(concentración de DRY y manifestación de los Sindicatos Oficiales, respectivamente, “contra” la Reforma Constitucional)
(Aclaración preliminar: Es evidente que las siguientes páginas pueden considerarse con razón –especialmente por su longitud– como un gasto de esfuerzo innecesario debido a la poca entidad o al carácter criptopartidario de las críticas que intentan refutar. Sin embargo, y teniendo en cuenta que la máxima goebbeliana de repetir una mentira hasta darle la categoría de verdad sigue en boga, que mucha gente de “buena fe” puede crearse una opinión a través de determinadas informaciones maledicentes y que esta última gente sí que nos merecen todos los respetos, nos vemos en la necesidad de aclarar algunas cuestiones en las que hemos tomado parte y de las que, dicho sea de paso, nos sentimos especialmente orgullosos y satisfechos).
Para dar excusas uno debe primero sentirse culpable; pero después debe conocer la legitimidad de quien le juzga y si el lugar donde se le enjuicia es el foro adecuado. La culpa, y siento si decepcionamos a alguno, aún no ha hecho su aparición. Por su parte, la “legitimidad” e “intereses” de quienes nos cuestionan es algo que por ahora no entraremos a valorar de forma específica, pero si hablaremos de la idoneidad del “marco” elegido para hacerlo.
Sobre nuestras acciones aceptamos, a nivel individual y de otros colectivos, todas las críticas posibles (de hecho, las aplaudimos y celebramos, pues por una parte las valoramos como publicidad gratuita y por otra nos indican que hemos golpeado en una zona sensible [¡qué fracaso hubiera sido haber obtenido sólo indiferencia!]), pero ¿podemos aceptar que algunos traten de llevarlas a las Asambleas de Pueblos y Barrios del 15-M cuando éstas se desvincularon de las concentraciones/manifestaciones aludidas en el título?
Las Asambleas populares del 15-M decidieron no acudir “como 15-M Indignados” a los actos convocados por DRY y Sindicatos, y afirmaron que la participación o no participación era una cuestión individual (es decir, que cada uno podía acudir como ciudadano o como colectivo), ¿qué interés hay entonces en que se discuta en las Asambleas del 15-M la actuación de los distintos colectivos en acontecimientos de los que previamente dichas Asambleas se habían desmarcado? El interés de los que quieren usar un púlpito público para airear cuitas privadas.
Nos desentendemos por tanto de cualquier crítica o ataque que trate de lanzársenos instrumentalizando como amplificador las Asambleas de un Movimiento que, por su inhibición en dichos eventos, se ha declarado ajeno al conflicto. Recomendamos por tanto a nuestros “detractores” que nos aborden al final de las Asambleas, que no saturen el buen curso de éstas y dejen sus dislates para el “micro abierto”, o que sigan dándole al ventilador de las “guerras cibernéticas”, de las que muchos, más amantes de la vida real, nos mantenemos alejados.
En otro orden de cosas, también podríamos cuestionar la intencionalidad que subyace detrás de algunas acusaciones. ¿Se nos ataca por haber asistido a ambos actos como “colectivo”? Si ese fuera el caso, DRY, con independencia de cuales sean sus aspiraciones, es por ahora un colectivo más, ¿sus siglas sí pueden aparecer en su convocatoria pero no las del resto (por cierto, nuestra única “sigla” era la A circulada de la Anarquía)?, ¿no era acaso una concentración abierta? Ah, es que era “apartidista”…, pero ¿por qué ese apartidismo no excluye a la propia DRY, ni a los carteles del Partido Humanista, y si a una corriente de pensamiento (como es el Anarquismo) que si por algo se ha destacado y caracterizado históricamente es por ser precisamente apartidista? Y lo más sangrante de todo: ¿acaso la manifestación del día 6 no era convocada por los propios sindicatos, no concurrieron a ella Izquierda Unida, el PCPC, Attac, y no pudieron verse, en la misma, propaganda sindical, banderas republicanas, el recurrente cartel del Partido Humanista y mil símbolos más? Si el problema hubiera sido el “apartidismo” los colectivos convocantes se hubieran ahorrado blandir sus propios nombres; se les hubiera afeado a DRY, a CCOO, etc., no haberse guardado las siglas en casa; el tema no se hubiera llevado a las Asambleas cuando éstas decidieron no implicarse colectivamente; y, sobre todo, los ataques al respecto hubieran sido contra todos los colectivos y no contra uno sólo. El “apartidismo” se usa como excusa, pero la cuestión es de fondo y no de forma.
