la gente la adopte. La vía vivencial, de hacer lo que se predica, es lo único que te legitima a poner una propuesta encima de la mesa. Si no lo has vivido antes no me lo vendas. Darle a las necesidades básicas la prioridad que les corresponde, y no ofrecerle poesía, liturgia o escolástica al que necesita proteínas es la única forma de empezar a hablar en serio, la única forma de no demostrarse enajenado de la realidad.
Ciertamente los pruritos capitalistas y los raptos de burguesismo pueden permanecer en la mente del que gracias a tu ayuda ha dejado de ser un paria. Alejado de la miseria quizás se incremente más esa mentalidad consumista. Pero si se ha conseguido cambiar su situación vital a través de procedimientos libertarios, con tácticas de acción directa al margen de la legalidad, aunque esto no altere la psique del afectado, la realidad es que el hecho, el ejemplo, queda y subsiste, y es lo que sirve de referente para demostrar que si el material humano falla, las ideas y las prácticas no. De todas maneras, basta con que en uno de cada diez individuos germine la semilla de tu ejemplo de apoyo mutuo o autogestión para que la lucha social iniciada haya valido la pena.
Wilde nos hablaba en su El Alma del Hombre bajo el Socialismo(1890) de lo aburridos que eran los “pobres virtuosos”. Exigir que los pobres sean virtuosos, además de pobres, no es una cuestión de “aburrimiento”, si no de brutal e injusta insensibilidad. En la lucha social podrás descubrir personas que llevan años sin socializarse con nadie, que han sido excluidas de las más mínimas comodidades, que llevan décadas viviendo en estado de guerra permanente, que sienten que cuánto les rodea es hostil. Lo raro no es que desconfíen o incluso traten de aprovecharse de quien le tienda una mano; lo raro es que no se le tiren a la yugular. En vez de eso, muchas personas que han sido tratados como fieras peligrosas desde la infancia, constantemente hostigadas por su entorno, se embeben de una solidaridad dada a cambio de nada, salvo de compromiso, y de una forma de actuar que no acepta liderazgos ni servilismos. Se embeben tanto que la reproducen. Aprenden a ayudar a los demás, abren casas para familias sin hogar tal y como se les abrió a ellos; llegan a darse cuenta de que el siguiente paso está en defenderse por sí mismos, en la autonomía; la ilegalidad a la que antes recurrían por necesidad ahora tiene una finalidad más profunda. Puede que empiecen a interesarse por las ideas que les han llevado hasta ahí y empiecen a hablar de anarquismo; y si no, al menos ya no desconocen ese término ni lo temen. Se produce en ellos un cambio de paradigma.
Sin embargo, deberíamos de tener una cosa muy clara: el modelo anarquista que proponemos no necesita convertir a la gente en anarquistas para funcionar; sería aberrante. El anarquismo destinado a los anarquistas es chovinismo. El anarquismo es útil cuando se dirige a los que no son ni serán anarquistas. Es ahí cuando se demuestra que un proyecto y un modelo funcionan.
Nuestro objetivo es llegar a los que nada tienen, no para hacerlos anarquistas conscientes, sino porque sólo ellos, los que más sufren y padecen, tienen motivos objetivos para querer cambiar de vida y la razón para romper convulsamente con todo. El mensaje anarquista de libertad y autonomía acoge a toda la humanidad; el de tres comidas diarias y un techo sobre la cabeza sólo puede ir destinado a los que carecen de ello. La anarquía para los satisfechos, para los aburridos intelectualmente, es un artefacto inútil. Los principios libertarios son asumibles por todos, pueden cambiar la vida interior de quién los asuma, sin importar su ascendencia; pero su programa económico y social va dirigido a cambiar la vida de los que hoy comen barro. Por eso es imprescindible intervenir en esa lucha; no hay otra forma de cambiar lo que nos rodea.
¿Cómo hacerlo? Desde dentro, sin partenalismos ni dirigismos. La táctica del “paracaidista” que salta sobre un conflicto, venido de quién sabe dónde, para arrojar luz, es la táctica del fracaso. Sólo cuando se te ha visto mancharte, sudar y sangrar estás legitimado para intervenir, y ni siquiera eso vence todos los recelos. Se debe crear un proyecto en el que las diferencias entre los anarquistas que lo inician y las personas generalmente no ideologizadas que lo vayan integrando se difuminen, sin rangos, ni vanguardismos ni primacías.
Participando en las inquietudes reales del pueblo, en las que se han generado en ellos, y no en la que nosotros queremos introducirles desde fuera. Una vez hemos tomado parte de sus intereses, de su lucha, de su reivindicación, nuestra misión como anarquistas es tratar de llevarlos un poco más lejos, un pasito más allá. Malatesta lo entendió con lucidez:
Hagamos comprender a todos aquellos que mueren de hambre y de frío, que todas las mercancías que llenan los almacenes les pertenecen a ellos, porque ellos fueron los únicos constructores, e incitémosles y ayudémosles para que las tomen. Cuando suceda alguna rebelión espontánea, como varias veces ha acontecido, corramos a mezclarnos y busquemos de hacer consistente el movimiento exponiéndonos a los peligros y luchando juntos con el pueblo. Luego, en la práctica, surgen las ideas, se presentan las ocasiones. Organicemos, por ejemplo, un movimiento para no pagar los alquileres; persuadamos a los trabajadores del campo de que se lleven las cosechas para sus casas, y si podemos, ayudémoslos a llevárselas y a luchar contra dueños y guardias que no quieran permitirlo. Organicemos movimientos para obligar a los municipios a que hagan aquellas cosas grandes o chicas que el pueblo desee urgentemente, como, por ejemplo, quitar los impuestos que gravan todos los artículos de primera necesidad. Quedémonos siempre en medio de la masa popular y acostumbrémosla a tomarse aquellas libertades que con las buenas formas legales nunca le serían concedidas. En resumen: cada cual haga lo que pueda según el lugar y el ambiente en que se encuentra, tomando como punto de partida los deseos prácticos del pueblo, y excitándole siempre nuevos deseos”3.
Lo que intentó la FAGC con el Grupo de Respuesta Inmediata contra los desahucios y la Asamblea de Inquilinos y Desahuciados fue intervenir en una aspiración real de la población (la vivienda) y lejos de las propuestas moderadas y legalistas de las plataformas y colectivos locales, llevar la lucha por el derecho al techo a otros presupuestos, más profundos y más radicales. Esa es la primera etapa de nuestra lucha. Parando desahucios de forma combativa y realojando familias sin techo en casas unifamiliares expropiadas a los bancos, iniciamos el contacto con la gente y demostramos que se podía actuar de otro modo, más comprometido y más eficiente.
Inmersos en las aspiraciones habitacionales populares iniciamos la etapa de la Comunidad “La Esperanza”, porque hacía falta una demostración de fuerza, un proyecto lo suficientemente grande y llamativo cómo para que no pudiera ser ocultado a la opinión pública por mucho que se quisiera. Ante el victimismo de que hagamos lo que hagamos se nos silencia, hemos intentado mostrar que a despecho de las manipulaciones y tergiversaciones mediáticas, si se hace algo de gran magnitud es imposible que pueda quedar solapado y barrerse bajo la alfombra (a esto obviamente hay que sumarle una gran capacidad de trabajo y saber diseñar una buena “guerra de tinta”). Llega después una tercera etapa que ya explicaré en el último artículo de esta serie.
Lo hecho en esta segunda etapa tiene su importancia y significado, no sólo evidentemente por su dimensión social, por dar techo a un número tan ingente de adultos y menores, sino también en otros aspectos. En nuestro movimiento parece que ciertos think tankse disputan una ridícula hegemonía. Invalidan lo que dice su competidor con palabras, siempre con palabras. Si una propuesta se les antoja muy radical o muy reformista no tratan de contraponerle un ejemplo práctico que la desbarate; le contraponen otra idea. Cuando se criticaba por ejemplo la ILP de la PAH por inservible y legalista, la crítica podía ser muy certera (de hecho lo es), pero si no se le contrapone otra alternativa a la gente no le quedará más remedio que aferrarse a la única alternativa que hay puesta sobe la mesa. Nosotros criticábamos la ILP y como aval a nuestra crítica dimos vida, por ejemplo, a “La Esperanza”. Lo que hace falta es un action tank, grupos de acción que realicen actos que secunden nuestras teorías, un respaldo activista con resultados reales y cuantificables. Eso es lo que válida tu propuesta; lo demás es retórica, verborrea y papel, y eso tiene el mismo peso que un puñetazo sobre la mesa de un bar.
Empero, hay que ser realistas: si la línea vivencial debe quedar borrada entre los anarquistas y los realojados (pues esta es la única manera no sólo de evitar vanguardismos sino de propiciar la autoemancipación y sumar a los afectados a la lucha por su propia causa), hemos de saber detectar las diferencias y semejanzas de nuestras aspiraciones; ahí se hallan lo límites de la lucha social. Personalmente, como anarquista, y en relación a la Comunidad “La Esperanza”, podría preferir una ocupación sine die, un desafío constante al Estado y las entidades financieras, sobreviviendo en situación constante de emergencia. Pero precisamente, como anarquista, no me gusta disparar con pólvora ajena. No puedo lanzar a la gente, cargados de hijos menores, a luchar con molinos de viento espoleados por mis ideas. Debo conocer y comprender cuales son sus aspiraciones reales y hasta dónde están dispuestos a llegar y si ya han llegado lo más lejos que les era posible no tratar de forzarles a iniciar formas de lucha que aún no han nacido en ellos. La necesidad crea al órgano, y esas formas se darán de forma natural cuando sea el momento. Hay que entender que si para mí la ilegalidad es una opción y un recurso a defender, para ellos es una obligación nacida de la necesidad. Después de la guerra la gente quiere paz y eso no es criticable. En base a eso redacto documentos legales que me repugnan porque la comunidad de la que formo parte los necesita y confía en mi capacidad para darles cuerpo. “La Esperanza” ha decidido regularizar su situación, lanzar un órdago: si sale mal seguirá al margen de la legalidad y no abandonará las viviendas; si sale bien habrá conseguido vencer en su desafío al Sistema y haberle arrancado sus demandas.
¿Conseguir esas exigencias será el final de todo? Como Comunidad puede que sí, pero a nivel de estrategia global de la FAGC evidentemente no. Conseguir esta victoria sería un ejemplo de lo que se puede lograr mediante la ocupación, sometiendo a los bancos y los poderes públicos a una política de hechos consumados. Debe y puede reproducirse en más sitios. Pero si a esta estrategia no se le da una vuelta de tuerca final su resultado práctico, de tener éxito y propagarse de forma viral, será llenar el Estado de viviendas de protección oficial y aumentar el parque de vivienda pública, y ese no es nuestro objetivo. Nuestro objetivo es darle techo a las familias, pero cambiando completamente el paradigma social.
Cuando se interviene por ejemplo en la lucha sindical y se intenta una mejora en los horarios o en los salarios, lo que conseguimos, si triunfamos, es una victoria parcial y una demostración de fuerza. Esa necesidad de práctica, de hacer músculo, es lo importante. Pero si nos quedamos en la disminución de horarios o en el aumento de salario en sí, no haremos más que reforzar el modelo capitalista laboral. Si decimos que nuestras aspiraciones son otras, habrá que demostrarlo con hechos y no sólo con una declaración de intenciones. Lo mismo ocurre con el tema de la vivienda. La idea es que nadie se muera en la calle, esa es la prioridad; pero entendiendo que lo que propicia que eso pase es el modelo actual, y que por tanto no sólo hay que poner remedio a sus consecuencias sino también a sus causas. Dando techo y consiguiendo que no se eche al realojado de su casa demostramos fuerza y respondemos a una atrocidad, atajándola; pero si detrás de eso no hay un tercer movimiento esa demostración se quedará ahí, como un fin en sí misma.
La lucha no es un automatismo (luchar por luchar). Se lucha para destrozar barreras y alcanzar objetivos. ¿Cuándo sabes que la lucha es importante? Cuando alcanzado ese objetivo tienes la sensación de que aún no has hecho más que empezar.
¡Venga entonces el tercer movimiento!
Fdo: Ruymán Rodríguez
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1 “Antes de proporcionarle al pueblo sacerdotes, soldados, jueces, doctores y maestros, deberíamos averiguar si por ventura no se está muriendo de hambre” (El trabajo y la teoría de Bondarev, 1888).
2 Aunque en honor a la verdad, a no ser que se produzca una dificultosa revolución global, cualquier forma de anarquía se dará siempre inicialmente rodeada de capitalismo, se dé en un pequeño pueblo, en una gran ciudad o en toda una región. Cambian los recursos, las competencias y la escala, pero en su imperfección es una manifestación de anarquía. Por eso tal vez yo pueda decir que he vivido en anarquía, y que es hermosa y es dura.
3 En Tiempo de Elecciones, 1890.

