14-N: Cronología de una jornada de Huelga


06:00-07:00 a.m.: Piquete para impedir el acceso de vehículos al Polígono Industrial de Melenara. Primera identificación del día. En media hora, la segunda. 

08:00 – 11:00 a.m.: Piquetes en Las Palmas. 1º Piquetes, de ida y vuelta, por la calle de Triana. 2º Piquete en Bankia (el “piquete” de CCOO aprende la diferencia entre hacer un piquete y hacer la estatua). 3º Piquete delante del Cabildo de Gran Canaria (a partir de aquí la policía nos rodea [al Bloque Anarquista] nos identifica a todos, amenaza con detener a uno de nosotros y desde entonces, en adelante, contamos con “escolta policial” [se sospecha que en el Bloque Anarquista haya algún miembro de la Casa Real infiltrado, si no, no se explican tantas “atenciones”]). 4º Piquete delante de la Cámara de Comercio. 5º Piquetes por distintos puntos de la ciudad de Las Palmas (siempre bien “acompañados” por la “madera”).
11:00 a.m – 13:00 p.m.: Manifestación matutina (se parte desde la convocada por los Estudiantes).


19:00 – 22:00 p.m.: Manifestación (desde La Plaza de España a la Plaza de la Feria). La manifestación más reivindicativa y multitudinaria que se recuerda en la isla. Varios escaparates de entidades bancarias resultan rotos. La policía no se atreve a cargar ante la combatividad de los manifestantes. En lo que respecta al Bloque Anarquista, consigue aglutinar a un gran número de personas (ver imágenes), y crea uno de los sectores de la manifestación más contestatarios y sugestivos (oír consignas). Como colofón, se ocupa la tarima copada por los sindicatos mayoritarios y alternativos y se “libera la palabra”. Tiempo después de concluida la manifestación dos compañeros de CNT son caprichosamente detenidos e injustamente acusados de haber ocasionado la rotura de al menos uno de los escaparates antes mencionados. El Montaje Policial crece. Nuestra lucha, después del 14-N, también. 
 
Manifestación (Bloque Anarquista).
 
Los manifestantes repelen los intentos de carga policial. 
 
Así se toma la palabra. Una muestra de manumisión, una muestra de que todo derecho otorgado es una concesión que envilece al que la recibe. Si es tu derecho: TÓMALO.

¡Aplastad la Infamia!

¡Aplastad la Infamia!

Importa al género humano que los fanáticos sean confundidos. ¡Oh hermanos! ¡Combatamos la infamia hasta el último suspiro!” (Voltaire).


Los anarquistas le han prendido fuego a las calles de Las Palmas y las han reducido a cenizas, y si ustedes, crédulos lectores, no se han dado cuenta de nada, es porque no son conscientes del ingente trabajo de reconstrucción iniciado por las autoridades locales en la madrugada del 15 de noviembre, gracias al cual se ha conseguido edificar una nueva ciudad en sólo una noche.
Cualquiera que viera o leyera la bazofia “periodística” (faltan comillas para rodear dicho término) que se ha publicado sobre los disturbios del 14-N en Las Palmas de G.C. podría llegar a la conclusión de que el primer párrafo es una palmaria realidad (ejemplos de periodismo ficción: si aguantan las arcadas, vean el vídeo de Antena 3 Canarias <!– @page { margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm; direction: ltr; color: #000000; widows: 2; orphans: 2 } o la edición en papel de La Provincia del día 15 o del Canarias 7del día 16). Ya saben el dicho de la ignorancia alfabetizada: “si está escrito es que es verdad, si sale en la tele es que está pasando”. Aún no hemos hecho nuestro el lema del escepticismo consciente e informado: “Si ha sido impreso y televisado, desconfía”.   

Sin embargo, que borren cualquier atisbo de sonrisa en su cara aquellos que crean que vamos a condenar los hechos o a escapar de la diana que nos han colocado encima para colocársela a otros. A diferencia de algunos, ésa no es nuestra forma de actuar. Nosotros no haremos más que un ejercicio de lógica.

 
Si los anarquistas en esta isla fuéramos tantos como los que se percibe en las imágenes, más que gastar todas nuestras fuerzas en romper escaparates de bancos, las invertiríamos en socializar fábricas, en que no quedara un tramo de tierra sin colectivizar, y haría ya tiempo que no se produciría ni un solo desahucio de forma satisfactoria en esta isla, que habríamos tomado al asalto el Gobierno de Canarias y que habríamos proclamado el Comunismo Libertario en Gran Canaria. Si esto todavía no ha pasado, es porque no somos tantos.

¿Quieren obviar toda simbología que no sea la nuestra? ¿Quieren olvidarse de que las banderas negras de los anarquistas (o a lo sumo rojinegras) representan la negación de todas las banderas y que por tanto nada tienen que ver con banderas nacionales? Háganlo y sáltense toda lógica, no tenemos la intención de señalar a otros para quitarnos el muerto de encima. No, desde luego, cuando nos parece el sumun de la hipocresía alarmarse y rasgarse las vestiduras por la rotura de unos cuantos escaparates. Hay gente que se escandaliza más porque se les rompan los cristales a los bancos, que porque los bancos se dediquen a romper la vida de la gente. Están en los mismos parámetros que pauta la insensibilidad sistematizada cuando hay un accidente laboral: si un pintor se cae de un andamio, todavía hay quienes en vez de rodear al caído rodean el bote de pintura y lamentan que se haya derramado. Llaman violencia a la que se ejerce contra elementos inertes, que ni sienten ni padecen, y se ahorran el término si tienen que hacer referencia a la que se ejerce contra las personas a través de desahucios, cribas sanitarias y hambre. Como decía el cántico que improvisamos desde el Bloque Anarquista, cuando vimos la hostilidad que se estaba generando contra quienes tiraban piedras contra los bancos: “Unos tiran piedras; pero otros tiran bombas”, y dejan a la gente sin más techo que las estrellas, y la apalean a porrazo limpio sin importarles que sean niños o ancianos, y la desaparecen en las comisarías, y la hacen trabajar 16 horas hasta la extenuación o mendigar trabajo hasta la desesperación. Pero eso, para la mentalidad bien pensante, no es violencia.

