Tabla de Consumo


Cuando se libera un inmueble se debe tener un especial cuidado, sobre todo en determinadas circunstancias, con el consumo eléctrico, a fin de no llamar la atención.
Para orientar a las personas realojadas, especialmente si tienen hijos menores u okupan por primera vez, hemos elaborado un baremo de consumo, en función del gasto y de la frecuencia de uso (cuando ha sido posible también de la utilidad, aunque esto no suele cumplirse con los electrodomésticos dedicados al ocio pues, en su mayoría, y aunque pudiera parecer lo contrario, consumen poco).
Hay que tener en cuenta que cada 1000 vatios equivale a 1 kilovatio y cada kilovatio por hora equivale a 15 céntimos de euro (de media).
Mientras el consumo de una casa okupada (con la luz “pinchada”) no asciende de los 400 euros no se considera que se haya incurrido en un delito leve (penas de multa) de defraudación de fluido eléctrico o análogos (art. 255 del C.P.).
La siguiente tabla de consumo se ha elaborado utilizando valores aproximados, que pueden variar en función del modelo del electrodoméstico y el tipo de uso.

 

Aparatos/Electrodomésticos
Consumo
Bombillas normales
40, 60, 75, 100 vatios
Bombillas de bajo consumo
9, 11, 15, 20 vatios
Nevera estándar
200-575 vatios
Radio
15 vatios
Minicadena
75 vatios
Televisión
150 vatios
Ordenador
200-250 vatios
Lavadora
1500-2000 vatios
                                       ZONA DE ALTO CONSUMO
Termo
4000 vatios
Plancha
1200 vatios
Microondas
1200 vatios
Aspiradora
1200 vatios
Secador
1200 vatios
Vitrocerámica
5000 vatios
Secadora
6000 vatios

Informamos


¿Qué se está moviendo en Gran Canaria?
En la última semana y media la Federación de Anarquistas de Gran Canaria ha realojado satisfactoriamente a 44 personas desahuciadas o sin hogar (más de la mitad de las mismas son niños o menores de edad) y ha gestionado, también fructíferamente, más de 60 casos de personas afectadas por las hipotecas, los alquileres, la carestía de la vivienda o la indigencia.

Este volumen de trabajo, teniendo en cuenta el número de miembros de la FAGC, hace que cosas secundarías, como el programa de radio o la actualización periódica de la web, queden postergadas. No obstante, son vehículos de información y comunicación que no pensamos abandonar.
A toda la gente que se ha puesto en contacto con nosotros, a la que lo haga de aquí en adelante, a todos con los que hemos concertado citas para la próxima semana, les rogamos paciencia y que tengan la certeza de que ningún caso quedará desatendido.
Recordamos además que las viviendas que hemos socializado se encuentran en la isla de Gran Canaria, en respuesta a los múltiples interesados que se han puesto en contacto con nosotros desde fuera de las islas, e incluso desde otros continentes.   
Cuando la FAGC puso en funcionamiento su Grupo de Respuesta Inmediata Contra los Desahucios, y promovió la Asamblea de Inquilinos y Desahuciados, se puso como meta, para este 2013, socializar unas 25 viviendas; en los escasos tres meses que llevamos de año ya ha socializado más de 55 inmuebles. Los resultados nos obligan a dejar la falsa modestia a un lado y a considerar que esto supone un hito con difíciles paralelismos, no sólo a nivel insular, sino también más allá de este archipiélago norteafricano (más tratándose de una modesta federación anarquista con recursos económicos más que limitados). Este es un trabajo silencioso, alejado de las “actividades espectaculares” y del ruido del circuito mediático comercial, sin embargo, es un trabajo que, si mantiene este ritmo constante, conseguirá, por ejemplo, que toda una generación de menores pase de la infancia a la adolescencia bajo un techo conquistado a través de la Acción Directa y el Apoyo Mutuo. Definitivamente, algo se está moviendo en Gran Canaria.
Recordemos que esto no es caridad. La caridad se da de arriba abajo. Es lo que un ‘superior’ le confiere a quien tiene por ‘inferior’, por su ‘subordinado’. Esto es solidaridad. La solidaridad sólo se da entre iguales y significa que los unos nos ayudamos a los otros” (Intervención de un miembro de la FAGC en una asamblea de vecinos realojados).

Mirando al pasado para descifrar el futuro

La Rebelión de Kronstadt y el tema de la vivienda
Fragmento de La Revolución Desconocida
Por V.M. Eichenbaum ‘Volin’ (1945).
Bandera anarquista de los marineros de Kronstadt
A principios de 1918, la población laboriosa de Kronstadt, tras debates en múltiples reuniones, decidió proceder a la socialización de locales y viviendas. Se trataba, primero, de obtener el consentimiento y el concurso del soviet local; luego, de crear un organismo competente, encargado de la recepción y examen de los inmuebles, de la equitativa distribución de los alojamientos, de su reparación y cuidado, y de las nuevas construcciones. En el grandioso mitin último se encargó a algunos miembros del soviet (socialistas revolucionarios de izquierda y anarcosindicalistas) el planteamiento de la iniciativa en la próxima sesión plenaria. Y así tuvo entrada en el soviet el proyecto detallado.

