Anarquía a pie de calle II

Anarquía a pie de calle II
¿Lucha social?
Mañana para los jóvenes estallarán como bombas los poetas; mañana las caminatas por el lago, las semanas de perfecta comunión; mañana los paseos en bicicleta en las tardes de verano. Pero hoy la lucha” (W.H. Auden, España, 1937).
Vaya por delante que quien les habla de lucha social se tiene por individualista. Soy individualista porque soy celoso de mi independencia y criterio personal, pero también por razones pragmáticas. Para implicarse en la lucha social es imprescindible conservar grandes dosis de individualismo: para no corromperse, para no dejarse arrastrar por impulsos gregarios y apetitos mayoritarios, para saber por qué haces lo que haces.
Pero me repugna el aristocratismo; soy individualista porque quiero, para todos y cada uno, una personalidad única y fuerte, y que cada uno desarrolle su “yo” sin límites ni cortapisas ambientales. Pero, ¿cómo domar el ambiente para que sean los individuos los que le den forma a este y no este el que de forma a los individuos? Implicándose en la lucha social, no hay otra.

Nuestro desprecio por la sociedad actual puede llevarnos a la resignación. Tanto a un nihilismo satisfecho (“nada se puede cambiar y es mejor vegetar y vomitar esporádicamente a través de las redes sociales o un artículo bien escrito”) como a la actitud del náufrago (“aunque no queramos este es nuestro hábitat, adaptémonos y salvemos los pocos muebles que llegan a la orilla”). Pedir que todo arda sin mover un dedo o enzarzarse en pedir reformas electorales o iniciativas legislativas populares son muestras de ambas actitudes. Resignación más o menos activa, pero renuncia al fin.
Resignarse es rendirse, y eso es morirse por dentro. Hay que implicarse en la lucha social porque sólo así conseguiremos cambiar algo, aunque sólo sea una parte de la porción de mundo que nos ha tocado en suerte. Pero hay que implicarse con grandes dosis de realismo; tanto realismo que duele a veces.
Hay que saber antes que nada que puedes implicarte, tener éxito, conseguir cambiar la vida de la gente, sin que en nada hayan cambiado sus mentes. Una persona mezquina hambrienta no es diferente de una persona mezquina satisfecha salvo en su capacidad material para hacer daño. Tendrá más o menos posibilidades, distintas prioridades, pero en lo sustancial es igual. Idealizar a las “clases sociales” (categoría que si no se limita a fijar la línea entre oprimidos y opresores sirve de poco) es absurdo. Ni el obrero es el personaje de los carteles soviéticos ni la obrera es la de los carteles americanos de la II Guerra Mundial. Los excluidos y los marginados, los “sin-clase”, entre los que me encuentro por nacimiento y vocación, no responden tampoco a una visión romántica prefijada de nómadas y espíritus libres. Somos seres de carne y hueso que no pueden ser observados desde fuera, sino vividos desde dentro.
Poner defectos o cualidades donde no los hay de forma ingénita es una fuente de injusticias o expectativas frustradas. Los que trabajamos por la revolución tenemos que tener una cosa clara: ésta no se hará con superhombres nietzscheanos; se hará con personas con prejuicios, cargadas de tabúes, lastradas por ideas machistas, racistas y xenófobas. Ese es el material humano de las revoluciones porque la gente no cambia de un día para otro por mucho que se intenten cambiar los acontecimientos. El entusiasmo inicial tamiza esas actitudes, pero sin una pedagogía previa no podemos pretender que las personas tiren su equipaje mental de forma instantánea.
¿Seguro que cambiando las condiciones materiales no conseguimos cambiar las condiciones mentales? No necesariamente. Kropotkin es uno de mis pensadores de referencia, y después de haberlo estudiado y tratar de llevar a la práctica algunas de sus propuestas –las que me parecían más urgentemente realistas– puedo confirmar que al menos en algunos presupuestos de La Conquista del Pan (1892) se equivocaba. O más bien, para ser justos con Kropotkin, el error no consiste en la tesis principal de esta obra (capital, por otro lado), según la cual la primera cuestión a solucionar de la revolución es la del pan; los que nos equivocamos somos nosotros si creemos que por ser la primera debe ser la única. La primera misión del fenómeno revolucionario debe ser, ciertamente, saciar las necesidades básicas, pero seremos muy ingenuos si creemos que este sólo hecho derrumburá toda forma de jerarquía. Si como ya nos recordaba Tolstói no se le puede hablar de cosas no comestibles a alguien con el estómago vacío1, tampoco podemos esperar que llenando ese estómago obtengamos un cambio conductual en esa persona. Podemos dar abrigo, techo y pan como nos recomienda Kropotkin, pero si las estructuras mentales capitalistas no se han tambaleado, las mejoras de las condiciones materiales no habrán modificado en los sustancial la naturaleza ni las aspiraciones de los afectados. Podemos crear una sociedad de necesidades satisfechas e igualitarismo económico que no por ello, si no se hace un trabajo de fondo, quedará erradicado el poder y la sumisión. Kropotkin decía que si la gente tenía los medios de producción ya no necesitaría arrastrarse ante un Rothschild; no se arrastraran por pan, pero pueden someterse igualmente por el influjo de la fuerza bruta, el miedo o el engaño. La igualdad económica no erradica el autoritarismo ni los vicios jerárquicos, ni borra de un plumazo los tics capitalistas.
Esto puede comprobarse con el ejemplo de las comunas y comunidades de resistencia. Una microsociedad que se organice con un modelo anarquista, y en la que este modelo se demuestre eficiente y eficaz, puede ser una muestra de que la anarquía funciona “demasiado bien”, porque consigue mejorar las condiciones de vida de los afectados, saciar sus necesidades, pero con muy poco esfuerzo por parte de estos. No se puede crear una oasis de anarquía rodeado de un desierto de capitalismo, porque tarde o temprano la arena te entra por la puerta2.
La mayoría de comunidades libertarias de finales del siglo XIX y principio del XX, y aún las comunas hippies de la segunda mitad del pasado siglo, fracasaban por una cuestión muy clara: se constituían en comunidades cerradas, aisladas, sin ser conscientes de que la gente no deja su “vieja mentalidad” en la entrada. Esto ya lo explicaba Reclús en su texto Las Colonias Anarquistas (1902). La sociedad no tiene vida propia ajena a la de sus miembros, sin embargo la existencia de cierta psicología colectiva, de grupo, la hace comportarse como un organismo vivo. Como tal, muere si permanece encerrado y sin aire, y vive cuando se ventila, cuando respira y se nutre del exterior.
Esas cualidades centrífugas y centrípetas de las que que hablaba en el artículo anterior, no son sólo aplicables a distintos tipos de anarquismo, sino también de comunidad y de militancia. En mi experiencia comunitaria he podido comprobar que los periodos de aislamiento y endogamia forzada mueven a la depresión y la desmovilización, pero cuando se interactúa con el entorno en el que se está inserto y se reciben estímulos del exterior el organismo que es la comunidad se renueva y se revitaliza. Lo mismo pasa con la militancia. La actividad centrada en el propio grupo, en el propio movimiento, que no se abre y se expande ni quiere relacionarse con el exterior, es inútil y tiende a la esclerosis. Es imprescindible moverse hacía afuera, irradiar. La sangre que no circula se tromba y produce gangrena; el movimiento es la base de la vida, la base del cambio.
Pero se me preguntará: ¿por qué enredarse en la lucha social si el cambio material no tiene las repercusiones inmediatas que se pretende? Y en caso de que fuera deseable, ¿qué estrategia seguir?
La gran aspiración anarquista revolucionaria, y la de mayoría de movimientos sociales, es llegar a la gente. Puede que a través de la lucha social, de ayudarles y promover vías de autogestión, su mentalidad no cambie, pero es esa la única forma real de llegar a ellos, de entablar contacto. Entiendo las buenas intenciones, pero a una familia que busca alimentos en la basura, que está discriminando entre lo podrido y lo descompuesto, no se le puede hablar de las virtudes del veganismo o de los malos efectos de los transgénicos; suena a insulto, a broma macabra. Esas cosas, que realmente son una muestra de consciencia, interesan cuando uno tiene sus necesidades básicas satisfechas y un estatus estable; al desnutrido lo que le interesa es no morirse de hambre. Cuando se hablan de cosas ajenas a la realidad inmediata de la gente y tratamos de arrastrarlos a nuestro terreno, en vez de evaluar que tiene nuestra forma de concebir el mundo que ofrecerles a ellos, estamos estableciendo una línea entre la gente sin ideología y el anarquista que, mentalmente, no dista mucho de la que hay entre el desposeído y el propietario: intereses distintos cuando no contrapuestos.
Hay que analizar qué interés legítimo y coincidente con nuestras ideas y praxis tiene la gente y tratar de meterle mano. La FAGC se dio cuenta en 2011 de la alarmante necesidad de vivienda que había en la Isla de Gran Canaria: entre 25 y 30 desahucios diarios con 143.000 casas vacías en el archipiélago. La gente necesitaba techo; pues eso había que ofrecerles, porque nuestras herramientas son ideales para ello y porque históricamente, desde la Comuna de París al Movimiento Okupa, ha sido parte de nuestro acerbo.
Ya he dicho que con la política del pan, siendo lo prioritario, no basta. Hay que usar grandes dosis de pedagogía (alejándose radicalmente del adoctrinamiento y el proselitismo), socializar herramientas formativas, fortalecer la independencia de la gente y crear círculos de compromiso dispuestos a no perder las conquistas conseguidas. Sí, el pan no lo es todo; pero es la única forma de que esa entelequia informe e indefinible a la que llamamos “pueblo” te tenga en cuenta y te distinga de los vendedores de humo. Sí, la propaganda por el hecho tiene sus límites, y mostrar el camino correcto y recorrerlo no es suficiente para que otros lo hagan; pero es la forma más honesta y coherente de difundir una idea y de intentar que la gente la adopte. La vía vivencial, de hacer lo que se predica, es lo único que te legitima a poner una propuesta encima de la mesa. Si no lo has vivido antes no me lo vendas. Darle a las necesidades básicas la prioridad que les corresponde, y no ofrecerle poesía, liturgia o escolástica al que necesita proteínas es la única forma de empezar a hablar en serio, la única forma de no demostrarse enajenado de la realidad.
Ciertamente los pruritos capitalistas y los raptos de burguesismo pueden permanecer en la mente del que gracias a tu ayuda ha dejado de ser un paria. Alejado de la miseria quizás se incremente más esa mentalidad consumista. Pero si se ha conseguido cambiar su situación vital a través de procedimientos libertarios, con tácticas de acción directa al margen de la legalidad, aunque esto no altere la psique del afectado, la realidad es que el hecho, el ejemplo, queda y subsiste, y es lo que sirve de referente para demostrar que si el material humano falla, las ideas y las prácticas no. De todas maneras, basta con que en uno de cada diez individuos germine la semilla de tu ejemplo de apoyo mutuo o autogestión para que la lucha social iniciada haya valido la pena.