  
Teniendo en cuenta que los bancos son los principales responsables del holocausto financiero que estamos padeciendo, lo menos que puede hacer una población harta y desesperada es descargarse contra los edificios de dichas entidades y romper unos cuantos vidrios. Celebramos por tanto este acto catártico y puramente simbólico, y que de las censuras se encarguen los palanganeros del Sistema. Los mismos que, como venía a decirnos Stirner, llaman “derecho” a la fuerza, cuando está en manos del Estado, y “crimen” cuando está en manos de los hijos del hambre.

 

Contrariamente a lo que se cree, el único acto en el que los anarquistas participamos en masa fue la toma de la tribuna al final de la manifestación. Y, en honor a la verdad, si la mayoría de miembros de la FAGC estábamos en peso arriba, también habían otros participantes del Bloque Anarquista (de otras organizaciones y también autónomos), mucha otra gente de diversos colectivos y seguramente muchos individuos independientes de cualquier sigla. Aclaramos por tanto que si la FAGC tomó la iniciativa en esta acción, fueron otros muchos los que como nosotros querían romper el secuestro y el monopolio discursivo que la jerarquía sindical lleva décadas practicando y ejerciendo sobre las palabras. 
 

 

Que individuos politizados de toda laya, desde la izquierda estalinista a la derecha más reaccionaria, quieran criminalizarnos, pasarnos la “factura” del 14-N, que echen espumarajos por la boca nada más oír nuestro nombre, que canallescamente aplaudan y celebren que se haya detenido a dos compañeros (aprovechamos, una vez más, para repetir que dichos compañeros no participaron, de ningún modo, así como el resto de compañeros de la CNT, en ninguno de los actos “violentos” [el término más acertado sería “iconoclastas”] realizados en esa jornada), que afirmen habernos visto “reventando” un piquete (cuando en ese momento estábamos haciendo piquetes en el otro extremo de la isla), que nos denuncien públicamente, son cosas que no nos preocupan porque forman parte de la necesaria y prevista reacción de los palmeros del Sistema cuando creen que algo o alguien les está eclipsando, cuando creen que algo o alguien está atentado contra el status quo.
Por otra parte, que la prensa burguesa, vendida, mercenaria y pocilguera (es de justicia hacer una excepción aquí con Canarias Semanal, que es el único medio que no se ha arrojado a la “caza del anarquista”) se haya dedicado a desperdigar anarcofobia, mentiras y fabulaciones a diestro y siniestro, es algo que tampoco nos preocupa. Salvo el sector en descomposición de la burguesía satisfecha, tan dada a escandalizarse, ¿quién confía en esas falacias cuando no creen en ellas ni los propios plumillas que las escriben? La gente que frisa entre el hambre, el paro, la enfermedad inducida y la intemperie seguro que no se escandaliza por nada de lo que se diga en contra de esos “4 gatos” anarquistas que para ser tan pocos están jodiendo tanto. 

FAGC 

BLOQUE ANARQUISTA (Gran Canaria)

El 14 de Noviembre, día de Huelga General, los que no nos conformamos con una huelga de un día, las que queremos que la lucha deje de ser algo extraordinario para ser algo cotidiano, constituimos un Bloque Anarquista(secundado por la Federación de Anarquistas en Gran Canaria, el Núcleo Confederal de la CNT en Las Palmas, y numerosas individualidades, tanto provenientes de diversos colectivos de corte Libertario, como independientes) que desplegará su actividad durante la jornada de huelga por distintos puntos de la isla, y que se acabará dando cita, para concentrar fuerzas, en la llamada Plaza de España a las 17:00 bajo el lema: “Lucha Continua: ¡Huelga Indefinida!”.
Si quieres sumarte, y no te basta sólo con unirte al Bloque Anarquista durante la manifestación, ponte en contacto con nosotros a través de anarquistasgc@gmail.com o a través de nucleocntlaspalmas@gmail.com.
¡Qué se oiga la voz de los que no tienen nada y ya es hora de que vayan a por todo!

A los que luchan

A los que luchan
Carta abierta
Compañeras y compañeros, sé perfectamente que la situación actual no es la más idónea para vosotros. Sé que jóvenes o veteranos, recién llegados al mundo del conflicto social o con años de guerra a vuestras espaldas, sois personas, hombres y mujeres, que lo están dando todo y que estáis recibiendo muy poco. Sé que lleváis años esperando esto, un poco de movimiento, un poco de rabia; o que habéis nacido al mundo en un tiempo que vuestros mayores no recordaban.
Ahí afuera hay una guerra abierta, y silenciosa. La gente muere o se mata. Milicias del hambre “saquean” los contenedores amparados en la noche. La clase media ha perdido su seguridad y naufraga de lo que creía ser a lo que siempre fue. Las cosas están muy mal ahí a fuera. Vivís tiempos prebélicos, postrimerías de revueltas (con suerte) o de la mayor oleada de Reacción que haya recorrido Europa desde la Santa Alianza.