Contra la Ley Mordaza: Desobediencia Civil

DESOBEDIENCIA CIVIL
de Henry David Thoureau (1848)
(fragmentos seleccionados)
Acepto plenamente la divisa: el mejor gobierno es el que menos gobierna, y quisiera verlo actuar en este sentido más rápida y sistemáticamente. Realizada, equivale en última instancia a esto en lo que también creo: el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto, y cuando los hombres estén preparados para él, éste será el tipo de gobierno que todos tendrán. El gobierno es, bajo óptimas condiciones nada más que un recurso, pero la mayoría de los gobiernos suelen ser, y a veces todos los gobiernos son inoportunos. Las objeciones que han sido planteadas contra la existencia de un ejército regular, son muchas y de peso. Finalmente éstas pueden también aplicarse a un gobierno establecido. El ejército regular no es más que un tentáculo del gobierno establecido. El mismo gobierno, que sólo es el medio escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad, está igualmente sujeto a sufrir abusos y corrupción antes de que el pueblo llegue a actuar a través de él. 

[…] ¿Debe el ciudadano renunciar a su conciencia, siquiera por un momento o en el menor grado a favor del legislador? ¿Entonces porque el hombre tiene conciencia? Pienso que debemos primero ser hombres y luego ciudadanos. No es deseable cultivar tanto respeto por la ley como por lo correcto. La única obligación que tengo derecho de asumir es la de hacer en todo momento lo que creo correcto. […] La ley jamás hizo a los hombres ni un ápice más justos; además, gracias a su respeto por ella hasta los más generosos son convertidos día a día en agentes de injusticia. Un resultado común y natural del indebido respeto por la ley es que se puede ver una fila de soldados: coronel, capitán, cabo, soldados, dinamiteros y todo, marchar en admirable orden cruzando montes y valles hacia las guerras […]. 
La masa de hombres sirve al Estado así: no como hombres principalmente sino como máquinas, con sus cuerpos. Son el ejército regular y la milicia, los carceleros, los guardias civiles, la fuerza pública, etc. En la mayoría de los casos no hay libre ejercicio, ni de juicio ni de sentido moral, sino que se colocan en el mismo plano que la madera, la tierra y las piedras; y quizá se pudieran fabricar hombres de madera que sirviesen tan bien a ese fin. Esto no merece más respeto que el que merece un espantapájaros o un puñado de inmundicia. Tienen el mismo valor que los caballos y los perros. Sin embargo a gente como ésta se les tiene comúnmente por buenos ciudadanos. […] Muy pocos -como héroes, patriotas, mártires, reformadores en amplio sentido, y hombres- sirven al Estado también con su conciencia, por lo tanto necesariamente en su mayor parte le resisten, y comúnmente el Estado los trata como enemigos. Un hombre sabio sólo como hombre será útil y no se prestará a ser arcilla, ni a tapar un agujero para que no pase el viento sino que al menos dejará ese oficio a sus cenizas […].
Todos los hombres aceptan el derecho a la revolución, o sea, el derecho a negar lealtad y a resistir al gobierno cuando su tiranía o su ineficacia son grandes e intolerables. […] Todas las máquinas generan sus propios conflictos y posiblemente ésta haga suficiente bien para contrabalancear el mal. De todos modos es un gran mal hacer bullicio por eso. Pero cuando el conflicto llega a tener su propia máquina y que la opresión y el robo están organizados, sostengo que ya no debemos tener una máquina así.
[…] El soldado que se niega a participar en una guerra injusta es aplaudido por los mismos que no se niegan a sostener al gobierno injusto que hace la guerra; es aplaudido por aquellos cuya propia actitud y autoridad él desconsidera y reduce a la nada; como si el Estado se apenase a tal grado que contratase a alguien para que se insubordinara contra sus injusticias, pero no tanto como para dejar de cometerlas. Así en nombre del orden y del gobierno civil, a fin de cuentas estamos hechos para rendir homenaje y prestar apoyo a nuestra propia mezquindad. Tras el primer sonrojo de injusticia se presenta su indiferencia, y así su original inmoralidad se conforma en amoralidad no del todo innecesaria para la vida que hemos hecho.
[…] Aquellos que, mientras desaprueban el carácter y las medidas de un gobierno, le prestan su lealtad y su apoyo, son indudablemente sus partidarios más conscientes y, por lo tanto, a menudo se convierte en los más serios obstáculos para realizar reformas.
[…] Existen leyes injustas: ¿debemos conformarnos con obedecerlas o, debemos tratar de enmendarlas y acatarlas hasta que hayamos triunfado o, debemos transgredirlas de inmediato? Los hombres en general, bajo un gobierno como éste, piensan que deben esperar hasta convencer a la mayoría para modificarlas. Piensan que si resisten, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es el gobierno quien tiene la culpa de que el remedio sea peor que la enfermedad. El gobiernolo empeora. ¿Por qué no es más capaz de anticiparse y prever para lograr reformas? ¿Por qué no aprecia a su sabia minoría? ¿Por qué llora y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no alienta a sus ciudadanos a estar alertas para señalarle sus faltas y así poder actuar mejor? ¿Por qué siempre crucifica a Cristo, excomulga a Copérnico y a Lutero y declara rebeldes a Washington y a Franklin?
Uno creería que una negación deliberada y práctica de su autoridad fuese la única ofensa jamás contemplada por gobierno alguno; además ¿por qué no le ha asignado el castigo preciso y proporcional que le corresponde? Si un hombre que no tiene bienes se niega sólo una vez a ganar nueve chelines para el Estado, se le encarcela durante un periodo ilimitado sin mediar mandamiento legal alguno, y esto determinado solamente por quienes le colocaron ahí, pero si roba noventa veces nueve chelines al Estado, al poco tiempo se le deja en libertad.
Si la injusticia forma parte de los problemas inherentes a la máquina de gobierno, dejémosla funcionar, que funcione: quizá desaparecerán ciertamente las asperezas y la máquina se desgastará. Si la injusticia tiene una cuerda, una polea, una soga o un eje exclusivamente para ella misma, entonces se podría considerar si el remedio no sería peor que la enfermedad, pero si es de tal naturaleza que requiere que usted sea el agente de injusticia para otro, entonces, digo, ¡viole la ley! que su vida sirva de freno para parar la máquina. Lo que debo hacer es ver a cualquier precio que no me presto para fomentar el mal que condeno.
En cuanto a adoptar los medios que el Estado ha proporcionado para remediar el mal, no conozco tales medios. Toman demasiado tiempo, más que la vida de un hombre. Tengo otros asuntos que atender. No vine a este mundo principalmente para hacerlo un lugar adecuado para vivir, sino para vivir en él, sea bueno o malo. El hombre no debe hacerlo todo, pero sí algo; y como no puede hacerlo todo, no hace falta que haga algo malo. No es de mi incumbencia recurrir al gobernador o a la legislatura, así como no es el suyo recurrir a mi: ¿que hago si ellos no escuchan mi solicitud? Para este caso el Estado no ha proporcionado ningún medio: su mismísima constitución es el mal. Puede que esto parezca chocante, obstinado e intolerante pero esto significa tratar con la máxima amabilidad y consideración al único espíritu que pueda apreciarlo o merecerlo. Por lo tanto, todo cambio es para mejorar como sucede con el nacer o morir que convulsionan al cuerpo.
[…] Además, todo hombre que tenga más razón que sus vecinos ya constituye una mayoría de uno.
[…] Bajo un gobierno que encarcela injustamente a cualquiera, el verdadero lugar de un hombre justo es también una prisión. […] un sitio donde el Estado coloca a todos los que no están con él, sino contraél -la única casa en un Estado esclavista donde el hombre libre puede habitar con honor. Si alguien cree que su influencia ahí se perdería y que sus voces ya no afligirían el oído del Estado, que no serían como un enemigo dentro de sus muros, no saben cuanto más fuerte es la verdad que el error ni cuanto más elocuente y eficazmente puede combatir la injusticia que él ha experimentado un poco en su propia persona. Deposite todo su voto, no una tira de papel solamente, sino toda su influencia. Una minoría es impotente si se ajusta a la mayoría; entónces ni siquiera es minoría; pero es irresistible si se opone con todo su peso. Si no queda otra alternativa que encerrar a todos los hombres justos en la cárcel o dejar la guerra y la esclavitud, el Estado no vacilará en su elección. Si un millar de hombres no pagase los impuestos este año, la medida no sería ni violenta ni sangrienta, como lo sería, en cambio, pagarlos y proporcionarle al Estado la posibilidad de que cometa actos de violencia y de que derrame sangre inocente. Esta, en efecto, es la definición de una revolución pacífica, si tal es posible. Si el recaudador de impuestos o cualquier otro funcionario público me pregunta, como uno ya lo ha hecho: ¿pero qué quiere que haga?, mi respuesta es: si realmente quiere hacer algo, renuncie a su cargo. Cuando el súbdito ha negado lealtad y el funcionario ha renunciado a su cargo, entonces la revolución se realiza. Pero supongamos que haya derramamiento de sangre. ¿No es una especie de derramamiento de sangre cuando la conciencia está herida? Por esta herida escapa la verdadera hombría e inmortalidad del hombre que sangra hasta la imperecedera muerte. Ahora mismo veo derramarse esta sangre.
[…] Cuando converso con el más libre de mis vecinos percibo que, no importa lo que digan sobre la magnitud y gravedad del asunto y su interés por la tranquilidad pública, es que no pueden prescindir de la protección del gobierno existente y temen las consecuencias que su desobediencia atraería para sus propiedades y familiares. Por mi parte, no quisiera pensar que siempre dependo de la protección del Estado. Pero, si niego la autoridad del Estado cuando me presenta su cuenta de impuestos, pronto se posesionará y derrochará toda mi propiedad y así nos acosará a mí y a mis hijos para siempre. Esto es duro. Imposibilita al hombre vivir honesta y al mismo tiempo cómodamente en los aspectos externos. No valdría la pena acumular propiedad porque sin duda volvería a suceder lo mismo. Hay que trabajar o tomar posesión de una casa en alguna parte, cultivar una pequeña cosecha y comerla pronto. Hay que vivir dentro de uno mismo y depender de sí mismo siempre alerta y listo para comenzar de nuevo y no tener muchas ocupaciones.
[…] Hace seis años que no pago impuestos injustos. Por este motivo me tuvieron una noche en la cárcel y, cuando meditaba examinando las paredes de sólida piedra, de dos a tres pies de espesor, la puerta de hierro y de madera de un pie de espesor, y la reja de hierro que filtraba la luz, no pude menos que pensar en la estupidez de esta institución que me trataba como si simplemente fuese un montón de carne, sangre y huesos, susceptible de encerrarse bajo llave. Me preguntaba si habría llegado a la conclusión de que ésta era la mejor ocupación que podía proporcionarme y que jamás se le ocurrió disponer de mis servicios de alguna manera. Comprendí que, si había un muro de piedra entre yo y mis vecinos de la ciudad había todavía otro aún más difícil de escalar o romper, antes de que ellos llegaran a ser tan libres como lo era yo. Ni por un momento me sentí encerrado, y las paredes me parecieron un gran derroche de piedra y argamaza. Me sentía como si, entre todos los vecinos, yo fuese el único que había pagado el impuesto. Sencillamente no sabían como tratarme, sin embargo se comportaban como personas groseras. En toda amenaza y en todo cumplido erraban, porque creían que mi principal deseo era estar del otro lado de ese muro de piedra. No pude menos que sonreír viendo cuán diligentemente cerraban la puerta a mis meditaciones, que los seguían de nuevo sin prisa ni pausa, y ellos estaban realmente convencidos de que todo eso era peligroso. Como no podían llegar a mí, resolvieron castigar mi cuerpo; parecían chiquillos que si no pueden agredir a la persona contra quien tienen odio maltratan a su perro. Comprendí que el Estado era ingenioso a medias, que era tímido como una mujer solitaria con sus cucharas de plata, que no sabía distinguir a sus amigos de sus enemigos, y perdí todo el respeto que conservaba por él y le tuve lástima.
Así, el Estado jamás confronta intencionalmente el sentido intelectual general del hombre, sino sólo su cuerpo, sus sentidos. No está armado con ingenio ni honestidad superior, sino con fuerza física superior. Yo no he nacido para ser obligado. Respiraré a mi propia manera. Veamos quién es el más fuerte.
[…] Estoy tan deseoso de ser buen vecino como de ser mal ciudadano. […] No es en relación al particular punto en la cuenta de impuestos que me niego a pagarla. Sencillamente quiero negar mi lealtad al Estado, retirarme y mantenerme realmente apartado de él. No me interesa trazar el recorrido de mi dólar, aunque pudiera, que hasta puede comprar a un hombre o un mosquete para matar a alguien -el dólar es inocente- sino me preocupa trazar los efectos de mi lealtad. En verdad, declaro en silencio la guerra al Estado a mi manera […].
[…] Sin embargo, el gobierno no me interesa mayormente y le concederé mínimos pensamientos. No son muchos los momentos en que vivo bajo un gobierno, ni siquiera en este mundo. Si un hombre es de libre pensamiento, de libre fantasía, de libre imaginación, eso que nunca parece existir por mucho tiempo para él, mandatarios o reformadores imbéciles no pueden interrumpirlo fatalmente.
[…] Quienes desconocen fuentes más puras de verdad, quienes no han remontado la corriente aguas arriba, se atienen, sabiamente, a la biblia y a la Constitución, y de ella beben ahí mismo con reverencia y humildad; pero los que contemplan donde llega cada gota en este lago o en ese estanque están listos para enfrentar una vez más las dificultades y continúan su peregrinación hacia el ojo de agua.
[…] La autoridad del gobierno, incluso un gobierno como al que estoy dispuesto a someterme -porque obedecería de buen grado a quienes saben y pueden hacer las cosas mejor que yo, y en muchas cosas incluso a los que no saben ni pueden hacerlo tan bien- todavía es impura; para que sea estrictamente justa tiene que contar con la sanción y consentimiento de los gobernados. No podrá tener algún derecho puro sobre mi persona y mi propiedad que el que yo le conceda. El progreso de una monarquía absoluta a una limitada, de una monarquía limitada a una democracia, es progreso hacia un verdadero respeto del individuo. Hasta el filósofo chino fue suficientemente sabio como para considerar al individuo como base del imperio. ¿Es la democracia, tal y como la conocemos, la última mejora posible en materia de gobierno? ¿No es posible dar un paso más hacia el reconocimiento y organización de los derechos del hombre? Jamás habrá un Estado social realmente libre e ilustrado mientras el Estado no llegue a reconocer al individuo como una potencia superior e independiente, de lo que se derivan su propio poder y autoridad, y lo trate de acuerdo a eso. Me complazco en imaginar un Estado que por lo menos pueda permitirse ser justo para con todos los hombres y tratar al individuo con respecto como vecino; que ni siquiera crea incompatible con su propia tranquilidad el que algunos quieran vivir al margen de él, sin inmiscuirse en él ni ser abrazados por él, dando cumplimiento a todos sus deberes de vecinos y semejantes. Un Estado que diese esta clase de fruto y sufriera el dejarlo caer con la misma rapidez que madura, prepararía el camino para un Estado más perfecto y glorioso todavía, que también he imaginado pero aún no he visto en ninguna parte.