Wilde nos hablaba en su El Alma del Hombre bajo el Socialismo(1890) de lo aburridos que eran los “pobres virtuosos”. Exigir que los pobres sean virtuosos, además de pobres, no es una cuestión de “aburrimiento”, si no de brutal e injusta insensibilidad. En la lucha social podrás descubrir personas que llevan años sin socializarse con nadie, que han sido excluidas de las más mínimas comodidades, que llevan décadas viviendo en estado de guerra permanente, que sienten que cuánto les rodea es hostil. Lo raro no es que desconfíen o incluso traten de aprovecharse de quien le tienda una mano; lo raro es que no se le tiren a la yugular. En vez de eso, muchas personas que han sido tratados como fieras peligrosas desde la infancia, constantemente hostigadas por su entorno, se embeben de una solidaridad dada a cambio de nada, salvo de compromiso, y de una forma de actuar que no acepta liderazgos ni servilismos. Se embeben tanto que la reproducen. Aprenden a ayudar a los demás, abren casas para familias sin hogar tal y como se les abrió a ellos; llegan a darse cuenta de que el siguiente paso está en defenderse por sí mismos, en la autonomía; la ilegalidad a la que antes recurrían por necesidad ahora tiene una finalidad más profunda. Puede que empiecen a interesarse por las ideas que les han llevado hasta ahí y empiecen a hablar de anarquismo; y si no, al menos ya no desconocen ese término ni lo temen. Se produce en ellos un cambio de paradigma.
Sin embargo, deberíamos de tener una cosa muy clara: el modelo anarquista que proponemos no necesita convertir a la gente en anarquistas para funcionar; sería aberrante. El anarquismo destinado a los anarquistas es chovinismo. El anarquismo es útil cuando se dirige a los que no son ni serán anarquistas. Es ahí cuando se demuestra que un proyecto y un modelo funcionan.
Nuestro objetivo es llegar a los que nada tienen, no para hacerlos anarquistas conscientes, sino porque sólo ellos, los que más sufren y padecen, tienen motivos objetivos para querer cambiar de vida y la razón para romper convulsamente con todo. El mensaje anarquista de libertad y autonomía acoge a toda la humanidad; el de tres comidas diarias y un techo sobre la cabeza sólo puede ir destinado a los que carecen de ello. La anarquía para los satisfechos, para los aburridos intelectualmente, es un artefacto inútil. Los principios libertarios son asumibles por todos, pueden cambiar la vida interior de quién los asuma, sin importar su ascendencia; pero su programa económico y social va dirigido a cambiar la vida de los que hoy comen barro. Por eso es imprescindible intervenir en esa lucha; no hay otra forma de cambiar lo que nos rodea.
¿Cómo hacerlo? Desde dentro, sin partenalismos ni dirigismos. La táctica del “paracaidista” que salta sobre un conflicto, venido de quién sabe dónde, para arrojar luz, es la táctica del fracaso. Sólo cuando se te ha visto mancharte, sudar y sangrar estás legitimado para intervenir, y ni siquiera eso vence todos los recelos. Se debe crear un proyecto en el que las diferencias entre los anarquistas que lo inician y las personas generalmente no ideologizadas que lo vayan integrando se difuminen, sin rangos, ni vanguardismos ni primacías.
Participando en las inquietudes reales del pueblo, en las que se han generado en ellos, y no en la que nosotros queremos introducirles desde fuera. Una vez hemos tomado parte de sus intereses, de su lucha, de su reivindicación, nuestra misión como anarquistas es tratar de llevarlos un poco más lejos, un pasito más allá. Malatesta lo entendió con lucidez:
Hagamos comprender a todos aquellos que mueren de hambre y de frío, que todas las mercancías que llenan los almacenes les pertenecen a ellos, porque ellos fueron los únicos constructores, e incitémosles y ayudémosles para que las tomen. Cuando suceda alguna rebelión espontánea, como varias veces ha acontecido, corramos a mezclarnos y busquemos de hacer consistente el movimiento exponiéndonos a los peligros y luchando juntos con el pueblo. Luego, en la práctica, surgen las ideas, se presentan las ocasiones. Organicemos, por ejemplo, un movimiento para no pagar los alquileres; persuadamos a los trabajadores del campo de que se lleven las cosechas para sus casas, y si podemos, ayudémoslos a llevárselas y a luchar contra dueños y guardias que no quieran permitirlo. Organicemos movimientos para obligar a los municipios a que hagan aquellas cosas grandes o chicas que el pueblo desee urgentemente, como, por ejemplo, quitar los impuestos que gravan todos los artículos de primera necesidad. Quedémonos siempre en medio de la masa popular y acostumbrémosla a tomarse aquellas libertades que con las buenas formas legales nunca le serían concedidas. En resumen: cada cual haga lo que pueda según el lugar y el ambiente en que se encuentra, tomando como punto de partida los deseos prácticos del pueblo, y excitándole siempre nuevos deseos”3.
Lo que intentó la FAGC con el Grupo de Respuesta Inmediata contra los desahucios y la Asamblea de Inquilinos y Desahuciados fue intervenir en una aspiración real de la población (la vivienda) y lejos de las propuestas moderadas y legalistas de las plataformas y colectivos locales, llevar la lucha por el derecho al techo a otros presupuestos, más profundos y más radicales. Esa es la primera etapa de nuestra lucha. Parando desahucios de forma combativa y realojando familias sin techo en casas unifamiliares expropiadas a los bancos, iniciamos el contacto con la gente y demostramos que se podía actuar de otro modo, más comprometido y más eficiente.
Inmersos en las aspiraciones habitacionales populares iniciamos la etapa de la Comunidad “La Esperanza”, porque hacía falta una demostración de fuerza, un proyecto lo suficientemente grande y llamativo cómo para que no pudiera ser ocultado a la opinión pública por mucho que se quisiera. Ante el victimismo de que hagamos lo que hagamos se nos silencia, hemos intentado mostrar que a despecho de las manipulaciones y tergiversaciones mediáticas, si se hace algo de gran magnitud es imposible que pueda quedar solapado y barrerse bajo la alfombra (a esto obviamente hay que sumarle una gran capacidad de trabajo y saber diseñar una buena “guerra de tinta”). Llega después una tercera etapa que ya explicaré en el último artículo de esta serie.
Lo hecho en esta segunda etapa tiene su importancia y significado, no sólo evidentemente por su dimensión social, por dar techo a un número tan ingente de adultos y menores, sino también en otros aspectos. En nuestro movimiento parece que ciertos think tankse disputan una ridícula hegemonía. Invalidan lo que dice su competidor con palabras, siempre con palabras. Si una propuesta se les antoja muy radical o muy reformista no tratan de contraponerle un ejemplo práctico que la desbarate; le contraponen otra idea. Cuando se criticaba por ejemplo la ILP de la PAH por inservible y legalista, la crítica podía ser muy certera (de hecho lo es), pero si no se le contrapone otra alternativa a la gente no le quedará más remedio que aferrarse a la única alternativa que hay puesta sobe la mesa. Nosotros criticábamos la ILP y como aval a nuestra crítica dimos vida, por ejemplo, a “La Esperanza”. Lo que hace falta es un action tank, grupos de acción que realicen actos que secunden nuestras teorías, un respaldo activista con resultados reales y cuantificables. Eso es lo que válida tu propuesta; lo demás es retórica, verborrea y papel, y eso tiene el mismo peso que un puñetazo sobre la mesa de un bar.
Empero, hay que ser realistas: si la línea vivencial debe quedar borrada entre los anarquistas y los realojados (pues esta es la única manera no sólo de evitar vanguardismos sino de propiciar la autoemancipación y sumar a los afectados a la lucha por su propia causa), hemos de saber detectar las diferencias y semejanzas de nuestras aspiraciones; ahí se hallan lo límites de la lucha social. Personalmente, como anarquista, y en relación a la Comunidad “La Esperanza”, podría preferir una ocupación sine die, un desafío constante al Estado y las entidades financieras, sobreviviendo en situación constante de emergencia. Pero precisamente, como anarquista, no me gusta disparar con pólvora ajena. No puedo lanzar a la gente, cargados de hijos menores, a luchar con molinos de viento espoleados por mis ideas. Debo conocer y comprender cuales son sus aspiraciones reales y hasta dónde están dispuestos a llegar y si ya han llegado lo más lejos que les era posible no tratar de forzarles a iniciar formas de lucha que aún no han nacido en ellos. La necesidad crea al órgano, y esas formas se darán de forma natural cuando sea el momento. Hay que entender que si para mí la ilegalidad es una opción y un recurso a defender, para ellos es una obligación nacida de la necesidad. Después de la guerra la gente quiere paz y eso no es criticable. En base a eso redacto documentos legales que me repugnan porque la comunidad de la que formo parte los necesita y confía en mi capacidad para darles cuerpo. “La Esperanza” ha decidido regularizar su situación, lanzar un órdago: si sale mal seguirá al margen de la legalidad y no abandonará las viviendas; si sale bien habrá conseguido vencer en su desafío al Sistema y haberle arrancado sus demandas.
¿Conseguir esas exigencias será el final de todo? Como Comunidad puede que sí, pero a nivel de estrategia global de la FAGC evidentemente no. Conseguir esta victoria sería un ejemplo de lo que se puede lograr mediante la ocupación, sometiendo a los bancos y los poderes públicos a una política de hechos consumados. Debe y puede reproducirse en más sitios. Pero si a esta estrategia no se le da una vuelta de tuerca final su resultado práctico, de tener éxito y propagarse de forma viral, será llenar el Estado de viviendas de protección oficial y aumentar el parque de vivienda pública, y ese no es nuestro objetivo. Nuestro objetivo es darle techo a las familias, pero cambiando completamente el paradigma social.
Cuando se interviene por ejemplo en la lucha sindical y se intenta una mejora en los horarios o en los salarios, lo que conseguimos, si triunfamos, es una victoria parcial y una demostración de fuerza. Esa necesidad de práctica, de hacer músculo, es lo importante. Pero si nos quedamos en la disminución de horarios o en el aumento de salario en sí, no haremos más que reforzar el modelo capitalista laboral. Si decimos que nuestras aspiraciones son otras, habrá que demostrarlo con hechos y no sólo con una declaración de intenciones. Lo mismo ocurre con el tema de la vivienda. La idea es que nadie se muera en la calle, esa es la prioridad; pero entendiendo que lo que propicia que eso pase es el modelo actual, y que por tanto no sólo hay que poner remedio a sus consecuencias sino también a sus causas. Dando techo y consiguiendo que no se eche al realojado de su casa demostramos fuerza y respondemos a una atrocidad, atajándola; pero si detrás de eso no hay un tercer movimiento esa demostración se quedará ahí, como un fin en sí misma.
La lucha no es un automatismo (luchar por luchar). Se lucha para destrozar barreras y alcanzar objetivos. ¿Cuándo sabes que la lucha es importante? Cuando alcanzado ese objetivo tienes la sensación de que aún no has hecho más que empezar.
¡Venga entonces el tercer movimiento!
Fdo: Ruymán Rodríguez
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1 “Antes de proporcionarle al pueblo sacerdotes, soldados, jueces, doctores y maestros, deberíamos averiguar si por ventura no se está muriendo de hambre” (El trabajo y la teoría de Bondarev, 1888).
2 Aunque en honor a la verdad, a no ser que se produzca una dificultosa revolución global, cualquier forma de anarquía se dará siempre inicialmente rodeada de capitalismo, se dé en un pequeño pueblo, en una gran ciudad o en toda una región. Cambian los recursos, las competencias y la escala, pero en su imperfección es una manifestación de anarquía. Por eso tal vez yo pueda decir que he vivido en anarquía, y que es hermosa y es dura.
3 En Tiempo de Elecciones, 1890.