Es vuestro momento, sois hijos de la tormenta. Pero el Sistema, presintiendo la amenaza, se ha reforzado hasta los dientes, con un armazón de leyes, armas y agentes que os amenazan constantemente. Sin embargo, y por si esto fuera poco, no es lo único que os preocupa.
Cuando salís a la calle y le plantáis cara de forma activa a las fuerzas represivas; cuando tiráis por el suelo los símbolos del consumo y destruís la mercancía; cuando elegís una forma de lucha activa y sin contemplaciones; lo hacéis con la certeza de que aquellos que se suponen cercanos a vosotros tienen presta en la boca la maldición de vuestro propio nombre.
Oís el murmullo a vuestra espalda, el susurro aguzado como un puñal en vuestro oído, el insulto fácil apuntando contra vosotros, las acusaciones indignas de ser realizadas por un compañero. Sé que a algunos esto os afecta, os desmoraliza, os cansa o simplemente os asquea. Es duro, pero debéis resistir esas sensaciones porque es lo que buscan.
El que disiente con un tipo de lucha la combate con el ejemplo o con la discusión interna y, a ser posible, amigable. Los ataques ad hominen, lanzados desde altavoces públicos, intentando dar nombres y apellidos, no tienen más que dos funciones: la desmovilización o la delación. Quieren que os quedéis en casa o quieren señalaros.
Cuando a uno no lo quieren ni los “suyos”, es que ese alguien es “peligroso”. Cuando los supuestos afines escupen el suelo por donde uno pisa es que ese uno es vulnerable, y si cae nadie irá en su ayuda. Cuando tus “hermanos” reniegan de ti le están dando carta blanca al Sistema para que te purgue. Y si no pueden o quieren colocaros una diana, quieren que os deis voluntariamente de baja.
   