El primer artículo declaraba: «Queda abolida en adelante la propiedad privada de bienes raíces e inmuebles.» En otros se especificaba: la gestión de todo inmueble incumbirá al Comité de vivienda, elegido por sus ocupantes. Los asuntos importantes relativos a un barrio lo serán en asamblea general de sus habitantes, quienes designarán a los miembros del Comité de barrio. Funciones más abarcadoras son las de los Comités de distrito, y generales, las del Departamento ejecutivo urbano de los Comités de vivienda, integrado por delegados de los distritos.
Los miembros bolcheviques del soviet pidieron que se postergara por ocho horas la discusión del proyecto, pretextando la importancia del problema y la necesidad de estudiarlo detenidamente. Aceptado el aplazamiento por el soviet, aquéllos se dirigieron a Petrogrado para recabar instrucciones del Centro.
En la sesión siguiente, los bolcheviques pidieron el retiro del proyecto, declarando que un problema de tal importancia no debía ser resuelto sino por el conjunto del país; que Lenin preparaba un proyecto al respecto, y que, en interés mismo del asunto, el soviet de Kronstadt debiera esperar las instrucciones del Centro. Los socialistas revolucionarios de izquierda, los maximalistas y los anarcosindicalistas propusieron su inmediata discusión, lo que fue aprobado. En el debate, la extrema izquierda propuso, ya expuestas todas las opiniones, que se pasara a votación una vez agotada la discusión y, de ser aprobado el proyecto, proceder a su inmediata realización. Los miembros bolcheviques y mencheviques se levantaron entonces, en sugerente coincidencia, y abandonaron la sala, entre aplausos irónicos y cáusticas frases de los restantes: «¡Helos al fin unidos!»
Un delegado maximalista propuso, para dar tiempo a los bolcheviques de volver, borrando la impresión de estar contra la abolición de la propiedad privada, que se votara el proyecto artículo por artículo. Aprobada la proposición, ocurrió lo previsto. Los bolcheviques comprendieron su falta de táctica, volvieron a sus asientos y votaron el artículo primero. Sólo se trataba, para ellos, de un voto de principio. Pero cuando se pasó a los artículos relativos a los medios de realización de tal principio abandonaron de nuevo la sala. Algunos bolcheviques que juzgaron imposible para ellos someterse en ese asunto a la disciplina del partido permanecieron en sus puestos, participaron en la discusión y votaron el proyecto, para cuya inmediata realización habían recibido formal mandato de sus representados. Por ello fueron excluidos del partido, culpables de «inclinación anarcosindicalista».
El proyecto fue finalmente aprobado.
Por largo tiempo prosiguió la lucha apasionada sobre el asunto en talleres, batallones, navíos, etc. (Kronstadt no estaba sometida aún.) Se realizaban frecuentes reuniones muy concurridas, en las que los miembros del soviet eran invitados a informar sobre las incidencias de la discusión en él y aclarar su actitud. Algunos de ellos, bolcheviques refractarios al proyecto, fueron  retirados del soviet por sus electores. De resultas de todo ello, los bolcheviques iniciaron una violenta campaña contra los anarcosindicalistas e intentaron sabotear la aplicación del proyecto aprobado. Fue en vano.
Bien pronto quedaron constituidos los comités (de vivienda, de barrio, etc.) y empezaron a funcionar. El plan entró en vigor, haciéndose realidad el principio «Todo habitante tiene derecho a adecuado alojamiento.» Las casas fueron metódicamente visitadas, examinadas y censadas por los comités, para su distribución equitativa. Así se descubrió que, mientras en pésimas buhardillas se amontonaban pobres gentes, a veces varias familias juntas, departamentos de diez a quince habitaciones, bien soleados y confortables, estaban ocupados por pocas personas. El director de la Escuela de Ingenieros, por ejemplo, soltero, ocupaba él solo un lujoso departamento de veinte habitaciones. Al serle censada la residencia y anunciada la reducción de su espacio vital para poder acomodar a algunas familias libradas de las malsanas buhardillas, protestó ruidosamente y calificó el acto de «verdadero bandolerismo».
Los desdichados que llenaban las barracas insalubres, las mansardas infectas y los inmundos subsuelos no tardaron en disponer de más sano y confortable alojamiento. y aun se acondicionaron algunos hoteles para los viajeros.
Cada Comité de distrito organizó un taller para la reparación y acondicionamiento de los inmuebles, los que funcionaron satisfactoriamente.
El gobierno bolchevique lo destruyó todo más tarde, eliminando de raíz tan constructiva experiencia.

Socialización Masiva


Hemos socializado alrededor de 40 viviendas (cerca de 15 ya están realojando a unas 50 personas desahuciadas y sin hogar). El único requisito para acceder a ellas es la necesidad: carecer de techo o estar a punto de perderlo. Si te encuentras en esta situación ponte en contacto con nosotros a través de nuestro correo (anarquistasgc@gmail.com) y ya te explicaremos los detalles y pormenores en persona.

Los pueblos están dispuestos; sufren demasiado y, lo que es más, han comenzado a comprender que no están obligados a sufrir” (M. Bakunin, Protesta de la Alianza, 1871).

Otra familia es realojada por el Grupo de Respuesta Inmediata (FAGC)


Nueva socialización


ACTUALIZACIÓN: Del último inmueble socializado se beneficiará, además, otra nueva familia en situación no menos dramática: pareja con tres niños, en paro, a punto de ser desahuciados por impago del alquiler y que durante semanas han sobrevivido con el agua y la luz cortada, sufriendo las presiones constantes de la arrendadora (personaje protagonista de una sangrante paradoja: siendo una multipropietaria que vive con holgura, ha conseguido, gracias a la gestión y buen hacer de los activistas centrados en contrarrestar los abusos hipotecarios, que se le conceda la dación en pago de una de sus propiedades, para dedicarse, a la hora de gestionar el resto, a no tolerar el más mínimo retraso en el alquiler por parte de los arrendatarios y a desahuciarlos en cuanto tiene la más mínima ocasión, imponiendo una insensible e inflexible “ley del embudo”).
 
