Antes de ponerte a criticar, por favor leete el texto. Esto es una reflexión contra las drogas y el ocio actual, no contra las personas que las consumem. Que nadie se confunda.
“Soy una persona igual que tú,Pero tengo mejores cosas que hacer que quedarme sentado y hacerme mierda la cabeza,Salir con muertos vivientes,Aspirar mierda blanca por mi nariz,Desmayarme en los conciertos. Ni siquiera pienso en el speed, Eso es algo que no necesito”.
Minor Threat, del primer album.
Drogas: cuando el uso de la droga se convierte en consumo y el tiempo de ocio en mercancía.
Dentro de la critica al consumismo (en la práctica también) como uno de los pilares fundamentales donde se sustentan el capitalismo actual, vemos indispensable trabajar en el ámbito de las drogas y su interconexión con el sistema. Algo que se ha convertido en un producto de imagen, incluso de estética “revolucionaria»?, cuando en realidad no es más que un elemento alienante y un negocio emanado de los grandes empresarios, banqueros, traficantes de armas, tratadores de blancas… Incluso las propias fuerzas represivas juegan un papel decisivo en su distribución dentro de la sociedad. Un tema espinoso para muchxs militantes que tuercen la cara y miran para otro lado cuando se pone el tema sobre le mesa o se defienden en base a una extraño concepto de libertad
MANUAL DE INSTRUCCIONES
La redacción de este panfleto ya conoce y defiende los discursos antiprohibicionistas y despenalizadores, a su vez conoce y reconoce las bondades de las drogas naturales ( el hachis, la marihuana o las distintas clases de setas alucinógenas, por ejemplo) así como ciertos usos de distintas drogas. Estas acotaciones se tendrán en cuenta cuando se mencione “las drogas” como generalidad.
La redacción advierte que este panfleto tiene un contexto que se hará explícito, dialogar con él como si lo hiciésemos con el Ministro de Sanidad, con un madero o con nuestros papis y mamis será altamente tergiversador de su sentido.
Por último, la redacción reitera el contexto espacial (aquí) y temporal (ahora) de este escrito y advierte que cualquier justificación de largas noches de speed, coca, pastillas o tripis, por medio de una rigurosísima argumentación sobre las drogas utilizadas en los rituales chamánicos del Amazonas brasileño en días de luna llena, serán tomadas como un claro síntoma de que el/la lector/a de este texto está evadiendo el problema aquí referido.
Salud y Anarquía.
PRESENTACIÓN DE UN PROBLEMA
Tratar el tema de las drogas en un panfleto es algo ciertamente delicado, porque chocamos con gran cantidad de problemas que nos afectan personalmente, nos enfrentamos con el propio discurso de transgresión que se ha creado entorno a ellas y, como no podía ser de otro modo, con nuestras formas de diversión. Nosotr@s l@s jóvenes, y muy especialmente nosotr@s, l@s jóvenes alternativ@s-autónom@s-anarquistas… deberíamos tener una visión contraria al CONSUMO DE DROGAS muy alejada de la que nos vende el Ministerio de Asuntos Sociales. Esta visión se debería basar en el bochornoso espectáculo que ofrecemos constantemente en las noches de las zonas de marcha los fines de semana: y que se alarga, en forma de resaca o pedo, según el tipo de droga consumida, durante los días siguientes.