Hay gente que dice estar en desacuerdo con este mundo, pero que se llevaría un gran disgusto si desapareciera. Su “negocio” está en él. Viven de la contradicción; venden material subversivo gracias a que su némesis sigue viva e intacta; mantienen sus circuitos de confianza, de aliados y amigos, gracias a que el gigante enemigo es omnipresente pero se mantiene, para ellos, a una prudencial distancia; subsisten gracias a toda una red de elementos alternativos (de casas liberadas para una minoría, de cultura de consumo para iniciados, de ideologías de resistencia para entregados) que se alimenta del mismo Sistema al que dice repudiar. Sin trabajadores oprimidos no tendrían comités ni sindicatos; sin ciudadanos orgullosos de serlo no tendrían partidos de cabecera ni movimientos inmóviles. Si el mundo cambiara lo perderían todo. Por eso temen la Revolución más de lo que temen a cualquier otro elemento. Hablan de ella tan positivamente como cuando se habla de un muerto, mientras permanece muerto.
Las críticas que os arrojan son acordes a este sentir: “aventureros, pueriles, vanguardistas, incontrolados, nihilistas, terroristas, peligrosos espantadores de masas”. Según ellos estáis condenados a vivir en un círculo vicioso. No podéis iniciar vuestra revolución hasta que las condiciones estén maduras, y así se aseguran de que la revolución no se produzca nunca porque las condiciones no maduraran hasta que alguien haga algo, y quieren omitir que ese alguien os incluye también a vosotros. Son los intermediarios del pueblo en la tierra y repiten ad nauseam que el pueblo no está preparado para la revolución, y cuando algunos de ese mismo pueblo empiezan a desperezarse y a dar los primeros pasos (tal y como hacéis vosotros, porque ¿no sois acaso también una parte alícuota del pueblo?) se dirigen al propio pueblo para decirles que deben contener a sus elementos más “incontrolados” porque el pueblo que quiere hacer la revolución debe esperar a estar preparado para hacerla. ¿Y no es suficiente muestra de estar preparado para hacer la revolución empezar a desearla? Para ellos el pueblo nunca estará preparado, porque llenándose la bloca de soflamas demagogas y populistas siguen viendo a los que sufren no con la frustración del que se piensa sólo, sino con la altanería del que se cree superior y puede permitirse la condescendencia y el paternalismo de indicarles: “luego, más tarde, para ser libres aún tenéis tiempo”.
Gandhi decía: “Sé el cambio que quieras ver en el mundo”, pero para ellos hacer algo por ti mismo, por no tener la paciencia o la suficiente capacidad de resignación de esperar a que lo hagan otros para sumarte, supone vanguardismo o un radicalismo destructivo. Y piensan esto mientras adornan sus locales con retratos de Durruti y llevan camisetas con el lema de algún expropiador de bancos.
Pero los inmovilistas de un lado no son muy distintos a los del otro. Surgirán quienes os acusen de cómplices, de traidores, de vendidos por sumaros a todas aquellas luchas que os veáis con la fuerza o la capacidad de voltear, cambiar y radicalizar. Les une con los anteriores el deseo de estar quietos, de que nada cambie, porque su resentimiento y rencor contra un mundo excesivamente impuro para su ideal, contra una gente que no son ellos mismos, es demasiado fuerte como para hacerles moverse por algo más que por teorías y consignas que, como para los otros, serán buenas mientras sigan muertas e impracticadas.
Para todos ellos el Anarquismo sólo es bueno si es contemplativo; el Anarquismo en acción les da miedo.
Pero no penséis que todos son perversos y criptointeresados. Muchos de ellos son víctimas de sus circunstancias. A lo largo de sus vidas, en situaciones como las desencadenadas por los últimos movimientos sociales, han tenido que ceder tanto, que tragar tanto, creyendo que lo mejor era adaptarse, que ahora no pueden soportar la visión de algo íntegro. 
Sin embargo, nada de lo dicho puede desanimaros, y hacer que os rindáis, que caigáis en la misantropía y vegetéis en la cueva de la renuncia y el desencanto. Nadie combate aquello a lo que no le concede importancia. Os atacan porque socaváis el monopolio anquilosante e inmovilista que tienen sobre unas ideas. Porque os parecéis demasiado a lo que deberían ser si tuvieran el compromiso o el valor (no físico, sino espiritual) de serlo. Os temen porque saben que deberían hacer lo que vosotros hacéis y no se atreven. En vez de reconocerlo y abrazar otras vías, igual de válidas, igual de necesarias, cargan contra vosotros porque apartáis el ideal de lo que quieren que sea, y lo lleváis al incierto terreno de la práctica desrregularizada, sin sanción ni coacción; a un terreno que se parece demasiado al terreno que exploró cuando llegó más lejos: el terreno de la Revolución Social, sin cuartel, sin autorización y sin esperar más conformidad que la de los más desesperados.
No olvidéis que el discurso de esta gente se dirige a una clase media a la que creen que aún pueden recuperar y reconstituir; vuestras acciones a los que no tienen nada (nada tampoco que perder), a los que están siendo esquilmados de hambre, a los que están siendo desahuciados, a los que se están suicidando. Vuestra actividad es un toque de rebato para aquellos que son los que más motivos tienen para salir a la calle, los que más motivos tienen para hacerlo con más rabia y más fuerza.
Que eso intranquilice a algunos es normal. Llevan tanto tiempo en el Sistema que el Sistema está en ellos.
Vosotros habéis roto ese cerco, ese límite entre lo tradicionalmente correcto y lo incorrecto, entre lo popular y lo impopular, y estáis abordando el campo de lo que es justo. No podéis hacerlo sin encontrar resistencia a vuestro paso. Sin embargo, no cejéis en la lucha, y sobre todo, a pesar de todo lo dicho, no os obcequéis en señalar a los aludidos como vuestros enemigos o vuestro principal problema. Puede que no podáis esperar de ellos ninguna ayuda ni ninguna palabra reconfortante, pero el enemigo es otro muy distinto, es el Capital, es el Estado, es el Principio de Autoridad institucionalizado, es el Poder constituido. Los que os critican no son más que una parte defectuosa de un mundo que se muere, y por el que sufren al creer que contribuís a matarlo. Matémoslo definitivamente, y después que sus viudas y plañideras tengan un verdadero motivo para odiarnos.    
“Soy anarquista y, por lo tanto, desprecio las religiones todas, la propiedad individual, el capital y el Estado; desprecio ‘el qué dirán’ de las gentes, la crítica de los imbéciles y la calumnia de los villanos”.
Teresa Claramunt.
Fdo.: Un Incontrolado

¡Ya era hora!

(Edición:  Este artículo fue escrito en un rapto de entusiasmo dando demasiadas cosas por sentado. Ahora la CNT a nivel local [En Barcelona] se desvincula de estos actos [algo que no discutimos porque cada organización es soberana de cómo gestionar su propia seguridad], pero sí cuestionamos los motivos, según los cuales se desvinculan porque se vieron obligados a “desconvocar el piquete” cuando ya “no podían controlarlo” [ver a partir del minuto 4:18 el siguiente video: http://www.lasexta.com/videos/completos-noticias2/2012-noviembre-1-2012110100018.html]. Lamentamos que el silencio se haya llenado con estas palabras. No obstante, aunque la realidad haya modificado algunos aspectos del citado artículo, lo conservamos sin más modificaciones porque el alma naïf y el enardecimiento combativo del mismo no se merece otra suerte).