Anarquía a pie de calle I

Anarquía a pie de calle I
Dos anarquismos
El anarquismo no es una fábula romántica, sino un duro despertar […]” (Edward Abbey, A Voice Crying in the Wilderness[Vox Clamantis en Deserto], 1990).
Periódicamente las dicotomías entre “anarquismos” se suceden. A finales del siglo XIX era entre colectivistas y comunistas, organizadores y anti organizadores, individualistas y sindicalistas, sindicalistas puros y anarcosindicalistas, etc. Actualmente esta reyerta teórica, que parece desarrollarse de forma cíclica, se ha establecido entre insurreccionalismo y anarquismo social.
En tiempos decimonónicos algunos anarquistas quisieron desatar el nudo gordiano hablando de “anarquismo sin adjetivos”, y ya avanzando el siglo XX de “síntesis”. Hoy día apremia evolucionar.
Las disputas, si no se enconan y enquistan, son positivas; el debate teórico es sano; lo que es insalubre y suicida es que el debate sustituya a la militancia. Ciertos anarquistas no tienen más problemas militantes que el propio anarquismo: o vigilar sus esencias o ponerlo al día, pero la disputa sigue fijándose en un marco erróneo, igual que en el XIX.

Sí, la disputa entre colectivistas y comunistas nos ayudó a vislumbrar cómo una parte del anarquismo de la época seguía ligado a cierta concepción de propiedad privada y salario y cómo otra quería transcender de eso y ser generosa; también cómo una parte trataba de ser realista y práctica y cómo otra podía pecar de optimismo exacerbado. Era una cuestión de fondo que dibujaba maneras y actitudes. Pero también era una disputa por algo que aún no se había producido: una revolución social que pusiera la economía en manos de los trabajadores. El debate quizás pudo ayudar a perfilar mejor lo que sucedería en situaciones revolucionarias como la del 36, pero el debate por el debate, sin transcender del plano teórico, puede dibujar el mejor de los futuros, pero no deja de ser una especulación, un discurrir sobre la nada, cuando falta crearlo todo. Puede también que el debate sobre las distintas concepciones sindicalistas tuviera una dimensión más práctica, pero seguía basándose en una premisa errónea: transformar la praxis ajena. Sólo nos es dado cambiar nuestra propia actividad; si algo no te gusta trabaja en sentido contrario y que la práctica demuestre si andas errado o acertado. En consecuencia, el debate no debe fijarse más no desde luego prioritariamenteen el terreno ideológico; la validez de una idea debe medirse en el terreno práctico, en el terreno de los hechos.
No se puede discutir cual o tal teoría es mejor sobre el papel, cuál satisfará mejor nuestras necesidades sin transcender de la hipótesis; debe comprobarse empíricamente y que los resultados hablen. ¿Pero qué requiere esto? Trabajo de campo, duro trabajo de campo. Y es eso, y no otra cosa, lo que divide a los anarquismos en liza. Basta ya de supuestas divergencias en base a acuerdos, congresos, pensadores y modelos imaginarios.
Desde mi punto de vista sólo hay dos anarquismos: el contemplativo y el combativo. Ya pueden recibir el nombre de insurreccionalismo o anarquismo social, cualquiera de los dos puede representar a alguna de las dos tendencias en algún momento.
El anarquismo contemplativo vive a través de vidas ajenas, su terreno es el debate centrípeto. Se sienta a analizar y a discursar, a anatemizar enzarzado en eternas luchas internas. Su campo es el de la teoría y el quietismo, sea de comité, de asamblea, de manifestación, de red social o de quema de contenedor (un teórico del molotov no es menos contemplativo que un teórico de despacho). El inmovilismo como modus vivendi; la pontificación como modus operandi. Charlas y difusión de ideas es su terreno natural, el ambiente donde se siente cómodo; incapaz de transcender de ese hábitat y saborear los adoquines o el bancal. El propio anarquismo en su campo de batalla, su objeto de disección, el sujeto de su militancia. El anarquismo contemplativo es la etapa infantil e inmadura de la ideología anarquista; por muy seria, respetable y vetusta que parezca.
El anarquismo combativo, el que defendemos y practicamos desde la FAGC, es el anarquismo que se faja, el que está a pie de calle, el que lucha. Sea tensionando en una manifestación para evitar que la gente quede impasible ante una carga policial, sea forzando las circunstancias para que un conflicto laboral no acabe en armisticio. Es el anarquismo que se moja, el que se arremanga y se mancha las manos. El que lucha en la fábrica, en la asamblea de barrio, en la calle. Gamonal y Can Vies son ejemplos de esto, la Comunidad “La Esperanza” también. Es el que ha sobrepasado los límites de las tertulias y la militancia oral. Ya no cree que verbalizando algo se consiga cambiarlo. Su actividad es centrífuga, no va dirigida a complacer a los “iniciados”, a convencer a los “convencidos”; el circuito de los compañeros se le queda estrecho. El discurso de consumo interno se le antoja cacofonía. No milita para los anarquistas; milita para llevar la anarquía al suelo, para llevar la anarquía al pueblo. Diseña sus tácticas y su estrategia, su hoja de ruta, definiendo bien qué quiere y cuándo lo dará por conseguido, para poder avanzar a la siguiente etapa. Su hábitat es el barrio, la chabola, el parque, el tajo, el terreno abandonado, la casa expropiada. Es el anarquismo entendido como ideología adulta, por osada y audaz que sea su actitud, por nuevos que parezcan sus planteamientos.
En mi experiencia en estos últimos cuatro años en la FAGC, y especialmente en los dos últimos en la Comunidad “La Esperanza”, he llegado a concebir el anarquismo en esos términos, como una ideología adulta. El idealismo es necesario, pero no basado en irrealidades ni quimeras, sino en la capacidad real de aplicar las ideas pertinentes para transformar el entorno. Hay que descifrar los límites de los propios mitos, sean ideológicos, teóricos o de cualquier clase; descubrir la falsabilidad de los pensadores de referencia y tratar de aplicar las propias ideas teniendo en cuenta que por muchos antecedentes que tenga lo que te propones, y por más jugo que le saques a experiencias pasadas (la historia debe entenderse como pista, no como remanencia), la realidad es que esta experiencia, esta concreta, nadie la ha intentado antes; sólo tú y los que te acompañan. El discurso exclusivamente autorreferencial se diluye y queda la dura realidad. Es dura, pero es tuya.
Esta realidad lo es porque se asienta en algo tangible. En los siglos XIX-XX existía un anarquismo de fábrica, y esa fue su gran fuerza. Existió también en ese periodo fini/primisecular un anarquismo cultural que dotó de soporte teórico y literario la obra muscular. Nosotros proponemos un anarquismo de calle, un anarquismo callejero, de barrio, de exclusión social. El obrero salido del siglo XX y que despierta al siglo XXI se da cuenta, después de haber sobrevivido a la coartada capitalista de la crisis, que de obrero cualificado que fabricaba casas para otros ha pasado a ser un sin techo. Personas abocadas a la marginalidad porque sin apenas transición han sufrido un cambio: obreros ayer; indigentes hoy. Algunos no han mutado; de forma endémica han nacido condicionados socialmente para ser carne de asfalto. El discurso anarquista les complace en su utilidad: les es natural la hostilidad a la policía y el rechazo a la sacralidad de la propiedad privada; les es imprescindible sobrevivir a través de ciertas formas de apoyo mutuo, por lo menos en determinados estadios. Si este discurso se convierte en la práctica en un modelo eficiente de necesidades básicas plenamente satisfechas entonces la anarquía funciona, es útil para ellos, y con eso, sin necesitad de hacerse anarquistas, les basta.
No hace falta que se nos encuadre en el insurrecionalismo por nuestra radicalidad o el anarquismo social por nuestra labor. Somos anarquismo de combate y las etiquetas de ese tipo se nos quedan estrechas. Hemos recibido un baño de realismo y hemos descubierto que la anarquía llevada a la práctica funciona, que puede gestionarse una micro sociedad de 250 personas de manera eficaz siguiendo ese modelo. Pero también sabemos que ayudar a alguien no cambia necesariamente su mentalidad, y esto ya lo expondré en un futuro artículo.
Lo que importa ahora es saber que un anarquismo de barrio, sumergido en la marginación social, trabajando en el ghetto, es imprescindible; un anarquismo implicado en los problemas reales de la gente. Es imprescindible no porque suponga por sí mismo la “conversión de la gente”, sino porque es la mejor, si no la única, forma de llegar a ella. Para llegar a la gente no queda otra que tocar sus intereses y necesidades.
Pero si para esto no funciona la provocación vacua, que al menos remueve el avispero, menos funciona el discurso de reformar instituciones. En un momento en el que la gente está más desapegada de la política que nunca, nuestra misión es forzar la ruptura, no invitar a la conciliación con nuevas maneras dentro de las mismas estructuras. La situación es proclive para relanzar la organización popular desde abajo, para movilizar a la gente (movilizarnos con la gente) en base a sus necesidades y exigencias primarias, para estructurar el subsuelo, para dotar de cuerpo y músculo a los que no tienen (tenemos) nada. Enredarlos en promesas electorales, en aspiraciones de políticas locales, en la creación de instituciones, es un suicidio: primero, porque nunca se han sentido tan distantes de ellas; segundo, porque por fin son capaces de hacer otras cosas. A un enemigo herido que tiene que reestructurarse a toda prisa no se le refuerza, se le remata. Las instituciones deben ser vistas como el adversario al que se le arrebatan cosas por la fuerza, a través de la presión y el desgaste; el contrincante al que se mina hasta que se le pierda el temor y el respeto. No como el arma que es buena o mala en función de quién tenga la empuñadura. Más allá del maquiavelismo y el oportunismo de la hipótesis, tengo una cosa clara: también los ratones antes de ser devorados imaginan estar jugando con el gato. Eso es jugar a la política: creer que le estás dando cuartelillo al que está apunto de fagocitarte.
Yo no juego a juegos donde las reglas las imponen otros. Y hay un anarquismo que tampoco. Ese anarquismo sabe dónde está su lugar natural para incidir en la vida social, se aleja de las peleas de capilla y se une a las aspiraciones del pueblo para punzarlas, hostigarlas, y ver si pueden ir más lejos. Este anarquismo no se establece en unos parámetros de superioridad moral (y lamento si mi retórica lo da a entender, pero no es mi intención repartir sopas con hondas), no lo propongo porque sea “la última palabra” en revolución social; lo planteo por una simple cuestión de supervivencia. O nos abocamos a la endogamia de “la anarquía para los anarquistas” (cuando la anarquía debe ser para la gente de a pie) o nos dejamos matar metiéndonos en estructuras de poder que nos comerán y excretaran antes de darnos cuenta. Hasta ahora esas parecían ser las únicas opciones: o cerrarse en banda o entregarse con armas y municiones. No puede ni debe ser así, nuestra supervivencia y la de nuestro mensaje está en el combate, está en la calle, está en las necesidades más instintivas del pueblo. Es necesario detectar qué necesita, ver si nuestra praxis puede proporcionárselo, adaptar nuestras herramientas al momento, elaborar un programa que dé soporte teórico a nuestras conquistas y, una vez alumbrado el camino, compartir dichas herramientas y colectivizarlas (sabiendo cuándo hacerse a un lado).
No me importan las caricaturas; lo de “anarquismo barriobajero” o “anarco-lumpen” no es la primera vez que lo oigo. Me importan los resultados. El anarquismo callejero ha proporcionado la mejor carta de presentación de nuestra práctica en años. La mayor ocupación de inmuebles del Estado español no la ha conseguido un partido, una coalición electoral ni una organización pro-sistema; la ha iniciado una organización anarquista a través de herramientas anarquistas y haciendo funcionar un modelo anarquista sin necesidad de que los implicados lo fueran. Ese anarquismo de barrio ha dado 71 viviendas a 71 familias que equivalen a más de 250 personas. No habla la teoría; hablan los números, hablan los hechos, habla la tozuda realidad.
Fdo: Ruymán Rodríguez

COMUNICADO DE ROSA MORENO

COMUNICADO DE ROSA MORENO


SOMOS ROSA Y CARMELO, UN MATRIMONIO NORMAL Y CORRIENTE CON TRES HIJOS QUE VIVÍAN EN UNA CASA CUALQUIERA DE ALQUILER, HASTA QUE UN DÍA HACE CUATRO AÑOS CARMELO SE QUEDÓ EN PARO Y DESPUÉS DE INTENTAR BUSCAR SOLUCIONES Y NO HALLAR OTRO CAMINO QUE EL DE OKUPAR UNA CASA CONSEGUIMOS EL APOYO DE UN GRUPO DE PERSONAS ANÓNIMAS LAS CUALES SE IMPLICARON CON NOSOTROS DE TAL MANERA QUE PARECÍA QUE ERAMOS FAMILIA.