A su vez, las fiestas y conciertos de muchos CSO’s se han convertido en peligrosas prolongaciones de las noches de las zonas de marcha, con un montón de gente “puestísima” de las más variadas sustancias: speed, coca, pastillas o tripis, por no hablar ahora de la “gente consciente” que trafica en estos eventos sin ningún tipo de tapujos . El baile de “las máscaras de la felicidad” donde tod@s somos amig@s y los problemas se desvanecen en la danza de zombies más ansiada por el poder. Una forma de ocio-consumo disfrazada de “alternativa” y la sensación general de “autocomplacencia en el buen rollo” son suficientes para mantener nuestras almas (armas) paralizadas, y el siguiente tiro justificado, triste pero cierto. El control se hace efectivo porque a plena luz del día, mientras ell@s piensan cómo mejorar sus formas de control (el ocio-consumo es una de las más importantes) nosotr@s estamos padeciendo el último bajón o durmiendo la penúltima resaca, sin acordarnos siquiera de lo “felices” que fuimos anoche. Enriquecemos a las mafias, adormecemos nuestras almas, les hacemos el juego a l@s poderos@s. Este panfleto es una visión preocupada del problema de las drogas: el speed, la coca, los tripis y las pastillas son sus protagonistas, nosotr@s, sus adormecidas víctimas.
MEMORIAL DE AGRAVIOS
10 pasos encaminados a reflexionar sobre el CONSUMO de drogas:
0. Economía y sociedad, mercancía y vida cotidiana:
el delirio de la subjetividad crea monstruos.
Ya he tratado de explicar qué presupuestos de partida he seleccionado para un mejor entendimiento de este texto, pero tengo la impresión de olvidar aún algunas acotaciones fundamentales y que, por otro lado, permitirían escapar del debate a tod@s aquell@s que, por unos intereses u otros, traten de huir de lo aquí expuesto.
Comencemos advirtiendo que cuando me refiero a “las drogas” estoy tratando de explicar un momento concreto y contextualizado de las mismas.
Si hacemos un símil muy sencillo podemos comprender a lo que me refiero. Cuando tratamos de dilucidar y explicar en un marco general las condiciones sociales que nos rodean, solemos acudir al discurso del “sometimiento total” de nuestras condiciones sociales bajo los imperativos de la economía. Del mismo modo, cuando queremos aproximar este discurso a nuestra cotidianidad, verdadera representante de lo social en nuestras vidas, tenemos que recurrir a la mercancía, último eslabón del engranaje capitalista. Por tanto, debemos reconocer en la mercancía al estilete que clava lo económico en nuestras vidas para su mejor control, preciso momento en el que todo aquello que pueda oler a uso contextualizado o genuino, recordemos a algunas vanguardias artísticas, debe ser etiquetado y envasado en forma de mercancía, háblese, en nuestro artístico ejemplo, de las galerías de arte y su mercantilización.
Concretamente éste es el proceso que han sufrido las drogas en occidente. De ser un producto medido y controlado por sus utilizadores/as (adviértanse los discursos sobre drogas naturales, y a veces también sintéticas, de los años 50 y 60) han pasado a ser, ya en forma de mercancía -esto es controladas en su proceso de producción por las leyes del mercado- algo muy distinto:
a.- la oferta, representada por las grandes mafias capitalistas de todo el mundo, máxima expresión del próspero empresariado esclavizador y explotador;
b.- la demanda, representada por l@s entusiastas consumidor@s de instantes mercantilizados, cada vez más alejados del proceso de producción de lo que consumen y, por tanto, de las consecuencias que les producen. Este es el control efectivo de las drogas sobre sus consumidores; el control que tiene la mercancía sobre nuestra cotidianidad y, en general, el control que ejerce la economía sobre la sociedad.
En definitiva, las drogas transformadas en valor de cambio necesitan de todos los elementos con los que cuentan otras mercancías: el consumo pasivo, el pleno desconocimiento de el quién, el cómo y el porqué de ellas, su fabricación y su consumo y, sobre todo, una fe ilimitada en el sujeto-consumidor, plenamente convencido de controlar y conocer la mercancía que le consume: “Sé tú mismo: bebe Pepsi”… el delirio de la subjetividad crea monstruos.