La comunidad La Esperanza, un ejemplo de autogestión viva

 
                                                    Publicado por Todo por Hacer (30/6/15)

El idealismo es necesario, pero no basado en irrealidades ni quimeras, sino en la capacidad real de aplicar las ideas pertinentes para transformar el entorno. Hay que descifrar los límites de los propios mitos, sean ideológicos, teóricos o de cualquier clase; descubrir la falsabilidad de los pensadores de referencia y tratar de aplicar las propias ideas teniendo en cuenta que por muchos antecedentes que tenga lo que te propones, y por más jugo que le saques a experiencias pasadas (la historia debe entenderse como pista, no como remanencia), la realidad es que esta experiencia, esta concreta, nadie la ha intentado antes; sólo tú y los que te acompañan. El discurso exclusivamente autorreferencial se diluye y queda la dura realidad. Es dura, pero es tuya.
– Extracto del texto “Anarquía a pie de calle (I)”, publicado en la web www.regeneracionlibertaria.org por un miembro de la Federación de Anarquistas de Gran Canaria.

Hace ya más de dos años que el proyecto de comunidad La Esperanza echó a andar. Dos años desde que, a principios de 2013 y en el seno de las luchas contra los desahucios que cobraron fuerza con el 15M, la Federación de Anarquistas de Gran Canarias (FAGC) contactara con la propietaria de una serie de bloques de viviendas deshabitados en el municipio canario de Santa María de Guía. Por aquella época, la FAGC se encontraba desarrollando varias iniciativas en este campo, destacando el Grupo de Respuesta Inmediata contra los desahucios y la Asamblea de Inquilinos y Desahuciados. Los pisos de Santa María de Guía se encontraban en proceso de ser embargados por una deuda hipotecaria con Bankia. Esta situación, unida a los varios robos de material que habían sufrido las viviendas, hizo que consiguieran llegar a un acuerdo con la propietaria para que cediera temporalmente los pisos al proyecto que pretendía iniciar la FAGC. Una iniciativa de viviendas para familias sin recursos y en situaciones altamente complicadas.

A día de hoy, en medio del pantanoso mundo de los procesos judiciales, la propiedad de estos bloques ha seguido un tortuoso camino hasta llegar a manos del SAREB (el famoso “banco malo”), que en el momento que se diriman todos los recursos abiertos, podrá iniciar el proceso de desalojo de La Esperanza. A pesar de ello, desde 2013 el proyecto ha seguido creciendo a grandes zancadas, y actualmente la totalidad de las 71 viviendas con que contaban los bloques están ocupadas, dando cabida a alrededor de 250 personas, de las cuales 150 son menores de edad. Más allá de ser un espacio habitacional, La Esperanza nació con la intención de crear un proyecto social más amplio, una verdadera comunidad. En este sentido, se plantea una forma distinta de afrontar la convivencia y la gestión y construcción del vecindario. Como ellos/as mismos/as comentan, las viviendas están socializadas, con lo que la propiedad se encuentra en régimen comunitario. Ello supone, por tanto, que los trabajos de mantenimiento recaen sobre el conjunto de los habitantes de La Esperanza, que los autogestionan en base a sus propias capacidades. Y también implica que cuando alguna familia deja la vivienda, al encontrarse en una situación laboral y económica más holgada, el piso vuelve a la comunidad y esta lo pone a disposición de una nueva familia con necesidades. Puesto que la iniciativa surge para tratar de dar solución estable a casos extremos de pobreza (familias sin recursos ni ingresos, normalmente con hijos/as y en situaciones jodidas como largos periodos de desempleo o casos de violencia de género), no se cobra un alquiler por las viviendas, sino que únicamente se aporta una cuota de 25 euros al mes (voluntaria, en la que cada uno/a aporta más o menos en función de sus posibilidades) para poder afrontar la compra de las grandes cubas de agua con las que se abastece La Esperanza. Estos problemas en el abastecimiento de agua, que se unen a los de la luz, hacen que el ahorro y la economización de estos recursos sea algo imprescindible en su día a día.
Todas la decisiones que afectan al conjunto de la comunidad se toman en las asambleas, que se realizan una vez al mes (excepto en casos de urgencia) y de las que parten las comisiones que se encargan del trabajo práctico cotidiano. Como ya hemos señalado, la idea de este proyecto es que suponga un cambio en el conjunto de las relaciones vivenciales, de modo que trata de potenciar que todos los conflictos entre vecinos/as que surjan, se traten de resolver de forma directa entre los/as afectados/as, o con el apoyo de la asamblea si es necesario, pero sin recurrir  a ninguna forma de violencia, sea personal o institucional”. En este sentido, también existen otros proyectos convivenciales como son un huerto comunitario o el trabajo con los/as numerosos/as niños/as de la comunidad.
Si en estos últimos meses la ocupación se ha convertido en noticia destacada en varios medios de comunicación, noticia que ha ido creciendo como una gran bola de nieve, ha sido en gran medida porque así lo han querido los/as habitantes de La Esperanza. Tras todo este tiempo de camino recorrido, sus problemas se han agudizado en forma de hostigamiento por parte de la Guardia Civil. Los/as vecinos/as de la comunidad denuncian que, de un tiempo a esta parte, están sufriendo constantes grabaciones desde inmuebles cercanos por parte de las fuerzas del orden, así como que varias personas han sufrido identificaciones o incluso detenciones arbitrarias (que acaban derivando en sanciones administrativas, con lo que ello supone para una gente que si vive en La Esperanza es por su falta de medios económicos). Partiendo de este punto, se ha iniciado una campaña de difusión de la comunidad, con la que dar voz a la situación actual del proyecto, sus necesidades y sus próximas metas. Y ante todo, plantear sus logros. Porque si algo nos gustaría destacar de este caso es lo que han conseguido, cómo el trabajo cotidiano de toda esta gente ha generado, desde la nada, una herramienta de transformación social y resolución de problemas reales muy válida. La autogestión y el trabajo de base funcionando en el día a día, acometiendo problemas y tirando para adelante.
Volviendo sobre sus próximos pasos, desde La Esperanza se está tratando de regularizar los suministros básicos de las viviendas, a saber, agua y luz, que como ya hemos dicho, actualmente solventan precariamente. Por otro lado, y ante la nueva situación que se generará cuando el SAREB sea plenamente propietario de las viviendas, desde la asamblea de habitantes de la comunidad ya afirman su intención de luchar contra el posible desahucio planteando la opción de convertir las viviendas en pisos de protección oficial bajo régimen de alquiler social (supeditando este alquiler al 20% de los ingresos familiares). Pero lo que sí dejan claro, es que no van a dejar de lado su funcionamiento interno, su gestión horizontal y autónoma de su vecindario. Pero todo esto es cosa del futuro, y esperamos poder retomar este tema en los próximos meses con buenas noticias.
Para actualizar la información sobre La Esperanza y, si se quiere, ver cómo apoyar esta iniciativa, os recomendamos visitar la página web de la Federación de Anarquistas de Gran Canarias, www.anarquistasgc.net

Contra la Ley Mordaza: Desobediencia Civil

DESOBEDIENCIA CIVIL
de Henry David Thoureau (1848)
(fragmentos seleccionados)
Acepto plenamente la divisa: el mejor gobierno es el que menos gobierna, y quisiera verlo actuar en este sentido más rápida y sistemáticamente. Realizada, equivale en última instancia a esto en lo que también creo: el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto, y cuando los hombres estén preparados para él, éste será el tipo de gobierno que todos tendrán. El gobierno es, bajo óptimas condiciones nada más que un recurso, pero la mayoría de los gobiernos suelen ser, y a veces todos los gobiernos son inoportunos. Las objeciones que han sido planteadas contra la existencia de un ejército regular, son muchas y de peso. Finalmente éstas pueden también aplicarse a un gobierno establecido. El ejército regular no es más que un tentáculo del gobierno establecido. El mismo gobierno, que sólo es el medio escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad, está igualmente sujeto a sufrir abusos y corrupción antes de que el pueblo llegue a actuar a través de él. 