DESPUÉS DE MEDITARLO DECIDIMOS OKUPAR UNA CASA DEL BBVA QUE ESTABA BASTANTE DESMEJORADA CON LA AYUDA DE ESTOS NUEVOS AMIGOS Y GENTE SOLIDARIA  DONDE QUIERA QUE LAS HAYA, HABLAMOS CON LOS VECINOS DE LA ZONA Y TAMBIÉN SE MOSTRARON MUY CONSIDERADOS CON NUESTRA SITUACIÓN POR LO QUE SEGUIMOS ADELANTE Y DECIDIMOS  ANTES ARRIESGARNOS QUE VER A NUESTROS HIJOS EN LA CALLE.
HEMOS IDO ARREGLANDO COMO SE HA PODIDO LAS IMPERFECCIONES DE LA CASA Y UNA DE ELLAS Y LA MAYOR ES LA HUMEDAD, LA CUAL HA ESTADO MOLESTANDO Y BASTANTE AL VECINO DE LA CASA CONTIGUA DURANTE AÑOS.
DESPUÉS DE UN AÑO EL BANCO PUSO UNA DEMANDA POR LO PENAL PARA DESALOJARNOS, EL JUEZ ARCHIVÓ LA CAUSA POR NO VER DELITO YA QUE NO HEMOS HECHO DAÑO A NADIE. EL BANCO ACCEDIÓ A OFRECERNOS UN CONTRATO DE ALQUILER Y UNA VEZ INICIADO LOS TRAMITES PARA LLEGAR A DICHO ALQUILER SOLICITARON UN INFORME SOCIAL AL AYUNTAMIENTO Y DESDE ALLÍ PIDIERON  NUESTRA AUTORIZACIÓN PARA MANDAR EL DOCUMENTO AL BANCO, PERO JAMÁS LLEGÓ PORQUE ALGUIEN NO SUPO HACER SU TRABAJO. POR LO TANTO AHORA DESPUÉS DE DOS AÑOS EN LA CASA, EN LA CUAL ESTOS NIÑOS TIENEN SU HOGAR Y SON AJENOS A TODA ESTA BARBARIE,  ESTAMOS ABOCADOS AL DESALOJO.
NADIE QUIERE HACERSE RESPONSABLE DE ESE TREMENDO FALLO QUE AHORA TERMINARA CON UNA FAMILIA EN LA CALLE. Y LAS SOLUCIONES ¿QUIÉN LAS TIENE? ¿A QUIÉN CORRESPONDE DARLE UNA SALIDA A NUESTRO PROBLEMA? YA QUE NO HAY CULPABLES QUE POR LO MENOS ALGUIEN TOME CONCIENCIA Y  DE UN PASO AL FRENTE PARA REPARARLO.
PUESTO QUE AHORA NO SOLO  NOS ENFRENTAMOS A UN DESALOJO SINO A UNA MULTA DE 2000 EUROS POR DESPERFECTOS EN LA VIVIENDA CUANDO LO ÚNICO QUE HEMOS HECHO HA SIDO ARREGLARLA Y MEJORAR LA SITUACIÓN EN LA QUE SE ENCONTRABA. PRUEBA DE ELLO SON LAS FOTOS QUE TOMAMOS CUANDO ENTRAMOS Y EN LA ACTUALIDAD TAMBIÉN PODEMOS DOCUMENTAR LAS MEJORAS EN LA VIVIENDA ADEMÁS DE LAS DECLARACIONES DE VECINOS QUE DÍA A DÍA NOS HAN VISTO COMO UNA FAMILIA NORMAL INTENTANDO DARLE UNA MEJOR VIDA A SUS HIJOS. 

¿Qué han hecho del 1º de Mayo?

Primero de Mayo
Ricardo Mella (en Acción Libertaria, nº 20, 28 de abril de 1911).

Ricardo Mella Cea

¿No te sientes, obrero, un poco poeta, un poco loco, un poco dichoso? Mira que estamos en el gran día de las flores, de la resurrección de la vida. Mira que estamos en plena renovación, en plena savia, en pleno amor. Todo canta la gloria de Mayo florido.

Tú puedes, como las jovencitas que van a cantar sus virginales anhelos al pie del altar, tú puedes rendir tu culto de entusiasmo, de vigor, de energía al dios de las victorias. Has vencido, y los cánticos de triunfo no estarían mal en gargantas de energúmenos.

Es también tu día Primero de Mayo. Tienes tu fiesta y tu icono. Diviértete, pero ríe, ríe, bebe, baila, canta: marcha en correcta y nutrida formación hacia el mañana dichoso. Tus héroes delante; delante tus pendones; llega a las puertas de la sinagoga autoritaria, reza tu anual plegaria, y vuelve a cantar, a danzar, a beber, a reír, a perorar, a divertirte. Tienes tu fiesta y tu icono. Es también tu fiesta el Primero de Mayo.

¿Sabes cómo se llama tu ídolo? Santa Rutina Te Ilumine. ¿Sabes lo que festejas y por qué lo festejas? Que la divina imagen de la esclavitud haga en tu cerebro la claridad de todas las verdades. Marcha, marcha como rebaño, como recua, como piara, tras tus pendones y tus héroes. Al final de la jornada, con voz ronca, los huesos magullados, turbia la mirada, vacilante el pensamiento por el cansancio, acaso encontrarás yerto el hogar, dormidos tus amores, muertas tus esperanzas, fallidas tus locuras. La mísera realidad de tus miserias acaso barra de tu mente las oleadas de demencia y de poesía del florido Mayo. Has cumplido con tu deber de buen ciudadano, de obrero disciplinado, de fervoroso creyente. Y puedes dormir tranquilo.


Por los siglos de los siglos tu culto rutinario será infecundo. Tus procesiones como tantas otras mogigangas befa de las gentes. Un pasatiempo, una curiosidad, un anacronismo, y nada más. Los unos dicen, los otros escuchan; aquéllos aplauden, éstos sonríen. Puede el holgorio continuar. Pasados trescientos sesenta y cinco días repetirán la misma pantomima hecha con igual gravedad y aplomo. Por algo alcanzaste la cumbre de la capacidad política, de la educación cívica, del poder social. La domesticidad es el signo clarividente de la civilización.

¿No ves cómo tiemblan de pavor las adineradas gentes? ¿No ves los sobresaltos de los poderosos? En este día dichoso todo se conmueve: Estado, Propiedad, Iglesia, Milicia, Magistratura. Sólo tú eres sereno, magnífico, estamos por decir, mayestático. Eres el dueño del cotarro.

Haces bien en sentirte, en este día famoso, un poco poeta, un poco loco, un poco feliz. Mañana será tarde. Te espera el taller, la fábrica, el surco; te espera un capataz bárbaro, un burgués soez. ¡Quién sabe si darás con tus molidos huesos en la cárcel! De todos modos aprovéchate: la ilusión de la libertad bien vale una juerga.


Pero, amigo mío, si no sabes más, si no quieres más, si nada más haces y pretendes, resígnate a ser esclavo por los siglos de los siglos, que bien te lo habrás merecido. El Primero de Mayo será tu INRI.


La Prostitución


Hoy, 8 de Marzo, Día de la Mujer Trabajadora, día que a veces parece conmemorarse para no tener que volver a ocuparse del asunto durante el resto del año, no queríamos olvidarnos de un asunto ignorado también durante esta efemérides: la prostitución. Si la situación de la trabajadora convencional es de por sí sangrante y alarmante, si la explotación de esta mitad de la humanidad a la que se estigmatiza y cosifica ha arreciado hasta cotas inimaginables durante esta coartada llamada “crisis”, no nos equivocamos si pensamos que esto se agrava si valoramos la situación de las mujeres que no soló tienen que alquilar su fuerza de trabajo, si no también su propio cuerpo. En la estructura jerárquica capitalista todos los asalariados alquilamos, de una u otra forma, nuestro cuerpo, todos nos “prostituimos”, pero existe una diferencia sustancial cuando uno además debe “alquilar” los actos y funciones más íntimos de su organismo, actos que sólo a nuestra voluntad y deseo deberían pertenecer.

Aquellos que, cuando se les habla de abolir la prostitución, aún se inventan justificaciones (seguramente auto exculpativas) y tratan de verla como una “elección”, deben de ser conscientes de que tienen la misma mentalidad que el capitalista que defiende las virtudes del trabajo asalariado cuando se le habla de abolirlo. La esclavitud sexual es una de las más graves rémoras que arrastra el siglo XXI y sólo desaparecerá cuando se realice una verdadera emancipación económica, cuando quede destruido el patriarcado cultural y psicológico y cuando las personas dejemos de ser un medioy nos constituyamos en un fin.

De todo esto nos habla Emma Goldman en un artículo de flamante actualidad: La Prostitución. Esperamos que saquen provecho de su lectura.  