1. Una presentación del poder, sus caras y nuestras caretas.
El poder, término general que podemos emplear para agrupar todos los mecanismos de sumisión social a ámbitos como la economía y la política, se nos presenta de diversos modos y maneras, es un poder con mil caras. Este poder también cuenta con numerosísimas ramificaciones en nuestras vidas, ramificaciones estas que no tienen que ser obligatoriamente premeditadas e impuestas. Hablo de los razonamientos y comportamientos que complementan a ese poder sin ser exactamente una de sus instituciones. Uno de éstos puede ser el consumo de drogas. Trato de acercarme a un problema que afecta seriamente a un amplio espectro de personas, fundamentalmente jóvenes, sin distinción de sexo, edad, raza o -lo que es más sospechoso- condición social y económica.
La complementariedad entre drogas y poder se hace evidente, las drogas son -a mi entender y en el contexto actual- una de las caretas que nos ponemos para parecernos, de forma patética y , en el caso de los jóvenes con ciertas inquietudes combativas, también dramática, al poder instituido por nuestra sociedad. La búsqueda acrítica e inconexa de una sucesión y acumulación de instantes sin mayor contenido que el que ofrece la mercancía consumida (la droga en este caso), y la disminución de recursos imaginativos para instituir un tiempo de diversión y ocio que se aleje y trate de suprimir el CONSUMO, son el punto más elevado del frenesí mercantil, la muerte del individuo y el nacimiento del consumidor.
Huir de esta realidad es ahogarse en discursos teológicos en torno a las drogas, en la impenetrable fe en el individuo-sujeto. Quedarse observando nuestra realidad es asistir a una danza ritual de muerte y separación colectiva que se mueve al compás de la sociedad del consumo capitalista y del “reality show” del buen rollo del barrio, del bar, del Centro social de turno.
2. Por un contexto de las drogas: aquí y ahora.
Y no estoy pensando -como quizás tú lo estés haciendo ahora- en el “molinillo justificador” de la despenalización de las drogas, que ya nos sabemos tod@s y que casi nada dice del contexto actual que padecemos de forma sangrante. Desterremos para nuestro análisis a los chamanes, a otras culturas, todas las drogas “naturales” y las tradiciones históricas, y olvidemos a Escohotado, que él también se asustaría de lo que nos está sucediendo. Olvidemos todo ese discurso, válido para tantas y tantas cuestiones, pero que no sirve para una juventud vendida a las pastillas, a los tripis, a la cocaina, al speed. El negocio de la diversión a la carta nos vende la huida reclamada por el poder para que, danzando con su careta, nos olvidemos de que podemos ser distintos de él, divertirnos de otro modo y sin pasar por el embudo de las drogas.
Y si no te has hartado de leer acerca de nuestra realidad, estaremos pensando ya en lo mismo, aquí y ahora: en la Euskal Herria y el Madrid del Speed; en las “raves okupa��? de las pastillas; en la Universidad de la coca y en un infinito etcétera, combinando hasta la saciedad distintos lugares y distintas drogas. Un problema que se expande a lo largo y ancho del estado : Ciudades, Barrios, Centros Sociales, Bares…
3. Mi cuerpo y mi mente.
Recurrimos ahora, para no ver lo obvio, al último recurso, y es que mi cuerpo y mi mente son míos, hago con ellos lo que me parece, y ahora mismo dejo de leer este texto -escrito seguramente por algún peligroso reaccionario-.
Este discurso está errado, se agota en su base. Tu cuerpo, por mucho que quieras, es del capitalismo que te obliga a currar cada día, es del estado que te controla cada paso que das, es de todas aquellas personas que mandan sobre nosotrs y que deciden nuestro futuro desde sus despachos. Nuestros cuerpos, nuestras vidas, son suyas porque nos los arrancan cada día por medio del trabajo, porque se las cedemos por medio del ocio-consumo.