[…] ¿Debe el ciudadano renunciar a su conciencia, siquiera por un momento o en el menor grado a favor del legislador? ¿Entonces porque el hombre tiene conciencia? Pienso que debemos primero ser hombres y luego ciudadanos. No es deseable cultivar tanto respeto por la ley como por lo correcto. La única obligación que tengo derecho de asumir es la de hacer en todo momento lo que creo correcto. […] La ley jamás hizo a los hombres ni un ápice más justos; además, gracias a su respeto por ella hasta los más generosos son convertidos día a día en agentes de injusticia. Un resultado común y natural del indebido respeto por la ley es que se puede ver una fila de soldados: coronel, capitán, cabo, soldados, dinamiteros y todo, marchar en admirable orden cruzando montes y valles hacia las guerras […]. 
La masa de hombres sirve al Estado así: no como hombres principalmente sino como máquinas, con sus cuerpos. Son el ejército regular y la milicia, los carceleros, los guardias civiles, la fuerza pública, etc. En la mayoría de los casos no hay libre ejercicio, ni de juicio ni de sentido moral, sino que se colocan en el mismo plano que la madera, la tierra y las piedras; y quizá se pudieran fabricar hombres de madera que sirviesen tan bien a ese fin. Esto no merece más respeto que el que merece un espantapájaros o un puñado de inmundicia. Tienen el mismo valor que los caballos y los perros. Sin embargo a gente como ésta se les tiene comúnmente por buenos ciudadanos. […] Muy pocos -como héroes, patriotas, mártires, reformadores en amplio sentido, y hombres- sirven al Estado también con su conciencia, por lo tanto necesariamente en su mayor parte le resisten, y comúnmente el Estado los trata como enemigos. Un hombre sabio sólo como hombre será útil y no se prestará a ser arcilla, ni a tapar un agujero para que no pase el viento sino que al menos dejará ese oficio a sus cenizas […].
Todos los hombres aceptan el derecho a la revolución, o sea, el derecho a negar lealtad y a resistir al gobierno cuando su tiranía o su ineficacia son grandes e intolerables. […] Todas las máquinas generan sus propios conflictos y posiblemente ésta haga suficiente bien para contrabalancear el mal. De todos modos es un gran mal hacer bullicio por eso. Pero cuando el conflicto llega a tener su propia máquina y que la opresión y el robo están organizados, sostengo que ya no debemos tener una máquina así.
[…] El soldado que se niega a participar en una guerra injusta es aplaudido por los mismos que no se niegan a sostener al gobierno injusto que hace la guerra; es aplaudido por aquellos cuya propia actitud y autoridad él desconsidera y reduce a la nada; como si el Estado se apenase a tal grado que contratase a alguien para que se insubordinara contra sus injusticias, pero no tanto como para dejar de cometerlas. Así en nombre del orden y del gobierno civil, a fin de cuentas estamos hechos para rendir homenaje y prestar apoyo a nuestra propia mezquindad. Tras el primer sonrojo de injusticia se presenta su indiferencia, y así su original inmoralidad se conforma en amoralidad no del todo innecesaria para la vida que hemos hecho.
[…] Aquellos que, mientras desaprueban el carácter y las medidas de un gobierno, le prestan su lealtad y su apoyo, son indudablemente sus partidarios más conscientes y, por lo tanto, a menudo se convierte en los más serios obstáculos para realizar reformas.
[…] Existen leyes injustas: ¿debemos conformarnos con obedecerlas o, debemos tratar de enmendarlas y acatarlas hasta que hayamos triunfado o, debemos transgredirlas de inmediato? Los hombres en general, bajo un gobierno como éste, piensan que deben esperar hasta convencer a la mayoría para modificarlas. Piensan que si resisten, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es el gobierno quien tiene la culpa de que el remedio sea peor que la enfermedad. El gobiernolo empeora. ¿Por qué no es más capaz de anticiparse y prever para lograr reformas? ¿Por qué no aprecia a su sabia minoría? ¿Por qué llora y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no alienta a sus ciudadanos a estar alertas para señalarle sus faltas y así poder actuar mejor? ¿Por qué siempre crucifica a Cristo, excomulga a Copérnico y a Lutero y declara rebeldes a Washington y a Franklin?
Uno creería que una negación deliberada y práctica de su autoridad fuese la única ofensa jamás contemplada por gobierno alguno; además ¿por qué no le ha asignado el castigo preciso y proporcional que le corresponde? Si un hombre que no tiene bienes se niega sólo una vez a ganar nueve chelines para el Estado, se le encarcela durante un periodo ilimitado sin mediar mandamiento legal alguno, y esto determinado solamente por quienes le colocaron ahí, pero si roba noventa veces nueve chelines al Estado, al poco tiempo se le deja en libertad.
Si la injusticia forma parte de los problemas inherentes a la máquina de gobierno, dejémosla funcionar, que funcione: quizá desaparecerán ciertamente las asperezas y la máquina se desgastará. Si la injusticia tiene una cuerda, una polea, una soga o un eje exclusivamente para ella misma, entonces se podría considerar si el remedio no sería peor que la enfermedad, pero si es de tal naturaleza que requiere que usted sea el agente de injusticia para otro, entonces, digo, ¡viole la ley! que su vida sirva de freno para parar la máquina. Lo que debo hacer es ver a cualquier precio que no me presto para fomentar el mal que condeno.
En cuanto a adoptar los medios que el Estado ha proporcionado para remediar el mal, no conozco tales medios. Toman demasiado tiempo, más que la vida de un hombre. Tengo otros asuntos que atender. No vine a este mundo principalmente para hacerlo un lugar adecuado para vivir, sino para vivir en él, sea bueno o malo. El hombre no debe hacerlo todo, pero sí algo; y como no puede hacerlo todo, no hace falta que haga algo malo. No es de mi incumbencia recurrir al gobernador o a la legislatura, así como no es el suyo recurrir a mi: ¿que hago si ellos no escuchan mi solicitud? Para este caso el Estado no ha proporcionado ningún medio: su mismísima constitución es el mal. Puede que esto parezca chocante, obstinado e intolerante pero esto significa tratar con la máxima amabilidad y consideración al único espíritu que pueda apreciarlo o merecerlo. Por lo tanto, todo cambio es para mejorar como sucede con el nacer o morir que convulsionan al cuerpo.
[…] Además, todo hombre que tenga más razón que sus vecinos ya constituye una mayoría de uno.
[…] Bajo un gobierno que encarcela injustamente a cualquiera, el verdadero lugar de un hombre justo es también una prisión. […] un sitio donde el Estado coloca a todos los que no están con él, sino contraél -la única casa en un Estado esclavista donde el hombre libre puede habitar con honor. Si alguien cree que su influencia ahí se perdería y que sus voces ya no afligirían el oído del Estado, que no serían como un enemigo dentro de sus muros, no saben cuanto más fuerte es la verdad que el error ni cuanto más elocuente y eficazmente puede combatir la injusticia que él ha experimentado un poco en su propia persona. Deposite todo su voto, no una tira de papel solamente, sino toda su influencia. Una minoría es impotente si se ajusta a la mayoría; entónces ni siquiera es minoría; pero es irresistible si se opone con todo su peso. Si no queda otra alternativa que encerrar a todos los hombres justos en la cárcel o dejar la guerra y la esclavitud, el Estado no vacilará en su elección. Si un millar de hombres no pagase los impuestos este año, la medida no sería ni violenta ni sangrienta, como lo sería, en cambio, pagarlos y proporcionarle al Estado la posibilidad de que cometa actos de violencia y de que derrame sangre inocente. Esta, en efecto, es la definición de una revolución pacífica, si tal es posible. Si el recaudador de impuestos o cualquier otro funcionario público me pregunta, como uno ya lo ha hecho: ¿pero qué quiere que haga?, mi respuesta es: si realmente quiere hacer algo, renuncie a su cargo. Cuando el súbdito ha negado lealtad y el funcionario ha renunciado a su cargo, entonces la revolución se realiza. Pero supongamos que haya derramamiento de sangre. ¿No es una especie de derramamiento de sangre cuando la conciencia está herida? Por esta herida escapa la verdadera hombría e inmortalidad del hombre que sangra hasta la imperecedera muerte. Ahora mismo veo derramarse esta sangre.
[…] Cuando converso con el más libre de mis vecinos percibo que, no importa lo que digan sobre la magnitud y gravedad del asunto y su interés por la tranquilidad pública, es que no pueden prescindir de la protección del gobierno existente y temen las consecuencias que su desobediencia atraería para sus propiedades y familiares. Por mi parte, no quisiera pensar que siempre dependo de la protección del Estado. Pero, si niego la autoridad del Estado cuando me presenta su cuenta de impuestos, pronto se posesionará y derrochará toda mi propiedad y así nos acosará a mí y a mis hijos para siempre. Esto es duro. Imposibilita al hombre vivir honesta y al mismo tiempo cómodamente en los aspectos externos. No valdría la pena acumular propiedad porque sin duda volvería a suceder lo mismo. Hay que trabajar o tomar posesión de una casa en alguna parte, cultivar una pequeña cosecha y comerla pronto. Hay que vivir dentro de uno mismo y depender de sí mismo siempre alerta y listo para comenzar de nuevo y no tener muchas ocupaciones.
[…] Hace seis años que no pago impuestos injustos. Por este motivo me tuvieron una noche en la cárcel y, cuando meditaba examinando las paredes de sólida piedra, de dos a tres pies de espesor, la puerta de hierro y de madera de un pie de espesor, y la reja de hierro que filtraba la luz, no pude menos que pensar en la estupidez de esta institución que me trataba como si simplemente fuese un montón de carne, sangre y huesos, susceptible de encerrarse bajo llave. Me preguntaba si habría llegado a la conclusión de que ésta era la mejor ocupación que podía proporcionarme y que jamás se le ocurrió disponer de mis servicios de alguna manera. Comprendí que, si había un muro de piedra entre yo y mis vecinos de la ciudad había todavía otro aún más difícil de escalar o romper, antes de que ellos llegaran a ser tan libres como lo era yo. Ni por un momento me sentí encerrado, y las paredes me parecieron un gran derroche de piedra y argamaza. Me sentía como si, entre todos los vecinos, yo fuese el único que había pagado el impuesto. Sencillamente no sabían como tratarme, sin embargo se comportaban como personas groseras. En toda amenaza y en todo cumplido erraban, porque creían que mi principal deseo era estar del otro lado de ese muro de piedra. No pude menos que sonreír viendo cuán diligentemente cerraban la puerta a mis meditaciones, que los seguían de nuevo sin prisa ni pausa, y ellos estaban realmente convencidos de que todo eso era peligroso. Como no podían llegar a mí, resolvieron castigar mi cuerpo; parecían chiquillos que si no pueden agredir a la persona contra quien tienen odio maltratan a su perro. Comprendí que el Estado era ingenioso a medias, que era tímido como una mujer solitaria con sus cucharas de plata, que no sabía distinguir a sus amigos de sus enemigos, y perdí todo el respeto que conservaba por él y le tuve lástima.
Así, el Estado jamás confronta intencionalmente el sentido intelectual general del hombre, sino sólo su cuerpo, sus sentidos. No está armado con ingenio ni honestidad superior, sino con fuerza física superior. Yo no he nacido para ser obligado. Respiraré a mi propia manera. Veamos quién es el más fuerte.
[…] Estoy tan deseoso de ser buen vecino como de ser mal ciudadano. […] No es en relación al particular punto en la cuenta de impuestos que me niego a pagarla. Sencillamente quiero negar mi lealtad al Estado, retirarme y mantenerme realmente apartado de él. No me interesa trazar el recorrido de mi dólar, aunque pudiera, que hasta puede comprar a un hombre o un mosquete para matar a alguien -el dólar es inocente- sino me preocupa trazar los efectos de mi lealtad. En verdad, declaro en silencio la guerra al Estado a mi manera […].
[…] Sin embargo, el gobierno no me interesa mayormente y le concederé mínimos pensamientos. No son muchos los momentos en que vivo bajo un gobierno, ni siquiera en este mundo. Si un hombre es de libre pensamiento, de libre fantasía, de libre imaginación, eso que nunca parece existir por mucho tiempo para él, mandatarios o reformadores imbéciles no pueden interrumpirlo fatalmente.
[…] Quienes desconocen fuentes más puras de verdad, quienes no han remontado la corriente aguas arriba, se atienen, sabiamente, a la biblia y a la Constitución, y de ella beben ahí mismo con reverencia y humildad; pero los que contemplan donde llega cada gota en este lago o en ese estanque están listos para enfrentar una vez más las dificultades y continúan su peregrinación hacia el ojo de agua.
[…] La autoridad del gobierno, incluso un gobierno como al que estoy dispuesto a someterme -porque obedecería de buen grado a quienes saben y pueden hacer las cosas mejor que yo, y en muchas cosas incluso a los que no saben ni pueden hacerlo tan bien- todavía es impura; para que sea estrictamente justa tiene que contar con la sanción y consentimiento de los gobernados. No podrá tener algún derecho puro sobre mi persona y mi propiedad que el que yo le conceda. El progreso de una monarquía absoluta a una limitada, de una monarquía limitada a una democracia, es progreso hacia un verdadero respeto del individuo. Hasta el filósofo chino fue suficientemente sabio como para considerar al individuo como base del imperio. ¿Es la democracia, tal y como la conocemos, la última mejora posible en materia de gobierno? ¿No es posible dar un paso más hacia el reconocimiento y organización de los derechos del hombre? Jamás habrá un Estado social realmente libre e ilustrado mientras el Estado no llegue a reconocer al individuo como una potencia superior e independiente, de lo que se derivan su propio poder y autoridad, y lo trate de acuerdo a eso. Me complazco en imaginar un Estado que por lo menos pueda permitirse ser justo para con todos los hombres y tratar al individuo con respecto como vecino; que ni siquiera crea incompatible con su propia tranquilidad el que algunos quieran vivir al margen de él, sin inmiscuirse en él ni ser abrazados por él, dando cumplimiento a todos sus deberes de vecinos y semejantes. Un Estado que diese esta clase de fruto y sufriera el dejarlo caer con la misma rapidez que madura, prepararía el camino para un Estado más perfecto y glorioso todavía, que también he imaginado pero aún no he visto en ninguna parte.