Ya era hora. Es ésta la CNT que queremos, la que debemos recuperar. Una CNT que no tema a las prescripciones legales, que no tema ponerse más allá de los límites de la legalidad. La CNT que abraza el ilegalismo es la que hace revoluciones; la que abraza el sindicalismo neutro, sin adjetivos, es la que contribuye a su fracaso. Con estas acciones (destrucción de lo superfluo en la piel de ZARA [la empresa del hombre más rico del Estado español –que sepamos–] y un ataque frontal a las entidades bancarias), si no se queda en una flor de invierno, la CNT puede constituirse en un referente de verdadera Acción Directa, un referente para los más desesperados, para los más radicalizados por el hambre, más allá del SAT.
Esta es la vía, porque no nos cansaremos de repetirlo: intentar competir con CCOO y UGT, enterrándose en su mismo terreno, aún cuando se usen distintas armas (recordemos que por coherencia, y por difícil que haya sido, e ignorando las constantes tentaciones, la CNT se mantiene sin subvenciones y sin entrar en el juego de las elecciones sindicales) es, por un lado, pelear con una mano atada a la espalda, por el otro claudicar y contribuir a la propia derrota. El camino es un “sindicalismo integral” (Luis Andrés Edo sabía de lo que hablaba), implicado en lo social (y no exclusivamente en esa actualmente “rara mercancía” que es el trabajo) y retomar la vía del conflicto directo. Reconfigurar el concepto de “gimnasia revolucionaria”, quitarle su pátina de vanguardismo y convertirla en una herramienta que los propios tiempos demandan y la necesidad exige. Es este el tipo de sindicalismo al que se afiliarían no sólo los “anarquistas conscientes”, sino sobre todo, y más importante, es al que se adscribirían los hambrientos, los que ya no pueden más, los que no han encontrado otra opción que quitarse la vida, es decir, los que componen el material humano que hace las revoluciones. Lo contrario, recurrir constantemente a una batería de abogados, solventarlo todo por la vía de la legalidad con la excusa de que es lo que los afiliados demandan (¿acaso se les ofrece otra cosa?) y caer en la paradoja de ser un anarcosindicato que se declara “sindicalista puro” (entonces: ¿por qué mantener el “anarco”? Y más importante aún, en cuanto a prioridades se refiere: ¿es el “sindicalismo” el que adjetiva al “anarquismo” o es el “anarquismo” el que adjetiva al “sindicalismo”?) es obligarnos a tenerles la misma consideración que les dedicaba Malatesta: “Un sindicato neutro que no se declare anarquista debe ser igual de combatido que cualquier otra organización reaccionaria.
Recordemos que todas estas acciones se enmarcan dentro de la jornada de Huelga General convocada por  la CGT a nivel estatal –posteriormente retirada– y que se ha mantenido en varias partes pero con especial fuerza en Barcelona. Cuando la CNT secundó, en esa misma ciudad, la convocatoria de su malavenida hermanastra, hubo quien lo consideró una bufonada, ser “más papistas que el Papa”, cuando la propia CGT rectificó –aunque no en dicha ciudad–. La realidad es que, mientras los anquilosados de un lado los acusan de vendidos y de haberle hecho el caldo gordo a la reformista CGT, y los anquilosados del otro acusan a ambas centrales locales de “aventureras, peligrosas e insurreccionalistas”, se ha conseguido sacar a la calle, a la llamada de organizaciones que se declaran Anarquistas, a 3000 personas (menciono los datos oficiales porque si estos son los oficiales la realidad nos dice que pueden haber sido más del doble); se ha conseguido demostrar que se puede organizar una Huelga General –aunque se limite a una ciudad o región– al margen de los grandes sindicatos verticales; y se han realizado ataques a varios de los Templos del consumo y a varias de las sedes del Poder Financiero.
Creo que merecen que se les felicite (y no sólo a los citados, sino especialmente a los anarquistas sin grey o a aquellos grupos autónomos desconocidos por los mass media  y cuya actividad ha sido, como suele ocurrir, mediáticamente absorbida por las siglas históricas), y si creen que no debe concedérseles el más mínimo reconocimiento aplíquense lo que dijo el Martí más lúcido: “Si no luchas ten al menos la decencia de respetar a los que sí lo hacen”.
Repetimos: ¡Ya era hora!
Fdo.: Teresa Azotacalles

Campaña contra el poder financiero


Distintas sucursales bancarias de la isla (Bankia, Banco Santander, La Caja de Canarias, etc.) han aparecido ayer por la mañana llenas de pintadas denunciadoras. Los mensajes acusaban a las entidades (responsables de miles de desahucios y subsidiariamente de los últimos suicidios) de: «ASESINOS», y recomendaban a los viandantes: «MEJOR ROBAR UN BANCO QUE USAR UN BANCO PARA ROBAR».
 


14-N: BLOQUE ANARQUISTA


Este 14-N: Bloque Anarquista
Es necesario, hoy más que nunca, hoy más que siempre, que el discurso de los que pugnan por una Huelga General e Indefinida (y no por una huelga “sedativa” de un día); de las que entienden que lo que hace falta es un cambio revolucionario económico y social, y no un mero cambio en las formas políticas o en el color de las banderas nacionales; de los que saben que al Sistema sólo se le puede hacer frente peleando, con el cuchillo entre los dientes, y que no hay que esperar de él ninguna concesión voluntaria; de las que quieren crear alternativas, liberando espacios abandonados urbanos y agrícolas para el disfrute de todos; de los que luchan por que los únicos recortes se hagan en los cimientos del Sistema, los únicos desahucios se realicen en la Moncloa y demás palacios, los únicos despidos sean los de los parlamentarios y la única guerra sea la de los desposeídos contra los poseedores; es necesario que el discurso de todas estas personas encuentre un espacio significativo y diferenciado. Ha llegado el momento de la creación de un Bloque Anarquista fuerte y amplio.
Desde la FAGC (abrimos desde ya la convocatoria a quien quiera sumarse) hacemos un llamamiento a que todas las sensibilidades anarquistas, sindicatos libertarios, grupos específicos de afinidad, individualidades y demás autónomos se unan en la constitución de un Bloque Anarquista que suponga una alternativa real a un sistema que se descompone, pero ante el que la mayoría de movimientos sociales se muestran titubeantes llegado el momento de darle el último empujón.
¡Ha llegado el momento de hacer visible el descontento y la rabia de las que no tenemos nada, de los que vamos a por todo!

No hay más que uno entre cien y sin embargo existen
la mayoría hijos de nada o hijos de muy poco
que no se los ve jamás sino cuando se les teme
los anarquistas
” (Leo Ferré).