Entrada original: Una pareja joven con dos niños, parados y a punto de quedarse sin subsidios, económicamente incapaces de hacer frente a un alquiler, ignorados por las instituciones públicas y los movimientos sociales profesionalizados, han sido realojados satisfactoriamente por el Grupo de Respuesta Inmediata Contra los Desahucios puesto en marcha por la Federación de Anarquistas en Gran Canaria.
No vamos a detenernos, no vamos a tomarnos un respiro mientras la amenazante sombra de la intemperie y la miseria aceche sobre los desheredados. Cada okupaciónes un ataque directo a las entrañas de la propiedad privada, pero es también una demostración de que la palabra Anarquismovuelve a quedar asociada, de forma irresoluble, a soluciones directas, prácticas y realistas. Es, sobre todo, una forma de auto capacitación popular para resistir y poder luchar por prolongar la propia vida.  
La plebe no dejará de ser plebe hasta el día en que tome lo que necesita. No es plebe sino porque teme tomarlo y teme el castigo que seguiría. Tomar es un pecado, tomar es un crimen; he ahí el dogma, y ese dogma por sí mismo basta para crear la plebe; pero si la plebe continúa siendo lo que es, ¿de quién será culpa? De ella, en primer término, que admite ese dogma, y en segundo lugar de quienes por egoísmo (para devolverles su injuria favorita), quieren que sea respetado. […] Si los hombres llegan a perder el respeto de la propiedad, cada individuo tendrá una propiedad, lo mismo que todos los esclavos se hacen hombres libres desde que dejan de respetar a su Amo como un Amo” (Max Stirner, El Único y su Propiedad, 1845).

El potencial de la II Asamblea de Inquilinos y Desahuciados

El potencial de la II Asamblea de Inquilinos y Desahuciados
El derecho de propiedad […] se ha convertido […] en un instrumento de especulación abusiva e inmoral con las viviendas de los ciudadanos […]. Propongo que se opere la liquidación de los alquileres” (Pierre-Joseph Proudhon, La Idea general de la Revolución en el siglo XIX, 1851).
El pasado día 24 de febrero se celebró en La Isleta la II Asamblea de Inquilinos y Desahuciados. A fin de ponerlo en conocimiento público se hizo una tirada de 500 fotocopias (entre carteles y octavillas), se repartió parte de dichas octavillas en la manifestación del 23-F, se concurrió a los más diversos foros y asambleas para anunciarlo y se realizó un pasacalles por el propio barrio.
Esta insistencia en la difusión nace de la necesidad de hacerle llegar a todos y a todas, pero especialmente a los afectados por el alquiler, por la hipoteca, por la necesidad de vivienda, que pueden realizarse asambleas resolutivas y llevar a cabo dinámicas de actuación diferentes, donde la acción directa y el apoyo mutuo marquen la pauta.

Pero esto hay que demostrarlo con hechos… Rompiendo con la tradición fijada en determinados eventos, donde se vende comida o prendas a personas que precisamente están económicamente asfixiadas, se decidió compartir alimentos y abrigo, de forma rigurosamente gratuita, entre los asistentes a la Asamblea. Como demostración del futuro Punto de Encuentro Solidario (que esperamos desde la FAGC poder celebrar en marzo) y de la “tienda libre” del HSOA El Palomar, se puso a disposición de quien lo necesitara diversas prendas de vestir. Así mismo se repartieron numerosas garrafas con agua de manantial. Las compañeras y compañeros de El Palomar elaboraron dos grandes cazuelas (puchero y arroz) de comida caliente y también una rica ensalada, y compartieron además una gran cantidad de pan. Como explicaron dichos compañeros durante la asamblea, todos estos alimentos, frescos y en perfectas condiciones, son en sí mismos una denuncia del desequilibrio y la demencia del sistema capitalista, pues son alimentos que las grandes superficies prefieren desechar antes que ponerlos en circulación gratuita, y que desde El Palomar “reciclan”. Cuando una sociedad desperdicia lo necesario y prima lo superfluo, es un síntoma de enfermedad estructural.  
 
 
Por su parte la FAGC compartió el resultado de su última cosecha de cebolletas (unas 45 unidades), demostrando que una alternativa o complemento al “reciclaje” puede ser la ocupación de tierras abandonadas, haciendo buena la afirmación de que “la tierra es para el que la trabaja”, pero también la de que “el fruto es para el que lo necesita”. 
                                                                                
Ante una concurrencia que ocupaba todas las franjas de edad, entre las que había tanto niños como personas mayores, se explicó la batería de medidas del Grupo de Respuesta Inmediata Contra los Desahucios, se repartió un nuevo listado ampliado de viviendas embargadas por los bancos y se tranquilizó a cualquier persona desahuciada ofreciéndoles tanto las habitaciones que desde El Palomar destinan a familias desahuciadas como los inmuebles liberados por la FAGC a tal propósito.
Roto el hielo, los asambleados fueron exponiendo sus casos particulares (que tienen prioridad, ya sean casos de desahucio o de realojo, sobre cualquier otra consideración). Lo expuesto por ellos es una inequívoca radiografía del problema de la vivienda dentro y fuera de Canarias: muchos de los desahuciados lo son a causa del alquiler; personas a las que les han cortada el agua y la luz y que resisten como pueden; otros que han ocupado por su cuenta y se enfrentan a un futuro desalojo; desahucios inminentes; gente que quiere realojarse en la misma casa de la que ha sido desahuciada y necesita ayuda para trasladarse. Un total de seis casos (y recordemos que detrás de dichos “casos” [término que siempre desvirtúa el factor humano] hay personas, con identidad y nombre propio, de carne y hueso, y, en las situaciones más dramáticas, con familia e hijos a su cargo) planteados en dicha Asamblea, y dos nuevos que se han aproximado después de que el boca a boca les hablara de las medidas que en ese mismo enclave se propusieron.

