Madres coraje, niños rebeldes y héroes sin empleo

Fuente: Playground

Madres coraje, niños rebeldes y héroes sin empleo: así sonríe la mayor comunidad ocupada de España

77 familias con 202 personas, más de la mitad menores, pueblan Comunidad Esperanza en Gran Canaria. Ahora enfrentan una amenaza de desahucio que puede ser socialmente catastrófica
I – CHOCOLATE CON CHURROS
La del pasado jueves fue una mañana especial en Comunidad Esperanza. Más de 40 euros puestos en común para churros, leche y chocolate hicieron posible uno de los mejores desayunos que se recuerdan allí.
La ocasión lo merecía en la mayor comunidad ocupada del estado español. Sus 202 vecinos celebraban la primera victoria sobre la amenaza de desahucio del ayuntamiento. Se cumplía esa mañana el plazo de un mes que el alcalde de Santa María de Guía (Gran Canaria), aduciendo motivos de inhabitabilidad, les había dado para abandonar sus casas.

Desde la Comunidad Esperanza niegan el argumento del consistorio, afirmando que las viviendas son perfectamente habitables. En un comunicado, lanzaban un claro mensaje al alcalde de Guía: «No ‘vele’ más por nuestra seguridad si eso pasa por mandarnos a morir o a vagar por la calle con nuestro centenar de hijos».

Con 77 familias y 202 vecinos, Comunidad Esperanza es la mayor ocupación colectiva del estado español. Tras un decreto municipal de desahucio, su futuro está en el aire

II – UN IMPULSO ANARQUISTA Y UN VECINDARIO INFRAVALORADO
¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de Comunidad Esperanza? Lo primero es explicar su nacimiento, algo que hace para nosotros Ruymán Rodríguez, miembro de la Federación Anarquista de Gran Canaria (FAGC), el colectivo impulsor de la comunidad. 
«Llevábamos desde mediados de 2011 volcados en el tema de la vivienda, y decidimos pasar de los piquetes antidesahucio al plan B: el realojo de familias a las que no se les pudo parar el desahucio», nos dice Rodriguez hablando de un feroz contexto: en 2012 Canarias era la quinta región con más desahucios de todo el estado, con hasta 24 ejecuciones diarias.

La Federación Anarquista de Gran Canaria es el colectivo impulsor de la comunidad. ¿El contexto? Canarias como quinta región con más desahucios de todo el estado, hasta 24 ejecuciones diarias

Fue tras uno de esos piquetes cuando conocieron la situación de cuatro bloques abandonados en el municipio. «A principios de 2013 negociamos con la propietaria, la empresa Piornedo, que había quebrado. Y llegamos a un acuerdo: como los inmuebles estaban siendo vandalizados y desvalijados, nosotros los ocuparíamos con familias sin recursos a cambio de habilitar y mantener los pisos«, cuenta.
Su nacimiento de la mano de la FAGC, y el apoyo de esta son, en opinión de Rodríguez, claves en la presente amenaza de desahucio. «Por un lado quieren dejar los bloques vacíos y libres de cargas para que la SAREB, el banco malo, pase a explotarlo. Por otro, conecta el decreto con la decisión de la FAGC de desvincularse de la Esperanza para que no se acusase a esta de estar ‘dirigidos políticamente'».

Llegaron a un acuerdo con la empresa propietaria, en quiebra: familias sin recursos ocuparían los pisos a cambio de habilitarlos y mantenerlos

«Queríamos que la comunidad se gestionase sin ningún referente. Menos de un mes después llegó el decreto de desahucio. Sabemos que el alcalde pregunta a los vecinos por la FAGC, y que esperó a ese momento para intentar ‘coger a los vecinos desprevenidos’… Pero no se esperaba esta respuesta, ni legal ni de movilización«, apunta Rodríguez.

El alcalde infravaloró a las vecinas y vecinos. No esperaba esta respuesta. Cuando interpusieron los recursos, dejaron al ayuntamiento sin grapas y sin tinta

El activista cree que «los políticos han infravalorado a los vecinos y vecinas. Y no solo a nivel de movilización en la calle. Cuando interpusimos los recursos, dejamos al ayuntamiento sin grapas y sin tinta. No esperaban ese aluvión de papel», cuenta.
Ruymán Rodríguez se muestra orgulloso de una comunidad que puede hacer una curiosa historia en el pueblo: «Hemos hecho concentraciones pero en Guía jamás ha habido una manifestación en toda su historia. La nuestra, si esto sigue así, sería la primera de la historia».

En Santa María de Guía de Gran Canaria jamás ha habido una manifestación en toda su historia

III – ASAMBLEA CONTRA LA POBREZA EXTREMA
 
¿Cómo es la vida en la Esperanza?
La comunidad se organiza en base al principio igualitario de dar y recibir en función de las necesidades de cada persona. En cuanto al agua, «viene por cubas, nos abastecemos con 27.000 litros diarios que cuestan 100 euros por día por los que cada vecino paga una contribución voluntaria de 30 euros al mes. Hay horario de racionamiento, no hay agua durante todo el día», cuenta Rodríguez. 
La luz es de obra, la que estaba en los bloques desde el principio de la ocupación pactada con la empresa propietaria.
«El modelo es comunitario, asambleario y horizontal», describe Rodríguez. « Demostramos que se puede convivir en una microsociedad libertaria, pero sobre todo lo interesante es que no es un modelo exclusivo para gente anarquista. No es una cosa de 10 o 20 convencidos que viven en un centro social. Son decenas de familias necesitadas«.