Quien ignora al fascismo lo siembra; quien lo teme, lo cosecha


El Fascismo es el último refugio del Capitalismo cuando el pueblo empieza a descifrar la decadencia de este último. Es la panoplia defensiva tras las que resguardarse y atacar cuando se ejecutan recortes y se lanzan medidas contra la clase más pobre y más numerosa. ¿Por qué? Porque cuando no se puede engañar, cuando no se puede explicar ni excusar algo, se hace bajo el sello del “Ordeno y Mando”.
El fascismo es la mítica que intenta inocularse en el llamado “imaginario colectivo” para que el pueblo empiece a rogar, a las mismas esferas que lo oprimen, la irrupción de un “hombre fuerte”, la aplicación de “mano dura”, la búsqueda de un “dogma redentor”. Históricamente, y lo hemos advertido ya muchas veces, a cada momento subversivo y de corte revolucionario le ha sucedido una contra-revolución reaccionaria (de ahí viene el término “Reacción”, de la contraofensiva de Fernando VII a las sectores más radicales en tiempos de las Cortes de Cádiz). Sucedió después de la Comuna de París en 1871; después de la ocupación de fábricas en Italia (1920) con la aparición del Fascismo; con las secuelas de los consejos de Baviera (1918) y la gestación del Nazismo; con la Revolución social de 1939 y la instauración del Franquismo en España. Nos sucede ahora, cuando después del auge de los movimientos sociales y libertarios en Grecia se produce, curiosamente, un despegue de la extrema derecha. Y es lo que se pretende que suceda, después del 15-M en el Estado español. Es lo que ahora que empieza a consolidarse un Movimiento anti capitalista, revolucionario y anarquista, pretende hacerse también en Canarias. Y esto es así porque el fascismo también es otra cosa.

El fascismo es la herramienta desestabilizadora de violencia callejera que usa el Estado cuando quiere iniciar la guerra sucia contra las organizaciones contestarias. Los fascistas son la jauría de perros rabiosos a los que el Estado les suelta la correa cuando quiere, mediante la táctica del terror y la provocación, hostigar a los que empiezan a cuestionarse la “sacra unidad de España” o a los que transcienden de esto y se cuestionan la propia existencia y conveniencia del sistema jerárquico. El fascismo es la bala; el Estado la pistola.
Cuando el fascismo arriba a un lugar, trata de instalarse de forma invasiva, a golpe de coacciones, reproduciendo la táctica de la “conquista”. Es necesario por tanto, que le aplastemos la cabeza a esta hidra antes de que salga del nido. Hay que arrancarla de raíz, asfixiarla en la cuna, antes de que crezca y se reproduzca. Si pisamos las larvas no tendremos que preocuparnos de los gusanos
Sin embargo, alertamos del peligro de cifrar toda nuestra actividad en conjurar esta amenaza. Pues también es una de la tácticas del Poder darles rienda suelta a esta gentuza para que se conviertan en la principal obsesión de los movimientos revolucionarios (hasta tal punto de que si no existe “el contrario”, acaban por fabricarlo). Somos Antifascistas, pero también somos algo más que Antifascistas: somos Anarquistas porque nuestra negación es más agresiva y más profunda. Negamos el fundamento mismo del principio de autoridad, negamos las bases de respeto a la legalidad, de obediencia a la fuerza, de seguridad en la mayoría, de subordinación a las normas que hacen que el “perfecto ciudadano” pueda albergar en su interior al “perfecto fascista”.

Historia de dos ciudades

El 25-S en Madrid y en Las Palmas de G.C.

Para acceder a una crónica pormenorizada acudir al excelente trabajo de lxs compañerxs de ALB:  Leer aquí





La mayoría de nosotros solemos auto convencernos (es lo más cómodo) de que las condiciones revolucionarias “se dan”; la realidad es que más que darse “se crean”. Y, cuando son realmente revolucionarias, no las crea ni una vanguardia, ni el gobierno, ni la necesidad (no exclusivamente); las crea el factor humano: la voluntad de los oprimidos. Empero, tal y como se crean se “descrean”. Cuando un grupo de gente está dispuesta a ir más allá, a dar pasos más firmes y más lejos, cuando empiezan a perderle el miedo a la policía y el respeto a las instituciones, siempre surgen los “bomberos” internos, dispuestos a elaborar manifiestos, a descafeinar convocatorias, a elaborar asambleas amañadas por el dirigismo o el gregarismo, a “pedir paz” en momentos en los que el sistema nos escupe guerra, a interponerse entre la policía y los manifestantes para defender a los primeros, a convertir en algo festivo lo que debería ser necesariamente una declaración de insurrección permanente colectiva.
 
Hemos visto en Madrid cómo los inquisidores policiales cargaban brutalmente contra la multitud. Como podemos ver en el video que enlazamos, no faltan los gilipollas (no me disculpo por el vocablo, lo considero harto generoso) del “estas son nuestras armas”, ni los que (como puede verse en el primer video a partir del minuto 1,26) se ponen delante de la policía… ¡para defender a la policía de un inexistente peligro! En sendos casos quienes esto hacen son agredidos por la espalda por aquellos mismos a los que defienden. Empero, hay que contrastar con gratificación que un número significativo de personas, cada vez más, se defendió de la devastadora actuación policial, les plantó cara, se enfrentó con estos cuando trataban de secuestrar a algunos de sus compañeros, y, sin más armas que delgados mástiles de banderas y algún objeto arrojadizo casual, se enfrentaron a ellos.
 