Las próximas semanas serán  un período de trabajo infatigable, pero estamos convencidos de que lo llevaremos a buen término. Las familias e individuos víctimas de la especulación, la insensibilidad, el paro o la carestía del techo, no pueden volver a sentirse solos. Hemos de apoyarlos, por solidaridad, pero también porque sin darnos cuenta estaremos preparando el terreno para cuando nos toque a nosotros. Sin embargo, esta labor no puede hacerla en exclusiva una pretendida y ficticia “vanguardia” mientras los demás aplauden desde el teclado o el sofá. La cuestión de la vivienda nos afecta a todas y a todos, porque los niveles de desempleo son descomunales, porque los alquileres no bajan ni se adaptan a la nueva coyuntura, porque los bancos no aflojan a su presa cuando la tienen entre los colmillos, porque las leyes se articulan para defender en exclusiva –por encima del derecho a la vida, a la libertad, a la igualdad o a la dignidad– el derecho a la propiedad privada, porque la indigencia está tocando a la puerta de cualquiera que pierda su trabajo, que se retrase en el alquiler o que no pueda hacer frente a una subida de su hipoteca. Por tanto, ha llegado el momento de involucrarse. Si estás interesada o interesado en parar los próximos desahucios, si tienes direcciones de casas abandonadas (preferentemente propiedad de entidades bancarias y financieras o de organismos públicos), si quieren contribuir con trabajo y tiempo (en la medida de tus posibilidades) ponte en contacto con nosotros a través de anarquistasgc@gmail.com.  
En los próximos días va a arreciar la batalla por el techo en Gran Canaria, y esa batalla pensamos ganarla. No nos queda otra, pues es una batalla a vida o muerte.

El derecho al techo

El derecho al techo

Huelga de Inquilinos en Argentina (1907). La participación anarquista fue masiva.
Desde una óptica anarquista, pocos frentes de lucha abren actualmente más expectativas que el de la vivienda y los desahucios. Es un campo que, directa o indirectamente, atañe a todos; que se ceba con las clases más depauperadas y arroja al terreno de la realidad a los que se tenían como “clase media”; que rompe la barrera que existía entre la “clase obrera sedentaria” y los “sin clase”, la población indigente (ahora carecer de techo no se concibe como una “anomalía”, sino como una posibilidad peligrosamente cercana); es una de las contradicciones capitalistas que con mayor facilidad ha conseguido ponernos a todos de acuerdo en lo fragrante de su injusticia (pocos son los que pueden enfrentarle nada a cualquier iniciativa que se oponga a los desahucios); una problemática que desvela la incompetencia o iniquidad de la totalidad del Sistema, que salpica a todos sus mecanismos (a la Banca, al Estado, a la Ley, a la Propiedad Privada, a la Policía, etc.); que exige medidas de lo más sugestivas para la naturaleza libertaria (medidas, muchas de ellas, que vulneran el propio principio de legalidad): resistencia activa contra los desalojos, ocupación, boicot y sabotaje a los tentáculos del sistema capitalista, desenmascaramiento de la estructura jerárquica hasta sus últimas consecuencias, etc. Como vemos, sobran los motivos, teóricos y prácticos, para que el Movimiento Anarquista se vuelque completamente en esta problemática.

Y la cosa viene de lejos… Muchos de los que hoy contemplan los piquetes anti-desahucios, o las ocupaciones colectivas de inmuebles para alojar a familias desahuciadas, lo toman por un invento del siglo XXI, nacido al calor de los últimos movimientos sociales o de la inventiva del 15-M o la PAH. En verdad, ya en 1933 en Santa Cruz de Tenerife[1], la ponencia sobre inquilinato presentada al Comité Regional de Canarias (CNT) y a su Federación Obrera dictaminaba en su punto 3º: “Resistencia colectiva a que sea lanzado a la calle ningún inquilino y caso de que esto no pudiera evitarse por aglomeración de fuerzas públicas, una vez retirada ésta volver a poner al inquilino en posesión de su vivienda”. Sin embargo, no era esto lo único que proponía, y su reclamaciones y actuaciones llegaban aún más lejos: dentro del Sindicato de Inquilinos, en el que convivían el sector moderado representado por la UGT y el sector radical compuesto por los anarquistas de la CNT, éste último impulsó una combativa Huelga de Inquilinos y una campaña de boicoteo contra propietarios, procuradores y agentes judiciales. Y nos consta que esto no sólo pasaba en el norte de África, sino que se reproducía en el resto del Estado español y en otras partes del mundo (ya en 1907 se había producido una sonora Huelga de Inquilinos en Argentina). Sin embargo, poco consuelo es que esto se haya dado en el pasado si no estamos dispuestos a hacer lo propio en el presente. Para muchos, dentro del propio Anarquismo, casos como los referidos son material de nostálgica satisfacción, letra muerta que se estudia y se admira, que se edita y se comenta, pero no un ejemplo a adaptar y reproducir.
El “pueblo”, más allá de los patronazgos de tales o cuales siglas, está utilizando esas herramientas libertarias –por autónomas e ilegalistas, por representativas de la Acción Directa y el Apoyo Mutuo– por sí mismo, como demostración de que se puede practicar Anarquía, e incluso vivir en Anarquía, sin los anarquistas. Sin embargo, ¿por qué, para evitar dicha contradicción, la gente que conscientemente aboga por dichas herramientas (es decir, los anarquistas) no se involucran más activamente en esta problemática? Seguramente muchas compañeras y compañeros ya participan en las plataformas que se dedican en exclusiva al tema de la vivienda, de lo cual nos congratulamos, así como otros son parte importante del Movimiento Okupa, sin embargo somos de la opinión de que, allá donde se pueda, es necesario implementar la actividad.
  
