Colapso y alternativas: anticapitalismo y autogestión

La situación de nuestro planeta nunca había sido tan alarmante. Un 60% de especies vertebradas reducidas desde 1970, 13 millones de hectáreas deforestadas en los últimos 10 años, un 30% de deshielo sólo durante el siglo XX y un aumento de la temperatura media del planeta desde 2015 de 1º C (y seguirá subiendo 0’2º C por año). En 2018 las emisiones de dióxido de carbono, lejos de reducirse, crecieron un 2,7%. Mientras, el 92 % de la población mundial respira aire insalubre, responsable de 8,8 millones de muertos en todo el planeta (10.000 en España). Las olas de calor agravan las enfermedades de los más débiles incrementando la mortalidad, hasta el punto de que la de 2003 causó 70.000 muertes en toda Europa (6.000 en España). Todos estos datos son una realidad incontestable, y todo apunta a que podrían empeorar debido a la aceleración del deshielo del permafrost ártico.

El dilema, que se ha planteado con notable éxito mediático, entre rebelión y extinción está bien planteado. Otra cosa distinta es la manera de afrontarlo. No evitaremos la “extinción” conservado este modelo económico y social. Ni “humanizando” el libre mercado hablando de hacer “sostenible” el sistema de producción y consumo, cuando hay que romper con la cultura del crecimiento y el “desarrollo” y acabar con la estructura económica que lo impone: el capitalismo. Tampoco es posible la “rebelión” desde las instituciones jerárquicas y las urnas. No desde decretos legislativos que tratan de hacer “asumible” el deterioro planetario y “regular” los plazos para llegar al colapso medioambiental. Tampoco desde municipios que se declaran incompetentes o desde Estados que sirven de fortín a los intereses de la estructura económica, desde organismos gubernamentales que, en definitiva, son un impedimento a sobrepasar y no una herramienta con la que coquetear.

La crisis ecológica, que amenaza con destruir la vida en el planeta en un plazo histórico relativamente corto, se asienta sobre un modelo económico productivo suicida y sobre una gestión política vertical y delegacionista . Un modelo que necesita estimular un consumismo desproporcionado e insostenible y una gestión política que lo regula. No hay fórmulas eficaces dentro del capitalismo, por mucho que sus “domadores” lo crean domesticable. No hay soluciones resolutivas dentro del Estado, por mucho que sus nuevas caras visibles beban cerveza artesana y acudan a las asambleas de algún CSOA. Nuestro modo de vida solo puede continuar unos años más, a costa del incremento de la depredación de las poblaciones y los recursos de los “países pobres” y de las periferias de los “países centrales”.

Es necesario tejer un discurso ecologista, anticapitalista y antiestatista, que enfrente la situación que se avecina y no distraerse con falsas esperanzas. Que rompa la hegemonía en el relato de quienes nos prometen una “salida ecológica pactada” entre multinacionales y gobiernos, ocultando causas y culpables de la crisis. Y que sólo puede entorpecer cualquier avance, cuando no, directamente, desarticular la lucha ecológica de base para las próximas décadas. Es imprescindible articular nuestras distintas luchas sectoriales locales con la capacidad de establecer estrategias de resistencia masiva, que nos permitan dar una respuesta colectiva a un problema de escala global.

La amenaza existencial del propio planeta y millones de vidas, requiere no desdeñar ningún tipo de lucha, siempre que procedan de estructuras horizontales, de abajo arriba. Y cuestionar aquellas que nos ofrecerán compulsivamente a través de los grandes medios de desinformación los mismos que han generado el problema. El dilema es: salvar al capitalismo, o al planeta y a los seres vivos.

Por todo esto hacemos un llamamiento a sindicatos alternativos, colectivos, plataformas, espacios, medios contrainformativos e individualidades interesadas, para que den soporte y colaboración a una iniciativa independiente que, aunando diferentes sensibilidades, estamos llevando a cabo –desde el pensamiento y la militancia alternativas– para ensamblar una respuesta anticapitalista y antigubernamental que esté a la altura de las circunstancias.

El jueves 17 de octubre de 2019, a las 19 horas, tendrá lugar en Madrid, en la Fundación de estudios libertarios Anselmo Lorenzo (c/ Peñuelas, nº 41, metro Embajadores) la presentación de un acto. En él trataremos de poner los cimientos que nos permitan desarrollar esta respuesta colectiva.

Contaremos con la asistencia de varias compañeras y colectivos especializados en desarrollar teorías y prácticas que promueven la lucha contra los mitos del desarrollo y el crecimiento, la defensa del territorio y el ecologismo revolucionario.

Intervendrán: Carlos Taibo, Colectivo Barbaria, Colectivo Cul de Sac, Miquel Amorós y Pedro Prieto.

Desde mi trinchera: sobre la derechización de la izquierda y la guerra social

Publicado originalmente en La Soli

En nuestros barrios se está librando una guerra. Silenciosa y lenta, pero guerra al fin. Hay una guerra cotidiana, contra el hambre, el desempleo, los desahucios y, a veces, de vecinos contra vecinos, pero también hay una guerra social de mayor envergadura. Es una guerra ideológica, aunque nadie de mi alrededor le daría ese nombre.

Escribo esto desde mi viejo móvil, sentado en el banco de una plaza. Estoy haciendo tiempo hasta que lleguen las vecinas y afiliadas del recién reconstituido Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria. [1]  Nos queda por delante una mañana de gestiones administrativas en el ayuntamiento. Tenemos encima un proceso de desahucio masivo. ¿Por qué las vecinas contactan con unas anarquistas para detenerlo? Porque nos conocen, lo primero; porque les hemos demostrado que sabemos de lo que hablamos; porque somos eficaces. Sin el contacto, el conocimiento y la eficiencia bien podrían haber buscado otra mano. No es la ideología en abstracto lo que les une a nosotras. Ese proceso, de preguntas y respuestas, de curiosidad por lo que significa “anarquismo”, de comentarios por lo que han visto en Youtube, se dará algo más adelante, quizás hoy mismo, pero siempre después de entablar una relación de cercanía y demostrar la solvencia de las propias herramientas. Es lo que hace que en esa guerra no abiertamente declarada que les comentaba antes, estas vecinas estén en nuestro bando y lo hagan suyo. Pero el enemigo, toca admitirlo, bien podría habérsenos adelantado. De hecho, casi siempre, parte con ventaja.

En los barrios compiten diariamente fórmulas organizativas y de confrontación con la realidad antagónicas y excluyentes. De hecho se despedazan y mutilan a diario. A veces hasta mueren ante nuestros ojos.

Ningún sistema de ideas es más fuerte en los barrios que el que emana del capitalismo. Es muy difícil competir con él, ni siquiera plantarle cara. El consumismo es ley sagrada, por encima de cualquier precepto religioso y afectivo. La burguesía progresista no entiende que se dé este fenómeno entre los pobres. Parece que creen que los anuncios y vídeoclips, las vallas publicitarias, las películas y demás artefactos comerciales están codificados y no son accesibles para los que no tenemos recursos. No queridos, lo que sale en las televisiones de ustedes también sale en las nuestras y nos ordenan lo mismo. Nos dictan que para ser seres humanos completos estemos dispuestos a prescindir de lo básico, pero no de electrodomésticos, de marcas, de vehículos, ni de todo lo que ustedes tienen pero sin renunciar nada. Ya explicaba Galeano que en hogares donde falta leche sí hay Coca-cola. [2]

También en el barrio hay fascismo, y no debemos infravalorar este hecho. Un fascismo informal, sin  desfiles militares ni marchas con antorchas, pero fascismo en esencia. Esa necesidad de “un hombre fuerte”, de un líder que ponga orden, que esté dispuesto a meter “mano dura”, es muy común. El culto a la fuerza bruta, a la “hombría”, prepara el terreno para el machismo menos retórico, aun en comunidades impulsadas y construidas mayoritariamente por mujeres. El racismo, la búsqueda de un enemigo exterior, de un culpable identificable por su color y acento, no por su bolsillo, es otro recurso recurrente, también en barrios multiculturales. El fascismo sociológico y cultural antecede al político.