Lo que molestó no fue la presencia de colectivos (bueno, a DRY le molestaba la presencia de casi cualquier colectivo que no fuera DRY [en “su acto”, por ejemplo, no permitieron que se diera información de dónde se reúnen las Asambleas de Pueblos y Barrios del 15-M]); lo que molestó fue el mensaje de los anarquistas y verlos constituidos en colectivo. Si decenas de grupos se dejaron ver el día 6 sin alarma de nadie, si esta alarma sólo se produjo ante la contemplación de un grupo concreto, la selectividad del ataque demuestra que lo que se cuestiona no es la participación de colectivos en actos ajenos al 15-M, sino lo que hacen y dicen estos colectivos y la crítica que ejercen.
Como muestra de lo viciado que está el ambiente basta un botón: se nos ha acusado de “violentos” porque un transeúnte (que jamás se ha reunido ni ha tenido trato con la FAGC) presuntamente insultó a uno de los que hablaron en la concentración de DRY (por cierto, la persona a la que insultó, o por lo menos de la que tenemos constancia, es una de los que nos acompañó y colaboró con nosotros en la manifestación convocada por los Sindicatos); se ha tratado en Asamblea (esto es algo totalmente kafkiano) la conveniencia y agresividad de nuestras pancartas y soflamas, es decir, se ha discutido en las Asambleas del 15-M cómo debe comportarse un colectivo que funcionaba como algo totalmente ajeno al 15-M, que no tenía tal nombre escrito en ninguna de sus pancartas y que participaba en tales actos dejando siempre claro (desvinculación que para nosotros es imprescindible, aunque para otros parece aleatoria) su condición absolutamente diferenciada de cualquier Asamblea; no obstante, ¿acaso se ha acusado de violentos a las personas que, vestidas con parafernalia de CCOO, intentaron agredirnos en dos ocasiones (a las que se repelió con los simples gritos de “violentos” y “éstas son nuestras armas” [en alusión a nuestras manos levantadas])?; ¿se ha llevado a las Asambleas si las organizaciones o sindicatos que practicaron conductas intolerantes, vejatorias o decididamente violentas (en el plano puramente físico) tienen que responder –por independientes que sea del 15-M– ante las Asambleas de Barrios y Pueblos de sus actos?; ¿se ha criticado el asunto y tan siquiera mencionado? Evidentemente no se ha hecho, y nos parecería absurdo, ridículo, surrealista y delirante que se hiciera o tan siquiera que se pretendiera. Sin embargo, sí se nos ha “enjuiciado” y se nos ha llamado “violentos” a causa de nuestras consignas o a través de la difamatoria estrategia de relacionarnos con un insulto que jamás salió de nuestras filas, mientras que la violencia de otros, tanto a la hora de arrollarnos (intentando no caer en demagogias, hablamos de arrollar a varias personas ancianas y también menores de edad) como de intentar golpearnos, ha sido ignorada o considerada (textualmente) como “cosas sin importancia”. ¿No nos recuerda esto, este intento de considerar “violenta” una idea incendiaria (nunca mejor dicho) y de exculpar un acto directo de violencia, a la hipocresía social, gubernamental y mediática que habla de la “violencia” de los manifestantes e Indignados (véanse los ejemplos de Madrid y Barcelona) mientras aplaude o permanece impasible ante las palizas policiales?
Expuesto lo expuesto, y retomando lo anteriormente dicho, la deducción me parece clara: el problema frisa, por lo menos en uno de sus vectores, en torno a la tolerancia política. Si nuestro grupo, contrariamente a sus opiniones, se hubieran limitado a seguir borreguilmente a los sindicatos, a no criticar su papel conciliador y condescendiente con el Gobierno y la patronal, a llevar un eslogan pacato del tipo: “No a la Reforma”, los pocos que se llenan de bilis cuando nos ven hubieran permanecido callados. Si nosotros nos abstenemos con lógica repugnancia de solicitar la “ley de Lynch” para aquéllos que dicen “amar la Constitución”, para los que ven el Referéndum como una panacea y para los que quieren reconstruir el Estado y el Sistema, ¿por qué se nos intentan aplicar métodos inquisitoriales (“actos de fe”, “juicios sumarísimos en plaza pública”, etc.) por pensar que la Constitución no sirve ni como combustible para una estufa, que el Referéndum es una adormecedora y un arma de doble filo con la que afianzar el status quo, y que al Estado y al Sistema debemos suprimirlos para construir en su lugar una verdadera Democracia Directa? Esta absurda intentona de “guerra entre facciones”, no es más que, a nivel filosófico, un debate subyacente sobre la “validez” de unas ideas por encima de otras (los partidarios de la jerarquía entre colectivos, de la jerarquía que sitúa a éstos por encima de las Asambleas, es lógico que crean también en la “jerarquía ideológica”); a nivel “personal”, la extrapolación de un conflicto de intereses en el que algunos colectivos y partidos (ambos subvencionados) se están jugando el “pan de sus hijos”.