La prostitución
(“The Traffic In Woman”, Anarchism And Other Essays, 1917)
Nuestros reformistas hicieron de repente un gran descubrimiento: la trata de blancas. Los diarios se llenaron de exclamaciones y hablaron de cosas nunca vistas e increíbles, y los fabricantes de leyes se prepararon para proyectar un haz de leyes nuevas a fin de contrarrestar esos horrores.
Es altamente significativo este hecho toda vez que a la pública opinión se le presenta, como si fuera una distracción más, unos de estos males sociales, enseguida se inaugura una cruzada contra la inmoralidad, contra el juego de azar, las salas de bailes, etc. ¿Y cuáles son los resultados de semejantes campañas aparentemente moralizadoras? El juego aumenta cada vez más, las salas funcionan clandestinamente a la luz del día, la prostitución se encuentra siempre al mismo nivel y el sistema de vida de los proxenetas y sus similares se vuelve un poco más precario.
¿Cómo puede ser que esta institución, conocida hasta por los niños de teta, haya sido descubierta recientemente? ¿Qué es, después de todo, este gran mal social, -reconocido por todos los sociólogos- para que dé lugar a tanto ruido y a tanta alharaca la publicación de todas esas informaciones?
Resumiendo las recientes investigaciones sobre la trata de blancas -por lo pronto muy superficiales- nada de nuevo se descubrió. La prostitución ha sido y es una plaga sumamente extendida, y asimismo la humanidad continuó hasta ahora imbuida en sus asuntos, indiferente a los sufrimientos y a la desventura de las víctimas de ese tráfico infame; tan indiferente como lo fue ante nuestro sistema industrial, o ante la prostitución económica.
Solamente cuando el humano dolor se convierte en una diversión, en una especie de juguete de brillantes colores, el niño que es el pueblo se interesa por él, siquiera un tiempo determinado; el pueblo es un niño de carácter veleidoso; todos los días quiere un juguete nuevo. Y el desaforado grito contra la trata de blancas, es precisamente eso. Le servirá para divertirle durante un tiempo y también dará lugar a que se instituya una serie de puestos públicos, unos cuantos parásitos más, que se pasearán por ahí, como detectives, inspectores, miembros investigadores, etc.
¿Cuál es la verdadera causa que origina el tráfico de la mujer, no solamente de la blanca, sino de la negra y la amarilla? Naturalmente es la explotación, que engorda el fatídico Moloch del capitalismo con una labor pagada a un misérrimo precio, lo que empuja a miles de jóvenes mujeres, muchachas y niñas de poca edad hacia el pozo sin fondo del comercio del lenocinio.
[…] Es lógico esperar que nuestros reformistas no dirán nada acerca de esta causa fundamental. Comprenden demasiado que son verdades que rinden poco. Es más provechoso desempeñar el papel del fariseo, esgrimir el pretexto de la moral ultrajada, que descender al fondo de las cosas.
[…] En ninguna parte se trata a la mujer de acuerdo al mérito de su trabajo; por eso, ese procedimiento es todavía más flagrantemente injusto. Es imperiosamente inevitable que pague su derecho a existir, a ocupar una posición cualquiera mediante el favor sexual. No es más que una cuestión de gradaciones que se venda a un hombre, casándose, o a varios. Que nuestros reformistas lo admitan o no, la inferioridad social y económica de la mujer, es directamente responsable de su prostitución.
Justamente en estos días la buena gente se asombró de ciertas informaciones, donde se demostraba que solamente en Nueva York, de diez mujeres que trabajaban en fábricas, nueve percibían un salario de seis dólares semanales por 48 horas de trabajo, y la mayoría de ellas debían afrontar varios meses de desocupación; lo que en total representaba una suma anual de 280 dólares. Ante estas horribles condiciones económicas, ¿hay motivo de asombro al constatar que la prostitución y la trata de blancas se hayan convertido en un factor tan predominante?
[…] Nuestros actuales reformistas podrían muy bien enterarse del libro del Dr. Sanger [La Historia de la Prostitución]. Entre 2,000 casos observados por él, son raros los que proceden de la clase media, de un hogar en prósperas condiciones. La gran mayoría salen de las clases humildes y son, por lo general, muchachas y mujeres trabajadoras; algunas caen en la prostitución a causa de necesidades apremiantes; otras debido a una existencia cruel de continuo sufrimiento en el seno de su familia, y otras debido a deformaciones físicas y morales (de las que hablaré después). También para edificación de puritanos y de moralistas, había entre esos dos mil casos, cuatrocientas mujeres casadas que vivían con sus maridos. ¡Es evidente que no existía mucha garantía de la pureza de ellas en la santidad del matrimonio!
El Dr. Blaschko en Prostitution in the Nineteenth Century, hace resaltar más aún que las condiciones económicas son los más poderosos factores de la prostitución.
Aunque la prostitución existió en todas las edades, es el siglo XIX el que mantiene la prerrogativa de haberla desarrollado en una gigantesca institución social. El desenvolvimiento de esta industria con la vasta masa de personas que compiten mutuamente en este mercado de compra y venta, la creciente congestión de las grandes ciudades, la inseguridad de encontrar trabajo, dio un impulso a la prostitución que nunca pudo ser soñado siquiera en periodo alguno de la historia humana (nota de la FAGC: si esto era cierto en el s. XIX, ¿cómo no iba a serlo en el XXI, dónde [según las últimas estádisticas] la explotación sexual mueve al año más de 108.000 millones de dólares, siendo el segundo “negocio” que más dinero mueve en el mundo?).
[…] La faz más divertida de esta cuestión que acaba de hacerse pública, es la superabundante indignación de nuestras buenas y respetables personas, y especialmente de algunos caballeros cristianos, quienes siempre encabezan esta suerte de cruzadas y también otras que surjan de cualquier parte o por cualquier motivo. ¿Es que ellos ignoran completamente la historia de las religiones y particularmente de la cristiana? ¿Por qué razones deberían gritar contra la infortunada víctima de hoy, desde que es conocido por los estudiosos de alguna inteligencia que el origen de la prostitución es, precisamente, religioso, lo que la mantuvo y la desarrolló por varios siglos, no como una vergüenza, sino como digna de ser coronada por el mismo dios?
Parece que el origen de la prostitución se remonta a ciertas costumbres religiosas, siendo la religión la gran conservadora de las tradiciones sociales, la preservó en forma de libertad necesaria y poco a poco pasó a la vida de las sociedades. Uno de los ejemplos típicos lo recuerda Herodoto; quinientos años antes de Cristo, en el templo Mylitta, consagrado a la Venus babilónica, se establecía que toda mujer que llegase a edad adulta había de entregarse al primer extraño que le arrojase un cobre en la falda como signo de adoración a la diosa. Las mismas costumbres existían en el oriente de Asia, en el norte de África, en Chipre, en las islas del Mediterráneo, y también en Grecia, donde el templo de Afrodita en Corinto poseía más de mil sacerdotisas dedicadas a su servicio.
El hecho que la prostitución religiosa se convirtiese en ley general, apoyada en la creencia que la actividad genésica de los seres humanos poseía una misteriosa y sagrada influencia para promover la fertilidad de la naturaleza, es sostenido por todos los escritores de reconocida autoridad en la materia. Gradualmente y cuando la prostitución llegó a ser una institución organizada bajo la influencia del clero, se desarrolló entonces en sentido utilitario, coadyuvando así a las rentas públicas.
El Cristianismo, al escalar el poder político cambió poco semejante estado de cosas de la prostitución. Los meretricios bajo la protección de las municipalidades se encontraban ya en el siglo XIII. Los principales jefes de la Iglesia los toleraron. Constituían esas casas de lenocinio una especie de servicio público, cuyos dirigentes eran considerados como empleados públicos (Havelock Ellis, Sex and Society).
A todo esto débese agregar lo que escribe el Dr. Sanger en su libro citado anteriormente:
El papa Clemente II, dio a la publicidad una bula diciendo que se debía tolerar a las prostitutas, porque pagaban cierto porcentaje de sus ganancias a la Iglesia.
El papa Sixto IV fue más práctico; por un solo meretricio que él mismo mandó construir, recibía una entrada de 20,000 ducados.
En los tiempos modernos la Iglesia se cuida más, respecto a este asunto. Por lo menos abiertamente no fomenta el comercio del lenocinio. Encuentra mucho más provechoso constituirse en un poder casi estatal, por ejemplo la Iglesia de la Santísima Trinidad, y alquilar a precios exorbitantes las reliquias de un muerto a los que viven de la prostitución.
[…] Pero sería demasiado parcial y superficial por nuestra parte, sostener que el factor económico es la única causa de la prostitución. Hay otros no menos importantes y vitales. Los mismos reformistas los reconocen, mas no se atreven a discutirlos, ni hacerlos públicos, y menos aumentar esa cuestión, que es la savia de la verdadera vida del hombre y de la mujer. Me refiero al tema sexual, cuya sola mención produce ataques espasmódicos en la mayoría de las personas.
Se concede que una mujer es criada más para la función sexual que para otra cosa; no obstante se la mantiene en la más absoluta ignorancia sobre su preponderante importancia. Cualquier cosa que ataña a este asunto se le suprime con aspaviento, y la persona que intentara llevar la luz a estas espesas tinieblas, sería procesada y arrojada a la cárcel. Sin embargo, sigue siendo incontrovertible que mientras se continúe en la creencia que una joven no debe aprender a cuidarse a sí misma, ni debe saber nada acerca de la más importante función de su vida, no tiene que sorprendernos que llegue a ser fácil presa de la prostitución, o de otra forma de relaciones, que la reducen a convertirse en un mero instrumento sexual.
A esta criminal ignorancia se debe que la entera existencia de una joven resulte deformada y estropeada. Desde hace tiempo la gente se halla convencida que un muchacho, en su adolescencia, sólo responde al llamado de su naturaleza, es decir, tan pronto como despierta a la vida sexual puede satisfacerla; pero nuestros moralista se escandalizarían al sólo pensar que una muchacha de esa edad hiciese lo mismo. Para el moralista la prostitución no consiste tanto en el hecho que una mujer venda su cuerpo, sino en que lo venda al margen del hogar, del matrimonio. Este argumento no as muy infundado, ya que lo prueban la cantidad de casamientos por conveniencias monetarias, legalizados, santificados por la ley y la opinión pública; mientras que cualquier otra unión, aun siendo más desinteresada y espontánea, será considerada ilegítima, y por ende condenada y repudiada. Y eso que la prostitución, definida con propiedad, no significa otra cosa que la subordinación de las relaciones sexuales a la ganancia (Guyot, La Prostitución).
 Son prostitutas aquellas mujeres que venden su cuerpo, ejerciendo actos sexuales y haciendo de ellos una profesión (Banger, Criminalité et Condition Economique).
En efecto, Banger va más allá; sostiene que el acto de prostituirse es intrínsecamente igual para el hombre y la mujer que contrae matrimonio por razones económicas.
Naturalmente, el matrimonio es el único fin a que tienden todas las jóvenes, pero a miles de muchachas, cuando no pueden casarse, nuestro convencionalismo social las condena al celibato o a la prostitución (nota de la FAGC: aunque lo dicho parece obsoleto, en realidad lo mismo podría decirse con respecto a la obligatoriedad de la vida en pareja que aún se impone a muchas mujeres). Y la naturaleza humana afirma siempre su improrrogable derecho, sin cuidarse de las leyes; ya que no existen razones plausibles para que esa naturaleza se adapte a una pervertida concepción de moralidad.
Generalmente la sociedad considera el proceso sexual del hombre como un atributo de su propio desarrollo viril; entre tanto, lo que idénticamente se realiza en la vida de la mujer es mirado como una de las más terribles calamidades: la pérdida del honor y todo lo que es bueno y noble en la criatura humana. Esta doble modalidad moral tuvo no poca participación en la creación y perpetuación de la prostitución. Ello entraña mantener a la juventud femenina en una absoluta ignorancia de la cuestión sexual, con el pretexto de la inocencia, junto con una represión anormal de los deseos genésicos, lo que contribuye a originar morbosos estados de ánimo, que nuestros puritanos particularmente ansían evitar y prevenir (nota de la FAGC: la desinformación que antes podía atribuirse al secretismo hoy puede reprochársele a la manipulación y explotación mediática y comercial de la sexualidad como categoria económica. Que la sexualidad, en su aspecto profundo, sigue siendo una desconocida, nos lo demuestran la cantidad de embarazos indeseados entre las adolescentes).
Tampoco la venta de los favores sexuales ha de conducir necesariamente a la prostitución; es más bien responsable la cruel, despiadada, criminal persecución llevada a cabo por los poderosos contra la masa de los vencidos; los primeros tienen aún el cinismo de divertirse a costa de los últimos.
[…] Ella [la esclava sexual] se sentirá completamente al margen de la vida social, que le cerrará las puertas. Su misma educación y todo lo que se le ha inculcado, hará que se reconozca una depravada, una criatura caída para siempre, sin el derecho a levantarse más, sin que nadie le extienda la mano; al contrario, se tratará de hundirla cada vez más. Es así como la sociedad crea las víctimas y luego vanamente intenta regenerarlas. El hombre más mezquino, el más corrompido y decrépito podrá aún considerarse muy bueno para casarse con una mujer, cuya gracia comprará muy ufano, en vez de pensar que puede salvarla de una vida de horrores. Tampoco podrá dirigirse a su hermana la honesta en busca de amparo, de auxilio moral; ésta, en su estupidez, teme mancillar su pureza y castidad, no comprendiendo que en muchos aspectos su posición es más lamentable que la de su hermana en la calle.
La mujer que se casa por dinero, comparada con la prostituta, es verdaderamente un ser despreciable, dice Havelock Ellis. Del mismo modo se prostituye, se le paga menos, en cambio, por su parte retribuye mucho más en trabajo y cuidados y se halla atada a un solo dueño. Por empezar, la prostituta nunca firma un contrato, por el cual pierde todo derecho sobre su persona, conserva su completa libertad de entregarse a quien quiere, no obstante hallarse obligada siempre a someterse a los brazos de los hombres.
No se trata mejor a esa mujer casada, si llegan a su noticia las palabras de la apología de Lecky, al decir de la prostituta: aun cuando sea la suprema encarnación del vicio, es también la más eficiente salvaguarda de la virtud: gracias a ella, cuántos hogares aparentemente respetables escaparon de ser corrompidos, mancillados por prácticas antinaturales; sin ella, estas aberraciones del sentido genésico abundarían más de lo que se puede suponer.
Los moralistas se hallan siempre dispuestos a sacrificar una mitad de la raza humana para conservación de algunas miserables instituciones que ellos no pueden hacer prosperar. En rigor, la prostitución no representa tampoco una salvaguarda más para asegurar la pureza del hogar, como no lo representan esas mismas leyes, cuyos efectos pretende contrarrestar. Casi el cincuenta por ciento de los hombres casados frecuentan los prostíbulos o los patrocinan. Es a través de este virtuoso elemento que las casadas -y aun los niños- contraen enfermedades venéreas. Asimismo no tiene ninguna palabra de condenación para el hombre, mientras que para la indefensa víctima, la meretriz, no hay ley lo suficientemente monstruosa que la persiga y la condene. No es solamente la presa de los que la poseen, durante el ejercicio de su profesión; lo es también de cada policía y de cada miserable detective que la persiga, de los oficialitos de los puestos de policía y de las autoridades de todas las cárceles a donde llegue.
En un reciente libro, escrito por una mujer que regenteó una de esas casas, se puede hallar la siguiente anotación: Las autoridades del lugar me obligaban a pagar todos los meses, en calidad de multa de $14.70 a $29.70; las pupilas debían pagar de $5.70 hasta $9.70 solamente a la policía. Si se tiene en cuenta que la autora hacía sus negocios en una ciudad pequeña, las sumas que cita no comprenden las extras en forma de contravenciones, coimas. etc.; de lo que se puede deducir la enorme renta que reciben los policías de los departamentos, extraídas, sonsacadas del dinero de esas víctimas, que ellos tampoco desean proteger. Ay de la que se rehúse a oblar esa suerte de peaje; será arrastrada como ganado, aunque no fuera más que para ejercer una favorable impresión sobre los honestos y buenos ciudadanos de esas ciudades, o también para obedecer a las autoridades que necesitan cantidades extras de dinero, además de las lícitas. Para las mentalidades enturbiadas por los prejuicios que no creen a la mujer caída incapaz de emociones, les será imposible imaginarse, sentir en carne propia la desesperación, las afrentosas humillaciones, las lágrimas candentes que vierte cuando la hunden cada vez más en el fango.
¿Parecerá acaso extraño que una mujer que regenteara una de esas casas sepa expresarse tan bien con tal vehemencia, sintiendo de tal manera? Más extraño me parece el proceder de este buen mundo cristiano que supo sacar provecho, trasquilar, hacerle pagar su tributo de sangre y dolor a semejante criatura y luego no le ofrece otra recompensa que la detracción y la persecución. ¡Oh la caridad de este buen mundo cristiano!
[…] Los que viven en casas de cristal no deberían arrojar piedras al techo de las ajenas; además, los cristales norteamericanos son un poco delgados y pueden romperse fácilmente, y en el interior no habrá cosas placenteras para ser exhibidas en público.
Adjudicar el aumento de la prostitución a la alegada importación extranjera, al hecho de extenderse cada vez más el proxenetismo, es de una superficialidad abrumadora. Como ya me referí al primer factor, el segundo, los proxenetas, detestables como son, no se debe ignorar que forma parte esencialmente de una fase de la prostitución moderna, fase acentuada por las persecuciones y los castigos resultantes de las esporádicas cruzadas llevadas a cabo contra ese mal social.
El proxeneta, no dudando que es uno de los miserables especímenes de la familia humana, ¿en qué manera puede ser más despreciable que el policía, quien le arranca hasta el último centavo a la pobre trotadora de la calle para luego conducirla presa todavía? ¿Cómo el proxeneta ha de ser más criminal, o una más grande amenaza para la sociedad cuando los propietarios de grandes almacenes, de tiendas o fábricas, buscan sus víctimas entre el personal femenino para satisfacer sus ansias bestiales y después enviarlas a la calle? No intento defender al proxeneta de ningún modo, mas no comprendo por qué se le ha de dar caza despiadadamente, cuando los verdaderos perpetradores de las iniquidades sociales gozan de inmunidad y de respeto. Entonces, hay que recordar muy bien que ellos también contribuyen a hacer a las prostitutas, no solamente el proxeneta. Es por nuestra vergonzosa hipocresía que se creó la prostituta y el proxeneta.
[…] La opresión simple y pura y los proyectos de leyes coercitivas no han de servir más que para amargar a la infortunada víctima de su misma ignorancia y estupidez, y luego llevarla a la última degradación. Uno de ellos logró su máxima severidad, proponiendo que a las prostitutas se les diera el tratamiento de los criminales, y las cogidas en flagrante, se las penaría con cinco años de cárcel y 10,000 dólares de multa. Semejante actitud sólo demuestra la obtusa incomprensión de las verdaderas causas de la prostitución, como factor social, como también esto es una manifestación del puritánico espíritu de otros días sangrientos en la historia del puritanismo.
No existe un escritor moderno que al tratar este asunto no señale la completa futilidad de estos métodos legislativos con sus innumerables medios de coerción. El Dr. Blaschko dice que las represiones gubernativas y las cruzadas moralizadoras nada consiguen más que dispersar el mal social que quieren combatir por miles de otros conductos secretos, multiplicando así los peligros para la sociedad. Havelock Ellis, el temperamento más humanitario y el estudioso más profundo de la prostitución, nos hace comprobar con el fehaciente testimonio de citas históricas, que cuanto más drástico es el método de represión, mucho más empeora las condiciones de ese mal. Entre una de esas citas se halla la siguiente: En 1560 Carlos IX abolió con un edicto todos los prostíbulos; pero el número de las meretrices no hizo más que aumentar, mientras otras casas de lenocinio fueron apareciendo clandestinamente, siendo mucho más peligrosas que las anteriores. A despecho de esa legislación, o por causa de ella, no hubo país entonces en el que la prostitución se extendiera con más fuerza, jugando un rol preponderante (Sex and Society).
[…] Respecto a la total extirpación de la prostitución, nada, ningún método podrá llevar a cabo esa magna empresa, sino la más completa y radical trasmutación de valores, en la actualidad falsamente reconocidos como beneficiosos -especialmente en lo que atañe a la parte moral- junto con la abolición de la esclavitud industrial, su causa causarum.
Emma Goldman