Pero ¿podemos quejarnos de que eso pase en los barrios cuando la izquierda bien formada y educada, la izquierda universitaria, la izquierda politizada, de asamblea o partido, de terraza y Gin tonic, está cada vez más derechizada?

Bramamos contra el auge de los partidos de extremaderecha sin ser capaces de mirar más allá de nuestras narices. La sociedad se derechiza cuando hasta la izquierda política, los movimientos sociales, o incluso el anarquismo, están cada vez más derechizados.

Ciegos de determinismo positivista, creemos que todo necesariamente siempre va a mejor, que nuestra izquierda de hoy tendría que estar necesariamente más evolucionada que la de hace décadas. La realidad es que nuestra izquierda contemporánea apesta a espacio cerrado, involuciona año tras año y no deja de desplazarse hasta posiciones cada vez más conservadoras y reaccionarias. Más allá del aspecto simbólico, en muchas ocasiones es imposible diferenciar el discurso y la políticas de la izquierda de las de la derecha.

Tenemos una izquierda casposa comprando el discurso antimigración de la extremaderecha, a una cohorte de señores rojos, intelectualmente seniles, hablando de “buenismo” y de que “aquí no caben todos”, mientras alaban las políticas fascistas de Salvini, Le Pen o Trump. Tenemos una izquierda demagoga, alérgica a la diversidad, envidiosa de las fórmulas populistas empleadas por la derecha para despertar los más bajos instintos. Una izquierda de puro, copa de coñac y peña taurina que nos explica desde las estanterías del Corte Inglés que el problema de la clase obrera son sus distintos adjetivos sociales y no que el capitalismo la haya precarizado y atomizado laboralmente.

Tenemos a una izquierda patriótica desatada, borracha de ultranacionalismo español. El conflicto catalán ha dejado al descubierto el chovinismo y el fanatismo patriótico de una izquierda ciega de banderas, más preocupada por mantener la integridad del Estado que por tumbar reformas laborales, leyes de extranjería o rebajar la edad de jubilación. Una izquierda que intenta exportar de forma acrítica la narrativa de “patria o muerte” de los países colonizados, sin asumir que eso no vale cuando tu país ha sido el colonizador, el imperio. Después de 40 años de dictadura, aún esperan rescatar banderas pintadas en charcos de sangre y que el nombre de España no produzca arcadas o escalofríos.

Tenemos también incrustado en el movimiento feminista corrientes ideológicas acostumbradas a disparar horizontalmente y nunca verticalmente, subescuelas que odian más a las putas que a la prostitución, que discriminan a las mujeres trans y las llaman “señores con tetas”, sin sentir el más mínimo espasmo de vergüenza al reproducir el mismo argumentario machista que legitima la esclavitud fundada en el género. Han levantada su iglesia sobre un altar innatista, y prefieren por compañeras de barricada a ministras, banqueras, policías, militares y reinas, antes que a putas, presas, migrantes, pobres y paradas. Su mayor enemigo no es el patriarcado, sino las putas organizadas y las mujeres trans gritando feminismo.

Tenemos, en fin, una izquierda profundamente gilipollas, conservadora y tan derechizada que ya no es posible distinguirla de las opciones reaccionarias.

¿Cómo podemos quejarnos del avance social de la derecha cuando se ha renunciado a presentarle batalla callejera en beneficio de una vía electoral racionalizada, cuando no directamente defendida, incluso por libertarios? Cuando hasta dentro del anarquismo –esa tendencia socialista que siempre se consideró opuesta a la conquista del poder político y se caracterizó por su abstencionismo [3] – empiezan a surgir voces que minimizan los efectos de la participación institucional, eso significa que todo el arco ideológico, todo el espectro político y social, ha girado en bloque hacia la derecha.

Ante la derechización integral que estamos viviendo, el anarquismo debería marcarse un rumbo claro e inequívoco: si todos desfilan hacia arriba, a nosotras nos toca marchar hacia abajo. Por vocación y necesidad, ese fue nuestro papel en todas las escenas históricas de la tragedia social. Nosotras, con independencia de nuestra propia ascendencia, siempre nos situamos entre las oprimidas y marginadas, sin segregar ni discriminar, sin mutilar diferencias ni tratar de meter la individualidad en un molde uniforme. Ese fue el campo de trabajo de las anarquistas de todas las épocas y también, a pesar de las excepciones, ese fue el ambiente en el que más se las aceptó, porque siempre hubo motivos sociales, económicos, e incluso culturales, para ello.

Y es que en esa guerra ideológica subterránea, innombrada, no sólo hay capitalismo y fascismo, también queda un reducto para el comunismo libertario. En los barrios, aunque cada vez menos, aún sobreviven códigos solidarios. El apoyo mutuo no ha sido completamente erradicado. De hecho lo común sobrevive aún en algunas comunidades de vecinos. Familias que comen indistintamente en unas casas y en otras, que recogen a los hijos de sus vecinos a la salida del colegio tal y como hacen con los suyos, que se mueven juntos en coche cuando estos escasean. Niños que duermen en casas de sus vecinos, que meriendan cada día en una cocina diferente, que son cuidados y queridos por personas con las que no comparten ninguna relación consanguinea. Ese vínculo, cada vez más débil y desvirtuado, aún no ha muerto en algunas de nuestras comunidades. En los barrios, rodeados de confidentes y chivatos, sobrevive el odio a la policía, el desprecio al colaboracionista. Y también se mantiene el rechazo a la legalidad que nos impide sobrevivir, la hostilidad al sistema judicial y sus cárceles. Además, y a pesar de la labor estatólotra de las instituciones, con su dependencia y paternalismo, con el cordón umbilical de acero que supone para los más pobres las ayudas y los subsidios, subsiste el deprecio al político y la desconfianza hacia los grandes poderes estatales. El anarquismo, sin ese nombre, sobrevive en los barrios. Son las anarquistas las que no sobreviven en ellos.

Ciertamente estas fórmulas pierden cada día más terreno, y en algunas barrios están en total decadencia. Si antes se escupía al suelo cuando se veía pasar un coche de policía, ahora a nadie le extraña que uno de nuestros vecinos, en ocasiones el mismo que pasa hachís o tiene a los padres viviendo de okupas, esté “estudiando” para policía. La mentalidad del “sálvese quien pueda” ha sustituido en muchos sitios esos códigos internos de solidaridad que antes comentaba. El aplastar al débil, aprovecharse y sacar tajada es casi el ABC de algunas de nuestras calles.

Sin embargo, con todo y eso, el campo de trabajó óptimo –aunque duro y arriesgado– del anarquismo está ahí: en frenar ese deterioro acelerado de los valores solidarios y en reforzar el rechazo contra el Sistema, radicalizar el conflicto entre Sociedad y Estado, entre Comunidad y Capitalismo.

Sin embargo, la práctica cotidiana del movimiento libertario no suele ir por esos derroteros. En realidad hay dos tipos de militancia: para convencidos y para convencer. Se suele preferir la primera, es más cómoda y permite largas conversaciones sobre pequeños detalles revolucionarios; pero es con la segunda con la que se crece y se hace revolución. Pensar sin actuar siempre fue más fácil que actuar pensando. Ciertamente las ideas son muy importantes: son el motor que inician y continúan los proyectos políticos. Pero creer que su solvencia en el plano intelectual basta para que lleguen a la gente es algo terriblemente ingenuo. Numerosos filósofos y pensadores han acabado asumiendo la anarquía como “el fin ideal de la humanidad”. Hay pocas personas que, mientras sean tolerantes, desprejuiciadas y con una mente abierta, no acaben reconociendo después de una conversación que sería “el sistema más deseable”, por mucho que lo definan como utópico. Hasta los marxistas clásicos reconocían que el objetivo final del socialismo era una sociedad comunista sin clases y sin Estado, es decir: la anarquía. La fuerza intelectual del anarquismo es evidente para el interlocutor “formado”. Pero esto, por sí sólo, es sólo un poco menos que nada. La mejor idea, mientras no se materialice ni intervenga en la vida real de la gente, vale tanto, a efectos prácticos, como la peor.