El 15-M, nunca se ha dicho lo contrario, fue una buena oportunidad para reencontrarse, ocupar el espacio público y ejercitar el músculo asambleario; no obstante, también sirvió, en muchos casos y lugares, para que muchos libertarios se vieran obligados a adaptar su discurso, a disminuir su carga subversiva y revolucionaria, para acomodarlo a un ambiente pro-partidos y pro-sistema, que poco tenía que ver con la necesidad popular real de techo y pan. En muchos casos, el ciudadanosustituyó al individuo; actividades formalmente libertarias acababan ahogadas en estructuras legalistas e incluso protocapitalistas; las propuestas libertarias, y sus expositores, quedaban domesticados. Lo dicho viene a colación de algo que tenemos que tener presente en todo momento: que se usen formas revolucionarias o libertarias no es garantía de nada si el fondo queda intacto.
En el tema de la vivienda ocurre exactamente lo mismo, y hay muchos puntos que lo demuestran. Si como defendía el proudhoniano Arthur Mülberger: “el inquilino es para el propietario lo que el asalariado es para el capitalista” (El Problema de la Vivienda, 1872), hoy, la frontera que se ha fijado entre hipotecado y arrendatario coloca al primero en la categoría de proletario y al segundo, según la jerga del marxismo clásico, en la del lumpen proletariado. No es dable ni justo que las plataformas dedicadas al terreno de la vivienda se centren en los afectados por las hipotecas y no en los afectados por el alquiler. No es de recibo que la batería de medidas que contemplan sólo toquen una de las aristas del asunto, mientras las demás se presentan como un problema menor. Si en la actual coyuntura el tema de las hipotecas es una cuestión de primer orden, y muestra las miserias sobre las que se asienta la banca y todo el sistema financiero, el tema del alquiler (y que nadie intente reducir el tema al absurdo, porque siempre que hablamos en clave de alquiler lo hacemos refiriéndonos al abuso cometido por un rentista multipropietario, una inmobiliaria, una entidad financiera, etc., y no a la situación del casero imposibilitado físicamente para producir y que en puridad es tan pobre como su propio inquilino) muestra la cara más cruda de la especulación, la impunidad de los grandes propietarios o el nivel de explotación al que está sometida, por ejemplo, la población migrante. Centrarse sólo en el terreno de las hipotecas y trazar una línea divisoria con respecto al alquiler, equivale a poseer una mentalidad de clase media sensible sólo a los que están dejando de serlo y anestesiada ante los que nunca ascendieron de “clase baja”[2].
Por desgracia, medidas como las propuestas en la ILP (Iniciativa Legislativa Popular) vienen a demostrar la veracidad de lo expuesto. En primer lugar, hay que dejar claro que se da por sentada la buena voluntad de la mayoría de los que han participado en dicha iniciativa, gente sin lugar a dudas que aún confía en la capacidad del sistema para auto regularse y que, con la mejor de las intenciones y también la mayor de las ingenuidades, sigue creyendo que el Parlamento puede solucionar el mismo problema del que es garante; así como otros creen que para obtener la paz hay que pedírsela a los militares y que para acabar con la brutalidad policial debe recurrirse a la propia policía. Pero dicho lo dicho toca ser claros: ¿en qué beneficia la Dación en Pago a los inquilinos? Bueno, ¿en qué beneficia a los propios hipotecados? Salvo en contadas excepciones, en la mayoría de los casos la dación en pago, que como el resto de medidas de la ILP se asienta en la expectativa de la “recuperación”, sólo sirve para renunciar a la vivienda voluntariamente (eso sí, durmiendo con la conciencia tranquila del “buen pagador”, aunque sea debajo de un puente) y para cambiar una deuda por otra: gracias al impuesto de plusvalía (no contemplado en la ILP y que hace alusión al incremento del valor de un inmueble a la hora de su venta, y que se aplica también a los supuestos de dación en pago [y es que en puridad eso es la dación: le vendes tu casa al banco por el precio de la deuda contraída con él]). Es decir, que una vez entregas tu vivienda al banco, a fin de cancelar tu deuda, comienza un nuevo problema, pues al considerar hacienda que con la dación en pago se ha efectuado el traspaso de un inmueble con fines lucrativos (los gastos notariales, más los intereses por demora, etc., harán que de por sí el valor de tu vivienda aumente, al “vendérselo al banco”, con respecto a cuando la compraste), cae sobre ti, “supuesto vendedor”, y te reclama unos impuestos cuya cuantía suele ascender a miles de euros. En definitiva, dejas de deberle al banco para deberle a hacienda, y para colmo pierdes la vivienda. Sin embargo, y suponiendo que nos equivocáramos y que la dación en pago fuera la panacea que algunos se imaginan, la primera pregunta seguiría sin ser contestada: ¿de qué le sirve ésta a los inquilinos? Absolutamente de nada, porque la ILP no está pensada para ellos.
Lo mismo podríamos decir del resto de propuestas: ¿de qué le sirve un alquiler social de por ejemplo 300 euros a quien ya es incapaz de pagar esa cantidad en un alquiler convencional?, ¿de qué sirve que la renta mensual del arrendamiento no pueda pasar del 30% de los ingresos del arrendatario cuando los ingresos de éste son 0%?, ¿cuánto es el 30% de nada?, ¿son una solución resolutiva los 5 años de alquiler social para quien no haya podido recuperarse en ese periodo?, ¿cómo le repercutirá dicha situación? Muy sencillo: perderá su casa, seguirá sin embargo pagando el alquiler de la misma y gozando de su usufructo durante un máximo de 5 años; por su parte el banco no sólo obtiene una propiedad libre de gastos, sino que se le reportará una cantidad mensual por la misma. En definitiva: a los 5 años (dando por sentado que el antiguo hipotecado pueda hacer frente al alquiler social), que es el tiempo con el que quizás especulen las entidades bancarias para “salir de la crisis” y darle una salida ultra rentable a todos los inmuebles que se están apropiando a precio de saldo, el banco exigirá que se abandone su propiedad y el inquilino, antiguo propietario de la vivienda, se verá en la calle, buscando un alquiler asequible o un portal donde cobijarse, y habrá perdido el derecho a la pataleta, pues no se ha hecho más que lo que él demandaba. Y ese es el gran temor que nos producen las expectativas generadas en torno a la ILP: que se considere a esta la valedora de todas las demandas sociales respecto a la vivienda y que se  escenifique su aceptación a trámite como una gran victoria, sin percatarnos de que, de ser aprobada, toda la gente que perderá su casa o que se endeudará a causa de la dación en pago, todos los inquilinos a los que dichas medidas ni siquiera rozarán, habrán cifrado todas sus esperanzas en un placebo y habrán perdido su derecho a réplica.