Mientras esto pasaba en Madrid, en Las Palmas se celebraba un Carnaval faltando aún cinco meses para Febrero. Si en Madrid no faltaban gilipollas aquí sobraban.
Los miembros de la FAGC llegamos, a título individual, cuando ya se había producido un acto vergonzante que sí pudieron presenciar algunos compañeros más tempraneros: mientras se producían las cargas en Madrid desde la “organización” del evento (convocado por una asamblea del 15-M) se llamaba a “conservar la calma”, a recordar que “somos pacíficos”, a “no hacer nada”, a permanecer insensibles ante el dolor ajeno. Los abrillantadores de cadenas profesionales, los mamporreros, los afectados vocacionales por el Síndrome de Estocolmo, los estómagos agradecidos, los que toman parte por los agresores en contra de las víctimas, siempre merodean por este tipo de eventos. Sin embargo, es un error atribuir su pusilanimidad al pacifismo (he visto pacifistas batirse el cobre para proteger los cuerpos caídos de sus compañeros). La violencia no les repugna. Si la policía carga, no se encaran con la policía como demostración de su aversión a la violencia. Si los manifestantes responden, entonces lo hacen contra los propios manifestantes. La violencia institucional es para ellos normativa, reglada, asumible. Lo que les enfurece y preocupa, hasta el punto de convertirse ellos mismos en verdaderos violentos, es la llamada “violencia de abajo”, la “violencia como reacción”, la “violencia” que no es más que autodefensa.
Vaya por delante que sé de buena tinta que muchos de los convocantes/organizadores son gente honesta y comprometida, gente excepcional, pero eso, desgraciadamente, no atempera en nada mi crítica con respecto al resto. Alcaldes autoproclamados dando discursos sobre lo pautado y lo que estaba por pautar. Escenas sacadas, gratuitamente, de Bienvenido Mr. Marshall. Vuelta a los mismos vicios: chalecos refractantes, a modo de galones, para marcar distancias entre asistentes y “organizadores”. Intervenciones teledirigidas en pos de los acuerdos previos. Insistencia enfermiza en focalizar el asunto en torno al 15-M, cuando la gente acudía allí por la convocatoria de lo que suponían un evento nuevo: el 25-S. Políticos profesionales tendiendo redes o cañas, o aspirantes buscando a los pies de qué poltrona poder acurrucarse. Total desentendimiento de la gente que allí asistía, de los individuos, hombre y mujeres, que tenían otras expectativas. En todo momento se trató de encarrillar el sentido de las intervenciones. Pero los pastores no pudieron contener mucho tiempo las pulsiones de unas cabras que cada vez ven más cerca el monte.
Mientras se debatía (más bien ratificaba, con términos desnaturalizados) la necesidad de una Asamblea Constituyente, algunas personas, en términos bastante autoritarios, o contemporizadores, hicieron alusión al tema de la “violencia”, causando cierto revuelo.  En ese momento uno de nuestros compañeros de la FAGC intervino y (después de establecer la diferencia entre una Asamblea Constituyente y la asamblea entendida como método de decisión popular ajeno al poder) podemos resumir el meollo de su breve alocución en estos términos: “Decís que sois pacifistas, pero hay una gran diferencia entre ser pacifista y ser manso. Y lo que yo veo aquí es un acto de mansedumbre colectiva. Mientras en Madrid hay 15 detenidos [en ese momento], aquí nos entretenemos en celebrar un carnaval y en discutir sobre el sexo de los ángeles, cuando deberíamos decirle a esta gentuza [señalando a la Delegación de Gobierno]  que son unos asesinos. Llevamos demasiados siglos de discursos. Nos sobran los discursos, porque lo que faltan son los actos, las acciones reales. Ningún sistema puede cambiarse con palabras”.  A esta intervención le sucedió el grito popular de “¡Disolución de los cuerpos represivos!”. La gente, no obstante, estaba descontenta desde mucho antes.
Personas de avanzada edad gritaban: “¡Sólo queréis meteros en el sistema, y no es posible cambiarlo desde dentro!”. Y cada vez más desengañadas empezaban a barajar la idea de irse. Sin embargo, esta intervención, y las que sucedieron, conectaron con ellos. Un compañero del 15-M, caracterizado, el año pasado, por su mesura, actitud comedida y conciliadora, y por su fervor religioso, acabó, después de glosar valientemente su difícil situación personal, por citar a Alberto Vásquez Montalbán: “Hasta que no se cuelguen a 50 políticos y 50 banqueros esto no se arregla”. Este cambio radical, presionado por las circunstancias, nos impactó o conmovió a casi todos.
La dinámica siguió así un rato más. Gente ajena al sucio juego del politiqueo extraparlamentario, no intoxicados por filias y fobias, ideológicamente vírgenes, de edades “respetables”, se nos acercaban y decían: “No somos anarquistas, pero tienen toda la razón en lo que han dicho. Esto no se cambia con palabras, hace falta actuar…”.
La conclusión es que el mensaje del sector más moderado del 15-M, netamente político, impermeable a cuestiones integralmente económicas y sociales, que conseguía cuajar con un importante número de la población el año pasado, ahora está obsoleto. Un mensaje dedicado exclusivamente a una clase media (como decía un profesor argentino refiriéndose a algunos protagonistas de los cacerolazos: damnificados pero no oprimidos) que sentía perder calidad de vida y poder adquisitivo, no puede tener ninguna relevancia ni actualidad ante un público que nos hablaba de que ya no tenían ni casas que dar para la patética “dación en pago”; de que les acuciaban importantes problemas médicos sin cobertura posible; de que eran perseguidos por su condición de “ilegales”; de que no tenían un plato de comida que poner en la mesa. Hablarle a esta gente de nuevas elecciones, reformas de la Constitución y cambiar la Ley Electoral es insultarles directamente a la cara.
La situación está más que madura para la lógica del discurso anarquista: libre acceso al consumo (comida y techo para todos), socialización de la tierra y demás medios de producción, autogestión directa de los asuntos económicos por parte de los trabajadores/consumidores y de los asuntos políticos por parte de los habitantes de cada comunidad humana.
Sin embargo, para que este mensaje llegue hay que estar inmerso en las luchas populares y estar dispuesto a mancharse con sus lágrimas, derrotas y combates. Esta “Historia de dos ciudades” ha demostrado, en definitiva, que tanto en los actos más combativos como en los de menor intensidad es necesaria la presencia del discurso anarquista. A nadie se le persuade desde el sofá, y difícilmente pueda hacerse “propaganda por el hecho” a golpe de teclado. No ya inhibirse (lo cual, aunque triste, es respetable), sino insistir en sabotear actos que sólo a la potencialidad del pueblo corresponde saber si se podrán sobrepasar, es una actitud suicida. Si lo pensamos bien la Revolución del 36 nunca se hubiera dado si los anarquistas lo hubiéramos interpretado como una simple “militarada”. El quietismo aísla; el boicot, a cualquier forma de movimiento, espanta.
Los actos sucedidos han demostrado que no es misión de los anarquistas ser el palo en la rueda de tal o cual convocatoria de indescifrables resultados; si hay que romper una rueda que sea provocando un descarrilamiento adecuado. Ya lo decía Simone Weil: “No me gusta la guerra. Pero en la guerra siempre me pareció que la situación más horrible era la de los que permanecían en la retaguardia”.  
Fdo.: Un observador harto de observar