Ante esto, los espacios que nos quedan de libertad, perfectos para planear cómo recuperar nuestras vidas, se ven reducidos a muy pocos momentos. Y si esos momentos de reunión y reflexión, espacios que sólo son posibles en los tiempos que el capitalismo nos deja para que consumamos y le perpetuemos (el tiempo que ell@s llaman “de ocio” y nosotr@s denominamos “de consumo”) son secuestrados por la vida en Ferrari de las drogas, no hemos realizado nuestros deseos, acabamos de regalar nuestras vidas al consumo capitalista, acabamos de ceder nuestro tiempo al jefe que, frotándose las manos, observa cómo el lunes volveremos a trabajar para comprar los próximos gramos de coca o speed, las próximas pastillas.
4. La vida de lo efímero, lo inmediato, de la moda.
Sustituir gran parte de nuestro tiempo por pedos continuos es aniquilar toda capacidad de diversión (hacer cosas diferentes) es morir en la fosa de lo inmediato, de un chasquido de dedos que marca el comienzo y el final del fin de semana, de los días de vacaciones, del tiempo más fácil de liberar.
El poder nos quiere ver de dos formas, o trabajando o consumiendo, el resto del tiempo es aterrador para él, aguanta la respiración, ya que es el tiempo que tenemos para vernos y reunirnos, para analizar nuestras vidas y poder desenmascarar el entramado de basura en el que nos encierran. Tocarnos, conocernos, aprender, leer, reflexionar, hablar etc. son catalizados por las drogas hacia alocadas modas del instante de tres días, de la muerte del tiempo dilatado de la reunión y el conocimiento, de la preparación y la reflexión de nuestras vidas, ahora sustituidas por la huida y la moda de “ponerse” lo antes posible hasta llegar al delirio, de ver cómo el tiempo de diversión no lo marcan los individuos sino las drogas (12 horas, 24 horas, etc.).
Cuando nuestro tiempo es preparado y etiquetado, ya sea por el capitalista que planifica nuestro curro o por el diseñador de drogas que planifica nuestro pedo, hemos dejado nuestras vidas en manos de otr@s, hemos delegado nuestra capacidad de creación vital, nuestra capacidad de decisión, somos representados por el carácter que imprime en nosotr@s la droga y el carácter que imprimen en nosotr@s los poderes del mercado.
Al igual que el capitalista tiene que crear las condiciones sociales para que vayamos a trabajar todos los días, es la única manera que tenemos de ganarnos la vida, vemos cómo las drogas reproducen este problema en el ocio-capitalista. El ritmo de ocio-consumo que se nos impone y presupone a l@s jóvenes es el caldo de cultivo perfecto para que aparezcan drogas que, separadas de usos consonantes con la experimentación colectiva y contextualizada, son simples estimulantes de pe- ríodos de irracionalidad y seudovigilia, creando un ambiente de reunión alrededor de la droga (elemento de separación de los individuos) que se vuelve nexo de unión entre los consumidores, y que, de repente, se hace cada vez más homogéneo y regular gracias a los ritmos impuestos por las sustancias.
5. Alimentando mafiosos.
Los que se benefician de estas drogas (speed, coca, tripis, pastillas) son aquellos que, subiendo por la pirámide: reprimen, asesinan y secuestran sin escrúpulo alguno, con su compra alimentamos a lo peor del capitalismo, a su momento más oscuro, aquél en el que ley y delito son una misma cosa, donde estado y narcotráfico son complementarios.
Nadie duda a la hora de boicotear a cualquier marca comercial que explota a niñ@s, pres@s, hombres y mujeres del mundo entero, pero este discurso no vale para las mafias del narcotráfico mundial. Colombia, Perú y Bolivia serían buenos lugares, en el caso de Latinoamérica, para ver de cerca las atrocidades a las que son sometidas poblaciones enteras por parte de los narcotraficantes, podríamos ir continente por continente viendo quiénes manejan las rutas del narcotráfico y la producción de muchos tipos de drogas, precisamente las que más se consumen, cuánta miseria recorre de lado a lado la pasta de coca y su elaboración, cuánta muerte y destrucción es financiada por la juventud pudiente del primer mundo, cuánta inconsciencia más vamos a tolerar a este respecto.