La Solidaridad nos ha llegado

Desde Soria, desde Tenerife, desde Jaén o desde Madrid, personas particulares o sindicatos, le han hecho llegar su solidaridad a la Comunidad “La Esperanza” a través de donativos. Los sindicatos de la CNT, en Jaén o Madrid, siendo una organización que no recibe subvenciones, dependen exclusivamente de las cuotas de sus afiliados para estos actos de solidaridad. Las personas particulares hacen el esfuerzo sin soporte alguno. Y nos gustaría saber de quién proceden el resto de donaciones para mencionarlos también, aunque entendemos que se haga de forma anónima. A todos ellos les quedamos muy agradecidos.
En total se han reunido 265 euros, una cantidad que para la Comunidad tiene una gran importancia. Eso equivale a 5 cubas de agua (el agua casi de una semana) y a poder hacer frente a cualquier gasto de emergencia.
Como siempre los donativos vienen principalmente del ambiente libertario, y también como siempre desde fuera de nuestra Isla.

Aprovechamos también para dar las gracias a las organizaciones que han rubricado el “Comunicado de apoyo a la Comunidad y contra la represión”1y a los colectivos o individualidades que se han hecho eco del proyecto y han difundido nuestra lucha, o simplemente a los que nos han confortado con sus palabras, desde A las barricadas.org, Regeneración libertatia.org, Procés Embat, Portal OACA, Proyecto Lunares, Canarias Semanal.org, etc.
También quedamos en deuda con muchas individualidades que trabajan en la sombra y que han hecho trabajo de hormiga para difundir nuestras iniciativas y nuestra propia existencia. Algunos, que nos conocieron gracias a las redes sociales o a la repercusión mediática, ya se han unido a la gran familia de la Comunidad y nos ayudan ofreciéndonos interesantes talleres o la oportunidad de seguir presionando a través de reportajes y documentales.
A todos ellos y a todas ellas: MUCHAS GRACIAS.
_________________
1 Colectivos firmantes del comunicado: Intersindical Canaria, Frente Sindical Obrero de Canarias, Resistencia Popular Canaria, Red Canaria en Defensa del Sistema Público de Servicios Sociales (Redesscan), Asociación Canaria de Economía Alternativa, Podemos – Santa María de Guía, Telde Responde, Coordinadora Canaria contra las Prospecciones Petrolíferas, Alternativa Nacionalista Canaria, Ateneo Libertario Xosé Tarrío, Procés Embat, Federación Estudiantil Libertaria (que aúna a 10 colectivos de todo el Estado), Juventudes Libertarias de Málaga, Sindicato Único de CGT – Tenerife, Espacio Libertario de Madrid (ELMa [formado también por muchos colectivos madrileños]), Regeneración (regeneracionlibertaria.org).

«El Proyecto»

Este documento se redactó el verano del 2014. Después de aprobarse en asamblea, se fue entregando a los nuevos vecinos para que tuvieran una idea clara de “El Proyecto”. Es un documento interno que decidimos hacer público para dar una muestra de cómo nos organizamos y cuál es el espíritu fundacional de la Comunidad.

La Comunidad “La Esperanza”
Orígenes:
A comienzos del 2013 laFederación Anarquista de Gran Canaria(FAGC) se puso en contacto con la propietaria de los bloques en los que ahora vives. Dichos bloques estaban en proceso de embargo por una deuda hipotecaria contraída con Bankia. En un par de años la propietaria perdería la batalla legal y los bloques pasarían a ser propiedad del banco. Antes de que esto ocurriera, la idea de la Federación era destinar las 71 viviendas vacías que albergan dichos bloques para realojar a familias sin techo y sin recursos. A cambio de algunas mejoras en el inmueble, y de la protección que debían ofrecerle los realojados en caso de desvalijamiento, la propietaria aceptó. A causa de ello todos los que vivimos en estos bloques lo hacemos todavía con el consentimiento de dicha propietaria. En Abril de 2013 ya habían cerca de 30 familias viviendo aquí.