La Policía seguirá cargando mientras no haya respuesta

Lo acontecido con los estudiantes –y algunos de sus familiares– el 14 de septiembre en Las Palmas de G.C. delante del Rectorado, es ya parte del triste corolario que llevábamos sufriendo en la isla desde hace demasiado tiempo. La policía carga, rompe narices, revienta cuellos o cajas torácicas, contusiona espaldas, brazos y piernas, y “aquí paz y después gloria”. Se sacan fotos –con suerte y si hay sangre–, la prensa –si le cuadra– se hace eco (sin cargar mucho las tintas, por supuesto), las distintas organizaciones sociales sacan comunicados de apoyo y… hasta la próxima.
Parece que a nadie le duelen lo suficientemente las imágenes –salvo a los que salen en ellas– como para prepararse y organizar una respuesta concertada. Esto ya lo hemos vivido el 1º de Mayo y el 18 de junio. Que un presidente autonómico empuje a una estudiante; que la policía se ensañe con gente, en su mayoría, menor de los 25 años; que la policía escolte a un grupusculillo fascista que abandona el acto con el brazo en alto; que la brutal actuación policial fuera solicitada por el propio Rector (que ha reconocido públicamente que tenía previsto que hubieran altercados); que este día 15 de septiembre muchas “fuerzas de izquierda” (ambos términos discutibles) se inhiban de lo sucedido y marchen junto a los represores de estos estudiantes (amén de otros sectores no menos coercitivos, como Guardia Civil y asociaciones de Militares); sería motivo más que suficiente para que todas las organizaciones sociales se coaligaran y empezaran a diseñar una acción concertada contra los altos cargos de la ULPGC, contra el puerco (nuestras excusas a los porcinos) de Paulino Rivero y contra los cuerpos represivos del Gobierno (autonómico y estatal).

Basta ya de comunicados que no nos servirán ni como sudario la próxima vez que a los terroristas policiales se les vaya la mano. Es hora de organizarse y de prepararse, de hacer una acción concertada contra esta oleada represiva. Es hora de responder.
El derecho a denunciar las injusticias que se sufren en carne propia es un derecho que se toma, no que se otorga. El derecho a la autodefensa es un derecho del que ninguno estamos exentos, un derecho del que nadie queda excluido, ni a la hora de ejercelo, ni a la hora de recibirlo. Defenderse de una agresión policial no entra en una categoría distinta que defenderse de cualquier otro tipo de agresión. El uniforme no otorga carta blanca ni patente de corso, no hace que el victimario transcienda de su condición de verdugo, no lo indulta de la rabia popular.
El 17 de septiembre nos concentraremos contra los sindicatos amarillos (CCOO y UGT) para evidenciar lo que en verdad son ante su negativa de convocar una Huelga General, pero lo haremos también bajo otro lema: “Vergüenza me daría manifestarme con la policía”.
Es hora de demostrarles a los represores y sus cómplices el alcance de nuestro sentido de la dignidad, es hora de demostrarles que, como decía Bakunin, “un día el yunque, cansado de ser yunque, pasará a ser martillo”.
 
¡Toda nuestra Solidaridad con los Represaliados!
¡Todo nuestro Odio contra los Represores!
 
 
Un miembro de la FAGC