Sic Semper Tirannys


Hoy los medios nos bombardearan inclementemente con la noticia de que Hugo Chávez ha muerto. Si tratan de manipularnos cuando los medios burgueses nos lo venden como “peor” que el resto de presidentes, no tratan de manipularnos menos cuando los medios “contra-informativos” más pesebreros no los venden como “mejor”. El “puesto” de presidente se define a sí mismo, como lo hace el de verdugo o el de fabricante de mísiles: no tienen lado bueno.

En consecuencia, lo único que se puede lamentar de la muerte de Chávez es que no se haya llevada al Rey con él. Llorar por la muerte de quien nos dirige no tiene cabida entre personas libres. No tiene sentido lamentarse por la muerte de quien supone una interferencia entre el pueblo y la resolución directa de sus propios asuntos, sea ésta interferencia roja o blanca. Todo lo que representa un impedimento para que la gente decida, sin intermediarios, como quiere desarrollar su propia vida, debe desaparecer, sean presidentes, empresarios, partidos o comandantes. Lamentarlo es entonar el famoso “¡Vivan mis cadenas!”.
El culto a la personalidad es un vicio que nos lleva por derroteros lamentables, por pasajes psicológicos, y grupalmente “etológicos”, donde la autonomía se supedita al tótem, y el criterio y el espíritu crítico se sacrifican en el altar del ídolo gubernativo (vista de caqui o de traje y corbata). No nos permitamos caer en el comportamiento de rebaño, porque ni siquiera los animales más gregarios, como las ovejas, lloran por la muerte del lobo.
Los que a pesar de mis palabras sigan compungidos, son objeto de mi más sincera compasión. Les compadezco porque sufren una enfermedad… Según tengo entendido se llama Síndrome de Estocolmo.    
Fdo.: El Hombre Guillotina

El derecho al techo

El derecho al techo

Huelga de Inquilinos en Argentina (1907). La participación anarquista fue masiva.
Desde una óptica anarquista, pocos frentes de lucha abren actualmente más expectativas que el de la vivienda y los desahucios. Es un campo que, directa o indirectamente, atañe a todos; que se ceba con las clases más depauperadas y arroja al terreno de la realidad a los que se tenían como “clase media”; que rompe la barrera que existía entre la “clase obrera sedentaria” y los “sin clase”, la población indigente (ahora carecer de techo no se concibe como una “anomalía”, sino como una posibilidad peligrosamente cercana); es una de las contradicciones capitalistas que con mayor facilidad ha conseguido ponernos a todos de acuerdo en lo fragrante de su injusticia (pocos son los que pueden enfrentarle nada a cualquier iniciativa que se oponga a los desahucios); una problemática que desvela la incompetencia o iniquidad de la totalidad del Sistema, que salpica a todos sus mecanismos (a la Banca, al Estado, a la Ley, a la Propiedad Privada, a la Policía, etc.); que exige medidas de lo más sugestivas para la naturaleza libertaria (medidas, muchas de ellas, que vulneran el propio principio de legalidad): resistencia activa contra los desalojos, ocupación, boicot y sabotaje a los tentáculos del sistema capitalista, desenmascaramiento de la estructura jerárquica hasta sus últimas consecuencias, etc. Como vemos, sobran los motivos, teóricos y prácticos, para que el Movimiento Anarquista se vuelque completamente en esta problemática.

Y la cosa viene de lejos… Muchos de los que hoy contemplan los piquetes anti-desahucios, o las ocupaciones colectivas de inmuebles para alojar a familias desahuciadas, lo toman por un invento del siglo XXI, nacido al calor de los últimos movimientos sociales o de la inventiva del 15-M o la PAH. En verdad, ya en 1933 en Santa Cruz de Tenerife[1], la ponencia sobre inquilinato presentada al Comité Regional de Canarias (CNT) y a su Federación Obrera dictaminaba en su punto 3º: “Resistencia colectiva a que sea lanzado a la calle ningún inquilino y caso de que esto no pudiera evitarse por aglomeración de fuerzas públicas, una vez retirada ésta volver a poner al inquilino en posesión de su vivienda”. Sin embargo, no era esto lo único que proponía, y su reclamaciones y actuaciones llegaban aún más lejos: dentro del Sindicato de Inquilinos, en el que convivían el sector moderado representado por la UGT y el sector radical compuesto por los anarquistas de la CNT, éste último impulsó una combativa Huelga de Inquilinos y una campaña de boicoteo contra propietarios, procuradores y agentes judiciales. Y nos consta que esto no sólo pasaba en el norte de África, sino que se reproducía en el resto del Estado español y en otras partes del mundo (ya en 1907 se había producido una sonora Huelga de Inquilinos en Argentina). Sin embargo, poco consuelo es que esto se haya dado en el pasado si no estamos dispuestos a hacer lo propio en el presente. Para muchos, dentro del propio Anarquismo, casos como los referidos son material de nostálgica satisfacción, letra muerta que se estudia y se admira, que se edita y se comenta, pero no un ejemplo a adaptar y reproducir.
El “pueblo”, más allá de los patronazgos de tales o cuales siglas, está utilizando esas herramientas libertarias –por autónomas e ilegalistas, por representativas de la Acción Directa y el Apoyo Mutuo– por sí mismo, como demostración de que se puede practicar Anarquía, e incluso vivir en Anarquía, sin los anarquistas. Sin embargo, ¿por qué, para evitar dicha contradicción, la gente que conscientemente aboga por dichas herramientas (es decir, los anarquistas) no se involucran más activamente en esta problemática? Seguramente muchas compañeras y compañeros ya participan en las plataformas que se dedican en exclusiva al tema de la vivienda, de lo cual nos congratulamos, así como otros son parte importante del Movimiento Okupa, sin embargo somos de la opinión de que, allá donde se pueda, es necesario implementar la actividad.
  