6. El pedo sin memoria, sin amig@s, sin vida…
Entremos en un terreno escabroso, en ese que nos habla de las relaciones personales, en el que se pueden ver claros ejemplos de falsas relaciones sociales, donde el factor de reunión no es la amistad, la reflexión común o la afinidad personal, nos une el tipo de droga que consumimos, droga que nos reúne en torno a sus propiedades.
En el caso de la coca o el speed, nos reúne, como borreg@s que van a pastar, alrededor del espacio del servicio, en torno al tipo de “pedo lúcido” que creemos aparentar y que aquell@s que no han consumido observan falsificado. Frente a la sensación de estar perfectamente lúcido y fresco, el observante que no está “puesto” ve manadas de personas que convulsivamente van al servicio, con la nariz moqueando y con un comportamiento semifrenético tendente a desarrollar conversaciones delirantes y raramente graciosas.
Y es aquí donde aparecen l@s mejores amig@s, aquell@s que nos quieren esa noche que pillamos dos pollos y al día siguiente ni nos hablan, aquell@s con los que me he ido veinte fines de semana porque le gusta la coca tanto como a mi y al que no sé que decir cuando me lo encuentro y no estamos “puestos”, hasta un perro que consumiese coca sería un perfecto confesor para estos días de pedo.
Este es un ejemplo del tipo de seudo-comunidades que se establecen en torno a las drogas, cada una asentada sobre el tipo de droga consumida, no importa quien esté a tu lado, sólo que se haya metido lo mismo que tú y, por tanto, tenga cuatro o cinco ritmos primarios iguales que los tuyos. Los ejemplos son infinitos: el desbarre de los tripis y las pastillas o la falsa lucidez del speed y la coca son los clásicos.
Seudo-comunidades de la separación perfecta que reproducen a escala al capitalismo avanzado. Seudo-comunidades en las que el nexo de unión es el factor de separación, aquél que nos transforma en una sola “persona” o, mejor dicho, en un solo comportamiento. Seudo-personas en una seudo-comunidad, la falsedad última del capitalismo que nos quiere tener separados para reunirnos de nuevo en el engaño de su contemplación, del consumo de sus mercancías: fútbol, drogas, ropas de marca, televisión etc…
7. Un lenguaje común para el mundo de las mercancías y su consumo.
Reconstruir el lenguaje repetitivo y “gracioso” en torno a las drogas: tiro, pollo, turulo, bajón, pedo etc. es reconstruir el mismo lenguaje que, por ejemplo, utilizan dos pijas del barrio Salamanca para hablar de su ropa de marca.
Todo el discurso -si observamos a dos pijas hablando de sus modelitos- se centra en la marca comprada. En el lenguaje de las drogas, todo se centra en la sustancia adquirida. Todo consumo frenético, como es el caso que nos ocupa, conlleva unas pautas de comportamiento: una preparación a largo plazo, “más allá” de pensar otro tipo de diversión; la compra y el consumo acrítico, nunca “más allá” de la simple valoración del tipo de pedo que nos apetece y, en definitiva, la incapacidad de concebir unos pocos días de “vacaciones” sin consumir algún tipo de droga. Nos iguala a la incapacidad que tienen esas dos pijas de concebir unas tardes libres sin ir a comprar un jerseicito.
Y una vez puesto el vestido, una vez metida la siguiente pastilla, aprovechamos hasta el último resquicio de prestigio, de seguridad y de falsa-realidad que la mercancía nos hace ser-aparentar, a parecer un ente poseído por sus “cualidades” y características materiales y simbólicas, ambas igual de falsas al unirse en su forma -mercancía.