Estamos convencidos de que pueden y deben hacerse otras cosas, de que hay otras vías, de que en el tema de la vivienda y los desahucios hay otros caminos que aún no se han recorrido con plena consciencia. Los anarquistas perseveramos en la idea de que para que un derecho sea tal no puede ser concedido por un tercero; ha de ser tomado, conquistado (Max Stirner, El Único y su Propiedad, 1845). A esta conclusión no nos ha llevado la fiel observancia a textos decimonónicos o a consignas del pasado, sino la mera experiencia vivencial. El Sistema sólo concede (dar dadivosamente alguna cosa) cuando cree que algo puede ganar a cambio, cuando en realidad obtiene más de lo que da; sólo cede (perder alguna cosa a favor de un rival) cuando no le queda más remedio, cuando se le fuerza a ello.
En los años 30 del pasado siglo, uno de los grandes problemas que más acaparaban la atención pública era el tema agrario. Gentes sin tierras y gentes sin casas. La República, tan añorada hoy por algunos, se mostró del todo incapaz de dar solución al problema agrario, y todos los intentos de solventarlo por vías legales fracasaron. ¿Qué solución halló el pueblo? José Peirats nos lo explica: “A partir de la calda del ‘bienio negro’ los campesinos acentuaron la llamada (por Aláiz) ‘expropiación invisible’: invasión de fincas de mano muerta pese al espantajo de la guardia civil […] Quiere decirse que la revolución agraria empezó en el campo antes del 19 de julio de 1936” (Los Anarquistas en la crisis política española [1869-1939], 1964). Esto quiere decir que antes de las grandes colectivizaciones agrícolas sucedidas después de la Revolución del 36, ya se producían ocupaciones masivas de tierras abandonadas. Pues bien, hoy es imprescindible que esa “expropiación invisible” se reproduzca, no sólo en el campo, sino también en relación a los inmuebles urbanos.
Hay actualmente muchos ejemplos, en Sevilla, en Cataluña, en Madrid, en Gran Canaria (modestamente), de que esto puede hacerse. Significa, de facto, una socialización del techo, una expropiación forzosa ejecutada sobre el Estado, los bancos, las empresas y los grandes propietarios que promueven que haya tantas casas vacías como gente sin casa. Supone un ataque frontal a la legalidad vigente, una violación consciente y sopesada del contra-derecho a la propiedad privada. La socialización es una vía a la que nos empujan las circunstancias, una vía en la que los anarquistas tienen que involucrarse de forma integral, y no necesariamente para crear espacios de “consumo propio” (ya hemos dicho reiteradamente que expropiar, para no poner a disposición pública, es privatizar), sino para poner en práctica la aspiración básica de que el uso y disfrute de algo pertenece siempre al que más lo necesita, para ofrecer una alternativa de fondo a problemas de los que por ahora sólo se abordan sus efectos y se ignoran sus causas, para plasmar soluciones que afecten a la raíz y no a la superficie, para evitar que la lucha por la vivienda sea una lucha parcial por intereses parciales. Es la vieja ambición ácrata que tan bien supo plasmar Kropotkin en La Conquista del Pan (1892):
“Con revolución y sin ella, el trabajador necesita un refugio: el alojamiento. Pero por malo y por antihigiénico que sea, hay siempre un propietario que le puede expulsar de él. Verdad es que con la revolución, el casero ya no encontrará curiales ni alguaciles para poner los trastos en la calle. Pero ¡quién sabe si mañana el nuevo gobierno, por revolucionario que pretenda ser, no reconstituirá la fuerza y lanzará contra los pobres la jauría policíaca! […] ¿Vamos a esperar que esta medida, que tan perfectamente responde al sentimiento de justicia de todo hombre honrado, la tomen los socialistas que se mezclan con los burgueses en un gobierno provisional? ¡Podríamos esperar sentados, hasta la vuelta de la reacción! Los revolucionarios sinceros trabajarán con el pueblo para que sea un hecho la expropiación de las casas. Trabajarán para crear una corriente de ideas en esta dirección; trabajarán para ponerlas en práctica; y cuando estén maduras, el pueblo procederá a la expropiación de las casas, sin prestar oídos a las teorías, que no dejarán de predicarle acerca de indemnización a los propietarios y otros despropósitos”.
A tal fin, hemos de crear, hasta que se reproduzcan como una pandemia, Asambleas de Inquilinos, Hipotecados, Desahuciados, Sin Techo, etc., donde organizarnos, intercambiar información, escoger objetivos, o ponernos manos a la obra[3]. Sin embargo, no hay que conformarse con esto. Expropiar inmuebles abandonados, para familias desahuciadas o sin hogar, es un fin en sí mismo, pero no es el único. La cuestión debe ser intentar profundizar en la iniquidad e inutilidad de la propia estructura del Sistema, debe ser plantear la expropiación como una “solución ofensiva”, como un ataque contra el Capitalismo y las leyes del Estado, como una forma de hacerle daño al Poder, y no como una simple evasión del Sistema. Lo contraproducente que es lo contrario nos lo muestra el ejemplo histórico de las cooperativas. Establecidas con toda la buena voluntad de los cooperativistas, creadas como una forma de liberarse del yugo del patrón, como una medida de resistencia contra el capital (tenemos muchos