Situación Actual:
Hoy sabemos que aunque la propietaria ha interpuesto un recurso que no sabemos cuánto tardará en dirimirse, la propiedad según la Nota Simple del inmuebleha pasado de Bankia a la SAREB(el llamado “banco malo”), un organismo semi-estatal destinado a comprar deudas contraídas con entidades como Bankia. La deuda puede superar los 15 millones de euros. En cuanto la propietaria pierda el juicio, la SAREB reclamará su propiedad y se iniciará el trámite para proceder al desahucio.
El Proyecto:
La vivienda de la que ahora disfrutas es parte de un proyecto social más amplio. Esta destinada exclusivamente para personas sin techo y sin medios económicos para proporcionarse otro. No son segundas viviendas que puedan dejarse cerradas para disfrutar los fines de semana o en vacaciones. No son casas que puedan ocuparse por capricho ni para ahorrarse un alquiler. Son casas socializadas: no se disfrutan en régimen de propiedad privada sino de propiedad comunitaria; una vez dejan de usarse vuelven a la comunidad para que ésta las ponga a disposición de nuevas familias. En breve serán casas expropiadas, pues debemos reclamarlas por motivos de utilidad social y arrebatárselas a las entidades financieras que las reclaman.
El racionamiento del agua y el ahorro de electricidad son elementos indispensables. No sabemos cuánto tiempo disfrutaremos de estos recursos, así que es imprescindible economizarlos al máximo y de forma rigurosa. Cualquier despilfarro es inadmisible.
Por otra parte aquí no se paga alquiler: se aporta una contribución voluntaria (actualmente de 25 euros mensuales) para pagar exclusivamente las cubas de agua. Quien tiene más recursos podrá aportar un poco más, y quien tiene menos pues aportará lo que buenamente pueda.
En la comunidad hay además múltiples trabajos de mantenimiento y similares que llevar a cabo. Es imprescindible autogestionarnos y realizarlos por nosotros mismos. No queremos una comunidad con siervos que trabajan y señoritos que miran desde las ventanas como se desloma el resto, así que se espera la participación de todos los vecinos (que físicamente puedan) en las labores comunitarias.
La comunidad se reserva el derecho de realojar fuera de los bloques a cualquier persona que haga imposible la convivencia. Las agresiones y cualquier otra forma de violencia o sabotaje interno no pueden sufrirse impunemente, y cualquier vecino que incida en estas u otras actitudes (robar a la comunidad oa un vecino, etc.), puede perder la vivienda que la comunidad le cedió.
Por motivos de seguridad la puerta de la calle debe permanecer siempre cerrada. Aunque lo normal es que el desahucio se nos notificara antes de producirse, también se nos puede ejecutar un “desahucio cautelar por lo criminal” a cualquier hora del día o de la noche. Para evitar ponérselo fácil a quienes pretendan desahuciarnos, la puerta nunca puede quedar abierta.
La presencia de la policía en el recinto es totalmente desaconsejable(salvo para hacer elinforme policial a los vecinos que han solicitado el empadronamiento o entregar una citación judicial particular). Cualquier conflicto que se produzca dentro de los bloques en el que tenga que intervenir la policía no hará más que perjudicarnos de cara al desahucio.
Los conflictos y problemas de convivencia deben solucionarse de forma directa entre los propios vecinos afectados. Si por algún motivo esta vía no funciona, se llevará el asunto a asamblea para hallar a una solución colectiva. La idea es no recurrir nunca a ninguna forma de violencia, sea personal o institucional.
Todas las decisiones que afectan a la comunidad se deciden en asamblea. La asamblea se celebra los últimos domingos de cada mes. Siempre puede convocarse una asamblea extraordinaria para tratar temas urgentes que no pueden posponerse. Las comisiones son asignadas por la asamblea, y se encargan simplemente de realizar tareas prácticas.
Ahora mismo formas parte de la ocupación de viviendas más grande del Estado. Actualmente vivimos en la comunidad más de 50 familias, unas 140 personas (la mitad de ellas menores) y el objetivo es llegar a 200. Hay que transmitirle al resto de la sociedad la verdadera naturaleza del proyecto. No sólo mejorando el recinto y nuestro entorno, sino mejorándonos nosotros mismos como personas. Resolviendo los conflictos por nosotros mismos, sin intermediarios. Colaborando y ayudándonos mutuamente. Decidiendo de forma horizontal, sin líderes ni amos. Siendo conscientes de que la voz de un vecino vale tanto como la de cualquier otro y que nadie es más que nadie. Sólo organizados y unidos podremos conservar nuestras casas y obligar a la administración y a los poderes financieros a negociar y a aceptar nuestras condiciones. Nunca negociaran si no presionamos, si no luchamos. Quien no esté dispuesto que abandone ya el barco.
Los vecinos llamaron a esta comunidad: “La Esperanza”. Seguramente porque la esperanzaes lo último que se pierde, y no pensamos perder nuestras casas. 
 

Anarquía a pie de calle I

Anarquía a pie de calle I
Dos anarquismos
El anarquismo no es una fábula romántica, sino un duro despertar […]” (Edward Abbey, A Voice Crying in the Wilderness[Vox Clamantis en Deserto], 1990).
Periódicamente las dicotomías entre “anarquismos” se suceden. A finales del siglo XIX era entre colectivistas y comunistas, organizadores y anti organizadores, individualistas y sindicalistas, sindicalistas puros y anarcosindicalistas, etc. Actualmente esta reyerta teórica, que parece desarrollarse de forma cíclica, se ha establecido entre insurreccionalismo y anarquismo social.
En tiempos decimonónicos algunos anarquistas quisieron desatar el nudo gordiano hablando de “anarquismo sin adjetivos”, y ya avanzando el siglo XX de “síntesis”. Hoy día apremia evolucionar.
Las disputas, si no se enconan y enquistan, son positivas; el debate teórico es sano; lo que es insalubre y suicida es que el debate sustituya a la militancia. Ciertos anarquistas no tienen más problemas militantes que el propio anarquismo: o vigilar sus esencias o ponerlo al día, pero la disputa sigue fijándose en un marco erróneo, igual que en el XIX.