La teoría anarquista puede sofisticarse o simplificarse cuanto se quiera (mejor esto último), pero por atractiva que intentemos presentarla, por persuasivo que nos parezca su soporte, nunca transcenderá del terreno de las hipótesis si no se acompaña de una práctica anarquista. Es éste el verdadero escollo que debemos salvar y contra el que recurrentemente ha tropezado el anarquismo.

La alternativa libertaria siempre había sido inminentemente masticable, tangible, concreta. Si estaba errada o era cierta podría demostrarse a los pocos minutos de enunciarla. Bastaba una huelga, un conflicto laboral o social, para ver en qué quedaba eso del apoyo mutuo y la acción directa. En un período de revoluciones, como fue el que transcurrió entre 1871-1936, nuestras propuesta fue sometida a varias pruebas de fuego. La fuerza y la debilidad del programa anarquista residía ahí: en que su validez o ineficacia podía contratarse en el propio terreno de la revolución práctica, en el mismo campo de la vida. ¿Y no es eso lo que, por suerte o por desgracia, ocurre con el resto de planteamientos políticos y sociales? Lamentablemente, no. La mayoría se escudan en elementos abstractos, inaprensibles, etéreos, que, a lo sumo, culminarán en el más allá (sea esto una interminable etapa intermedia o la ascensión al cielo), y que por tanto no pueden contrastarse aunque sometan a la gente, diariamente, a una vida miserable.

Asumir que el problema que padecemos es el sistema político y económico en su conjunto, conlleva una solución compleja y comprometida, atacar a estructuras de poder que están dispuestas a defenderse con un arsenal mucho más amplio que el nuestro; asumir que son los migrantes o cualquier otro chivo expiatorio, colectivos humanos identificables, criminalizables, en los márgenes del poder, sólo requiere dos cosas: irreflexión y odio. Es un planteamiento que ya desarrolló Hans Magnus Enzensberger en El corto verano de la anarquía (1972): defender la religión, la santidad de  un carpintero o la grandeza inmortal de la patria no requiere una demostración práctica; defender un modelo de autogestión que garantice el techo, una alimentación suficiente, la igualdad económica y la libertad política si requiere una demostración sobre el terreno [4].

El anarquismo huye cada vez más de este terreno de los hechos concretos, y cuanto más se escuda en la sofística, en la doctrina convertida en dogma y no en praxis, más se escora a la derecha, porque pierde el contacto con el medio natural que lo radicaliza: la calle, la mugre, el pueblo, o como carajo quieran llamarlo.

La izquierda hace ya mucho que se alejó de la gente real, a la que ve como en un cuadro naturalista del siglo XIX, con una caricaturización (toda idealización lo es) de un obrero que sólo puede ser hombre, blanco, heterosexual y de mediana edad. Cree ser “pragmática” al aludir a este arquetipo, y eso sólo demuestra que hace mucho tiempo que no pisa un barrio o un tajo, donde el sustantivo obrera, desempleada o desahuciada puede recibir el adjetivo de migrante, trans o lesbiana. Y el anarquismo, por complejo o comodidad, le acompaña, cada vez más, en ese viaje hacia ninguna parte.

Sí, la sociedad está derechizada, y la culpa es en gran parte de la propia izquierda. ¿Por qué ha perdido el rumbo marcado por pensadores centenarios, ha ignorado los viejos decálogos y ha abrazado las ideologías posmodernistas y fluidas? No, porque ha abandonado su barricada al lado de la gente de a pie para abrazar posturas cada vez más clasistas, conservadoras, discriminatorias y reaccionarias. Esa es nuestra realidad, la que debemos enfrentar a la cara. Al borde de que se cumpla el centenario de la irrupción histórica del fascismo, ¿podemos hablar de un resurgimiento totalitario, de una preponderancia de las ideas que nos abren las puertas de los hornos crematorios? Sí, y repito, es en gran parte responsabilidad de una izquierda inminentemente retrograda.

Cuando la izquierda se vuelve fascista, el fascismo se vuelve hegemónico.

 

Ruymán Rodríguez

 

REFERENCIAS

[1]Inicié este texto a mediados de diciembre del 2018. Hasta hoy, agosto de 2019, después de 8 meses de intensa militancia habitacional, no he tenido tiempo de retomarlo y terminarlo.

[2]“Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor trasmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio” (Eduardo Galeano, Patas arriba: Escuela del mundo al revés, 1998).

[3]Para el historiador José Álvarez Junco,aunque pueda parecer una simplificación, el “anarquismo se distinguía de cualquier otro movimiento político contemporáneo por su antipoliticismo”, según él esa era la “carácteristica verdaderamente definitoria del anarquismo” (intervención en La víspera de nuestro tiempo. Diálogos con la historia, en el programada dedicado al anarquismo del 5 de enero de 1982). Para más información leer la recurrente tesis del mismo autor La ideología política del anarquismo español, 1868-1910 (1976).

[4]“[…] Las  promesas  del  fascismo  estaban  más  allá de  toda práctica  posible,  desde  el  principio.  Se  excluía un  conflicto  con  la realidad social. ¿Quién podría definir racionalmente lo que exige el honor de la nación española o a qué aspiran los deseos de la Santa Virgen? El cielo no suele desautorizar a sus beneficiarios ideológicos.  Cuanto  más  trascendentales  son  los  valores  que  invoca  una ideología,  tanto  más  grande  suele  ser  la  falta  de  escrúpulos  de  sus defensores.  […] Fue  precisamente  la  total  irracionalidad  de  sus  consignas  lo  que favoreció la fascinación ideológica del fascismo. En España, como antes  lo  había  hecho  en  Italia  y  en  Alemania,  el  fascismo  activó fuerzas inconscientes en cuya existencia la izquierda no había reparado: temores y resentimientos que existían también en el seno de la  clase  obrera.  Lo  que  los  anarquistas  prometían  y  no  pudieron realizar  era  un  mundo  completamente terrenal,  un  mundo  enteramente futuro en el cual desaparecían el Estado y la Iglesia, la familia y la propiedad. […] En cambio, el fascismo ofrecía el pasado como refugio, un pasado  que  naturalmente  nunca  había  existido.  El  odio  contra el  mundo  moderno,  que  tan  mal  había  tratado  a  España  desde  el Siglo de las Luces, pudo encastillarse en una Edad Media ficticia, y la  identidad amenazada  se  aferró  a  las  rejas  institucionales  del Estado autoritario”. (H.M. Enzensberger, op.cit.).

 

 

«El Ayuntamiento deja de pagar y se lava las manos»

María del Pino Santana recogía ayer sus cosas, junto a su hijo, en el hotel Valencia / C7
30/09/2019

Una mujer desahuciada junto a su hijo pequeño pierde la ayuda que le ofrecía el Consistorio de Las Palmas de Gran Canaria para alojarla en un hotel.

Las Palmas de Gran Canaria

María del Pino Santana se enfrenta de nuevo a un desalojo. En enero, una orden de desahucio la expulsó de la vivienda en que habitaba, en Casablanca I, por impago de alquiler. Desde entonces, esta joven madre, víctima de violencia de género, ha residido en el hotel Valencia, un alojamiento cuyos gastos ha asumido el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria hasta hoy. La semana pasada le informaron que su ayuda no iba a ser renovada. Y así, sin otra solución habitacional, María del Pino revivió sus viejos horrores, el miedo a quedarse en la calle y a perder a su hijo.

«En el Ayuntamiento me dicen que dejan de pagar, se lavan las manos», lamenta. Dice que se sorprendió del anuncio que le hicieron los empleados municipales «porque el alcalde, Augusto Hidalgo, se hizo eco de mi caso, aunque parece que ya se ha olvidado».

«Si este es el trato que se le va a dar a una mujer víctima de violencia de género…», argumenta, «mucho decir que van a ayudar a la mujer pero cuando lo necesitas, lo único que hacen es hundirte».

A fines del año pasado, a María del Pino se le había tramitado la Prestación Canaria de Inserción y una ayuda de emergencia. Desde que se conoció su caso, el Ayuntamiento asumió los gastos de alojamiento y se comprometió también a costear los de lavandería y comida. «A mí no me han ayudado en nada, ni con la lavandería, ni con la comida», denuncia.