ejemplos, como La Redentora [1902-1940¿?] o la Vidriera de Mataró [1920-1942], pasando por los intentos actuales), al final acabaron siendo patrocinadas por el propio Estado que veía en ellas una forma de librarse de los gastos de seguridad social y pensiones. De igual modo, hemos de intentar que aunque la ocupación de casas o terrenos abandonados sea, como ya hemos dicho, un fin en sí mismo para los propios beneficiados, esto no suponga que sea “el fin de todo”. Debe buscarse generar el conflicto social que haga entender por qué la gente se ve obligada a liberar inmuebles en oposición a la propiedad privada. Debe ser, cada ocupación, la generadora de nuevas ocupaciones cada vez más masivas, más públicas y más reivindicativas. De lo contrario, el propio Estado acabará aplaudiendo subrepticiamente que se ocupen determinados inmuebles (los que nadie reclame), si eso consigue mitigar los ataques y las iras de los desahuciados. Debe ocuparse toda vivienda vacía, hasta que no quede nadie a la intemperie, pero sin que esto signifique rebajar los niveles de descontento e indignación; todo lo contrario: debe ser un aliciente, un acicate, para evidenciar lo inoperante del Sistema y obligarnos a rebasarlo y aplastarlo.
En estas condiciones no puede verse al Sistema más que como un enemigo, y es en calidad de eso como hay que tratarlo. Más que daciones en pago, y compensaciones a las entidades financieras, exijamos y practiquemos la socialización del techo, la abolición de los alquileres y de las deudas bancarias, una Amnistía hipotecaria y arrendataria auto-otorgada (¿no se otorgan “los de arriba” una amnistía fiscal a sí mismos? Entonces, ¿por qué íbamos a ser menos?, ¿por qué no íbamos a concedernos nosotros, “los de abajo”, una Amnistía sobre un endeudamiento que no hemos provocado y del que somos las únicas víctimas?). No hagamos esto como quien pide una dádiva, sino como quien, en una situación bélica, expone sus exigencias y condiciones para aceptar la derrota del adversario. Sabemos, mejor que nadie, que el Sistema no claudicará en ese punto, pero lo que nos interesa es desgastarlo en la batalla y crear un nuevo punto de referencia, un nuevo tope de exigencia para el imaginario colectivo. Cuando en los tiempos de la “II Restauración Borbónica” (llamada por los crédulos “Transición”) se pedía la Amnistía para los presos políticos, el Movimiento Anarquista realizó una encomiable labor de oposición al reclamar también la Amnistía para los presos comunes. Reclamar la Amnistía de los presos comunes es tanto como declarar la inutilidad de la cárcel, tanto como abolirla; reclamar una Amnistía hipotecaria y arrendataria es tanto como renegar de la propiedad privada, del poder del sistema financiero, de la validez de las leyes que éste último le ordena decretar al Parlamento. De igual modo que en 1886 en Chicago, durante la batalla por la jornada de 8 horas laborales, los anarquistas comprendieron que no podían reivindicar las 8 horas como una adormidera que sirviera para relajar las tensiones sociales, y que si debían de sumarse a dicha lucha tenían que hacerlo con la finalidad de abrir un marco más amplio que fuera arrebatándole yardas al Poder hasta arrinconarlo y obligarle a replegarse, hoy el tema de la vivienda debe abordarse de igual forma. Hemos de establecer, a través de una política de hechos consumados, que las casas son de quien las habita; que en un sistema en el que se decreta una Amnistía fiscal para los grandes defraudadores de cuello blanco, en el que se rescata a los bancos que desahucian con el mismo dinero público aportado por los desahuciados, en el que a los bancos se les condonan sus deudas sin sufrir embargo alguno, nosotros, todas y todas, tenemos mucho más que una autorización moral parar poder proclamar y hacer efectiva una Amnistía hipotecaria y arrendataria y lanzar un contundente: ¡Nosotros no pagamos!
Esto equivale a Huelga de Alquileres, pero va aún mucho más lejos: equivale a Huelga Fiduciaria. Dentro de un sistema corrupto, con una crisis generada ex profeso, para reestructurar el modelo económico y garantizar el poder adquisitivo de las élites, para poder imponernos sin obstrucciones su modelo de sociedad, no queda salida más legítima que proclamar una Huelga Fiduciaria y negarse, pública y colectivamente, a pagar las deudas con las que el Sistema pretende seguir atándonos a su estructura capitalista jerárquica.
A razón de lo expuesto, el objetivo de los anarquistas debería ser entregarse a esta causa –a la del pan y la sal, el techo y el abrigo– y ser conscientes de su responsabilidad histórica. Los grupos y organizaciones específicas no pueden perder un segundo más en elucubrar sobre revoluciones pasadas cuando ha llegado el momento de vivir las que pueden avecinarse; no puede hablarse de los “pobres” como un sujeto de laboratorio, cuando legiones de desheredados nos tienden la mano y están en disposición de romper el tabú legalista y lanzarse a la ocupación del suelo y el techo sin más autorización que la que da la necesidad; no podemos encerrarnos en “claustros libertarios” a regodearnos en la pureza de unas ideas que se prefieren herméticas y muertas como una flor plastificada; no podemos refugiarnos cómodamente en unos sindicatos que no estén decididos a desarrollar una labor social feroz, y que no entiendan que su labor va más allá del ámbito laboral y de la recogida de cuotas; no podemos perder el tiempo en debatir sobre tales teorías, tales autores o tales libros, cuando en la calle se está librando una guerra que exige de nuestro concurso.
La batalla por la vivienda es un hecho; y seguirá adelante con nosotros o sin nosotros. Pero a nosotros corresponde que un pueblo, que ya está usando instintivamente métodos de liberación anarquista, cuente con la contribución de quienes están familiarizados con dichas reivindicaciones. Los mismos que deberían tratar de tensionar las circunstancias antes de que los partidarios de las medidas parlamentarias nos vendan como victoria lo que en realidad es un armisticio.
Fdo.: Ruymán F. Rodríguez