Se organizan en base al principio igualitario de dar y recibir en función de las necesidades de cada uno. Cada vecino paga una contribución voluntaria de 30 euros al mes

 
En Comunidad Esperanza, donde niegan ser «okupas ilegales», se hace una asamblea general el último domingo de cada mes, y extraordinarias si así lo requieren asuntos concretos. En ellas se deciden el suministro, mantenimiento, limpieza, movilizaciones o las posibles disputas por convivencia.
Hay distintas comisiones, que Rodríguez pasa a enumerar: «la de mantenimiento, la comisión de talleres de entretenimiento con actividades infantiles o el cine que hacemos los sábados, también hay comisión de formación y alfabetización, una comisión de realojo para tramitar la entrada de nuevas familias, la comisión de huertos, comisión de solidaridad para almacenar y repartir ropa o juguetes, la comisión de información y la comisión de fortificaciones por si acaso hubiera un desalojo violento«.

Todo se decide en asamblea. Hay comisiones de mantenimiento, de formación, alfabetización, entretenimiento, realojo, huertos, solidaridad, información y fortificaciones

«De las 77 familias que hay, es posible que con trabajo remunerado y cotizando haya entre 5 y 10, no más», calcula Rodríguez. El resto vive de la economía sumergida, recogiendo chatarra, cuidando ancianos o realizando labores de limpieza
Muchos tratan de sobrevivir con lo que perciben de la Renta Activa de Inserción para parados de más de 45 años, o con subsidios inferiores a 426 euros. Otros viven de chapuzas que les van saliendo. «La gran mayoría vive en pobreza extrema. No podrían pagar un alquiler y comer a la vez«, señala.

De las 77 familias que hay, no más de 10 tienen trabajo relativamente estable. El resto vive de la economía sumergida, recogiendo chatarra, cuidando ancianos, realizando labores de limpieza o con chapuzas que van saliendo. Si no fuera por Comunidad Esperanza, no podrían tener techo y comida a la vez

IV – AZUCENA, FRANCISCO, MANUEL, YLENIA
En Comunidad Esperanza la historia de exclusión social es común pero no por eso faltan los nombres propios
Como el de Azucena, una chica víctima de malos tratos y joven madre soltera. Estaba en un centro de acogida pero se le acabó el plazo legal de estancia y tuvo que salir. Ocupó una casa, la desahuciaron y en la calle contactó con la FAGC. Comunidad Esperanza es el único sitio que tiene para estar con sus 3 hijos. Ahora, según Rodríguez, es una de las más implicadas, siempre a punto para hacer carteles o coger el megáfono.

Azucena es víctima de malos tratos y joven madre soltera. Desahuciada anteriormente, la comunidad es el único sitio que tiene para estar con sus 3 hijos. Siempre está a punto para hacer carteles o coger el megáfono

O Francisco, un hombre de origen colombiano de más de 45 años con 4 hijos. Después de conseguir un trabajo como barrendero, se quedó sin empleo con la crisis. Sufrió un desahucio y se quedó en la calle. Ni su compañera ni él cobran ningún subsidio
O Manuel, albañil en paro desde hace 8 años. El único ingreso de su casa son los 200 euros de paro de su mujer. 
O Ylenia, madre soltera de una niña que teme que el decreto de desahucio favorezca una amenaza institucional a la custodia de sus pequeños.
Y cuando habla de sus críos, está hablando del gran tesoro de su vecindario.

Francisco, de origen colombiano, tiene más de 45 años y 4 hijos. Ni su compañera ni él cobran ningún subsidio. Manuel está en paro desde hace 8 años. Ylenia teme que la amenaza de desahucio haga peligrar la custodia de su pequeña

V – SEÑORITA, NOSOTROS NO SOMOS OKUPAS
Porque Comunidad Esperanza es insultantemente joven. De los 202 vecinos, más de la mitad son menores de edad
«Todos están empadronados y escolarizados, es una de las cosas que teníamos claras desde el principio», apunta Rodríguez, para quien «el caso de los niños es quizá uno de los puntos más luminosos de la ocupación».
Y no solo porque, como manifiesta, ellas y ellos «den lecciones constantes de tolerancia, antimachismo o antirracismo»
10 de ellos han nacido ya en Comunidad Esperanza. Muchos otros están creciendo y viviendo su infancia o adolescencia en un ambiente que no entiende el bienestar si no se conjuga en plural.

De los 202 vecinos, más de la mitad son menores de edad. Todos están escolarizados. 10 de ellos han nacido ya en Comunidad Esperanza. Muchos otros crecen en un ambiente que no entiende el bienestar si no se conjuga en plural

En Comunidad Esperanza le dan la vuelta a la tortilla de los acompañantes psicológicos de la ocupación: la culpabilidad del insolvente y la constante sensación de amenaza. 
«Es una sorpresa muy agradable el contraste entre la actitud de estos chavales y la de muchos adultos«, sostiene Rodríguez. «Te quedas muy sorprendido también cuando tienen algún problema en el colegio, con niños de fuera de la comunidad».
Por ejemplo, cuando les llaman «okupas»
«Hace poco», cuenta Rodríguez, «un niño me enseñaba una redacción que hizo en el colegio para contestar a eso. Ponía: 
‘Nosotros no somos okupas. Hemos expropiado una casa’”.