Lo que sí le ofrecieron fue un trabajo temporal, de seis meses, en el servicio de limpieza viaria. «Con un contrato de barrendera que no es fijo nadie me va a alquilar», prosigue María del Pino Santana. Este periódico intentó conocer sin éxito la versión del grupo municipal de gobierno.

Tampoco se materializó en estos meses la ayuda prometida por el anterior Gobierno de Canarias para ofrecerle un alquiler especial dentro de la bolsa de viviendas conveniadas con los bancos.

Ayuda externa.

Pese a lo delicado de su situación, María del Pino no se quedará hoy en la calle. Gracias a la asistencia del Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria, esta joven dormirá hoy bajo techo. Esta organización le ha podido encontrar un alojamiento «en una de las comunidades autogestionadas a las que actualmente ayuda y asesora en la isla».

«Es triste y lamentable que un sindicato de inquilinas, sin recursos ni subvenciones, sin liberados ni relación con ningún partido político, ofrezca en esta isla más alternativas de vivienda que unos ayuntamientos, cabildos y gobiernos que acumulan recursos de todas nosotras», explica el colectivo a través de un comunicado.

La nueva vivienda del María del Pino está fuera de la capital, lo que le ha obligado a cambiar de colegio a su niño. «Le venga bien o no, no tenemos más opciones y al final la gente acaba deslocalizada», aseguró Ruymán Rodríguez, «el Ayuntamiento no tiene ningún plan para este tipo de casos».

Negligencia institucional, respuesta sindical

Sobre la inoperancia de las instituciones en el caso de María

María es una madre soltera con un niño de 6 años, parada de larga duración, que ha sufrido distintas formas de violencia machista en distintas etapas de su vida. El 14 de enero de 2019 se enfrentaba a un desahucio por impago de alquiler, sin red familiar que la acogiera ni alternativa habitacional de ningún tipo. A cuatro días del desahucio contactó con el Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria. Desde ahí pudimos dar a conocer su caso a los medios de comunicación, paralizar su desahucio «in extremis» por la vía judicial y presionar a las instituciones para que le ofrecieran una alternativa habitacional.

Dicha alternativa, temporal, de tránsito, consistió en una habitación en un hostal de la capital grancanaria. Esto, evidentemente, no era una solución, sólo una medida a corto plazo que, para ser verdaderamente funcional, debía acompañarse de una alternativa estructural, como admitía entonces el propio alcalde Augusto Hidalgo: «Nosotros hemos adoptado la situación de emergencia habitacional y lo remitimos al Gobierno regional para que busque la solución al problema estructural para que tenga una vivienda estable más allá de la pensión u hotel que le podamos encontrar». Sin embargo, volvemos a encontrarnos ante la tesitura de siempre: un conflicto de competencias se acaba convirtiendo en un conflicto de incompetencias.

María y su hijo llevan ya casi 10 meses en dicho hostal y en ningún momento se ha tratado de buscar una solución definitiva que estabilice su situación por parte de las instituciones. Sin bonos de lavandería, transporte o alimentos (ayudas que sí han obtenido otros realojados en dicho hostal con problemas habitacionales), María ha afrontado sus gastos diarios con sus magros ingresos (PCI + pensión alimentaria de su pequeño) y algún gesto de solidaridad esporádico de sus compañeras del Sindicato. María no ha parado de buscar un alquiler desde entonces, pero en sus circunstancias nadie se lo concede.

A finales de julio un trabajador social del Ayuntamiento de LPGC informaba a María, vía telefónica y de forma expeditiva: «este 1 de agosto el Ayuntamiento va a dejar de pagarte el hostal, o te lo pagas tú o te buscas otra cosa…». La excusa del trabajador social era que María había podido acceder a un trabajo municipal de limpieza durante 6 meses, sin tener en cuenta que que para la mayoría de caseros el tener un contrato de trabajo indefinido se está convirtiendo en un requisito indispensable para acceder al arrendamiento.

Lo lógico, lo racional y humanitario, sería que el Ayuntamiento de LPGC no dejara de costear el hostal hasta que el Gobierno de Canarias encontrara una solución a largo plazo para María y su pequeño. Lo lógico, racional y humanitario, es que el Gobierno de Canarias afrontara este caso con la urgencia que merece, y no permitiera que una mujer, que ha sufrido violencia machista, se quedara en la calle con su hijo mientras los servicios sociales municipales miran hacia otro lado. Pero el Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria ya no espera ni lógica, ni razón, ni humanidad de ninguna institución. Con la firme intención de no prolongar más este cruel «tira y afloja» que se traen las administraciones con el caso de María, de no seguir prolongado días de incertidumbre y noches de angustia, la Comisión de Realojo del SIGC procederá a realojar a María y su hijo por sus propios medios, alojándola en una de las distintas comunidades autogestionadas a las que actualmente ayuda y asesora en la isla de Gran Canaria.

Es triste y lamentable que un Sindicato de Inquilinas, sin recursos, ni subvenciones, sin liberados ni relación con ningún partido político, sin más medios que la fuerza de voluntad, la capacidad de trabajo, la inteligencia construida desde abajo y el apoyo mutuo, ofrezca en esta isla más alternativas de vivienda que unos ayuntamientos, cabildos y gobiernos que acumulan los recursos de todas nosotras. Es triste y lamentable que ante la incompetencia e insensibilidad de unas instituciones totalmente enajenadas de la vida de sus vecinos, sea un sindicato de vecinas el que, sin más ingresos que la solidaridad y una cuota voluntaria de 1 euro al mes, proporcione un techo a una familia y evite que una madre y su hijo de 6 años acaben, nuevamente, siendo arrojados a la calle.

Por su parte, a la propia afectada le gustaría agradecer no sólo a sus compañeras del Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria por el realojo, sino a todo el personal del Hotel Valencia: a sus jefes, recepcionistas y a «sus niñas», las encargadas de limpieza por el cariño que le han brindado en estos 10 meses de convivencia.

SIGC

Alquilar una vivienda en Canarias es un 40 % más caro desde 2014

Los inquilinos denuncian que pasan meses buscando un piso donde vivir. Los alquileres más caros se dan en las dos capitales de provincia.

Canarias28/09/2019 Redacción Televisión Canaria

Raquel Pérez/Carmen Waló/Raúl Delgado

Alquilar una vivienda cada vez es más difícil en Canarias. Desde 2014, los precios han subido más de un 40%. Los inquilinos denuncian que pasan meses buscando un piso donde vivir. Estas son sus opciones en las islas actualmente.

En El Hierro, los precios oscilan entre los 300 y 500 euros al mes. En La Palma el piso más barato cuesta 360 euros y el más caro, 800. En La Gomera los alquileres están entre 550 y 650 euros. Y en Tenerife encontramos un piso a 290 euros en Garachico frente a los 1.800 que sale el piso más caro en Santa Cruz de Tenerife.

En Lanzarote alquilar un piso puede costar entre 550 y 1.100 euros al mes. En Fuerteventura los precios oscilan entre 400 y 875 euros. Y en Gran Canaria, la oferta va desde los 300 euros al mes en Moya a los 2.700 euros al mes en Las Palmas de Gran Canaria. Los alquileres más caros se dan en las dos capitales de provincia.

Nuevo ataque del Conde y el Ayuntamiento contra los vecinos de los Barracones

Desde hace años, el Conde de la Vega Grande y sus subordinados intentan echar por todos los medios posibles a los vecinos de los llamados Barracones o Cuarterías del Conde (ubicadas en Juan Grande, San Bartolomé de Tirajana, Gran Canaria) de las viviendas que él mismo les concedió, o a sus padres y abuelos, cuando toda esa zona estaba dedicada a la explotación agrícola del monocultivo del tomate y ellos eran sus jornaleros.

La última ocurrencia para echarlos, hace dos años, fue intentar derribar las viviendas “por las bravas”, metiendo maquinaria pesada y destrozando uno de los inmuebles que había conseguido desalojar, previo acuerdo con su anterior inquilina. Pero el resto de la casi veintena de familias que viven ahí ya han manifestado, por activa y por pasiva, que no piensan marcharse. Son de clase trabajadora, esas han sido sus casas durante décadas (algunos llevan viviendo ahí unos 50 años) y no las abandonarán mientras no se les garantice otra alternativa habitacional como mínimo igual de digna.