Sí, la disputa entre colectivistas y comunistas nos ayudó a vislumbrar cómo una parte del anarquismo de la época seguía ligado a cierta concepción de propiedad privada y salario y cómo otra quería transcender de eso y ser generosa; también cómo una parte trataba de ser realista y práctica y cómo otra podía pecar de optimismo exacerbado. Era una cuestión de fondo que dibujaba maneras y actitudes. Pero también era una disputa por algo que aún no se había producido: una revolución social que pusiera la economía en manos de los trabajadores. El debate quizás pudo ayudar a perfilar mejor lo que sucedería en situaciones revolucionarias como la del 36, pero el debate por el debate, sin transcender del plano teórico, puede dibujar el mejor de los futuros, pero no deja de ser una especulación, un discurrir sobre la nada, cuando falta crearlo todo. Puede también que el debate sobre las distintas concepciones sindicalistas tuviera una dimensión más práctica, pero seguía basándose en una premisa errónea: transformar la praxis ajena. Sólo nos es dado cambiar nuestra propia actividad; si algo no te gusta trabaja en sentido contrario y que la práctica demuestre si andas errado o acertado. En consecuencia, el debate no debe fijarse más no desde luego prioritariamenteen el terreno ideológico; la validez de una idea debe medirse en el terreno práctico, en el terreno de los hechos.
No se puede discutir cual o tal teoría es mejor sobre el papel, cuál satisfará mejor nuestras necesidades sin transcender de la hipótesis; debe comprobarse empíricamente y que los resultados hablen. ¿Pero qué requiere esto? Trabajo de campo, duro trabajo de campo. Y es eso, y no otra cosa, lo que divide a los anarquismos en liza. Basta ya de supuestas divergencias en base a acuerdos, congresos, pensadores y modelos imaginarios.
Desde mi punto de vista sólo hay dos anarquismos: el contemplativo y el combativo. Ya pueden recibir el nombre de insurreccionalismo o anarquismo social, cualquiera de los dos puede representar a alguna de las dos tendencias en algún momento.
El anarquismo contemplativo vive a través de vidas ajenas, su terreno es el debate centrípeto. Se sienta a analizar y a discursar, a anatemizar enzarzado en eternas luchas internas. Su campo es el de la teoría y el quietismo, sea de comité, de asamblea, de manifestación, de red social o de quema de contenedor (un teórico del molotov no es menos contemplativo que un teórico de despacho). El inmovilismo como modus vivendi; la pontificación como modus operandi. Charlas y difusión de ideas es su terreno natural, el ambiente donde se siente cómodo; incapaz de transcender de ese hábitat y saborear los adoquines o el bancal. El propio anarquismo en su campo de batalla, su objeto de disección, el sujeto de su militancia. El anarquismo contemplativo es la etapa infantil e inmadura de la ideología anarquista; por muy seria, respetable y vetusta que parezca.
El anarquismo combativo, el que defendemos y practicamos desde la FAGC, es el anarquismo que se faja, el que está a pie de calle, el que lucha. Sea tensionando en una manifestación para evitar que la gente quede impasible ante una carga policial, sea forzando las circunstancias para que un conflicto laboral no acabe en armisticio. Es el anarquismo que se moja, el que se arremanga y se mancha las manos. El que lucha en la fábrica, en la asamblea de barrio, en la calle. Gamonal y Can Vies son ejemplos de esto, la Comunidad “La Esperanza” también. Es el que ha sobrepasado los límites de las tertulias y la militancia oral. Ya no cree que verbalizando algo se consiga cambiarlo. Su actividad es centrífuga, no va dirigida a complacer a los “iniciados”, a convencer a los “convencidos”; el circuito de los compañeros se le queda estrecho. El discurso de consumo interno se le antoja cacofonía. No milita para los anarquistas; milita para llevar la anarquía al suelo, para llevar la anarquía al pueblo. Diseña sus tácticas y su estrategia, su hoja de ruta, definiendo bien qué quiere y cuándo lo dará por conseguido, para poder avanzar a la siguiente etapa. Su hábitat es el barrio, la chabola, el parque, el tajo, el terreno abandonado, la casa expropiada. Es el anarquismo entendido como ideología adulta, por osada y audaz que sea su actitud, por nuevos que parezcan sus planteamientos.
En mi experiencia en estos últimos cuatro años en la FAGC, y especialmente en los dos últimos en la Comunidad “La Esperanza”, he llegado a concebir el anarquismo en esos términos, como una ideología adulta. El idealismo es necesario, pero no basado en irrealidades ni quimeras, sino en la capacidad real de aplicar las ideas pertinentes para transformar el entorno. Hay que descifrar los límites de los propios mitos, sean ideológicos, teóricos o de cualquier clase; descubrir la falsabilidad de los pensadores de referencia y tratar de aplicar las propias ideas teniendo en cuenta que por muchos antecedentes que tenga lo que te propones, y por más jugo que le saques a experiencias pasadas (la historia debe entenderse como pista, no como remanencia), la realidad es que esta experiencia, esta concreta, nadie la ha intentado antes; sólo tú y los que te acompañan. El discurso exclusivamente autorreferencial se diluye y queda la dura realidad. Es dura, pero es tuya.
Esta realidad lo es porque se asienta en algo tangible. En los siglos XIX-XX existía un anarquismo de fábrica, y esa fue su gran fuerza. Existió también en ese periodo fini/primisecular un anarquismo cultural que dotó de soporte teórico y literario la obra muscular. Nosotros proponemos un anarquismo de calle, un anarquismo callejero, de barrio, de exclusión social. El obrero salido del siglo XX y que despierta al siglo XXI se da cuenta, después de haber sobrevivido a la coartada capitalista de la crisis, que de obrero cualificado que fabricaba casas para otros ha pasado a ser un sin techo. Personas abocadas a la marginalidad porque sin apenas transición han sufrido un cambio: obreros ayer; indigentes hoy. Algunos no han mutado; de forma endémica han nacido condicionados socialmente para ser carne de asfalto. El discurso anarquista les complace en su utilidad: les es natural la hostilidad a la policía y el rechazo a la sacralidad de la propiedad privada; les es imprescindible sobrevivir a través de ciertas formas de apoyo mutuo, por lo menos en determinados estadios. Si este discurso se convierte en la práctica en un modelo eficiente de necesidades básicas plenamente satisfechas entonces la anarquía funciona, es útil para ellos, y con eso, sin necesitad de hacerse anarquistas, les basta.
No hace falta que se nos encuadre en el insurrecionalismo por nuestra radicalidad o el anarquismo social por nuestra labor. Somos anarquismo de combate y las etiquetas de ese tipo se nos quedan estrechas. Hemos recibido un baño de realismo y hemos descubierto que la anarquía llevada a la práctica funciona, que puede gestionarse una micro sociedad de 250 personas de manera eficaz siguiendo ese modelo. Pero también sabemos que ayudar a alguien no cambia necesariamente su mentalidad, y esto ya lo expondré en un futuro artículo.
Lo que importa ahora es saber que un anarquismo de barrio, sumergido en la marginación social, trabajando en el ghetto, es imprescindible; un anarquismo implicado en los problemas reales de la gente. Es imprescindible no porque suponga por sí mismo la “conversión de la gente”, sino porque es la mejor, si no la única, forma de llegar a ella. Para llegar a la gente no queda otra que tocar sus intereses y necesidades.
Pero si para esto no funciona la provocación vacua, que al menos remueve el avispero, menos funciona el discurso de reformar instituciones. En un momento en el que la gente está más desapegada de la política que nunca, nuestra misión es forzar la ruptura, no invitar a la conciliación con nuevas maneras dentro de las mismas estructuras. La situación es proclive para relanzar la organización popular desde abajo, para movilizar a la gente (movilizarnos con la gente) en base a sus necesidades y exigencias primarias, para estructurar el subsuelo, para dotar de cuerpo y músculo a los que no tienen (tenemos) nada. Enredarlos en promesas electorales, en aspiraciones de políticas locales, en la creación de instituciones, es un suicidio: primero, porque nunca se han sentido tan distantes de ellas; segundo, porque por fin son capaces de hacer otras cosas. A un enemigo herido que tiene que reestructurarse a toda prisa no se le refuerza, se le remata. Las instituciones deben ser vistas como el adversario al que se le arrebatan cosas por la fuerza, a través de la presión y el desgaste; el contrincante al que se mina hasta que se le pierda el temor y el respeto. No como el arma que es buena o mala en función de quién tenga la empuñadura. Más allá del maquiavelismo y el oportunismo de la hipótesis, tengo una cosa clara: también los ratones antes de ser devorados imaginan estar jugando con el gato. Eso es jugar a la política: creer que le estás dando cuartelillo al que está apunto de fagocitarte.
Yo no juego a juegos donde las reglas las imponen otros. Y hay un anarquismo que tampoco. Ese anarquismo sabe dónde está su lugar natural para incidir en la vida social, se aleja de las peleas de capilla y se une a las aspiraciones del pueblo para punzarlas, hostigarlas, y ver si pueden ir más lejos. Este anarquismo no se establece en unos parámetros de superioridad moral (y lamento si mi retórica lo da a entender, pero no es mi intención repartir sopas con hondas), no lo propongo porque sea “la última palabra” en revolución social; lo planteo por una simple cuestión de supervivencia. O nos abocamos a la endogamia de “la anarquía para los anarquistas” (cuando la anarquía debe ser para la gente de a pie) o nos dejamos matar metiéndonos en estructuras de poder que nos comerán y excretaran antes de darnos cuenta. Hasta ahora esas parecían ser las únicas opciones: o cerrarse en banda o entregarse con armas y municiones. No puede ni debe ser así, nuestra supervivencia y la de nuestro mensaje está en el combate, está en la calle, está en las necesidades más instintivas del pueblo. Es necesario detectar qué necesita, ver si nuestra praxis puede proporcionárselo, adaptar nuestras herramientas al momento, elaborar un programa que dé soporte teórico a nuestras conquistas y, una vez alumbrado el camino, compartir dichas herramientas y colectivizarlas (sabiendo cuándo hacerse a un lado).
No me importan las caricaturas; lo de “anarquismo barriobajero” o “anarco-lumpen” no es la primera vez que lo oigo. Me importan los resultados. El anarquismo callejero ha proporcionado la mejor carta de presentación de nuestra práctica en años. La mayor ocupación de inmuebles del Estado español no la ha conseguido un partido, una coalición electoral ni una organización pro-sistema; la ha iniciado una organización anarquista a través de herramientas anarquistas y haciendo funcionar un modelo anarquista sin necesidad de que los implicados lo fueran. Ese anarquismo de barrio ha dado 71 viviendas a 71 familias que equivalen a más de 250 personas. No habla la teoría; hablan los números, hablan los hechos, habla la tozuda realidad.
Fdo: Ruymán Rodríguez

Cosas de la política

Cosas de la política

La política de gabinete, de despacho, de urna, es una ciénaga de la que es imposible salir limpio. Un

merengue de incongruencias y manoseos casi insondable para una mente racional. La incoherencia y la hipocresía, el doble discurso, son norma común. Vamos a ofrecer un ejemplo: la política del norte de la isla de Gran Canaria.
Érase una vez una comunidad de pisos expropiados y socializados llamada “La Esperanza”. Lleva más de un año intentando que se le regularice el suministro de agua (Solicitud de abastecimiento de agua). ¿Cuál es la respuesta del alcalde del Ayuntamiento de Santa María de Guía, Pedro Rodríguez? Que no va a hacer nada y que asumamos nuestra condición de “okupas”. Se olvida el alcalde que mientras contemos con la autorización de la propietaria de los bloques (cuya titularidad sigue en litigio) no somos “okupas” ni incurrimos (todavía) en ninguna ilegalidad. Ya habrá tiempo de que eso pase.

Por otra parte, si verdaderamente fuéramos “okupas convencionales”, ¿significa eso que no tenemos derecho a acceder al agua, que nuestros 150 niños deben quedar excluidos de ese servicio básico y vital? Pero sigamos.
Durante más de dos años se ignora nuestra situación. Aquí sólo caen, muy de vez en cuando, y a algunos pocos vecinos (la minoría), bonos de compra. Pero los problemas globales, colectivos, los que requieren una intervención urgente, se ignoran, se tapan con paños calientes y tratan de ocultarse bajo la alfombra. Es la misma situación que la que viviría una comunidad de náufragos, que carecen de agua, a los que se les arrojaran migas de pan: ni se satisface su necesidad prioritaria, ni se soluciona nada con ayudas parciales cuando su situación requiere una respuesta comunitaria.
Esto es lo que declara Pedro Rodríguez a Canarias 7 mientras en su municipio 250 vecinos carecen de agua potable

Eso a Pedro Rodríguez parece darle igual. Pero he aquí que se produce la pirueta política. Rodríguez, miembro de Coalición Canaria, parece que se enfada con Fernando Bañolas (gerifalte de Coalición Canaria, sobre todo en el norte) porque éste le corta las alas a sus aspiraciones políticas. Eso obliga a Rodríguez a crear un partido independiente: Juntos por Guía. Hasta aquí el pan de cada día de la política local y estatal. Pero sucede entonces que Rodríguez quiere ser parlamentario. ¿Qué hacer? Pactar con algún partido que vaya a pillar escaño y que le preste la silla. ¿Con cuál llega a un acuerdo? Con Nueva Canarias (http://www.eldiario.es/canariasahora).