[1] Citamos aquí un caso paradigmático, pero en realidad estas reclamaciones se suceden a lo largo de toda la Historia. En 1871, por ejemplo, durante la Comuna de París, una de las exigencias que cobró más fuerza fue la de la abolición de los alquileres (Piotr Kropotkin, La Conquista del Pan, 1892).
[2] Algo similar a lo que intentaron algunos sectores durante la “crisis” Argentina del 2000, donde todo se focalizó en los problemas de los pequeños ahorradores a los que el “corralito” había confiscado sus cuentas, sin pararse a pensar en aquellas personas que, sin ingresos siquiera que retener, vivían en una situación de verdadera emergencia vital. 
[3] Algo así como lo que también explica Kropotkin (op.cit.): “Es de suponer que desde los primeros actos de expropiación surgirán en el barrio, en la calle, en la manzana de casas, grupos de ciudadanos de buena voluntad que ofrezcan sus servicios para informarse del número de cuartos desalquilados, de aquellos en que se amontonan familias numerosas, de las habitaciones malsanas y de las casas que, siendo harto espaciosas para sus ocupantes, podrían ser ocupadas por aquellos a quienes les falta aire en sus cuchitriles. En pocos días, esos voluntarios formarán en cada calle y en cada barrio listas completas de todos los cuartos saludables y malsanos, estrechos y espaciosos, de las habitaciones infectas y de las moradas suntuosas. Se comunicarán libremente sus listas, y en pocos días se dispondrá de estadísticas completas. La estadística embustera puede fabricarse en las oficinas; la estadística verdadera y exacta no puede provenir más que del individuo, remontándose de lo simple a lo compuesto. Después de esto, sin esperar nada de nadie, esos ciudadanos irán en busca de sus camaradas que habitan en tugurios, y les dirán sencillamente: «Esta vez, compañeros, la revolución va de veras. Venid esta tarde a tal sitio; todo el barrio estará allí para el reparto de las habitaciones. Si no os convienen vuestros cuchitriles, elegiréis una de las habitaciones de cinco piezas que hay disponibles. Y en cuanto coloquéis allí los muebles, negocio concluido. ¡El pueblo armado se las entenderá con quien quiera ir a echaros de casa!»”.

II Asamblea de Inquilinos y Desahuciados


El domingo 24 de febrero se celebrará en la popular Plaza del Pueblo de La Isleta la II Asamblea de Inquilinos y Desahuciados (17:00). En la misma intentaremos encontrar una solución conjunta a los próximos desahucios que van a darse en el barrio. Las soluciones que proponemos van, desde parar los desahucios de forma activa, a realojar a las familias desahuciadas en alguno de los innumerables inmuebles abandonados, propiedad de entidades bancarias, que inundan la isla. A tal propósito volveremos a repartir el listado con más de 60 casas embargadas por los bancos. Se ofrecerá también asesoría jurídica, así como la disposición de darle difusión a cualquier caso de abuso sufrido por inquilinos o víctimas de la hipoteca. Como medidas de amplio calado, propondremos la Huelga de Alquileres, y el órdago al Sistema, que sólo exponemos como una cláusula a un contendiente al que se piensa derrotar, que es la exigencia de una Amnistía hipotecaria y arrendataria. Esos son los términos de nuestra batalla por el techo.