Sin embargo, el Conde y su gente, con la complicidad del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, prácticamente un apéndice del vetusto condado, no han cejado en su empeño. Como también han pretendido con otras cuarterías del municipio, a través de burofaxes, presiones y la amenaza constante del desalojo forzoso, intentan minar la resistencia de los vecinos.

Si nada de esto funciona, pasan al ataque frontal, y es eso lo que está ocurriendo en los Barracones desde hace 2 días. Operarios de la finca condal, con la obligada connivencia del Ayuntamiento, están levantando un gigantesco molino eólico aledaño a las viviendas de los 63 vecinos de las cuarterías. Esta obra es a todas luces ilegal pues según la última normativa que regula el establecimiento y explotación de aerogeneradores:

Decreto 6/2015

Artículo 29.2. Cuando el planeamiento aplicable no imponga separaciones mayores, la distancia entre un aerogenerador y un núcleo habitado no será inferior a 250 metros para aerogeneradores de potencia inferior a 900 kW y a 400 metros para aerogeneradores de potencia superior.

Como puede apreciar cualquiera que se acerque a la zona, la distancia es a todas luces inferior tanto a los 400 como a los 250 metros estipulados para los aerogeneradores más pequeños. ¿A qué responde todo esto? Es un nuevo intento de coaccionar a los vecinos para que abandonen sus viviendas sometiéndolos al ruido y a las molestias constantes que supones los molinos eólicos industriales.

Por todo esto invitamos a todos los medios de comunicación a personarse en el lugar para que puedan contrastar nuestra denuncia, informarse con los vecinos y a poder ser interrogar al Ayuntamiento y al propio Conde sobre este nuevo intento de acoso inmobiliario.

SIGC

Kuwasi Balagoon: un antecesor moderno del anarquismo de barrio

Kuwasi Balagoon en una de sus últimas imágenes en la cárcel, durante una entrevista televisiva (foto editada para la ocasión por la FAGC).

En los Estados Unidos de América de los años 60 y 70, la lucha antirracista, inicialmente impulsada por el movimiento de los derechos civiles de mediados de los 50, fue derivando en un movimiento de liberación negra bastante combativo y articulado de forma callejera. La organización más emblemática, más alejada de la sofistica religiosa y con los pies en el barrio, fueron los Panteras Negras. Aunque convertida en un referente de la cultura pop, realmente poco se han estudiado sus vicisitudes internas, tendencias, éxitos y fracasos fuera de los EE.UU. La figura del militante armado es hoy un icono, pero fueron un referente en otros campos menos épicos, como su programa de desayunos para alimentar a los niños pobres de barrios como Harlem. En Gran Canaria, varias décadas después, la FAGC se dio cuenta de la importancia de conjugar conflicto con fabricar tejido barrial cuando la propia policía, previa detención, llegó a recomendarnos que mejor nos dedicáramos a quemar contenedores y dejáramos de joder realojando a familias sin recursos.

Foto emblemática de la primera gran acción pública de «Black Mask» (Máscara Negra) antes de convertirse en los «Motherfuckers»: una manifestación en Wall Street.

Rodeados por un movimiento contestatario juvenil masivo con demasiada tendencia a caer en el simple folclore, el abuso de drogas y la espiritualidad psicodélica, los Panteras supieron mirar a los barrios negros empobrecidos y empezar a construir desde la base. Es una deriva que también se produciría en grupos como los libertarios Motherfuckers1 (los “Hijos de puta”), que de grupo dadaísta dedicado a las performance de “terrorismo artístico” pasó a organizar a muchos jóvenes marginados de Nueva York y a impulsar proyectos de okupación de viviendas y reparto de víveres. Sin embargo, pocos causaron tanto impacto en el imaginario colectivo como los Panteras.

Sin embargo, es importante analizar los aspectos críticos del colectivo para sacar una lección lo más completa posible de su trayectoria. Fue la represión la que en gran parte acabó con la época dorada del partido, pero sería muy pueril reducirlo a eso. El dirigismo y la férrea jerarquía, propias de una organización de mayoría marxista-maoísta; el culto a la personalidad, que salpicaba a toda la organización con las distintas mierdas de sus líderes2; el machismo (en una organización con gran número de mujeres); el ultranacionalismo ciego; la corrupción y la absorción por parte de la sociedad del espectáculo, acabaron carcomiendo a los Panteras por dentro, por no hablar de la cárcel, los asesinatos ordenados por el gobierno, las infiltraciones, el control social obtenido con la introducción estratégica de la heroína en los barrios afroamericanos y la participación del FBI, e incluso la CIA, en su eliminación física3.

Esta lectura crítica no sólo podemos hacerla hoy desde la distancia; en su época también fue hecha por una minoría de Panteras que empezaban a desconfiar de los cuadros dirigentes, las vanguardias y los programas revolucionarios parciales. Una minoría que ya no podía conformarse con el marxismo-leninismo, el maoísmo o el simple nacionalismo, y que derivó hacía el anarquismo. Una de las voces más lúcidas de esta corriente fue Kuwasi Balagoon.

Nacido en Lakeland (Baltimore), en el Estado norteamericano de Maryland, como Donald Weens en 1946, el joven Balagoon pertenecía a una familia de funcionarios (clase media, le dicen) y se mantuvo durante toda su adolescencia ajeno a los problemas políticos (no acudió a la Marcha sobre Washington de 1963 porque tenía entrenamiento de fútbol americano). Ese mismo año, sin embargo, se produjeron varios movimientos comunitarios en su barrio que acabaron siendo policialmente reprimidos y empezó a interesarse por las reivindicaciones vecinales, en un momento en el que el debate entre resistencia pasiva y resistencia armada, posturas personificadas respectivamente por Martin Luther King (1929-1968) y Malcom X (1925-1965), estaba en su apogeo.

Instantánea del histórico pero breve encuentro entre Martin Luther King y Malcom X en Washington D.C. en 1964.

Sin embargo, fue cumpliendo el servicio militar donde Balagoon sintió el racismo de los oficiales blancos de forma más cruda, sometido a los tratos más humillantes y realizando las labores de las que se excluía a los blancos. Gracias al ejército, no obstante, pudo viajar al Estado español y al británico, y esto, sobre todo por su relación con las comunidades negras londinenses, terminó de darle la perspectiva política que buscaba.

De regreso a EE.UU. se muda a Harlem y empieza a implicarse activamente en la vida del barrio. Participa en un movimiento para organizar a los inquilinos y tiene los primeros contactos con los líderes comunitarios, principalmente nacionalistas negros. Organiza huelgas de alquileres, piquetes antidesahucios y otras formas de resistencia activa contra los abusos de los caseros. El hecho de que en alguna ocasión los vecinos acudieran a las negociaciones armados con machetes ejercía un curioso efecto persuasor en los propietarios.

Un militante de los Panteras al lado de una pintada que reza: «Panteras Negras, el partido para la autodefensa».

El Partido de los Panteras Negras se funda en el 1966 y su crecimiento en las dos costas (Oeste en Oakland, California, y Este en Harlem, Nueva York) coincide con la época en la que Balagoon es residente y organizador comunitario en Harlem. Mientras el movimiento del Oeste es muy dependiente de los personalismos, en Nueva York se usa una mirada más global tendente a construir conciencia colectiva y una conexión con otros movimientos internacionales. Es entonces cuando Donald Weens cambia su nombre anglosajón por el yoruba Kuwasi (“Nacido en domingo”) Balagoon (“Guerrero”).

 

Ya en los Panteras, se implica en los proyectos sociales del partido, en las reclamaciones educativas y sanitarias, en el programa de desayunos infantiles y en la alianza táctica que se establece con los jóvenes puertorriqueños del Partido Young Lords4 (“Jóvenes Señores” o “Caballeros”) para resistir la subida de los alquileres y enfrentarse al matonismo policial.