He aquí el salto mortal y el muestrario de paradojas:

Rodríguez va a representar en el Parlamento autonómico a Nueva Canarias, partido que ha tenido como “caballito de batalla” durante su campaña electoral la paralización de desahucios, la expropiación temporal de las casas abandonadas por los bancos (e incluso plantea llegar a acuerdos con los particulares) para crear viviendas de protección oficial (así lo afirma el propio presidente de NC, Román Rodríguez), que presta su sede en sureste para que se reúna la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, y que, para colmo de todas las ironías, firma un acuerdo con otros partidos para que “ningún ciudadano carezca de agua” («Ninguna familia sin agua» declararon a Canarias 7).
¿Qué significa todo esto? ¿Le importa a Pedro Rodríguez estar vinculado con un partido que públicamente manifiesta eso mientras él, en su propio municipio, mantiene a una comunidad de 250 personas sin acceso a agua corriente y completamente desatendida? ¿Le importa a Nueva Canarias llenarse la boca con una supuesta sensibilidad hacia el tema de la vivienda, sin hacer más gestos que los que se aprecian en los titulares y permitiendo que su número 4 al Parlamento de Canarias se inhiba de una situación de emergencia como la que denunciamos?
Pirómanos que se unen a asociaciones de bomberos voluntarios; asociaciones de bomberos voluntarios que regalan cerillas a pirómanos. Eso es la política: no es sólo el arte de gobernar y manipular; es el arte de hacer imposible lo incomprensible.
¿Podrán mantener mucho más tiempo esta incongruencia sin que se les note el truco? 
Fdo: Ruymán Rodríguez

Comunicado de apoyo a «La Esperanza» y contra la represión a Ruymán Rodríguez

El pasado 29 de abril (2015) el militante anarquista Ruymán Rodríguez fue detenido, sin razón aparente, en Santa María de Guía por dos policías secretas de la Guardia Civil. En dependencias policiales fue insultado, amenazado, golpeado y torturado (entre otras cosas fue estrangulado hasta en tres ocasiones). Después de 24 horas de malostratos y agresiones reiteradas, el detenido comparece ante el juez que no ve motivos constitutivos de delito. Los agentes de forma inaudita recurren la decisión judicial y quieren que se le impute al acusado el delito de “atentado a la autoridad” para que según sus propias palabras en el cuartillo “se trague al menos 5 años de cárcel”. Actualmente se está a la expectativa de si se acepta o rechaza dicha apelación.
Sea cual sea la decisión judicial esto no se acabará aquí. Este abuso policial se engloba dentro de una campaña de acoso y derribo contra la Comunidad “La Esperanza”. Dicha Comunidad es un proyecto social iniciado por la FAGC (Federación Anarquista de Gran Canaria) en enero del 2013 y que consiste en 4 bloques de viviendas (propiedad de la SAREB) expropiados y puestos a disposición de 71 familias, 250 personas, 140 niños. Posiblemente la ocupación masiva más grande del Estado.

Sabiendo que se acercan las elecciones y que la Comunidad se dispone a hacer públicas sus exigencias de normalizar su situación, los cuerpos policiales, teledirigidos por los aparatos políticos, quieren sembrar el miedo en la Comunidad para desestabilizarla. Incapaces de entender que pueda subsistir una comunidad humana horizontal, asamblearia, autogestionada, autosuficiente y solidaria, necesitan inventarse la existencia de “líderes”, y ese es el papel que quieren atribuirle a Ruymán. La intención policial es intimidarlo y obligarle a a abandonar el municipio, creyendo que así cundirá el pánico entre el resto de vecinos.
La realidad es que esto debe hacernos más fuertes y obligar a todos los colectivos, organizaciones e individualidades a prestar nuestro apoyo a esta causa: la de un individuo injustamente represaliado y sobre todo la de una comunidad de vecinos que arroja un rayo de esperanza sobre la realidad social canaria.
Por ello los bajo firmantes solicitamos que cese la persecución contra Ruymán Rodríguez y la Comunidad “La Esperanza”, y que se permita que este proyecto de lucha por la vivienda tenga el desenlace positivo que se merece y que la situación de emergencia humanitaria en la que vivimos los más pobres requiere. 
Las Palmas de Gran Canaria, Mayo de 2015
 
Firman este comunicado conjunto de apoyo a la Comunidad La Esperanza:
Intersindical Canaria
Frente Sindical Obrero de Canarias
Resistencia Popular Canaria
Red Canaria en Defensa del Sistema Público de Servicios Sociales (Redesscan)
Asociación Canaria de Economía Alternativa
Podemos – Santa María de Guía
Telde Responde
Coordinadora Canaria contra las Prospecciones Petrolíferas
Alternativa Nacionalista Canaria

Ateneo Libertario Xosé Tarrío 

Procés Embat

Federación Estudiantil Libertaria

Juventudes Libertarias de Málaga


Sindicato Único de CGT – Tenerife

Espacio Libertario de Madrid (ELMa) 

Regeneración (regeneracionlibertaria.org)

La «Esperanza». La comuna más grande del Estado español

La Esperanza: La comuna más grande de España

Ahí viven, desde hace 2 años, 71 familias sin recursos

Reportaje de Antena 3 Canarias 

 

 

Miguel Noya | Ignacio Suárez  |  Canarias  | Actualizado el 29/05/2015

Reclaman que compren el edificio y haga viviendas sociales
 
Afirman ser la comuna ocupa más grande de España. Hace 2 años varias familias sin hogar ocuparon con permiso del dueño un grupo de viviendas en Santa María de Guía. Hoy en esas casas viven 71 familias con 150 niños. Ahora piden a las autoridades que se regularice la situación del inmueble, donde todas estas familias han encontrado solución a situaciones personales muy complicadas.
En la comuna la esperanza viven 71 familias, 250 personas, 150 de ellas niños. Dicen que es la comuna ocupa más grande de España. Son familias castigadas por la crisis. Mujeres maltratadas, parados de larga duración… Familias como la de Carmelo. Desahuciados hace un año vinieron aquí. Fue todo un alivio. Manuel y su familia tenían que elegir entre vivienda o comida. La esperanza fue su solución.
Y todos con permiso por escrito de la promotora de las viviendas. La obra estaba parada y se deterioraba. Ellos arreglaron las casas. Ahora son propiedad del banco malo que podría pedir un desahucio. Mientras, la comuna se organiza. Tiene hasta un huerto urbano y todo se decide en asamblea.
Pero La Esperanza también tienen problemas por solucionar como el agua que tiene que comprar y traer en camiones como este.
Se lo han pedido al ayuntamiento, al que también reclaman que compre el edificio y monte unas viviendas sociales. De momento, el ayuntamiento no ha respondido a esas peticiones.

Colabora con «La Esperanza»

*Nº de cuenta: ES48 2100 1507 8701 0057 0016
La Comunidad «La Esperanza» lleva más de 2 años de semi discreción y resistencia silenciosa. Lo hemos hecho así para poder prolongar nuestra ocupación lo máximo posible y para prepararnos y formarnos cuando fuera inevitable darnos a conocer. Sólo salimos brevemente a la luz para denunciar el acoso policial que sufríamos a finales del año pasado. Una vez este acoso se ha recrudecido y aprovechando la presencia de la elecciones autonómicas, hemos decidido salir de la oscuridad y el silencio y dar a conocer nuestra experiencia a los cuatro vientos.
La vida discreta era también la del autoabastecimiento y el sacrificio anónimo; la de la independencia económica absoluta sin ningún tipo de ayuda externa; la de la austeridad y la autosuficiencia, consciente, pero también forzada por las circunstancias. Aunque la autonomía y la autogestión siguen siendo nuestras premisas, creemos que esto no está reñido con la solidaridad y el apoyo mutuo; al contrario, se refuerzan. Por ello manifestamos abiertamente que cualquiera que quiera contribuir con la Comunidad será bienvenido a hacerlo. Nuestras necesidades son las siguientes:

Agua. Nos abastecemos con caras cubas de 45 euros los 10.000 litros. Teniendo en cuenta la cantidad de personas que somos, consumimos un mínimo de 1 cuba diaria (el mes pasado fueron 36 cubas, 1620 euros de gasto). Esto lo sufragamos con un contribución comunitaria voluntaria mensual de 25 euros por vivienda. Vivimos racionando el agua estableciendo horarios de corte y de apertura: disponemos de agua de 7 (a.m.) a 14:00 (con una hora de corte intermedia de 11:00 a 12:00 a.m.) y después de 19:00 a 23:00. Lo más importante y prioritario es garantizar el agua para el aseo de los menores; en segundo término, para mantener las condiciones higiénicas de la vivienda; por último, para el mantenimiento de las zonas comunes.
Con la intención de flexibilizar los racionamientos, hemos abierto un número de cuenta para que cualquiera que esté interesado en ayudarnos pueda hacer su aportación (cualquier información complementaria sobre la cuenta bancaria pueden solicitarla a anarquistasgc@gmail.como comunidad.esperanza.200@gmail.com):
ES48 2100 1507 8701 0057 0016
Alimentos, ropas, juguetes (recordemos que hay más de 150 menores en la Comunidad), muebles y electrodomésticos. Cualquiera que pueda contribuir con alguno de estos artículos contará con toda nuestra gratitud. En ocasiones, para hacer mudanzas de nuevos realojados o cosas similares, también necesitamos furgonetas o vehículos amplios de los que no siempre disponemos. Cualquiera que quiera ofrecer temporalmente su transporte para estos fines también puede ponerse en contacto con nosotros. De igual manera, a través de alguno de estos dos correos: anarquistasgc@gmail.como comunidad.esperanza.200@gmail.com

También aceptamos cualquier cosa que se nos quiera donar para el huerto de la Comunidad: plantones de frutales, semillas, aperos de labranza, estiércol, gallinas, cabras, etc. Ya tenemos un baifito y unos cuantos pollitos y gallinas, y garantizamos que cualquier nuevo miembro de la “granjita” será tratado con el máximo cuidado y atención.

Nuestra idea es hacer en breve un “Punto de Encuentro Solidario” donde repartir entre los vecinos los que vayamos compilando, y por último, satisfechas las necesidades básicas de la Comunidad, repartir también, en alguna plaza pública de Guía, entre las personas más desfavorecidas del municipio.
Muchas gracias.