Nosotros, contrariamente a lo que puede inferirse (si se lee con cierta dosis de malevolencia y con ánimo tergiversador) del comunicado de un compañero y amigo (en nuestra Federación el desacuerdo no está reñido con el cariño), no queremos “ayudar” al 15-M, porque la ayuda implica muchas veces paternalismo. Queremos colaborar con este Movimiento a ver si es capaz de forma espontánea y natural de ampliar su horizonte, radicalizarse (etimológicamente: tocar la raíz de los problemas y no sólo su superficie) y llegar más lejos. Los anarquistas creemos que la mejor forma de conseguir esto es dejando que el Movimiento siga su propio ritmo e impedir –sin más arma que la de manifestar, como el resto de individuos, nuestra opinión particular– que nadie lo controle, incluyendo a los propios anarquistas. Si esta táctica hace que el Movimiento cada vez tome posturas menos Libertarias e Igualitarias y más Reaccionarias, si algún día descubrimos que las Asambleas empiezan a mostrarse partidarias, por ejemplo, de la deportación de inmigrantes o incluso de la pena de muerte, sólo podremos reconocer que la situación (el “material humano”) no estaba maduro para el cambio y desvincularnos de este “proyecto colectivo”. Esta cosmovisión, este leitmotiv que consiste en impedir que ningún interés partidista o dirigista (sea del color que sea, incluyendo el nuestro) controle este Movimiento, supone un escollo insalvable y una amenaza considerable para algunos colectivos que esperaban tener un voto de calidad a través de sus “asambleas específicas de colectivos” y para algunos pequeños partidos políticos que aún sueñan con el rédito electoral que podrían obtener si a su “marca” le sumaran la del 15-M.
Cuando los que nos identificábamos (por simple honestidad) como anarquistas éramos pocos, nos tomaban, por activos que fuéramos, como una “anécdota estrafalaria”. Según hemos ido creciendo y redoblando esfuerzos, las críticas, que no se nos hacen en las distancias cortas, han empezado a pulular por Internet y a intoxicar las Asambleas (ya conocen el dicho: “ladran, luego cabalgamos”). Desde luego, alabadas sean las críticas, pues ahí es donde incide la “tensión anarquista”; el problema es adivinar que detrás de muchas críticas sinceras, bien intencionadas, pero poco informadas, se esconde el acicate de pequeños aspirantes a lobbies que teledirigen el miedo y la desconfianza por simples intereses crematísticos o por pura “voluntad de poder”.
La mayoría de estos asuntos, previstos por algunos de nosotros desde hace meses, y denunciados desde hace semanas, se le escapan a los únicos en los que confiamos: la gran mayoría de los miembros de las Asambleas, vírgenes de ideas políticas preconcebidas, de etiquetas impuestas y de ambiciones espurias. Hemos intentado que la poca información que tenemos, sobre el intento de formar un partido instrumentalizando al 15-M o de copar al mismo a través de plataformas y coordinadoras exógenas, circule de forma reflexiva y abierta, pero siempre sin ataques ad hominen, sin incurrir en los odios y rencillas personales y sin escudarnos en interesados anonimatos virtuales o ideológicos. Desafortunadamente, se intenta y se consigue que las Asambleas se dediquen a exorcizar la ficticia “amenaza radical” (“radicales” cuyas acciones públicas se han limitado por ahora a las específicas de sus grupo) y casi no se ha tratado en las Asambleas el riesgo real de que se capitalice el 15-M con fines electorales y que se establezcan acuerdos con partidos y coaliciones, de espaldas a las Asambleas, pero en nombre de éstas. Evadir este debate, evidentemente ante la proximidad del 20-N, llevará a los que están interesados en que esta problemática no se muestre en su verdadera naturaleza a polarizar la situación y plantearla como una lucha entre los “antisistema” y los “reformadores del sistema”, entre los “anti-partidos” y los “apartidistas pro-partidos pequeños” (como lo oyen), entre el “ala izquierda” y el “ala derecha” o, preferentemente para algunos, entre los “peligrosos ácratas” y los “honrados demócratas”. Muchos caerán en este engaño, la gente empezará a cansarse de lo que se verá desde fuera como una vulgar guerra de facciones y el Movimiento 15-M podría debilitarse justamente en unos momentos críticos en los que debería estar más fuerte.
Por nuestra parte, los libertarios nos haríamos un flaco favor si cayéramos en una guerra de trincheras con descalificaciones y alusiones personales que posibilitaran reforzar esta imagen artificial. ¿Artificial? Sí, y paso a explicarme: nosotros estamos en guerra, pero esta guerra es contra los de arriba (Estado y Capital) y contra sus palmeros (Sindicatos amarillos, organizaciones que desarticulan e instrumentalizan el descontento encauzándolo en partidos, etc.), no contra las personas con nombres y apellidos que, más o menos pusilánimemente, se dejan arrastrar por los acontecimientos o por un apetito personal momentáneo.