En 1969 cae detenido en una operación represiva masiva que trata de desarticular a los Panteras encarcelando a los 21 miembros más destacados de la organización. Las fianzas en su conjunto ascendían a más de 2 millones de dolares. Fue en la cárcel cuando se produjo el primer coqueteo de Balagoon con el anarquismo. Después de un motín y varias campañas de protesta organizadas desde dentro de la prisión, Kuwasi empezó a darse cuenta de que sólo la autoorganización horizontal permitía a los presos articular sus distintas demandas, sin someterse a las directrices de ningún partido. Sin embargo, aún faltarían unos años para que empezara a estructurar un pensamiento anarquista consciente.

Logo del BLA en el que puede leerse la consigna: «libertad, unidad y lucha».

La represión causó estragos en los Panteras y muchos de los líderes impusieron una estrategia de conciliación social para evitar volver a acabar entre rejas. En Nueva York surgió un sector disidente opuesto a este nuevo rumbo y dispuesto a pasar a la clandestinidad: era el Ejército Negro de Liberación (Black Liberation Army), y Balagoon estaba entre ellos. El BLA (según sus siglas en inglés) era una organización armada dispuesta a repeler las agresiones gubernamentales, sobre todo de su policía federal; a combatir el narcotrafico en las comunidades negras; a preparar fugas de prisioneros o a realizar golpes de mano. Varios miembros del BLA, como Ashanti Alston (1954) o el propio Balagoon, evolucionarían posteriormente hacia el anarquismo.

Después de distintas expropiaciones y algunos consiguientes tiroteos, es detenido a principios de los 80 y condenado a 75 años de cárcel. Es en esta última etapa carcelaria donde se declara netamente anarquista (como Bakunin, fue en sus últimos años de vida cuando, después de una larga militancia revolucionaria, asumió el ideario anarquista5). Durante su reclusión leyó a autores como Emma Goldman (1869-1940) y pudo reflexionar detenidamente sobre los errores cometidos por el Partido de los Panteras Negras: su vanguardismo, su jerarquía interna e incluso su negativa a conceder importancia al desarrollo individual. Este último aspecto era importante para Balagoon pues el partido era especialmente insensible en temas como la libertad sexual. Quizás a alguien que desconozca el estado actual de la izquierda le resulte paradójico, pero las posturas puritanas intransigentes, cuando no directamente homofóbas, eran muy comunes en el movimiento negro de liberación. Las voces que cuestionaban esta contradicción, como la de Audré Lorde (1934-1992), tardaron en ser escuchadas y aún hoy, en la mayoría de movimientos sociales, los discursos “anti-diversidad” se articulan con suma facilidad. Durante mucho tiempo, la bisexualidad de Balagoon se trató de ocultar deliberadamente en los pocos homenajes y reconocimientos que se le dedicaron en Norteamérica.

Murió en prisión en 1986 (aún no había cumplido los 40) por una neumonía que se le complicó en los años en los que el SIDA (cuyo primer caso diagnosticado es de 1981) aún se consideraba una “enfermedad de homosexuales”.

Como anarquistas, el legado que nos dejó Balagoon alude a nuestra realidad cotidiana. Puede que algunos puntos de su teoría no parezcan extrapolables a todos los contextos (como el tema de la lucha armada en la flácida Europa del siglo XXI) y que otros, como el tema del nacionalismo, hoy pequen de demasiada simpleza. Después de los fracasados procesos de descolonización de las distintas naciones africanas podemos concluir que la independencia vale muy poco como proceso político si no se acompaña de una independencia económica. Creer que hoy los territorios africanos, o los del resto del “Tercer Mundo” al que reiteradamente alude Balagoon, están descolonizados porque tienen parlamentos y gobiernos propios, es ignorar su economía intervenida por las antiguas metrópolis y por las multinacionales convertidas en los nuevos imperios. La emancipación sigue siendo un proceso eminentemente social y económico del que las formas políticas deben ser efecto y no causa. Si una persona pobre se cree libre porque puede votar a un representante con el que comparte color y lengua, pero no hambre, es que hemos reducido la libertad a un aspecto formal. Sólo los pueblos económicamente libres pueden dotarse de instituciones libres, nunca al revés. Sin embargo, el llamado de Balagoon a implicarse en todas aquellas luchas de los oprimidos contra los opresores, a radicalizarlas aunque inicialmente parezcan no tener relación directa con las ideas anarquistas, plantea la necesidad imperiosa del anarquismo de intervenir en los movimientos de masas o de quedar reducido a un grupúsculo intelectual puramente académico.

Las ideas de Balagoon son especialmente fuertes cuando interpelan a los anarquistas para que se impliquen en los barrios donde viven y trabajan. Su exposición de un anarquismo cotidiano, volcado en las necesidades básicas, apoyando a las comunidades más pobres y creando alternativas sociales al capitalismo, sin rehuir el conflicto ni caer en utopías herméticas, es tan actual e inmediato que huele al alquitrán que asfalta nuestras calles.

Con la intención de ayudar a difundir la visión de un compañero que, creemos, nunca ha sido traducido al castellano, compartimos el siguiente artículo titulado La anarquía no puede luchar sola (escrito, necesariamente, durante su última estancia en prisión). El texto no está íntegro, pues había muchas partes aludiendo a la política internacional de la época y a otros episodios internos de los Panteras que creímos innecesario traducir. Los espacios que correspondían a los fragmentos omitidos, así como nuestros pocos añadidos, están señalizados entre corchetes. Todos los corchetes, de hecho, son nuestros. Las partes que más nos interesan, las que aluden a ese anarquismo de barrio del que hoy muchas y muchos por fin volvemos a hablar, han intentado ser reflejadas con toda la fidelidad que nos ha sido posible.

Ruymán Rodríguez

Cartel del emblemático dibujante de los Panteras, Emory Douglas. En él puede leerse: «Escucha a los cerdos [apelativo usado para referirse a la policía, pero también a los explotadores blancos] golpeando mi puerta. Preguntando si tengo algo del dinero del alquiler. Ellos son quienes deberían pagar mi alquiler».

La anarquía no puede luchar sola

De todas las ideologías, el anarquismo es la que aborda la libertad y las relaciones igualitarias de manera más realista y definitiva. Es consecuente con que cada individuo tenga la oportunidad de llevar una vida completa. Con la anarquía, la sociedad no sólo es accesible para todos, sino que progresa en un proceso creativo sin interferencias de clase, casta o partido. Esta es la clave que separa a los revolucionarios anarquistas de los revolucionarios maoístas, socialistas o nacionalistas que no abrazan desde el principio la revolución integral. No pueden imaginar una sociedad verdaderamente libre e igualitaria y, en cierta medida, deben apoyar el proceso social que hace posible que la explotación y la opresión prevalezcan, aunque sea en una etapa inicial.

Cuando me convertí en revolucionario y acepté la doctrina del nacionalismo [negro] como respuesta al genocidio practicado por el gobierno de los Estados Unidos, yo sabía, como lo sé ahora, que la única manera de acabar con las perversas prácticas de EE.UU. era aplastar al gobierno y a la clase dominante que éste protege, a través de una guerra de guerrillas prolongada.

Armado con ese conocimiento, me introduje en el Partido de los Panteras Negras, pues la escalada estatal de violencia contra el pueblo negro, que había comenzado con la invasión de África para capturar esclavos, me había dejado claro que para sobrevivir y contribuir sería necesario pasar a la clandestinidad y, literalmente, luchar.

Detenido por atraco a mano armada, tuve la oportunidad de ver la debilidad del movimiento y situar en perspectiva la ofensiva del Estado. Primero, el Estado concentró a todos los organizadores señalados por los policías que se habían infiltrado en el partido desde sus inicios en Nueva York. Acusó a los compañeros de conspiración y exigió fianzas tan altas que logró apartar al partido de sus propósitos de liberar a la comunidad negra, haciendo que se centrara en la recaudación de fondos. En ese momento, el liderazgo se importó en vez de desarrollarse localmente, y la situación se deterioró rápida y bruscamente. [En el siguiente fragmento Balagoon explica cómo los nuevos líderes del partido –a veces sacados por éste de la cárcel previo pago de altas fianzas que no se desembolsaban por otros compañeros– dejaron de plantearle problemas al sistema y se aburguesaron, bajo sospechas de corrupción o incluso de colaboración con el gobierno].