Y, finalmente, el sentido de clandestinidad que ofrecen las drogas, pese a que cualquiera que vea a unas personas puestas y se fije en los movimientos que se hacen, aprecie lo evidente. Las drogas cuentan con el comportamiento infantil del ocultamiento en el servicio, en la trastienda del bar, en la clandestinidad inocente. Es así de simple, todo el mundo sabe, incluida la policía, claro está, dónde se consume droga, ese es su poder, el saberlo y esperar, ese es el auténtico control sobre la gente, poderles detener en cuanto sea oportuno. Ocultar lo evidente es el clásico juego de l@s niñ@s y, para la policía, un as en la manga, quizás sea oportuno cerrar algún bar para el recuento de la próxima estadística, o entrar en algún Centro Social cuando sea una amenaza política inminente, sólo ell@s lo saben, para eso tienen el control casi absoluto, y se lo servimos en bandeja.
8. Sospecho, luego existo.
En este sentido, no hay que hacer mucha memoria para recordar cómo utiliza el poder las drogas, los ejemplos son muy reales, recordemos algunos. En EE.UU los barrios negros, sobre todo los más combativos, han sido bombardeados por multitud de drogas, llevadas hasta allí por mafias que controlaban el sistema : crack o heroína, por ejemplo. El resultado fue inmejorable para el gobierno yanqui, aquell@s negr@s antisistema fueron hechos drogadictos y, por tanto, encarcelad@s, asesinad@s y destruid@s como posible enemigo. Si nos situamos en la España de los 80, en Madrid sin ir más lejos y con lo barrios como escenario, decubriremos cómo estos sufrieron una ofensiva de pastillas y heroína que asesinó a una generación de jóvenes. Muerte, cárcel y exclusión son el legado de una juventud que prometía ser un fuerte enemigo del capitalismo. Gracias a sus “Madres Unidas” hoy sabemos la verdadera historia de un poder sin escrúpulos al que no le tembló la mano a la hora de eliminar a sus enemigos aprovechando su “sobredosis de juventud”.
Con mayor actualidad, podemos fijarnos en los modelos de droga que aparecen en los lugares combativos, el caso de Euskal Herria y el speed es muy sintomático, y el caso de Vallekas (Madrid), sospechoso. Los ejemplos son innumerables, pero los resultados siempre los mismos, zonas con tejido asociativo, con inquietudes políticas y sociales, desarticuladas por el ocio-consumo y seudoreunidas en bares y tabernas en torno a toda clase de drogas, incluidos el alcohol y el tabaco. Asesinad@s en la jungla del consumo frenético de mercancías. Las drogas añaden un elemento básico para el poder e imprimen obligatoriamente el ideario del sistema, ya que son, pese a quien pese, la forma más acabada de control social, subvirtiendo el sentido de nuestras ganas de diversión (hacer cosas diferentes) y sustituyéndolo por la “obligatoriedad” de su repetición fácil y alienada (hacer siempre lo mismo).
9. Sobre nuestra derrota: el día después.
Y una vez acabado el pedo, muerto ya el tiempo que tuvimos para pensar, leer, reflexionar, unir inquietudes y preparar ofensivas contra el sistema, llega el bajón. No sólo es domingo y hemos perdido dos días, sino que mañana hay que volver a currar y nuestra mente se ha cuadriculado: “no vuelvo a tomar drogas”.
Y preparemos nuestro próximo pedo, pillemos para el cumple de Pepe, vayamos al fiestón con unos gramos, compremos unas pastillas para el viernes y el sábado. Aquí no hay distinción social o económica, las drogas son ideales para muchas cosas: para mantener a l@s pres@s atontad@s, para que los pijos hagan sus fiestas de fin de semana, para que en los barrios nos quedemos agilipollad@s, para que el día a día pase a la historia en forma de curro y de pedo, para que el “buen rollo” de las drogas oculte todo lo malo que nos impone este mundo, para que la derrota del pueblo se festeje cada noche de sábado en nuestros bares y barrios, en los Centros Sociales okupados, en cada día tirado a la basura y en cada día trabajado para comprar mierda…somos un@s pij@s de la diversión, LA DERROTA ESTA CONSUMIDA.
