José Federico González Correa |
Los acontecimientos se han sucedido vertiginosamente. En pocos días hemos descubierto que se nos había infiltrado en nuestras filas un fascista (posiblemente el sujeto sea “algo más” que eso), lo hemos encarado y hemos ayudado a desarticularlo. La torpeza del susodicho le había llevado a aparecer en diversos documentos de la ultraderecha con su nombre real (José Federico González Correa) creyendo que un burdo cambio de nombre (Abdul) conseguiría sepultar su pasado más reciente. Estos documentos son diversos: desde su firma como Jefe Territorial de Canarias en el Manifiesto 2002 de la Mesa Nacional Falangista (Falange Auténtica: http://www.falange-autentica.org/es/descargas/finish/4/13/0); y su aparición como candidato (número dos de la lista) de La Falange al Congreso de los Diputados por la circunscripción de Las Palmas (BOE número 34 de 9/2/2000: http://www.boe.es/aeboe/consultas/bases_datos/doc.php?coleccion=indilex&id=2000/03083&txtlen=65); hasta su aparición como candidato (número uno de la lista) por el Movimiento Social Republicano (movimiento europeo de extremaderecha de corte neo-nazi) por la circunscripción de Las Palmas (BOE número 41 de 17/2/2004: http://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2004-2970).
El “shock” ha sido considerable para la Federación porque muchos de sus componentes habíamos establecido lazos de afecto con el infiltrado. Por suerte para nosotros, nunca realizamos a su lado ninguna acción “conflictiva”, e incluso antes de que esta información saliera a la luz ya había dejado de pertenecer a la Federación, pues la mayoría de nosotros habíamos perdido nuestra confianza en él por su comportamiento errático, ambiguo e intrigante. Tenemos como consuelo que sólo hemos tardado cuatro meses en desenmascararlo, mientras que en otros casos los infiltrados han permanecido en distintos grupos libertarios durante uno (http://abordaxerevista.blogspot.com/2010/08/dos-policias-se-infiltran-entre-los.html) cinco (http://www.lafogata.org/02europa/8europa/cruz.htm) o hasta siete años (http://abordaxerevista.blogspot.com/2011/02/policias-infiltrados-ultimo-episodio-en.html).
Si ahora hacemos pública esta información es para que dicho elemento no vuelva a poder infiltrarse en ningún movimiento social (ni en la isla ni fuera de ella) y también para que nuestra experiencia sirva de algo al resto de compañeros a la hora de detectar a estos perniciosos personajes.
¿Cómo “cazar” a un infiltrado?
La verdad es que si el infiltrado es hábil descubrirlo es bastante complicado. En nuestro caso particular hemos tenido suerte, pues se han conjugado distinto factores: en primer lugar el sujeto ha sido tan inepto como para llevar casi paralelamente una vida pública como activista de extremaderecha y otra como “activista alternativo”; en segundo lugar, un rasgo de su personalidad (su soberbia) le llevaba a infravalorar a cuantos le rodeaban y a dejar, en consecuencia, muchas fisuras en su conducta y comportamiento; en tercer lugar, la coyuntura en la que estaba inmerso (pues a la vez que estaba infiltrado en el grupo anarquista tenía que seguir infiltrado en el 15-M y tratar de mantener cierta postura equidistante) le obligaba a no implicarse “demasiado” en la Federación; en quinto lugar –y aunque no pueda descartarse totalmente su condición de policía–, es muy distinto descubrir a un simple fascista que a un infiltrado policial con su infraestructura y logística reglamentaria.
Cuando el infiltrado actúa de forma profesional suelen escasear las posibilidades de pillarle. Los filtros que se aplican suelen quebrarse si el “topo” muestra un compromiso y “compañerismo” a todo trance. Basarse en perfiles estereotípicos tampoco puede considerarse un método infalible; sobre todo cuando los que más abundan son dos bastante contrapuestos. Por un lado está el –aparentemente– más fácil de detectar: el típico “agente provocador”, el que te incita a realizar actos arriesgados y casi siempre de corte violento (éste es el caso de Mark Kennedy infiltrado en la CAN [siglas en inglés de Red Anarquista de Cardiff]); por el otro está el rol que más pasa desapercibido: el del “compañero” conciliador, mediador y pacífico que siempre hace llamadas a la prudencia (el caso de Fernando Pérez López infiltrado, entre otros grupos, en la Cruz Negra Anarquista).
Más allá de vigilar las espaldas de los miembros del grupo con los que se está más cohesionado, de usar el sentido común y desconfiar de cualquiera que sin conocerte te ofrezca una garrafa de gasolina y un mechero, sólo el trabajo puede desarticular a un tipo –específico– de “topos”. El compromiso y el trabajo diario es la mejor medicina para desarticular a alguien que no comparte ni tu ideario ni tu sensibilidad (eso por lo menos es lo que nos ha servido a nosotros), en el caso de los fascistas camuflados. Ahora bien, es cierto que esta táctica tiene sus fallas cuando hablamos de un policía encubierto, porque esta clase de emboscados, al gozar de carta blanca y los medios pertinentes, suelen mostrarse tan dispuestos a exponerse y a dar el callo como el que más. Para poner en solfa a esta clase de sujetos lo más efectivo ha resultado ser la planificación de “acciones fantasma”. En cuanto se tiene la sospecha lo mejor es preparar (eso sí, muy bien preparada) una “acción comprometida” que sea una “golosina” para las fuerzas y cuerpos de “seguridad” del Estado. Cuando llegue el momento de la acción no se hace nada, todo se convierte en humo, y uno puede comprobar en la distancia si le estaban esperando o no.
Sea como sea, éstas son sólo líneas generales y uno tiene que estar dispuesto a improvisar y a adaptar cada estrategia a cada situación.
Consecuencias
Meter a un infiltrado en un grupo es siempre beneficioso para los que infiltran. A parte de la información que se obtiene, de las consabidas detenciones y de las acciones que se abortan, y aun cuando se desarticula al “topo” antes de que pueda hacer nada de lo referido, la sensación de inseguridad y la paranoia perduran en el grupo tiempo después de descubierta la delación. Los miembros de los distintos colectivos pueden caer en un estado continuo de “manía persecutoria”, de psicosis constante, hasta el punto de desconfiar de todo y de todos. Los grupos se vuelven paranoicos, restringen de forma férrea el acceso a los mismos y acaban purgándose internamente hasta su disolución.
La forma psicológica de superar esto es más sencilla de lo que se cree: hay que comprender que intentar cambiar el mundo no va a salirnos gratis y que si las fuerzas represivas, y su “brazo armado callejero” (la ultraderecha), se están ocupando tanto de un grupo, es que dicho grupo debe de estar haciéndolo bien. Esa es la lectura que hacemos desde la FAGC. No es posible que tantos frentes nos ataquen a la vez si de verdad consideraran que somos inofensivos. Si nos atacan es porque nos consideran peligrosos. Para el Sistema es peligroso que veamos posible y deseable que todo el mundo disfrute de tres comidas diarias. Para el Sistema es peligroso que defendamos que no hay más límite para la libertad de expresión que el que la conciencia de cada uno quiera darle. Para el Sistema es peligroso que seamos el único grupo revolucionario que no puede ser desarticulado a través de subvenciones, que no se queda obnubilado por el canto de sirena de los partidos, que no se deja comprar por ningún puesto de poder. Para el Sistema somos peligrosos porque somos anarquistas, y eso significa que, como decía Elisée Reclús: “Ante la iniquidad y en tanto que ella persista, los anarquistas están y permanecen en estado de insurrección permanente”.