[…] ¿Cómo podían unos pocos imbéciles desviar tanto nuestras metas y energías durante tanto tiempo? ¿Como podían neutralizar el coraje y el intelecto de los militantes? La respuesta es que estos aceptaron el mando de los líderes a despecho de lo que su sentido común les recomendaba.

[En los siguientes párrafos Balagoon analiza los distintos fracasos gubernamentales, inspirados en este principio de autoridad, e incluye también a los “gobiernos revolucionarios” de inspiración marxista y desarrolla su visión sobre la dictadura del proletariado y la necesidad de que el pueblo rija su propio destino].

Sólo una revolución anarquista tiene en su agenda estos objetivos. Esto podría galvanizar a la clase trabajadora, a los intelectuales desclasados, a las naciones colonizadas del Tercer Mundo y a algunos miembros de la pequeña y la gran burguesía. Pero este no es el caso.

Que China, Corea del Norte, Vietnam y Mozambique puedan construir en torno a una ideología marxista el camino para expulsar a sus invasores y reconstruir unas economías feudales en medio de las estructuras de los imperialismos occidentales y los esfuerzos de éstos para reinventarse y recolonizarlos, es algo que puede discutirse a la luz de la situación internacional. También puede cuestionarse si en vez de respaldar la voluntad de su gente han preferido elegir bandos en las guerra Este-Oeste que también se libra en las colonias no blancas. Pero una cosa muy distinta es que el anarquismo deje de impulsar o de tomar la iniciativa en la lucha contra el fascismo y el imperialismo aquí, en Norteamérica, con la historia de los Wobblies6, la Federación Occidental de Mineros7 y otros grupos que han dejado su huella en la historia. Es una negación de nuestra tarea histórica que traiciona el legado de los anarquistas que murieron resistiendo la tiranía del pasado, padeciendo condiciones horribles. Supone sustraerle una alternativa a la próxima generación y perder nuestras propias vidas por la simple debilidad de nuestros corazones.

Permitimos que personas de otras ideologías definan lo que es la anarquía en lugar de presentar nuestro propio punto de vista a las masas y proponer modelos para desmentir las tergiversaciones. Permitimos que las empresas no solo despidan a los obreros y los mantengan sumisos mientras recortan sus salarios, sino que les envenenen su aire y su agua. Permitimos que la policía, el Klan8 y los nazis aterroricen a aquellos sectores de la población que les dé la gana sin que les devolvamos los golpes. Resumiendo, al no participar en la organización de las masas y rendirnos en la guerra contra los opresores, nos convertimos en anarquistas sólo de nombre.

El hecho de que los marxistas y los nacionalistas tampoco estén haciendo nada en este aspecto no lo convierte en un hecho menos vergonzoso. Nuestra inactividad crea un vacío que este Estado policial, con su prensa reaccionaria y sus objetivos definidos, está llenando. Las distintas esferas de la vida de la gente, que supuestamente deberían ser alcanzadas por la organización de masas y por la inspiración revolucionaria que nos alienta a alumbrar un nuevo día, están siendo manipuladas, en cambio, por condiciones en las que la apatía no es menos ponzoñosa que la propaganda reaccionaria. Para quienes creen en un partido centralizado con un programa vanguardista para las masas, esto puede encajar con su análisis subjetivo. Pero para los que creemos verdaderamente en las masas y pensamos que deberían tener sus vidas en sus manos y comprender que la libertad es un hábito, esto sólo puede significar que tenemos mucho camino por recorrer.

[Balagoon relata en las siguientes líneas algunos sucesos políticos locales de la época]. Las colonias del Tercer Mundo, y de todos los Estados Unidos, encaran el genocidio y es hora de que los anarquistas se unan al combate de los oprimidos contra los opresores. Debemos apoyar, con palabras y con hechos, la autodeterminación y la autodefensa de los pueblos del Tercer Mundo.

No importa si los negros, puertorriqueños, nativos americanos o chicanos-mexicanos creen que el nacionalismo es un vehículo para su autodeterminación o si consideran al anarquismo como el único camino para lograrla. Como revolucionarios debemos apoyar la voluntad de las masas. No es sólo racismo, sino directamente complicidad con el enemigo, alejarse de la arena social y permitir que Norteamérica continúe practicando el genocidio contra las colonias cautivas del Tercer Mundo, sólo porque, aunque se resisten, simplemente todavía no están de acuerdo con nosotros. Si realmente sabemos que la anarquía es la mejor forma de vida para todas las personas, debemos promoverla, defenderla y creer que la gente, tan inteligente como nosotros, la aceptará. Pero esperar para intervenir a que la gente acepte nuestras ideas, mientras están siendo masacrados, como una nación sin aliados, insistir en que estén listos para asumir riesgos cuando ellos mismos ya están en peligro, es una locura.

Donde vivimos y trabajamos, no sólo debemos intensificar los grupos de discusión y estudio, debemos también organizarnos a nivel del suelo. Los caseros deben ser enfrentados mediante huelgas de alquileres y en lugar de desarrollar estrategias para pagar las rentas, debemos diseñar estrategias para tomar los edificios. No sólo debemos reconocer al movimiento okupa por lo que es, sino que debemos apoyarlo y abrazarlo. Levantemos comunas en edificios abandonados, vendamos chatarra para financiarnos. Convirtamos los terrenos baldíos en jardines. Cuando nuestros hijos se queden sin ropa deberíamos tener lugares donde reponerla, puntos de intercambio entre anarquistas fácilmente identificables, que siempre deberían ser nuestra primera opción. Y, por supuesto, debemos reaprender a conservar los alimentos; debemos aprender a construir y a recuperar nuestras vidas, ayudarnos mutuamente, movernos y mantenernos preparados.

Mantengamos la bandera estadounidense y canadiense ondeando a media asta… Pero me niego a creer que la bandera de la Acción Directa haya sido capturada.

Kuwasi Balagoon

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1 Fundados en 1969 en Nueva York, su nombre original era Up Against the Wall Motherfuckers! (algo así como “¡Contra la pared hijos de puta!”). Uno de sus principales representantes fue Ben Morea (1941).

2 El endiosamiento, la adicción a las drogas y la corrupción de su líder de primera hora Huey Newton (1942-1989), o la apología del que fuera ideólogo de los Panteras de la violencia sexual contra las mujeres blancas como “acto de guerra” y posterior cristiano y republicano arrepentido Elridge Cleaver (1935-1998), acabaron ayudando a sepultar a una organización de mayoría marxista y por tanto incapaz de prescindir de líderes formales y de rechazar sus basuras cuando ameritaba.

3 Infame es el conocido programa de contrainsurgencia llamado COINTELPRO (acrónimo de Counter Intellingence Program, o Programa de Contra Inteligencia) desarrollado por el FBI, oficialmente entre 1956 y 1971, y dedicado a eliminar, por todos los medios posibles, desde el terrorismo directo, la incriminación con fabricación de pruebas o la financiación de grupos de extremaderecha, a los disidentes políticos de tendencia revolucionaria.

4 Organización fundada como banda callejera en 1960. Posteriormente (1968), emulando el ejemplo de los Panteras Negras, se reformulará como partido y hará una labor similar a dicha organización pero tratando de aglutinar a la comunidad puertorriqueña.

5 Mijail Bakunin (1814-1876) abrazaría el anarquismo consciente, y no sólo intuitivo, a partir de 1864.

6 Militantes del sindicato de origen norteamericano I.W.W. (siglas de Industrial Worker of the World, o Trabajadores Industriales del Mundo) fundado en 1905, partidario del sindicalismo revolucionario y en muchas ocasiones vinculado con el anarcosindicalismo. La palabra wobblies proviene aparentemente de la característica forma en que un militante chino de la época pronunciaba el nombre del sindicato.

7 Sindicato radical fundado en 1893 (conocido por sus siglas en inglés WFM, es decir Wenstern Federetion of Miners), fundador a su vez de la I.W.W. y cuyo representante más destacado, como también lo sería posteriormente de la I.W.W., fue “Big” Bill Haywood (1869-1928).

8 Se refiere al Ku Klux Klan, organización racista y supremacista blanca creada en el Sur de los Estados Unidos después de la Guerra de Secesión (1861-1865) como resultado del resentimiento de los sudistas por la derrota militar y la abolición formal de la esclavitud.