10. Camellos en el Centro Social Okupado.
Y habrá que tratar también esta cuestión, no quiero meterme con lo que hacer con los camellos en el barrio o en los bares, cada uno que asuma sus responsabilidades, pero los Centros Sociales son de tod@s l@s que curramos en ellos, nuestras casas okupadas son espacios liberados, lugares que parten de la reflexión y el compromiso, y es lamentable ver cómo se asemejan algunos Centros “Sociales” a Joy Eslava o Pachá, con sus camellos pululando en busca de la clientela que compre sus drogas, para poner a la gente a tono, para que compre su careta de carnaval a un “módico” precio, escudados en el espacio “liberado” que tanto ha costado conquistar al capital.
Hace un tiempo estabais mal vistos en los Centros Sociales (Minuesa), ahora son mal vistas las personas que os reprenden, vendéis la basura más detestable en nuestras narices, hacéis de las fiestas una danza de guiñapos y os retiráis orgullos@s con los bolsillos llenos de billetes para vuestro lucro personal, hasta el capitalismo es más condescendiente con sus consumidores y les advierte de las mierdas que consumen (tabaco, alcohol… ) y trata de hacer controles de sanidad para que no se intoxiquen, tienen que estar sanos para trabajar. Vosotr@s vendéis mierda escudad@s en los Centros Sociales y no sabéis ni lo que pasáis, os preocupa muy poco lo que suceda mañana: “hay gente que compra y yo vendo”, no importa quienes sean o lo que hagan, tod@s estamos exentos de responsabilidad en el mundo de la mercancía, desde la sombra, viviendo a costa del trabajo de colectivos y organizaciones que preparan fiestas para financiar y difundir su trabajo político, trabajas sobre seguro, tu negocio es casi perfecto.
En definitiva.
Son muchas las cuestiones a tratar, este acercamiento beligerante contra estas prácticas drogadictas trata de ser, en intensidad, tan fuerte como la ofensiva que las drogas han hecho en los ambientes en los que me muevo y en los que están en constante crecimiento. Cada un debe extraer sus conclusiones y tratar el problema con seriedad, si nos atrevemos deberíamos reunirnos en algún sitio para hablar de ello más detenidamente, incluso escribir algo para defender o atacar este panfleto. Si no hemos visto el problema ya hemos perdido la batalla; si no queremos ver el problema no merece la pena ni hablar; si vivimos del problema, mi aprecio hacia ti es limitado, cada cual que asuma su parte de culpa.
La conciencia es lo que nos permite ver este mundo como globalidad, los actuales usos de las drogas son enemigos directos de la conciencia, pues nos muestran un mundo a su medida, no a la nuestra. Tamizan y filtran “realidades” para ajustarlas a nuestro pedo, un mundo del falsas sensaciones y relaciones falsas, todas ellas fragmentadas según los ritmos de la droga, haciéndonos huir de toda realidad global, introduciendo la amnesia como “modo de pensar”, abundando en la banalidad como forma de relación, cayendo en la experimentación hedonista e individualista.
En consecuencia, podemos observar como sospechosa evidencia el espectacular alza en el consumo de drogas-mercancía entre la juventud de todo el estado, más allá de las clásicas distinciones socio-económicas. Este grave problema, el de la socialización de las drogas en forma de mercancía, es directamente proporcional al aumento del desconocimiento sobre las mismas, ya no sólo en sus posibles efectos físicos y psíquicos, sino también en nuestras-sus actitudes y comportamientos, y más allá, en la completa ignorancia con respecto a su composición (posibles componentes adictivos, componentes nocivos, etc. ) el resto, lo pagamos nosotr@s.
En definitiva, planteamos aquí un problema serio pero a la vez parcial. En él se introducen dos vías de diálogo. Por un lado, la de hacerles las mismas o similares acusaciones a ciertos usos de otras drogas como el tabaco, el alcohol o el hachís y, por otro, el replantearnos la visión que tenemos del ocio y su consumo.