El 15-M, nunca se ha dicho lo contrario, fue una buena oportunidad para reencontrarse, ocupar el espacio público y ejercitar el músculo asambleario; no obstante, también sirvió, en muchos casos y lugares, para que muchos libertarios se vieran obligados a adaptar su discurso, a disminuir su carga subversiva y revolucionaria, para acomodarlo a un ambiente pro-partidos y pro-sistema, que poco tenía que ver con la necesidad popular real de techo y pan. En muchos casos, el ciudadanosustituyó al individuo; actividades formalmente libertarias acababan ahogadas en estructuras legalistas e incluso protocapitalistas; las propuestas libertarias, y sus expositores, quedaban domesticados. Lo dicho viene a colación de algo que tenemos que tener presente en todo momento: que se usen formas revolucionarias o libertarias no es garantía de nada si el fondo queda intacto.
En el tema de la vivienda ocurre exactamente lo mismo, y hay muchos puntos que lo demuestran. Si como defendía el proudhoniano Arthur Mülberger: “el inquilino es para el propietario lo que el asalariado es para el capitalista” (El Problema de la Vivienda, 1872), hoy, la frontera que se ha fijado entre hipotecado y arrendatario coloca al primero en la categoría de proletario y al segundo, según la jerga del marxismo clásico, en la del lumpen proletariado. No es dable ni justo que las plataformas dedicadas al terreno de la vivienda se centren en los afectados por las hipotecas y no en los afectados por el alquiler. No es de recibo que la batería de medidas que contemplan sólo toquen una de las aristas del asunto, mientras las demás se presentan como un problema menor. Si en la actual coyuntura el tema de las hipotecas es una cuestión de primer orden, y muestra las miserias sobre las que se asienta la banca y todo el sistema financiero, el tema del alquiler (y que nadie intente reducir el tema al absurdo, porque siempre que hablamos en clave de alquiler lo hacemos refiriéndonos al abuso cometido por un rentista multipropietario, una inmobiliaria, una entidad financiera, etc., y no a la situación del casero imposibilitado físicamente para producir y que en puridad es tan pobre como su propio inquilino) muestra la cara más cruda de la especulación, la impunidad de los grandes propietarios o el nivel de explotación al que está sometida, por ejemplo, la población migrante. Centrarse sólo en el terreno de las hipotecas y trazar una línea divisoria con respecto al alquiler, equivale a poseer una mentalidad de clase media sensible sólo a los que están dejando de serlo y anestesiada ante los que nunca ascendieron de “clase baja”[2].
Por desgracia, medidas como las propuestas en la ILP (Iniciativa Legislativa Popular) vienen a demostrar la veracidad de lo expuesto. En primer lugar, hay que dejar claro que se da por sentada la buena voluntad de la mayoría de los que han participado en dicha iniciativa, gente sin lugar a dudas que aún confía en la capacidad del sistema para auto regularse y que, con la mejor de las intenciones y también la mayor de las ingenuidades, sigue creyendo que el Parlamento puede solucionar el mismo problema del que es garante; así como otros creen que para obtener la paz hay que pedírsela a los militares y que para acabar con la brutalidad policial debe recurrirse a la propia policía. Pero dicho lo dicho toca ser claros: ¿en qué beneficia la Dación en Pago a los inquilinos? Bueno, ¿en qué beneficia a los propios hipotecados? Salvo en contadas excepciones, en la mayoría de los casos la dación en pago, que como el resto de medidas de la ILP se asienta en la expectativa de la “recuperación”, sólo sirve para renunciar a la vivienda voluntariamente (eso sí, durmiendo con la conciencia tranquila del “buen pagador”, aunque sea debajo de un puente) y para cambiar una deuda por otra: gracias al impuesto de plusvalía (no contemplado en la ILP y que hace alusión al incremento del valor de un inmueble a la hora de su venta, y que se aplica también a los supuestos de dación en pago [y es que en puridad eso es la dación: le vendes tu casa al banco por el precio de la deuda contraída con él]). Es decir, que una vez entregas tu vivienda al banco, a fin de cancelar tu deuda, comienza un nuevo problema, pues al considerar hacienda que con la dación en pago se ha efectuado el traspaso de un inmueble con fines lucrativos (los gastos notariales, más los intereses por demora, etc., harán que de por sí el valor de tu vivienda aumente, al “vendérselo al banco”, con respecto a cuando la compraste), cae sobre ti, “supuesto vendedor”, y te reclama unos impuestos cuya cuantía suele ascender a miles de euros. En definitiva, dejas de deberle al banco para deberle a hacienda, y para colmo pierdes la vivienda. Sin embargo, y suponiendo que nos equivocáramos y que la dación en pago fuera la panacea que algunos se imaginan, la primera pregunta seguiría sin ser contestada: ¿de qué le sirve ésta a los inquilinos? Absolutamente de nada, porque la ILP no está pensada para ellos.
Lo mismo podríamos decir del resto de propuestas: ¿de qué le sirve un alquiler social de por ejemplo 300 euros a quien ya es incapaz de pagar esa cantidad en un alquiler convencional?, ¿de qué sirve que la renta mensual del arrendamiento no pueda pasar del 30% de los ingresos del arrendatario cuando los ingresos de éste son 0%?, ¿cuánto es el 30% de nada?, ¿son una solución resolutiva los 5 años de alquiler social para quien no haya podido recuperarse en ese periodo?, ¿cómo le repercutirá dicha situación? Muy sencillo: perderá su casa, seguirá sin embargo pagando el alquiler de la misma y gozando de su usufructo durante un máximo de 5 años; por su parte el banco no sólo obtiene una propiedad libre de gastos, sino que se le reportará una cantidad mensual por la misma. En definitiva: a los 5 años (dando por sentado que el antiguo hipotecado pueda hacer frente al alquiler social), que es el tiempo con el que quizás especulen las entidades bancarias para “salir de la crisis” y darle una salida ultra rentable a todos los inmuebles que se están apropiando a precio de saldo, el banco exigirá que se abandone su propiedad y el inquilino, antiguo propietario de la vivienda, se verá en la calle, buscando un alquiler asequible o un portal donde cobijarse, y habrá perdido el derecho a la pataleta, pues no se ha hecho más que lo que él demandaba. Y ese es el gran temor que nos producen las expectativas generadas en torno a la ILP: que se considere a esta la valedora de todas las demandas sociales respecto a la vivienda y que se  escenifique su aceptación a trámite como una gran victoria, sin percatarnos de que, de ser aprobada, toda la gente que perderá su casa o que se endeudará a causa de la dación en pago, todos los inquilinos a los que dichas medidas ni siquiera rozarán, habrán cifrado todas sus esperanzas en un placebo y habrán perdido su derecho a réplica.
Estamos convencidos de que pueden y deben hacerse otras cosas, de que hay otras vías, de que en el tema de la vivienda y los desahucios hay otros caminos que aún no se han recorrido con plena consciencia. Los anarquistas perseveramos en la idea de que para que un derecho sea tal no puede ser concedido por un tercero; ha de ser tomado, conquistado (Max Stirner, El Único y su Propiedad, 1845). A esta conclusión no nos ha llevado la fiel observancia a textos decimonónicos o a consignas del pasado, sino la mera experiencia vivencial. El Sistema sólo concede (dar dadivosamente alguna cosa) cuando cree que algo puede ganar a cambio, cuando en realidad obtiene más de lo que da; sólo cede (perder alguna cosa a favor de un rival) cuando no le queda más remedio, cuando se le fuerza a ello.
En los años 30 del pasado siglo, uno de los grandes problemas que más acaparaban la atención pública era el tema agrario. Gentes sin tierras y gentes sin casas. La República, tan añorada hoy por algunos, se mostró del todo incapaz de dar solución al problema agrario, y todos los intentos de solventarlo por vías legales fracasaron. ¿Qué solución halló el pueblo? José Peirats nos lo explica: “A partir de la calda del ‘bienio negro’ los campesinos acentuaron la llamada (por Aláiz) ‘expropiación invisible’: invasión de fincas de mano muerta pese al espantajo de la guardia civil […] Quiere decirse que la revolución agraria empezó en el campo antes del 19 de julio de 1936” (Los Anarquistas en la crisis política española [1869-1939], 1964). Esto quiere decir que antes de las grandes colectivizaciones agrícolas sucedidas después de la Revolución del 36, ya se producían ocupaciones masivas de tierras abandonadas. Pues bien, hoy es imprescindible que esa “expropiación invisible” se reproduzca, no sólo en el campo, sino también en relación a los inmuebles urbanos.
Hay actualmente muchos ejemplos, en Sevilla, en Cataluña, en Madrid, en Gran Canaria (modestamente), de que esto puede hacerse. Significa, de facto, una socialización del techo, una expropiación forzosa ejecutada sobre el Estado, los bancos, las empresas y los grandes propietarios que promueven que haya tantas casas vacías como gente sin casa. Supone un ataque frontal a la legalidad vigente, una violación consciente y sopesada del contra-derecho a la propiedad privada. La socialización es una vía a la que nos empujan las circunstancias, una vía en la que los anarquistas tienen que involucrarse de forma integral, y no necesariamente para crear espacios de “consumo propio” (ya hemos dicho reiteradamente que expropiar, para no poner a disposición pública, es privatizar), sino para poner en práctica la aspiración básica de que el uso y disfrute de algo pertenece siempre al que más lo necesita, para ofrecer una alternativa de fondo a problemas de los que por ahora sólo se abordan sus efectos y se ignoran sus causas, para plasmar soluciones que afecten a la raíz y no a la superficie, para evitar que la lucha por la vivienda sea una lucha parcial por intereses parciales. Es la vieja ambición ácrata que tan bien supo plasmar Kropotkin en La Conquista del Pan (1892):
“Con revolución y sin ella, el trabajador necesita un refugio: el alojamiento. Pero por malo y por antihigiénico que sea, hay siempre un propietario que le puede expulsar de él. Verdad es que con la revolución, el casero ya no encontrará curiales ni alguaciles para poner los trastos en la calle. Pero ¡quién sabe si mañana el nuevo gobierno, por revolucionario que pretenda ser, no reconstituirá la fuerza y lanzará contra los pobres la jauría policíaca! […] ¿Vamos a esperar que esta medida, que tan perfectamente responde al sentimiento de justicia de todo hombre honrado, la tomen los socialistas que se mezclan con los burgueses en un gobierno provisional? ¡Podríamos esperar sentados, hasta la vuelta de la reacción! Los revolucionarios sinceros trabajarán con el pueblo para que sea un hecho la expropiación de las casas. Trabajarán para crear una corriente de ideas en esta dirección; trabajarán para ponerlas en práctica; y cuando estén maduras, el pueblo procederá a la expropiación de las casas, sin prestar oídos a las teorías, que no dejarán de predicarle acerca de indemnización a los propietarios y otros despropósitos”.
A tal fin, hemos de crear, hasta que se reproduzcan como una pandemia, Asambleas de Inquilinos, Hipotecados, Desahuciados, Sin Techo, etc., donde organizarnos, intercambiar información, escoger objetivos, o ponernos manos a la obra[3]. Sin embargo, no hay que conformarse con esto. Expropiar inmuebles abandonados, para familias desahuciadas o sin hogar, es un fin en sí mismo, pero no es el único. La cuestión debe ser intentar profundizar en la iniquidad e inutilidad de la propia estructura del Sistema, debe ser plantear la expropiación como una “solución ofensiva”, como un ataque contra el Capitalismo y las leyes del Estado, como una forma de hacerle daño al Poder, y no como una simple evasión del Sistema. Lo contraproducente que es lo contrario nos lo muestra el ejemplo histórico de las cooperativas. Establecidas con toda la buena voluntad de los cooperativistas, creadas como una forma de liberarse del yugo del patrón, como una medida de resistencia contra el capital (tenemos muchos ejemplos, como La Redentora [1902-1940¿?] o la Vidriera de Mataró [1920-1942], pasando por los intentos actuales), al final acabaron siendo patrocinadas por el propio Estado que veía en ellas una forma de librarse de los gastos de seguridad social y pensiones. De igual modo, hemos de intentar que aunque la ocupación de casas o terrenos abandonados sea, como ya hemos dicho, un fin en sí mismo para los propios beneficiados, esto no suponga que sea “el fin de todo”. Debe buscarse generar el conflicto social que haga entender por qué la gente se ve obligada a liberar inmuebles en oposición a la propiedad privada. Debe ser, cada ocupación, la generadora de nuevas ocupaciones cada vez más masivas, más públicas y más reivindicativas. De lo contrario, el propio Estado acabará aplaudiendo subrepticiamente que se ocupen determinados inmuebles (los que nadie reclame), si eso consigue mitigar los ataques y las iras de los desahuciados. Debe ocuparse toda vivienda vacía, hasta que no quede nadie a la intemperie, pero sin que esto signifique rebajar los niveles de descontento e indignación; todo lo contrario: debe ser un aliciente, un acicate, para evidenciar lo inoperante del Sistema y obligarnos a rebasarlo y aplastarlo.
En estas condiciones no puede verse al Sistema más que como un enemigo, y es en calidad de eso como hay que tratarlo. Más que daciones en pago, y compensaciones a las entidades financieras, exijamos y practiquemos la socialización del techo, la abolición de los alquileres y de las deudas bancarias, una Amnistía hipotecaria y arrendataria auto-otorgada (¿no se otorgan “los de arriba” una amnistía fiscal a sí mismos? Entonces, ¿por qué íbamos a ser menos?, ¿por qué no íbamos a concedernos nosotros, “los de abajo”, una Amnistía sobre un endeudamiento que no hemos provocado y del que somos las únicas víctimas?). No hagamos esto como quien pide una dádiva, sino como quien, en una situación bélica, expone sus exigencias y condiciones para aceptar la derrota del adversario. Sabemos, mejor que nadie, que el Sistema no claudicará en ese punto, pero lo que nos interesa es desgastarlo en la batalla y crear un nuevo punto de referencia, un nuevo tope de exigencia para el imaginario colectivo. Cuando en los tiempos de la “II Restauración Borbónica” (llamada por los crédulos “Transición”) se pedía la Amnistía para los presos políticos, el Movimiento Anarquista realizó una encomiable labor de oposición al reclamar también la Amnistía para los presos comunes. Reclamar la Amnistía de los presos comunes es tanto como declarar la inutilidad de la cárcel, tanto como abolirla; reclamar una Amnistía hipotecaria y arrendataria es tanto como renegar de la propiedad privada, del poder del sistema financiero, de la validez de las leyes que éste último le ordena decretar al Parlamento. De igual modo que en 1886 en Chicago, durante la batalla por la jornada de 8 horas laborales, los anarquistas comprendieron que no podían reivindicar las 8 horas como una adormidera que sirviera para relajar las tensiones sociales, y que si debían de sumarse a dicha lucha tenían que hacerlo con la finalidad de abrir un marco más amplio que fuera arrebatándole yardas al Poder hasta arrinconarlo y obligarle a replegarse, hoy el tema de la vivienda debe abordarse de igual forma. Hemos de establecer, a través de una política de hechos consumados, que las casas son de quien las habita; que en un sistema en el que se decreta una Amnistía fiscal para los grandes defraudadores de cuello blanco, en el que se rescata a los bancos que desahucian con el mismo dinero público aportado por los desahuciados, en el que a los bancos se les condonan sus deudas sin sufrir embargo alguno, nosotros, todas y todas, tenemos mucho más que una autorización moral parar poder proclamar y hacer efectiva una Amnistía hipotecaria y arrendataria y lanzar un contundente: ¡Nosotros no pagamos!
Esto equivale a Huelga de Alquileres, pero va aún mucho más lejos: equivale a Huelga Fiduciaria. Dentro de un sistema corrupto, con una crisis generada ex profeso, para reestructurar el modelo económico y garantizar el poder adquisitivo de las élites, para poder imponernos sin obstrucciones su modelo de sociedad, no queda salida más legítima que proclamar una Huelga Fiduciaria y negarse, pública y colectivamente, a pagar las deudas con las que el Sistema pretende seguir atándonos a su estructura capitalista jerárquica.
A razón de lo expuesto, el objetivo de los anarquistas debería ser entregarse a esta causa –a la del pan y la sal, el techo y el abrigo– y ser conscientes de su responsabilidad histórica. Los grupos y organizaciones específicas no pueden perder un segundo más en elucubrar sobre revoluciones pasadas cuando ha llegado el momento de vivir las que pueden avecinarse; no puede hablarse de los “pobres” como un sujeto de laboratorio, cuando legiones de desheredados nos tienden la mano y están en disposición de romper el tabú legalista y lanzarse a la ocupación del suelo y el techo sin más autorización que la que da la necesidad; no podemos encerrarnos en “claustros libertarios” a regodearnos en la pureza de unas ideas que se prefieren herméticas y muertas como una flor plastificada; no podemos refugiarnos cómodamente en unos sindicatos que no estén decididos a desarrollar una labor social feroz, y que no entiendan que su labor va más allá del ámbito laboral y de la recogida de cuotas; no podemos perder el tiempo en debatir sobre tales teorías, tales autores o tales libros, cuando en la calle se está librando una guerra que exige de nuestro concurso.
La batalla por la vivienda es un hecho; y seguirá adelante con nosotros o sin nosotros. Pero a nosotros corresponde que un pueblo, que ya está usando instintivamente métodos de liberación anarquista, cuente con la contribución de quienes están familiarizados con dichas reivindicaciones. Los mismos que deberían tratar de tensionar las circunstancias antes de que los partidarios de las medidas parlamentarias nos vendan como victoria lo que en realidad es un armisticio.
Fdo.: Ruymán F. Rodríguez