Empero, y sin desdecirnos de los dicho, hay que relativizar el problema: la cuota de poder a la que estas personas aspiran es una fracción alícuota tan insignificante que sólo en su megalomanía se muestra apetecible (cierto es que el poder, como un licor fuerte, embriaga aun en pequeñas dosis). Sin embargo, hay que reconocer que la expectativa del dinero, fruto de posibles subvenciones futuras, es harina de otro costal: para algunos el dinero es siempre un motivo más que suficiente para “echarse al monte”. Esperemos que el devenir de los acontecimientos nos quite la razón.
A punto de concluir esta larga exposición, recuerdo que la FAGC nació con la única intención de actuar, como colectivo, al margen del 15-M (en acciones específicamente anárquicas), sin que nuestra Federación pueda decirle a dicho Movimiento cómo gestionar sus recursos, propuestas y conflictos, pero también sin que éste tenga competencias para decirnos cómo hemos de actuar en eventos ajenos a las Asambleas del 15-M. A título individual, nuestra incidencia, no concertada ni pactada, atomizada, y a veces incluso contrapuesta, se ha limitado a trabajar y, de forma espontánea, a señalar, como cualquier otro ciudadano escéptico con las maniobras políticas profesionales, aquellos intentos perceptibles de usar al 15-M como un arma arrojadiza, tanto a nivel de beneficio electoral como en calidad de “zanjador de cuentas pendientes”
Finalmente, y volviendo a retomar algo del primer párrafo de este escrito, ¿podemos sentirnos culpables por haber tratado de expresarnos libremente de forma crítica? Sin ponerle punto y final a nuestro inacabable proceso de autocrítica (cuestionárnoslo todo, incluso a nosotros mismos, es un lugar común del acervo ácrata), no hemos podido más que llegar a la conclusión de que la repercusión de nuestras acciones, el objetivo contra el que se dirigían las mismas, los pactos equívocos que denunciaban y el mensaje inexorablemente herético, iconoclasta y anti-conformista al que, como anarquistas, no pensamos renunciar, son los motivos principales que subyacen tras una serie de críticas personales que en el fondo nos alagan. Las críticas honestas, provenientes desde los prejuicios hereditarios, del miedo sincero ante lo estigmatizado o desconocido, o de la conveniencia (más allá de los límites del 15-M –que en los actos privativos de los colectivos nada tienen que ver–) de nuestra estrategia, serán siempre bien recibidas y altamente valoradas; esas, a la mayoría de nosotros, por desgracia, nos han llegado en raras ocasiones a la cara.
Dándoles a todos, afines y refractarios, las gracias por el tiempo que nos han dedicado, el dinero que nos han ahorrado en propaganda gratuita y la molestia que se han tomado en leernos, nos gustaría recordar una frase de Luther King con la que reforzar la convicción de aquellos que, ante los embates del pensamiento único, todavía se atreven a pensar por sí mismos sin plegarse ni al temporal colectivo ni a la ilusoria llovizna que crean los salivazos de cuatro interesados: “La cobardía pregunta: ¿es seguro? La experiencia pregunta: ¿es conveniente? La vanidad pregunta: ¿es popular? Pero la conciencia pregunta: ¿es correcto? Y llega un momento en que uno debe tomar una posición que no es ni segura, ni conveniente, ni popular. Uno debe tomarla porque es correcta”.
Para nosotros, aunque pudiera ser “inseguro”, “inconveniente” o “impopular”, fue “correcto” aparecer en un acto de servil refrendación de la Constitución y decir que la solución está en nosotros y no en sus hojas. Para nosotros fue “correcto” manifestar nuestra oposición a la Reforma Constitucional pro-capitalista, y a su vez manifestar nuestro desacuerdo con los convocantes: los Sindicatos. Para nosotros fue “correcto” señalar que quienes se consideran “abanderados de los desfavorecidos” y contrarios por tanto a dicha Reforma, en realidad son una pieza más del engranaje del sistema, cómplices por omisión de la citada Reforma (si de verdad quisieran abortarla en sus manos está la herramienta con que conseguirlo: Huelga General Indefinida) y custodios de un mundo que no están dispuestos a cambiar porque si lo hicieran acabarían con su modus vivendi. Para nosotros es “correcto” seguir diciendo lo que decimos, por mucho que escueza.
Salud y viva la Anarquía.
Sin excusas, sin culpabilidad y con el firme deseo de repetir lo ya hecho cuando haga falta, firma la Federación de Anarquistas de Gran Canaria.