Más allá del fuego

Más allá del fuego

En un mes la isla de Gran Canaria ha sufrido 3 incendios. El último el de mayor magnitud: entre 10.000 y 13.000 hectáreas carbonizadas. Nuestra isla arde y pierde lo único que nos permite respirar sepultadas en este ataúd de hormigón en el que han convertido Gran Canaria: nuestro campo.

Podemos hablar de monstruos, de pirómanos, pero esa, la responsabilidad individual, es la respuesta fácil. Ya lo decía Quetelet: “la sociedad prepara los crímenes y los individuos sólo los ejecutan”.

Aquí el problema ha sido un modelo económico y social que vive de espaldas a la vida rural, que sólo mira el campo como un lugar donde pasar los fines de semana o, como mucho, donde veranear. Desde esa óptica es imposible hablar de prevención y de previsión. Los incendios se impiden en otoño, diciembre y primavera; el verano sólo pueden extinguirse.

En Canarias tenemos entre un 20-25% de desempleo. Con 240.000 parados, ¿por qué no crear bolsas de empleo para desbrozar campos, cuidar y proteger nuestra cumbre? Nuestros vecinos, si tienen suerte, pueden acceder a bolsas de empleo temporales para limpiar las calles. ¿Por qué no invertir en formación y crear cuadrillas para prevenir incendios? Los responsables políticos dicen que harían falta miles de personas y que no abarcarían toda la isla. En su lógica los incendios son inevitables, y mientras sólo unos cientos de profesionales se pueden encargar de su extinción unos miles no pueden encargarse de su prevención. Su intención es clara: que los parados no desvíen su atención del trabajo precario y mal pagado que ofrece el turismo. Es la consecuencia de una economía completamente terciarizada.

Tenemos un Cabildo de “izquierdas” dedicado durante años a asesinar al ganado guanil (nuestras cabras silvestres) con la supuesta intención de proteger flora endémica, cuando bastaba con deslocalizar su actividad y llevarlas a zonas donde pudieran pastar y limpiar terrenos que son puro combustible en caso de incendio. ¿Saben los responsables políticos que en otros territorios como Portugal se está usando el pastoreo estratégico para prevenir los incendios y que ha dado grandes resultados? Mejor matar antes que comprender.

Los grandes “gestores”, tan preocupados por los endemismos, son los mismos que han permitido durante décadas, cuando no propiciado, la invasión de especies vegetales pirófilas (plantas de gran capacidad combustible), como la araucaria, que precisamente es muy común en las medianías (zona gravemente afectada por los últimos incendios), simple y llanamente porque ornamentalmente es lo que los turistas quieren ver.

Ante una tragedia de tal magnitud, ¿por qué se ha querido ningunear a los voluntarios, por qué se han puesto impedimentos a la participación popular organizada? La versión oficial ha sido que es un riesgo para la población civil, que les falta formación, etc. ¿Es un peligro participar en labores que eviten la propagación del incendio limpiando terrenos y barrancos en zonas aún no afectadas? Si no hay formación, ¿por qué no usar la experiencia profesional para ayudar a coordinar estas cuadrillas en vez de acusarlas de alarmistas y ordenarles que se vayan a casa? Cuando los voluntarios no se han dejado amilanar y han participado en labores de prevención para ayudar a que el fuego no se extienda por otros municipios, las instituciones, sistemáticamente, han tratado de obstaculizar o solapar su intervención y la han descartado, públicamente, por innecesaria. No vaya a ser que la gente se sienta interpelada y decidan cuestionar la labor de los “gestores” y quizás se vean tentados a prescindir de ellos.

Pero las instituciones no hacen más que responder al modelo económico impuesto. Ahogados por la turistificación, sólo importa la naturaleza cuando se puede explotar comercialmente. Unas islas con 2.100.000 habitantes (850.000 en Gran Canaria) reciben anualmente entre 13 y 15 millones de turistas. La isla entera está concebida para ellos, para que la consuman; no para que la población local la viva. ¿Cómo la misma isla que puede acoger a millones de turistas es incapaz de mantener en condiciones dignas a 10.000 evacuados? Cuando un derrumbe o un incendio doméstico afecta a más de 5 familias, las instituciones reconocen estar desbordadas. ¿Por qué? Porque sus políticas jamás han contemplado un horizonte que vaya más allá del próximo hotel o el siguiente centro comercial. Las tragedias humanas son cosa de pobres.

Nos encontramos, en conclusión, con tres incendios consecutivos, cada uno más virulento que el anterior. Nos encontramos con unas instituciones incompetentes que han corrido a inundar los medios con sus caras preocupadas para no perder su ventaja en la disputa por el relato. Tenemos un modelo económico y social que nos empuja a explotar nuestras costas y a ignorar nuestros campos, donde la prevención y la protección de nuestras cumbres se considera baladí porque no es algo comercialmente cuantificable ni consumible. Hoy nuestra isla arde y cambia su orografía y su fauna y flora para siempre, pero mañana todo quedará olvidado. Los centros comerciales están intactos, los hoteles no cierran, el hormigón es ignífugo, los turistas están a salvo, los animales y las plantas devastados por el fuego no consumen, la población residencial seguirá votando y trabajando, el capitalismo sigue en pie aunque tenga que reinar sobre cenizas. Este es el verdadero rostro de “Las Islas Afortunadas”.

FAGC

Nuevo logo de la FAGC

Aunque por la FAGC han pasado varias compañeras con grandes cualidades artísticas que nos han obsequiado con diseños emblemáticos, desde que la FAGC empezó a dedicar el 100% de su militancia en lo que hemos llamado «anarquismo de barrio» hay que reconocer que hemos sido bastante dejadas con toda la parte estética. Generar simbología nunca ha sido nuestro fuerte, siempre más preocupadas por el contenido que por el continente. Y seguiríamos sin darle importancia si esto no influyera tanto en la parte práctica. A la hora de elaborar convocatorias y demás ponemos a las compas convocantes en situaciones bastante comprometidas pues a duras penas tienen cómo representar nuestra participación y implicación en un evento o proyecto. A fin de zanjar esto, y teniendo en cuenta que apenas hemos realizado cambios visuales en 8 años de militancia, lanzamos nuestro nuevo logo, mucho más acorde a nuestra actividad cotidiana que una simple A circulada.

Esta maravilla de logo (sí, no somos objetivas ni queremos) es obra de nuestro compañero @sublinismo, un artista comprometido que ya se ha volcado en varias campañas de la FAGC, como la de evitar el desahucio de «La Ilusión» e incluso otras cuyo material al final no se ha hecho público gracias a victorias prematuras obtenidas por la presión previa. Pero no sólo es un artista solidario, es también un proletario del pincel que aporta gran parte de sus escasas ganancias vendiendo ilustraciones a cuidar gatos heridos y enfermos que rescata de la calle. No duden en contactarle.

La FAGC en Leipzig

11/8/19. 14:00 hrs. Presentación: Anarquismo de barrio. La experiencia de de la Federación Anarquista de Gran Canarias (FAGC), contada por sus integrantes (en español con traducción al alemán).

La Federación Anarquista de Gran Canarias resulta uno de los colectivos ácratas más inspiradores de los últimos años en el mundo hispanohablante. Nacida en un contexto de precariedad social y laboral, así como de crisis económica en las islas Canarias se plantea por objetivo promover el anarquismo a través de la práctica y desarrollo de la Idea entre las personas que más sufren las consecuencias del sistema capitalista. Básicamente es su apuesta por un anarquismo de barrio, anclado a las necesidades reales y concretas de las personas lo que ha hecho que un numeroso grupo de personas que sin ser anarquistas se unan al trabajo que desarrollan las compañeras.

Así, desde esta iniciativa han surgido ocupaciones de viviendas para uso colectivo como La Esperanza, en la cual vivien cerca de 200 personas. También es constante su esfuerzo en realizar otras acciones de denuncia o bien prácticas solidarias. También han realizado un gran esfuerzo en difundir sus ideas y metodología de trabajo a través de diversos escritos.

“La revolución social no puede hacerse sino mediante la intervención de todos individualmente; de otro modo, no sería la revolución social”
Joseph Dejacque