[1] Citamos aquí un caso paradigmático, pero en realidad estas reclamaciones se suceden a lo largo de toda la Historia. En 1871, por ejemplo, durante la Comuna de París, una de las exigencias que cobró más fuerza fue la de la abolición de los alquileres (Piotr Kropotkin, La Conquista del Pan, 1892).
[2] Algo similar a lo que intentaron algunos sectores durante la “crisis” Argentina del 2000, donde todo se focalizó en los problemas de los pequeños ahorradores a los que el “corralito” había confiscado sus cuentas, sin pararse a pensar en aquellas personas que, sin ingresos siquiera que retener, vivían en una situación de verdadera emergencia vital. 
[3] Algo así como lo que también explica Kropotkin (op.cit.): “Es de suponer que desde los primeros actos de expropiación surgirán en el barrio, en la calle, en la manzana de casas, grupos de ciudadanos de buena voluntad que ofrezcan sus servicios para informarse del número de cuartos desalquilados, de aquellos en que se amontonan familias numerosas, de las habitaciones malsanas y de las casas que, siendo harto espaciosas para sus ocupantes, podrían ser ocupadas por aquellos a quienes les falta aire en sus cuchitriles. En pocos días, esos voluntarios formarán en cada calle y en cada barrio listas completas de todos los cuartos saludables y malsanos, estrechos y espaciosos, de las habitaciones infectas y de las moradas suntuosas. Se comunicarán libremente sus listas, y en pocos días se dispondrá de estadísticas completas. La estadística embustera puede fabricarse en las oficinas; la estadística verdadera y exacta no puede provenir más que del individuo, remontándose de lo simple a lo compuesto. Después de esto, sin esperar nada de nadie, esos ciudadanos irán en busca de sus camaradas que habitan en tugurios, y les dirán sencillamente: «Esta vez, compañeros, la revolución va de veras. Venid esta tarde a tal sitio; todo el barrio estará allí para el reparto de las habitaciones. Si no os convienen vuestros cuchitriles, elegiréis una de las habitaciones de cinco piezas que hay disponibles. Y en cuanto coloquéis allí los muebles, negocio concluido. ¡El pueblo armado se las entenderá con quien quiera ir a echaros de casa!»”.

2013: Año Cero de la Revolución


2013: Año Cero de la Revolución
¿Cuál es la estrategia de la FAGC?
Desde la Federación Anarquista de Gran Canaria, teniendo en cuenta que nuestra agrupación no tiene reparos en exponer sus planes de futuro, quisiéramos glosar cuáles son las pretensiones de la FAGC para este nuevo año.
Decir que la situación económica y social es la más crítica desde hace décadas es una obviedad. Decir que de esta situación sólo se sale rebelándose o con los pies por delante, no tardará en convertirse en otra evidencia. La llamada “Crisis” ha sido la excusa perfecta para que los neoconservadores y ultracapitalistas diseñen y reconfiguren el mundo (todavía más a su gusto) y nos impongan su modelo de sociedad. Un modelo que demuestra que donde verdaderamente se encuentra cómodo el Capitalismo económico es en un régimen sociopolíticamente fascista. Más allá de los análisis bisoños, no se hace difícil reconocer que las ideas de Malthus son las que imperan hoy, y que si Malthus se levantara de la tumba lo haría con el brazo derecho extendido y bien alto. La “Crisis” es una coartada, y se hace necesaria derrumbarla y organizarse contra sus efectos y causas.
La FAGC quiere desarrollar a tales efectos una estrategia integral, que abarque todos los campos vitales, más allá del cultural (sin desdeñarlo, por supuesto, pero teniendo en cuenta que como decía Tolstoi antes de ofrecerle cualquier otra cosa al pueblo “sería oportuno saber si por ventura no se está muriendo de hambre”). Esta estrategia tiene como táctica ofrecer herramientas, buscar medios e incitar a la gente a que solucione por sí misma –en contra del Estado, de sus limitaciones legales y del sistema económico que defiende– el grave asunto de las necesidades básicas. Satisfacer estas necesidades, y hacerlo a través de la propia mano, no es sólo la condición sine qua non para garantizar la propia vida, sino también para hacer posible la Revolución. Para Kropotkin, no existía revolución si ésta no garantizaba “a todos el alojamiento, el vestido y el pan”. Algunos pretenden que para ir poniendo los mimbres que nos hagan aproximar esto hay que esperar a un periodo post-revolucionario, y mientras, en este periodo “pre-revolucionario”, limitarnos a esperar o como mucho a intentar agitar. Para nosotros la Revolución ha de vivirse como si pudiera ocurrir a cada instante, tal y como no hay que esperar a vivir en Anarquía para vivir la Anarquía. Para nosotros la mejor forma de agitar es demostrando, con los hechos en la mano, que la forma de vida libertaria es posible (la única forma posible si se busca un enclave de dignidad y libertad, un enclave donde no sólo desaparezca “la explotación del hombre por el hombre” sino también “la opresión del hombre sobre el hombre”). Para nosotros la mejor forma de demostrar esto es capacitándonos, e inter-ayudando a que otros se capaciten, para que puedan vivir en el presente la realidad libertaria sin tener que usarla como una vía de evasión, como un medio para huir de la realidad circundante, como un artilugio escapista, como un paraíso privado en el que refugiarse; queremos capacitarnos y que todos se capaciten no para alejarnos del sufrimiento, la sangre y el hambre, sino para combatirlos, para dotarnos de las herramientas que los derroten y cargar contra el Sistema y su Estado. Queremos aprender a usar un mazo para que deje de darnos miedo usarlo para romper con el pasado.
Siguiendo esa línea de pensamiento, la FAGC quiere desarrollar esa estrategia integral que proporcione una solución satisfactoria a las necesidades básicas en sus tres frentes: comida, techo y abrigo.
Para solventar la primera necesidad, y en una coyuntura como la canaria, con prácticamente tres cuartas partes del suelo agrícola cultivable abandonado y a la vez apropiado en unas pocas manos, proponemos la liberación de espacios agrícolas que garanticen el autoconsumo a los que las trabajen, y también el libre acceso al consumo a los que temporal o perpetuamente están incapacitados para producir. Se habla, no sin razón, de lo necesario que sería una ocupación y socialización de fábricas, pero si antes no nos hemos acostumbrado a tomar lo que tenemos más a mano, lo que es más fácil de liberar, difícilmente podremos ir hacia lo más complicado. Por ello la FAGC piensa reforzar este año su proyecto de “Libera la Tierra”, usando como buque insignia el terreno socializado que más tiempo llevamos auto gestionando y que en breve ofrecerá una nueva cosecha: hablamos de “Tierra y Libertad”. Allí, más allá de personas con ideas anarquistas, colaboran ya individuos y familias que ven en esta iniciativa un medio para empezar una emancipación económica alimentaria. La idea es reproducir esta experiencia por toda la isla, logrando que gente, de cualquier edad, ideología y condición, vea en esta iniciativa una forma de producir alimentos para sí mismos, o de proporcionárselo a quienes lo necesiten y aún desconozcan el proyecto.
En lo referente al techo, no sólo queremos articular, a través de nuestro Grupo de Respuesta Inmediata Contra los Desahucios, una herramienta capaz de abortar, de forma directa, cualquier desahucio forzoso que se produzca en la isla (plan ambicioso, pero posible, si quienes colaboran están motivados), sino que pretendemos, a partir de la 1ª Asamblea de Inquilinos y Desahuciados del próximo día 12 de enero, poner las bases para que los propios afectados se organicen y empiecen a dar con las soluciones y medidas de resistencia que, más allá de la legalidad vigente, requiere la sangrante situación de la vivienda. La idea es expropiar y poner a disposición popular todas las viviendas abandonadas o en desuso prolongado que pertenezcan, preferentemente, a entidades bancarias. La okupación masiva no parará hasta que se rompa el perverso desequilibro que hace de Canarias uno de los enclaves con mayor número de gente sin hogar y de gente desahuciada, mientras a su vez posee uno de los mayores ratios de casas abandonadas. A tal propósito pensamos colocar, en todas las casas susceptibles de ser ocupadas, y preferentemente que hayamos liberado previamente, el siguiente cartel indicador que invite a quien lo necesite a entrar:

Queda el tema del abrigo, y para ello pensamos poner en funcionamiento un Punto de Encuentro Solidario, que aparecerá periódicamente, con la finalidad de “tomar” y “compartir” rompiendo con la dinámica comercial de los mercadillos y con la desproporcionalidad (para quien no tiene) del trueque. Pensamos que difícilmente podremos romper las estructuras capitalistas, comerciales y consumistas externas, si antes no rompemos con el esquema mental que nos lleva a reproducir la dinámica capitalista de la oferta y la demanda y del “nadie da nada a cambio de nada”. Pensamos que la máxima de “dar lo que se pueda y tomar la que se necesite” es la última palabra en justicia social, y en coherencia con esta idea pensamos poner a disposición pública diversos enseres y ropas que los que lo requieran podrán coger sin más prerrogativa que la necesidad.

Esta es la estrategia que la FAGC ha diseñado para poder emprender la lucha directa, en las calles, con el apoyo, la complicidad y el respaldo de todos cuantos, se vean beneficiados o no por esta batería de herramientas autogestionarias, comprendan su labor e intención. Queremos acabar con el hambre y la servidumbre, pero queremos que quienes padecen estas plagas entiendan a quienes lo hagan combatiendo paralelamente las causas que las crean: la riqueza superflua y la jerarquía. “Demoliendo, edificaremos” decía Proudhon, y coincidentemente queremos “edificar” para que cuando llegue el momento de “demoler” contemos con la empatía de “la clase más pobre y más numerosa” (también en palabras de Proudhon). Y ese momento ha llegado ahora, en este recién nacido 2013. Este año serán 365 días de conflictividad social y lucha callejera sin precedentes. Sólo permitiendo que la gente vislumbre y palpe, de forma literal, ese “mundo nuevo” que según Durruti “llevamos en nuestros corazones”, sólo “dando” y no “imponiendo”, la gente que sufre empezará a luchar y empezará a sensibilizarse con los que luchan.
Para nosotros esta es la última alternativa. El 2013 será el Año Cero de la Revolución, o será el largo prolegómeno de una era de renuncia, resignación y rendición; el prolegómeno de un nuevo decalustro de fascismo político-social y totalitarismo económico.
La FAGC pretende oponerse con todas sus fuerzas a esto último, tómese por tanto el presente texto como una declaración de guerra social abierta y sin paliativos.
Federación Anarquista de Gran Canaria